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El Ministerio de la Sagrada Comunión

Enviado por Agustin Fabra


  1. Presentación
  2. La transubstanciación
  3. Un Ministerio laico
  4. Requisitos para ser elegible
  5. Entrenamiento y formación continua
  6. Duración del servicio
  7. Actitud exterior e interior
  8. Procedimientos
  9. Ministerio a los enfermos
  10. Viático
  11. Fuentes consultadas

"El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitare el ultimo día" Juan 6:54

Nota: La elaboración de este trabajo han sido basada en los textos canónicos actualmente en vigor sobre esta materia, los cuales se detallan al final del mismo, así como en la Biblia de Jerusalén.

Presentación

El propósito de este estudio es el de proveer algunas observaciones y principios generales relacionados con este importante Ministerio de la Iglesia, así como una breve historia de la creación del mismo. Trata de ser una guía de ayuda para los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, definiendo el contenido de la Ley litúrgica en esta materia.

No obstante, y antes de entrar de lleno en el tema, es necesario saber que por el hecho de haber aceptado el llamado del Señor para distribuir su Cuerpo y su Sangre entre los demás hermanos, el Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión ha adquirido una gran responsabilidad ante Dios, de la cual deberemos responder cuando estemos ante su presencia.

La persona llamada a formar parte de este Ministerio debe tener siempre muy presente que el modelo único de todo ministerio es el Señor Jesús, quien vino a servir, no a ser servido. Su mandamiento de amarse los unos a los otros (Juan 13:43) fue lo que modelo su vida y su ministerio.

El Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión debe desarrollar un ministerio genuino, o sea, un servicio humilde. Debe de poner a un lado su agenda y sus necesidades personales, sus juicios y prejuicios, para poder servir a la comunidad y así dar testimonio fiel de la presencia de Cristo en la Eucaristía.

La transubstanciación

En sus dos formas, la Eucaristía es Jesucristo vivo. Mientras que la hostia es su Cuerpo, el vino es su Sangre, y en ambas se hace presente en el momento de la transubstanciación, o sea, cuando el sacerdote consagra el pan y el vino en la Santa Misa. Por ello, al recibir la comunión bajo cualquiera de las dos formas eucarísticas, estamos recibiendo a Jesucristo.

En su Encíclica Mirae Caritatis, en 1902 el Papa León XIII manifiesta que la Eucaristía contiene en una variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales. Asimismo, en el 2003, el entonces Cardenal Ratzinger y hoy Papa Benedicto XVI, nos decía que no es posible recibir la Eucaristía como un alimento privado, para después encerrarse en el propio individualismo. La Eucaristía nos une al Señor y, en este sentido, nos une entre nosotros. Es vinculante, en el sentido de que nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, cuya unidad se constituye en los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la Comunión.

Los requisitos para recibir la Sagrada Comunión son los siguientes:

  • a. Ser católico: estar en comunión de fe con la Iglesia Católica.

  • b. Estar en gracia: para lograrlo hay que confesar todo pecado mortal.

  • c. Abstención de ingerir alimentos y bebidas desde una hora antes: sólo agua y medicinas están permitidas.

Existen numerosas referencias acerca de la Sagrada Eucaristía, de entre las cuales podemos distinguir estas dos:

1. Referencias bíblicas

Juan 6:48-58

"Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.

Discutían entre sí los judíos y decían: ¿cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo que si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitare el último día. Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él.

Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres y murieron. El que coma este pan vivirá para siempre"

Lucas 22:19-20

"Tomo luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: este es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar tomo la copa diciendo: esta copa es la nueva Alianza en mi Sangre, que se derrama por vosotros"

1ª. Corintios 10:16

"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?"

2. Referencias de los Padres de la Iglesia

San Ignacio de Antioquia (siglo I d.C.)

