El concepto cristiano del sentido de la vida se mezcla con el problema de la inmortalidad. Para muchos la inmortalidad es el sentido de la vida más cercano. Hay muchas formas de realización a través de la inmortalidad. Existe la creencia cristiana, y religiosa en general, de que el alma es inmortal, de que sólo el cuerpo perece. Supuestamente, cuando el cuerpo muere, el alma pasa a otra vida, a una vida eterna en la que según las obras en esta vida así será la recompensa en aquella. Por eso, entre otras cosas, el creyente se propone aquí una vida de "sacrificios" y consagración para poder después pasar a mejor vida, de modo que el sentido de su vida gira en torno a la inmortalidad de la otra vida.
Otra forma en que la inmortalidad se trueca en el sentido de la vida de las personas es a través de la descendencia biológica. Muchas personas viven para sus hijos, para que estos no sufran y pasen las penurias de la vida de los padres. De forma tal, que el sentido de la vida de los padres es la prosperidad de sus hijos. Existe otra forma de inmortalidad que concretiza el sentido de la vida de muchos. Es la perdurabilidad en la obre, es la trascendencia por la obra y las acciones aquí en la tierra después de la desaparición física. Esta forma de inmortalidad abarca casi todas las esferas de la vida social. Hay quienes quieren ser inmortales por su obre artística, o científica, o filosófica, o política, o deportiva, etc. Por último, hay quienes se proponen ser inmortales prolongando la vida física aquí en la tierra. La ciencia médica, consciente o inconscientemente, lucha por prolongar la vida del hombre, robándole minutos, segundos a la muerte. Sin duda que llegará el día en que los hombres vivan más que Matusalén. Esa es una forma de inmortalidad también, lo que se da en la serie de sucesiones de generaciones humanas.
Para Carlos Marx el sentido de la vida está en la lucha, tanto la individual o personal como la social, en especial la lucha por la redención del hombre de toda forma de esclavitud y explotación, en la lucha `por la superación de la enajenación del hombre y por alcanzar un ideal social donde el hombre tenga el control de las fuerzas tanto naturales como sociales, en aras de construir una sociedad mejor.
Pero la vida no necesariamente tiene que tener siempre sentido. El hombre puede perder temporalmente o definitivamente el sentido de la vida. Según D. Bonhoeffer, teólogo alemán de la primera mitad de nuestro siglo, el suicidio es la última tentativa del hombre de dar un sentido humano de una vida que ha resultado un sinsentido (3). Por eso hay que preguntarse por el significado que tiene la pregunta ¿cuál es el sentido de la vida?
El término "sentido" en filosofía y en lógica tradicional tiene la acepción de "significado" (4). Por eso la pregunta "¿cuál es el sentido de la vida?" puede ser cambiada por esta otra: ¿qué significado tiene la vida?, es decir, qué valor encierra la vida (una vez que el significado de algo coincide con su valor). Estas preguntas tienen dos aspectos a saber. En primer lugar, contestar si sí o si no tiene sentido la vida. Y en segundo lugar, de contestarse afirmativamente, hay que contestar a la pregunta "¿cual es entonces el sentido de la vida?"
El problema es que la vida no siempre tiene sentido, y ni el sentido de la vida para todos los individuos es el mismo. El que se suicida lo hace regularmente porque la vida ha perdido objetivo o subjetivamente, temporalmente o definitivamente sentido para él. Así, por ejemplo, entre los esquimales es costumbre al llegar a la vejez y una vez que el individuo se ha transformado en una carga social, el suicidarse. ¿Por qué?, porque la vida ha perdido objetivamente su sentido. El individuo ha muerto socialmente y es necesario añadir a la muerte social, la muerte biológica. Lo mismo ocurre con la práctica japonesa del harakiri por parte de los samurais cuando han sido deshonrados. El samurai que se hace el harakiri en este caso es porque ha perdido objetivamente el sentido de su vida. No es así con el enfermo psiquiátrico. El hombre enfermo mental que quiere suicidarse lo que ha perdido es el sentido de la vida de forma subjetiva. Lo más común es encontrarnos que entre los suicidas la vida tiene para ellos aun objetivamente sentido. Sólo las condiciones mentales lo impulsan a buscar la muerte. El problema es que subjetivamente podemos perder el sentido de la vida, aun conservando objetivamente para nosotros sentido la vida.
