Pensamiento artístico y estética de la experiencia. Repercusiones en la formación artística (página 2)
Enviado por Eugenia Sol
Llegados a este punto podemos resituar el lugar de la experiencia y pensamiento artística y de la educación artística. Por una lado hemos planteado que la memoria se construye, precisa decirse. La memoria se crea y se hace visible en las prácticas culturales siendo la práctica artística un lugar privilegiado para hacer visible lo no enunciable de la cultura. El arte forma parte de la cultura, pero más que para representarla para conocerla, crearla y transformarla. Lo artístico estaría ubicado en el lado creador y transgresor de la propia cultura, en su fuerza renovadora. La propia cultura se dice más allá de la palabra a través del cuerpo, o entreverada en la producción de sonoridad, o a través de lo narrado y lo visualizado. La experiencia artística actualiza esa virtualidad de la memoria y lo hace desde la singularidad de la experiencia y el pensamiento. Esta singularidad marca diferencia frente a perspectivas homogenizantes y generalizantes. Desde lo concreto de la experiencia y de la relación intensiva con el entorno se contribuye a generar una auténtica y vivida diversidad. No sobra decir que la diversidad, como la memoria, o junto a ella, hay que construirla, no está dada. Es construcción que se relata, se canta, aparece en las imágenes. Las practicas artísticas no son expresivas sino constitutivas de la diversidad.
Por el contrario, sin ese pensamiento desde el vigor local y que desafía el rol pasivo en que usualmente nos sitúan los tiempos globalizados, la diversidad no deja de ser un rótulo, o es neutralizada en tanto se la escenifica para recuperada como mercancía o simple incorporación superficial.
La Educación artística se torna posibilidad de inyectar infancia a la cultura como generadora de diferencia y memoria, Adicionalmente, y en lo concerniente a lo intercultural, al hacer posible síntesis creativas y reflexivas de diversas referencias, tiempos, historias, lógicas y prácticas. Hace que la cultura lejos de enfrascarse en sí misma, se abra a lo intercultural pero negociándolo simbólicamente e introduciendo la voz propia en medio de lo ajeno, es decir sin sucumbir en la ciega y pasiva aceptación de una cultura global
Finalmente y al hablar de cultura y memoria necesariamente hablamos de comunidad, de construir subjetividad pero una subjetividad colectiva. Naturalmente no hablamos de la comunidad constituida por decreto, o por una normativa, sino desde el trabajo simbólico el cual supone una elaboración compleja de lo que somos y nos sucede. Ello evidentemente trasciende la mera convivencia, Es la comunidad encontrada en el sentido y lo sentido, en la experiencia vital de reconocerse con el otro en el momento de la creación o en la cercanía del momento efímero pero pleno de duración de la experiencia de la obra de arte, en el momento de la emergencia de la memoria a través de imágenes , sonidos, relatos,y gestos que desafían la impotencia del decir. La comunidad es por-venir, se gesta en el rebautizo simbólico que produce la potencia alegre de la creación.
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