Fue quien por primera vez llamo por primera vez Eucaristía al Santísimo Sacramento. San Ignacio utiliza la terminología de San Juan para enseñar sobre la Eucaristía, a la que llama la Carne de Cristo, don de Dios y la medicina de la inmortalidad. Llama a Jesús pan de Dios que ha de ser comido en el altar, dentro de una única Iglesia.

San Ignacio, que denunció a los herejes que no confiesan que la Eucaristía es la Carne de Cristo, nuestro Salvador, carne que sufrió por nuestros pecados y que, en su amorosa bondad, el Padre resucito, dijo: no hallo placer en la comida de corrupción ni en los deleites de la presente vida. El pan de Dios quiero, que es la Carne de Jesucristo, de la semilla de David; su Sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible. Reuníos en una sola fe y en Jesucristo, rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir por siempre en Jesucristo.

San Agustín de Hipona (siglo IV d.C.)

San Agustín dijo: si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir "el Cuerpo de Cristo" y respondes "amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu "amén" sea también verdadero.

Un Ministerio laico

Para promover la plena participación en la consumación litúrgica, que es la Sagrada Eucaristía, el Concilio Vaticano II pide a los fieles presentes en cada Misa que se comuniquen entre ellos, no sólo por un deseo espiritual, sino también por la recepción de la comunión sacramental (IGMR 2002, #13). En el gran Sacramento del altar se unen a Cristo Jesús y, mutuamente, a los demás (NDRSC #5), en la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente donde mana toda su fuerza (CSL #10).

Por ello, cuando un gran número de fieles está presente, el sacerdote que preside la celebración litúrgica necesita frecuentemente la asistencia en la distribución de la Comunión para que este rito no sea excesivamente largo. Esta necesidad es mayor aún cuando la Comunión se distribuye bajo ambas especies, que es la forma donde mas claramente se manifiesta el signo del banquete eucarístico (IGMR #281-282). Para este fin, los sacerdotes y los diáconos concelebrantes asisten como Ministros Ordinarios de la Sagrada Comunión, y los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión han de ofrecer frecuentemente dicha asistencia (IGMR #162 y #284 a) (NDRSC #28), aunque previamente han debido ser adecuadamente preparados para tal fin y formalmente comisionados para ello.

Que los laicos nombrados para tal fin puedan distribuir la Comunión no es ninguna novedad, ya que hasta el siglo VIII los laicos escogidos para ello llevaban la Comunión a los ausentes, enfermos o presos. Más tarde este Ministerio se fue reservando, poco a poco, a los clérigos. En 1969 se permitió que algunos laicos pudieran distribuir la Comunión en determinadas circunstancias, pero es en 1972 cuando Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, estableció que los acólitos instituidos, que podían ser laicos, fueran Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, a la vez que permanentes.

Finalmente, en 1973 la Congregación de los Sacramentos estableció los motivos y modalidades de la distribución de la Comunión por laicos, así como la repetición de la Comunión en el mismo día, la mitigación del ayuno y la recepción de la Comunión en la mano.

Pero de lo que verdaderamente se trata es de dar otra imagen de la Iglesia donde se pone de manifiesto la dignidad del laico, que en virtud de su bautismo y de su fe en Cristo, puede recibir el encargo ministerial de ayudar a sus hermanos en la celebración de los sacramentos, en bien de toda la comunidad.

Requisitos para ser elegible

De acuerdo al documento pontificio Inmensae Caritatis, para ser apto para ser nombrado Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión, tanto hombre como mujer, debe ser instruido adecuadamente para tal Ministerio, y ser recomendable por su forma de vida, por su fe y por sus costumbres, así como por su manifestación de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), y también de las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Además dicho documento indica que no sea elegido nadie cuya designación pudiera causar admiración a los fieles.

El candidato a ser Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión debe ser miembro completamente iniciado en la comunidad y de suficiente edad y madurez, sin importar su origen étnico. Ya que la Parroquia también les puede enviar a llevar la Comunión a los enfermos y a las personas confinadas en sus hogares, cuando ello sea necesario, los candidatos a este Ministerio deben poseer la madurez necesaria para poder ejercer su labor en situaciones que en ocasiones son algo difíciles.