¿Qué cosa es el sentido de la vida? En primer lugar, el sentido de la vida es la unidad de lo abstracto y lo concreto. El defecto fundamental como norma de todas las filosofías precedentes en lo tocante al problema del sentido de la vida es que han querido hacer pasar por el sentido general y concreto de la vida el sentido particular y abstracto de la vida del filósofo en cuestión. Es decir, cada filósofo intensa hacer pasar por el sentido general de la vida su sentido particular y abstracto. El sentido de la vida es concreto en cada individuo. Comprende el conjunto de metas, deseos y aspiraciones, etc., propio de cada ser, en una jerarquía muy específica. Puede contener el deleite del hedonista, la felicidad del eudemonismo, la realización del sentirse en la lucha, la trascendencia de la inmortalidad, etc., todo en una pirámide de valores. Esta pirámide de metas, deseos, aspiraciones, etc., puede cambiar de contenido y de prioridades con el transcurso del tiempo. De hecho es muy dinámica. Es concreta al tiempo, al lugar, a la persona, a la cultura, a la sociedad, a la clase social a la que se pertenece, etc. Y es concreto por las metas, deseos, aspiraciones, es decir, cada meta, cada deseo, cada aspiración son concretos. Además, es concreta la pirámide y es concreta su jerarquía.
Pero el sentido de la vida tiene también una dimensión abstracta. Se puede decir que el sentido de la vida, en su dimensión abstracta, es único para todas las épocas y para todos los lugares. Es una abstracción de todo lo concreto que puede existir en el sentido de la vida. Podemos decir que por muy disímiles que sean los hombres, en ellos hay de común aspectos de un mismo sentido de la vida. De hecho, este común, esta abstracción, etc., es lo que intentan destacar las distintas filosofías al proponer un sentido de la vida genérico, como por ejemplo la formulación abstracta de Epicuro.
El sentido de la vida también es la unidad de lo absoluto y lo relativo. Es relativo al tiempo, al lugar, a la persona, a la cultura, a la sociedad, a la época, etc., es decir, que cambia con cada referente. En este punto tiene, también, un carácter clasista. Cada clase tiene un sentido de la vida determinado socialmente. El hecho de que Carlos Marx destaque como sentido de la vida la lucha juega con la situación de que para las clases oprimidas (los explotados, los esclavizados, etc) la lucha por su liberación, por su redención, por su desenajenación es una meta constante e imperecedera. Y como Marx se sitúa al lado de los oprimidos, asume entonces su sentido de la vida.
Pero es absoluto porque en la suma de los sentidos relativos de la vida se van dando elementos que no cambian, que permanecen inmutables de época en época, de cultura a cultura, de sociedad a sociedad, etc.
Por último, el sentido de la vida es la unidad de lo objetivo y lo subjetivo. Es subjetivo porque es propio de cada conciencia individual. Se da en la subjetividad del hombre. Pero es objetivo porque esta subjetividad se forma de la descosificación del sentido de la vida que existe objetivamente plasmado en la sociedad como sistema de relaciones sociales, este sentido de la vida existe como concepto hecho sociedad, como objetivación de la conciencia social. El sentido de la vida, objetivamente hablando, es un concepto objetivado, es decir, idealidad (5). Cada sociedad, cada época, cada cultura ofrece un sentido de la vida genérica al hombre ya hecho al éste venir al mundo.
La relación entre el sentido de la vida objetivo y el sentido de la vida subjetivo es el problema fundamental filosófico en este terreno. La primera cuestión que hay que dilucidar es este problema es de si fuera del sentido individual y subjetivo de la vida existe un sentido de la vida objetivo. No todos los filósofos responden positivamente a esta cuestión
Para Carlos Jaspers el sentido de la vida es válido sólo en una dimensión subjetiva. Según él, el hombre individual es verdaderamente el único tema de la filosofía, que se convierte en la aclaración racional de la existencia singular. Para Jaspers sólo lo que entra en la conciencia individual puede convertirse en objeto de experiencia y de pensamiento y ser para nosotros. Lo que no entre en la conciencia individual no puede ser de ningún modo alcanzado por nuestro saber, y es para nosotros como si no existiera.
La conciencia, para Jaspers, tiene dos sentidos. En primer lugar, ella es la realidad viviente o conciencia singular. En segundo lugar, es conciencia en general. No obstante, esta conciencia en general no existe más que en las conciencias singulares, en sí es una pura abstracción. El tercer modo del horizonte que nosotros mismos somos, según Jaspers, es el espíritu como totalidad del pensar. Pero según él, el espíritu ha de ser comprendido desde el interior de la existencia o conciencia individual. Según Jaspers, a diferencia de la realidad de la conciencia y el espíritu, la existencia no puede convertirse en objeto para nosotros. La existencia, y con ella el sentido de la vida, es singularidad, ininteligibilidad, historicidad esencial. Lo mismo que para Heidegger, también para Jaspers, el rasgo sobresaliente y característico de la existencia, y con ella la del sentido de la vida, es el ser siempre una existencia en el mundo, es decir, ligada a una situación fáctica que la delimita y caracteriza de una manera específica. La existencia es búsqueda del ser. Y el primer modo de esta búsqueda es el de considerarse a sí mismo como una realidad objetiva (Desein), como un elemento o cosa del mundo junto con los demás innumerables elementos o cosas.
Desde este punto de vista, la investigación del ser es orientación en el mundo. Es una investigación que no tiene fin, que pasa de una cosa a otra, de un término a otro hasta el infinito, pero que no encuentra ni puede encontrar más que cosas en el mundo. Una investigación objetiva de esta clase es la propia de las ciencias naturales, las cuales descubriendo leyes universales válidas superan la esfera del individuo específico se dirigen a un entendimiento anónimo, esto es común a todas.
La orientación en el mundo es una posición legítima, pero según él no puede ser considerada como absoluta, o sea, juzgada como conocimiento definitivo. No es –según él- ni puede valer como conocimiento del mundo. Lo único que alcanza según él es un ser determinado, esto a aquel objeto del mundo. El mundo mismo permanece como el horizonte trascendente o inalcanzable de esta clase de búsqueda. Ciertamente, yo puedo construirme la imagen total del mundo y tenerla como el mundo mismo. Pero, en verdad, esta imagen no será el mundo mismo. Será más bien un cosmos, un singular y particular punto de vista entre los muchos que hay en el mundo. Y el mundo mismo quedará en el horizonte trascendente de este cosmos mismo y del punto de vista que lo ha sugerido. Se perfila así –según Jaspers- el fracaso decisivo de la orientación en el mundo. Lo que yo busco es el mundo como totalidad absoluta y omnicomprensiva no es; lo que alcanzo es un cosmos vinculado a un punto de vista particular, al lado de los otros en la totalidad del mundo. Pero este fracaso, según él, señala al mismo tiempo la ruptura del mundo como unidad y totalidad. El mundo, según él, se rompe en la multiplicidad de las perspectivas, cada una de las cuales tiene la pretensión de valer absolutamente, pero es meramente relativa a su punto de vista. Y junto con el mundo, se disgrega así el sentido de la vida y la existencia. De modo que para Jaspers, el sentido de la vida existe, si es que existe, fundamentalmente en una dimensión subjetiva.
Lo que Jaspers no entiende es que en el quehacer de los hombres chocan las distintas aspiraciones o voluntades humanas y se forma u paralelogramo de fuerzas del cual se obtiene una resultante, que es en el fondo lo que nadie en particular quería. Esta resultante es un concepto más, no derivable de una conciencia individual en específico, sino fruto del choque de muchas conciencias, y, por tanto, objetivo. Es algo que nadie en particular quería. Es un fruto inconciente, pero esta ahí como algo objetivo, al lado de los hombres particulares. Surge así un sentido de la vida objetivo, enmarcado como sistema de relaciones sociales.
El sentido de la vida objetivo es una idea más, pero objetivada. Como idea objetivada toma cuerpo en el sistema de relaciones sociales, es decir, es un comportarse de los hombres los unos con relación a los otros, que se perpetúa en una sociedad en la sucesión de generaciones humanas dentro de los marcos de una sociedad, de una época, etc.
Este concepto objetivo es tal que hace el subjetivo en la misma medida en que el subjetivo hace el objetivo. Al venir al mundo el hombre individual se apropia el concepto del sentido de la vida objetivo y lo hace suyo, es decir, lo subjetiva, para después en un acto de proyección objetivarlo de nuevo y así sucesivamente.
Surge la cuestión a saber (lo segundo que hay que destacar en aquel problema fundamental de que hablábamos): ¿cuál es el primario; el concepto subjetivo de la vida o el concepto objetivo (también de la vida)? Para la mayoría de los pensadores el concepto objetivo de la vida, si es que se le reconoce existencia, es la derivada del concepto subjetivo. No obstante, se equivocan. La sociedad no es un producto humano, sino que el hombre es un producto social. El concepto objetivo de la vida surge primero y antes que surja el concepto subjetivo. Primero chocan las distintas voluntades sin que se encuentre aun instalado un concepto subjetivo de la vida; de este choque surge el concepto objetivo de la vida, y después viene la apropiación subjetiva de este concepto objetivado previamente.
No podemos pensar que el concepto del sentido de la vida existió desde siempre, ni tan siquiera que surgió con el surgimiento de la sociedad. El concepto del sentido de la vida es el fruto de un largo proceso de desarrollo de la vida social, surge un una fase del desarrollo de la sociedad. Por ello, no puede aparecer como por arte de magia en la conciencia individual, es decir, primeramente de forma subjetiva. El hombre primitivo sólo puede hacer subjetividad lo que ya existe como concepto hecho objetividad. Tiene entonces que formarse objetivamente primero, para después pasar a formar parte de la conciencia individual, es decir, tomar cuerpo en una expresión subjetiva. Primero surge objetivamente y después en un proceso de descodificación pasa a formar parte del mundo subjetivo del hombre. Solo ahora viene el proceso de retroalimentación donde lo subjetivo hace a lo objetivo en la misma medida en que lo objetivo hace lo subjetiva. Es el proceso de destilación social del sentido de la vida que llega hasta nuestros días.