Indudablemente, para poder optar a este Ministerio los candidatos deben ser católicos practicantes, mayores de edad, y haber recibido los sacramentos de Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Además deben demostrar una profunda reverencia y devoción por la Sagrada Eucaristía y, si esta casado, el matrimonio debe ser un matrimonio católico valido.

Entrenamiento y formación continua

Cada Parroquia debe tener un programa de entrenamiento continuo para quienes accedan al Ministerio Extraordinario de la Sagrada Comunión, el cual debe incluir educación, formación y apoyo (NDRSC #28). También deben ofrecerse oportunidades para la reflexión sobre la Eucaristía, haciendo énfasis en el lugar que ésta ocupa en la vida del Ministro. Estos entrenamientos deben ofrecerse de acuerdo a los diferentes tiempos litúrgicos como, por ejemplo, Adviento y Cuaresma.

Por lo menos una vez al año, cada comunidad debe llevar a cabo un Taller o Retiro para Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, y así renovar la fe, oración y compromiso de los Ministros en activo. En estas reuniones puede incluirse una revisión sobre situaciones de relevancia que se hayan presentado recientemente en el Ministerio.

La preparación para este Ministerio debe incluir una instrucción formal por medio de la Diócesis, la cual incluya temas sobre el Ministerio, la Eucaristía y el Ministerio Pascual, así como normas generales. Por su parte la Parroquia debe preparar a sus Ministros acerca de las costumbres locales y sus responsabilidades. Es importante que todo ello se haga en un ámbito de oración y de compartimiento común entre todos los integrantes del Ministerio.

Duración del servicio

Ya que este Ministerio es un llamado de Dios y de la comunidad en donde se ha de ejercer, es apropiado que las opciones de Ministerio y la probable renovación del periodo de servicio sea un acuerdo mutuo entre el Ministro Extraordinario y la propia Parroquia.

El término de servicio debe ser de tres años, renovables a solicitud del sacerdote. Si el Ministro desea renovar su función ministerial al final de los tres anos de servicio, deberá solicitarlo con suficiente antelación a la persona que coordine el Ministerio, quien lo comunicará al sacerdote y le facilitará su informe personal sobre el Ministro en cuestión.

Posteriormente el sacerdote se entrevistará con el solicitante antes de concederle o denegarle la solicitud de prórroga. Un plazo limitado de tiempo de servicio también le da la oportunidad al Ministro para evaluar su propia participación, o de cambiarse a otro Ministerio una vez cumplido su término de servicio.

Actitud exterior e interior

Hay que ser consciente de que el hecho de distribuir la Comunión a los hermanos de la comunidad y llevarla a los enfermos, no es solo un importante privilegio, sino también un servicio hermoso y significativo, que debería llenar de sana alegría a quien ha sido llamado a realizarlo.

Exteriormente no hace falta indicar que cualquier ministerio litúrgico merece una compostura y una actitud digna, pero el Ministerio de la Sagrada Comunión lo exige aun más. Pero lo verdaderamente importante es la actitud espiritual interior del Ministro, quien debe tener muy presente los siguientes aspectos:

  • Respeto y aprecio a la Eucaristía: Es el momento central de la celebración litúrgica, cuando Cristo se da a los suyos como alimento de vida eterna. Todo Ministro que ayuda a que la Comunión se realice con dignidad, debe estar él mismo convencido de la importancia de este Sacramento y tener sentido de lo sagrado del mismo, porque en ese preciso momento está sucediendo el misterio central de la donación de Cristo, y de la fe de los católicos. El Ministro Extraordinario está ayudando en un acontecimiento de fe, y ello debe notársele en su modo de actuar y en su postura interior.

  • Respeto y amor a la comunidad a la que sirven: Porque está ayudando a sus hermanos a que reciban al Señor en las mejores condiciones posibles de celebración. En el caso de los enfermos, está facilitando este encuentro de fe con Jesús a personas que no han podido acudir a la celebración comunitaria.

Hay que tener muy presente que este Ministerio no es únicamente un privilegio para el Ministro Extraordinario, sino un servicio para el bien de los demás. Su actitud interior y exterior y el talante humilde, harán manifiesta su fe en la importancia de la Eucaristía y el respeto que les merece la comunidad.

Procedimientos

Respeto y vestido

Los Ministros Extraordinarios de la Eucaristía deben demostrar reverencia por la Comunión. Esta reverencia se refleja en su conducta durante la Misa, en base a la participación completa, activa y consciente en la liturgia (CSL #14); en su vestir, su actitud, y por la manera en que tratan a la Eucaristía (NDRSC #29). Una apariencia pulcra, así como una actitud reverente, están en armonía con el papel y la fe del Ministro ante la presencia de Cristo en la Eucaristía. El vestuario del Ministro no ha de restarle valor a su desempeño.

Los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión deben asegurarse de que sus manos estén completamente limpias, así como abstenerse de usar colonia, perfume o loción de afeitar de olor fuerte, porque algunas personas son sensibles a estos aromas y, además, estas fragancias usualmente permanecen en las manos de uno, pudiendo con ello transferirse a la Eucaristía. Es muy importante no fumar desde dos horas antes del inicio de la liturgia, como mínimo, ya que puede notarse el olor e incluso impregnar con él a la Sagrada Eucaristía.

Antes de la liturgia

Los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión deben llegar a la Parroquia y presentarse en la Sacristía de la Iglesia con suficiente antelación a la celebración litúrgica; por lo menos 30 minutos antes de su inicio.

La cuidadosa preparación del pan y del vino eucarístico es importante. No debe quedar una gran cantidad de pan eucarístico después del Rito de la Comunión, y la Preciosísima Sangre que quede después de la Comunión debe ser consumida al final de Rito por el sacerdote que preside la Santa Misa y por el Diácono que le acompaña. Las hostias consagradas que no hayan sido consumidas durante la Comunión, deberán ser guardadas en el Sagrario una vez finalizada la Santa Misa, antes incluso de la bendición final.

Es recomendable que los Ministros Extraordinarios no vayan uniformados, aun cuando deben vestir adecuadamente, tal como se menciono anteriormente, y deben sentarse con la asamblea antes y después de su participación en la comunión. No tienen que ser parte de la procesión inicial ni de la de salida. Es un poderoso signo de unidad verles llegar de entre la asamblea y regresar a ésta después de servir.

Procedimientos para la Distribución durante la Misa

De acuerdo al documento Normas para la Distribución y Recepción de la Sagrada Comunión bajo las dos Especies en las Diócesis de los Estados Unidos de América (NDRSC), el sacerdote en solitario o con la asistencia del Diacono o de otros concelebrantes, fracciona el Pan Eucarístico mientras se canta o se recita el Agnus Dei o Cordero de Dios.

Al mismo tiempo, otros cálices vacíos y copones o patenas que se necesiten para la distribución, se llevan al altar. El Diácono o el Sacerdote reparte el Pan consagrado en varios copones o patenas adicionales para la distribución de la Sagrada Comunión. Para acelerar este proceso, el sacerdote que preside puede pedir la ayuda de otros diáconos o sacerdotes concelebrantes. Esto se lleva a cabo en el altar para dar a entender que se comparte un único Pan y un solo cáliz.

En el momento del saludo de la Paz, los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión se acercan al presbiterio. Después de que el Sacerdote y el Diácono han recibido la Comunión, los Ministros se acercan al altar y se paran en un lugar conveniente para recibir la Sagrada Comunión bajo las dos especies (IGMR #162, Norma 38).

Si el tabernáculo con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, atrás del altar, tanto el Sacerdote como el Diácono y Ministros hacen una genuflexión antes y después de la Misa, pero no durante la celebración de la Misa. Otros Ministros deben hacer la genuflexión cada vez que pasan frente al Santísimo Sacramento.