Es de pensar que el hombre primitivo en un inicio no tenía un sentido de la vida. Pero al chocar las distintas voluntades surge una resultante histórica que tiene en germen un sentido de la vida válido para todos los hombres. Sólo después el sentido de la vida se diversifica, haciéndose relativo a los distintos grupos sociales que van surgiendo con el desarrollo social.
La tercera cuestión que hay que aclarar (en aquel problema fundamental del que hablábamos) es de si hay identidad entre el concepto objetivo y el concepto subjetivo de la vida.
Es evidente que en un inicio la identidad es absoluta. Allá en un inicio donde el sentido de la vida surge del choque de las distintas voluntades ante un hombre que carecía de un sentido de la vida subjetivo, la subjetivación (apropiación, descosificación, etc.) es dierecta. El hombre se apropia plenamente de lo que ya existe objetivamente. Sólo entonces viene la proyección hacia el ámbito social del concepto subjetivo, y así sucesivamente.
El problema de la identidad se plantea entonces cuando hay diversidad de grupos sociales, cada uno los cuales tiene un sentido de la vida delimitado. Aquí la relatividad es evidente. Pero en la síntesis de los muchos sentidos de la vida se da la unidad del sentido de la vida de la sociedad, en una dialéctica de lo absoluto y lo relativo.
Por otra parte, no hay fronteras para la subjetivación del sentido de la vida de uno u otro grupo social por parte de este o aquel hombre. De modo que la identidad se de en potencia en cada hombre individual y en el real a escala social.
Es importante saber que si la sociedad no ofrece objetivamente al hombre un sentido de la vida claro y definido, el hombre se pierde a sí mismo y la sociedad se descarrila. Cada formación económico-social debe ofrecer al hombre un sentido de la vida claro, preciso y objetivo, lo que le da coherencia al sistema social y lo hace perdurar en el tiempo. El socialismo real del siglo XX de la Europa del Este y de la extinta Unión Soviética no supo dar un sentido de la vida objetivo efectivo al hombre de estas sociedades, por lo que aquellos (los hombres) se fueron detrás de los cantos de sirena y las realidades de Occidente.
El problema estriba en que el sentido de la vida es el móvil supremo de la conducta humana, es la ley que rige la toma de decisiones que hace el individuo en su accionar social e individual, en su comportarse ante la vida. Y si el factor económico es determinante en la historia es porque la economía es la condición primera para poder realizar el sentido de la vida. Lo que persigue el hombre en última instancia en la vida es realizar su sentido de la vida. Pero para poder realizarlo es una premisa primera la economía, entendida ésta en el más amplio sentido de la palabra, es decir, como el conjunto de las condiciones materiales de vida de los hombres.
La economía por sí sola, en su desnudez, no mueve la sociedad. La sociedad la mueven los hombres en su accionar. El accionar de los hombres esta regido por el sentido de la vida de cada uno. Pero para realizar este sentido de la vida, el hombre debe disponer de recursos, fuerzas, posibilidades. De aquí que se forme un sistema de intereses que mueven, a su vez, a estos hombres, donde los económicos son los primordiales. Una vez que la economía es la que nos da los recursos fundamentales, las fuerzas y potencialidades efectivas para poder accionar en los límites del sentido de la vida.
Bibliografía
1.- Gustavo Bueno. El sentido de la vida, seis lecturas de filosofía moral. Pentalfa Ediciones, Oviedo 1996. http://www.fgbueno.es/gbm/gb96sv.htm
2.-
3.- D. Bonhoffer. Ética. Barcelona. Editorial Estela. 1968. Página 115-120.
4.- Diccionario filosófico enciclopédico. Bajo la redacción de L. F. Ilichev y otros. Enciclopedia Soviética. Moscú. 1983. Página 618.
5.- Evelio A. Pérez Fardalez. http://www.monografias.com/trabajos59/filosofia-historia/filosofia-historia.shtml
Autor:
Evelio Pérez Fardalez
BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR: Mi nombre es Evelio A. Pérez Fardalez. Nací en Sancti spíritus, Cuba. Mis estudios iniciales fueron de economía industrial, los que desarrollé en la Universidad Central de Las Villas. Más tarde me ocupé de la filosofía, de la que me gradué en 1984 en la Universidad Estatal de Moscú. Soy, actualmente, profesor de filosofía del Instituto de Medicina de Sancti spíritus, Cuba.
Cuba, Sancti spíritus. 1 de octubre del 2009
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