Todos reciben la Sagrada Comunión de la manera descrita en el IGMR, 2002:

  • 1. Sacerdotes concelebrantes (IGMR 2002 #159, 242, 244 y 246)

  • 2. Diáconos (IGMR 2002 #182, 244, 246)

  • 3. Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión (IGMR 2002 #284)

Los diáconos y ministros laicos no reciben la comunión de la misma manera que un sacerdote concelebrante. Además, la práctica de los Ministros Extraordinarios de esperar para recibir la Comunión hasta después que la asamblea la haya recibido, no está en conformidad con las normas litúrgicas (NDRSC #39).

Tampoco le está permitido al Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión ni a otro comulgante, excepto al Sacerdote que preside la Misa, darse la Comunión a sí mismo. La Comunión bajo cualquiera de las dos formas deberá ser dada siempre por un Ministro de la Sagrada Comunión (NDRSC #50).

Una vez los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión hayan comulgado, el Sacerdote que preside les entrega los recipientes que contienen el Cuerpo y la Sangre de Cristo al Diácono o Diáconos y a los Ministros Extraordinarios que han de asistir en la Distribución de la Sagrada Comunión (NDRSC #40), quienes la distribuirán al pueblo allí presente (NDRSC #38).

El celebrante y demás Ministros van a sus estaciones asignadas de antemano para la Distribución de la Comunión. Si existiera alguna duda en cuanto a decoro o escándalo por parte de alguien que va a comulgar, el Ministro debe ofrecerle la Sagrada Comunión y después hablar con el Sacerdote acerca de aquello, una vez finalizada la Misa.

Cuando se ofrece a la asamblea la Comunión bajo la forma de la Sangre Preciosa, siempre debe estar claro que es la opción del comulgante y no del Ministro recibir el vino consagrado, aún cuando el Sacerdote debe animar a toda la asamblea a recibir la Comunión bajo las dos especies (IGMR #284).

La comunión por intincion, o sea, sumergiendo la hostia consagrada en la Sangre Preciosa, esta reservado exclusivamente al Sacerdote (IGMR #287). Si un comulgante con la hostia consagrada en la mano se acerca al Ministro que está distribuyendo la Sangre Preciosa, es recomendable que el Ministro cubra el cáliz con el purificador, y que le pida al comulgante que hable sobre esto con el Sacerdote después de la Misa.

Postura antes de recibir la Comunión

La IGMR 2002 indica que los fieles deben hacer un gesto de reverencia antes de recibir la Comunión. La Conferencia de Obispos de los Estados Unidos ha determinado que los fieles deben inclinar la cabeza antes de recibir la Comunión (IGMR 2002, #160).

Este gesto expresa nuestra reverencia y honor a Cristo, quien viene a nosotros como alimento espiritual. Cuando la Comunión se recibe bajo las dos especies, el signo de reverencia se hace también antes de recibir la Preciosísima Sangre.

Distribución del Pan: el Cuerpo de Cristo

Al distribuir la Comunión, el Ministro sostiene la hostia un poco elevada sobre el ciborio (copón o patena), mira al comulgante y dice con voz clara: el Cuerpo de Cristo, y el comulgante responde Amén. El Ministro entonces da la Comunión, respetando la opción del comulgante de recibirla en la palma de la mano o en la lengua (IGMR 2002 #161, 284, 287).

Distribución del Vino: la Sangre de Cristo

Al ofrecer el Vino, el Ministro sostiene el cáliz elevándolo un poco, y dice con voz clara mirando al comulgante: la Sangre de Cristo, a lo que el comulgante responde Amén. El Ministro entonces ofrece el cáliz al comulgante, quien lo toma entre sus manos, bebe de él y lo devuelve al Ministro. Entonces el Ministro limpia el borde del cáliz con el purificador, le da un cuarto de vuelta y lo ofrece al próximo comulgante (IGMR 2002 #161, 284, 287 – NDRSC #43, 45).

En caso de accidente

En muy contadas ocasiones el Ministro puede tener algún tipo de accidente en el momento de ofrecer la Comunión. Si esto ocurre, las siguientes son las pautas a seguir en estos casos:

Con el Pan Eucarístico

El Ministro tiene varias opciones. Puede llevar al altar la hostia que se cayó y colocarla sobre el corporal para su manejo después de la Comunión. También puede sujetar dicha hostia en la misma mano en que tiene la patena.

La hostia que se cayó nunca se debe volver a colocar en el copón o en la patena, como tampoco se le debe dar a nadie, ni tampoco ser consumida por el propio Ministro en aquel momento. Cuando termina la distribución y el Ministro regresa al altar, la hostia puede entonces ser consumida o bien ser llevada a la Sacristía, donde se puede disolver en un recipiente con agua, y luego vaciarse en el sacrarium o lavabo especial.

Con la Preciosísima Sangre

El Ministro debe cubrir con un purificador la Preciosísima Sangre derramada, habiendo pedido primero al comulgante que se dirija a otro Ministro. Debe limpiar el espacio lo mejor que pueda con el purificador y, después de la Misa, limpiar el área con un purificador limpio y húmedo.

Purificación de los vasos sagrados

Después de la distribución de la Comunión, cualquier Pan eucarístico o las hostias que queden, se han de reservar en el Sagrario (NDRSC #51 Y Código del Derecho Canónico #939).

Lo que quede de la Preciosísima Sangre que no se haya consumido, debe ser consumida por el Sacerdote, el Diácono o por el Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión (IGMR 2002 #182 – NDRSC #52). La reverencia debida a la Preciosísima Sangre exige que esta sea completamente consumida después de la Comunión, y nunca debe ser conservada (NDRSC #55).

El cáliz y otros vasos sagrados utilizados para la distribución de la Comunión, se pueden llevar a una mesa aparte del altar, en donde se limpian. Con tal de que el Pan consagrado haya sido consumido o reservado en el Sagrario, y la Preciosísima Sangre haya sido consumida, los vasos sagrados se pueden dejar en una mesa aparte para ser limpiados inmediatamente después de la Misa (IGMR 2002 #183 – NDRSC #53).

La Preciosísima Sangre únicamente puede ser reservada para los enfermos, y sólo a discreción del Sacerdote. La Preciosísima Sangre deberá llevarse a los enfermos en un vaso cerrado, de tal manera que se elimine toda posibilidad de derramarla (NDRSC #54).

Ministerio a los enfermos

El Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión se convierte en un enlace vital entre la comunidad parroquial y el miembro de la misma que esté hospitalizado o confinado en su hogar. Los Ministros Extraordinarios que sirvan a este tipo de personas deben poseer empatía y compasión. Es importante que sean sensibles a cualquier necesidad espiritual, emocional o material del enfermo o de la persona confinada en su hogar, ya que los Ministros son quienes tienen la responsabilidad de avisar al personal pastoral de su Parroquia si la persona necesita los Santos Oleos, la Reconciliación o una visita pastoral.

Hay que cuidarse siempre de mantener la confidencialidad y la dignidad de la persona. Como medida precautoria, todos los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión que visiten a enfermos o a confinados en sus hogares, deberán someterse a una investigación de antecedentes del nivel dos, lo cual incluye la toma de huellas digitales.

Es aconsejable que las visitas a los enfermos y a los confinados en su hogar se hagan inmediatamente después de la Misa dominical, para así mantener el enlace entre la celebración parroquial y la persona a ser atendida. Lo mismo se aplica a las celebraciones de la semana, en el caso de que la Parroquia tenga suficientes Ministros para ello.

La Eucaristía que se lleve a un enfermo o a un confinado, deberá estar dentro de una píxide facilitada por la Parroquia, ya que son vasos sagrados, la cual se colocará dentro de un estuche apropiado. Los Ministros, mientras llevan la hostia, deben, como norma, conducirla con total reverencia, guardar silencio, orar y estar especialmente conscientes de la gran responsabilidad sagrada que se les ha encomendado.

Después de cada uso, la píxide debe purificarse inmediatamente después de haber salido del lugar donde este el enfermo o confinado.

Los Ministros Extraordinarios no deben hacer mandados personales mientras lleven el Santísimo Sacramento, ni les es permitido guardar la Eucaristía en su casa para su posterior distribución. La Eucaristía debe llevarse directamente de la Iglesia a la casa del confinado o al lugar donde resida el enfermo, sin ninguna interrupción. En el caso de que sobraran algunas hostias después de administrar la comunión, éstas deben ser consumidas por el propio Ministro inmediatamente.

Sólo las personas que no pueden recibir la Comunión bajo la forma del Pan pueden, a discreción del Sacerdote, recibirla únicamente bajo la forma de Vino. Si el enfermo no está presente en la Misa en que se consagra la Preciosísima Sangre, ésta debe colocarse en un vaso cubierto adecuadamente, y guardarse en el tabernáculo después de la Comunión, para distribuirla aquel mismo día.

La Preciosísima Sangre debe llevarse al enfermo o confinado en un vaso cerrado, de tal forma que se elimine todo peligro de derramarla. Si queda algo de la Preciosísima Sangre después de que el enfermo o confinado haya recibido la Comunión, el Ministro Extraordinario debe consumirla de inmediato y purificar el vaso.

Iguales normas deben observarse cuando se trate de una celebración de la Paraliturgia por parte del Ministro Extraordinario, el cual sólo podrá realizarla con el consentimiento de la Parroquia.

Los sacerdotes deben estar permanentemente disponibles para la administración del Sacramento de la Unción a los Enfermos a quienes lo necesiten. Los Ministros Extraordinarios deben informar al Sacerdote acerca del deseo del enfermo de recibir la Reconciliación y la Unción.

Por último, estas son algunas directrices de lo que el Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión NO debe hacer:

  • a. No visite a una persona si el Ministro Extraordinario esta enfermo.

  • b. No prolongue la visita ni asuma el papel de consejero o confidente.

  • c. No acepte que durante la celebración haya un televisor o aparato de radio encendido, ni que hayan ruidos en exceso en el lugar.

  • d. No deje la hostia consagrada si la persona no puede consumirla adecuadamente en aquel momento. Regrese otro día a visitarle.

Viático

El Viático es la celebración de la Eucaristía con una persona moribunda. En caso necesario, y siempre con la autorización del Sacerdote de la Parroquia, el Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión puede llevar el Sacramento al enfermo en forma de Viático y, posteriormente, notificar al Sacerdote de la Parroquia lo que hizo el propio Ministro (Código de Derecho Canónico #911-2).

Fuentes consultadas

  • Constitución sobre la Sagrada Liturgia (CSL)

  • Normas para la Distribución y Recepción de la Sagrada Comunión bajo las dos Especies en las Diócesis de los Estados Unidos de América (NDRSC)

  • Instrucción General del Misal Romano (IGMR)

  • Order for the Commissioning of Extraordinary Ministers of Holy Communion (OCEMHC)

  • Instrucción Inmensae Caritatis (Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, 1973 – AAS 65 #265-266, 72 y 89)

  • Instrucción Eucaristicum Mysterium (EM)

  • Ritual Completo de los Sacramentos (Editorial Buena Prensa)

  • Código de Derecho Canónico (1983) (Código 910 #2, 230 #3, 911 #2)

  • Cuidado Pastoral a los Enfermos (Catholic Book Publishing, 1983)

  • Carta Encíclica Mirae Caritatis (León XIII, 1902)

  • Instrucción Inaestimable donum (1980)

  • Ecclesiae de misterio (1997)

  • Web www.vatican.va

 

 

Autor:

Agustin Fabra