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El viaje (página 2)

Enviado por Jorge Arbelvide


Partes: 1, 2

Algunos de ellos llevaban como trofeos trozos de las pieles que cubrían a alguno de nuestros cazadores, otros llevaban sus lanzas.

Nuestros mayores descargaron sobre ellos una lluvia de flechas,  algunos cayeron, pero como respuesta, recibieron una lluvia de fuego y truenos; sus cuerpos volaban por los aires la sangre brotaba de sus cuerpos, no hubo flechas ni lanzas, estos guerreros mataban a la distancia. Aun así nuestros mayores ganaron algo de tiempo para su gente. Nuestras mujeres y niños ya habían ganado la selva, llevaban como escolta un pequeño grupo de cazadores muy jóvenes, que los protegerían y se ocuparían de proveerles alimentos.

Estaban frente a nosotros; de repente, hubo una lluvia de fuego la tierra tembló bajo nuestros pies, sentí que alguna mano gigantesca me golpeaba y me hacia volar, vi como volaban también algunas de las chozas; en ese momento mi cuerpo golpeo contra el suelo y perdí el conocimiento.

La lucha fue muy larga, ya caída la noche agotados por el esfuerzo y sabiendo que habían ganado el tiempo necesario para que sus familias pudiesen alejarse. Comenzaron aquellos que quedaban vivos a entregar sus armas a los enemigos, dispuestos a ser inmolados con el honor que correspondía a aquellos que habían peleado con ferocidad. Pero no fue así. No hubo honor, los que se rindieron fueron capturados,  los que sobrevivieron fueron atados, los heridos fueron rematados, los demás fueron atados y arreados como ganado, las chozas fueron saqueadas y quemadas.

éramos el botín de aquellos que habían llegado para arrasar con nuestras vidas, nuestras aldeas, nuestra condición de seres humanos. Nuestro destino, era ser explotados como animales de carga, o simple divertimiento para saciar los apetitos sexuales del amo blanco.

Cuando me desperté de la inconsciencia estaba  rodeado de gente todos estábamos atados. Fuimos empujados, fuimos tirados al suelo atados o encadenados de  pies y manos,  aquellos que intentaron erguirse recibieron un castigo por demás cruel. (Sin saberlo sirvieron como ejemplo para intimidar al resto).

Así pasamos la noche tirados boca abajo en la playa entre castigos y gritos escuchando movimientos de gente, explosiones; durante la noche escuchamos llegar mucha gente (después supimos que era gente de otras aldeas),   al clarear el día vimos llegar tres  grandes canoas con velas blancas que se anclaron a una distancia de la playa, bajaron los botes con gente de piel blanca, jamás habíamos visto gente de ese tipo, algunos de ellos tenían marcas de heridas terribles, en su rostro, brazos o torso. Se juntaron y caminaban entre nosotros; a medida que recorrían el lugar, sus esbirros nos separaban y nos amontonaban en tres grupos.  Se tomaron especial cuidado de que no fuéramos juntos más de un puñado de la misma aldea; así se separaron miembros de una misma familia, padres e hijos, parejas, hermanos… fuimos revisados, se asesinó a muchos porque sus dentaduras no estaban en buenas condiciones, porque estaban lastimados, mujeres embarazadas, hombres viejos, o simplemente por capricho de aquellos que nos elegían.

Soltaron a varios jóvenes,  los dejaron correr, de repente escuchamos el estruendo de varias explosiones y los vimos caer y algunos volar por los aires[3], vimos su sangre brotar de aquellos agujeros que se abrían en  sus cuerpos.

Nos subieron a los botes y nos llevaron hasta una de las grandes canoas, allí, fuimos empujados a subir y en l mismo momento fuimos empujados a un lugar oscuro, maloliente, húmedo que olía a traspiración, a la respiración de mucha gente, allí éramos empujados y atados a diferentes postes y argollas, la mayoría de nosotros llevaríamos esas cadenas por muchos años más.

El Barco…una caja fría, húmeda, sucia, oscura…

No supimos lo que estaba pasando, era demasiado trágico, era tan rápido, la muerte, el desarraigo, este encierro, estábamos atados a argollas en las paredes, en postes, en el techo, en el piso, algunos tienen cadenas, otros estamos atados con sogas, a la mayoría nos ataron las manos, los pies y la cabeza, nos daban a beber agua sucia, la comida que nos daban apenas alcanzaba para mantenernos vivos, a mi lado estaba un joven de otra aldea, casi un niño,  se notaba que tenía alguna herida interna, o que algún golpe le dificultaba respirar. Casi no entendía lo que hablaba, pero más por su esfuerzo y nuestro  deseo de comunicarnos pude llegar a entender que no habían podido reaccionar fueron tomados por sorpresa y no tuvieron tiempo de poner a salvo a sus mujeres, niños ni ancianos.

Su mujeres fueron violadas, salvo las vírgenes, (estas se reservaban para poder venderlas a mayor precio), sus mayores y sus niños fueron asesinados, sus heridos fueron rematados y su aldea arrasada y saqueada…

Mientras ellos comían buena comida y bebían agua fresca. Nosotros solo bebíamos el agua que había sido usada para lavar los trastos, nuestra comida consistía en un sancocho donde se mezclaban las cascaras y las sobras, junto con el pescado que ellos no comían.

Pasamos grandes fríos durante las noches, sufrimos terribles calores durante los días; nos sacudió una gran tormenta, durante la cual pensamos que el agua llenaría aquella bodega donde estábamos. Algunos de nuestros compañeros de viaje murieron. Rápidamente eran sacados de la bodega y tirados al mar. Allí fueron  quedando aquellos que reclamo la bendita Maê  Yemanya; Pasamos una gran tormenta, muchos de nuestros hermanos murieron en ella; hasta que luego de mucho tiempo que no pudimos precisar ya que casi no podíamos diferenciar días y noches,   hasta que por fin llegamos a un puerto, allí el barco estuvo detenido por varias horas y nosotros allí dentro muchos de los que se amontonaban a  mí alrededor cayeron por fin vencidos;  el hambre, la fiebre el dolor y la locura se los llevaron,  fuimos sacados a los golpes y parados sobre la cubierta; aquellos que estaban enfermos fueron liquidados. A mi lado el niño, el  púber, que había sido mi compañero de viaje, temblaba  de fiebre por las enfermedades y las heridas. Al verlo, se acerco uno de los marineros, y de un machetazo. Lo asesino, acto seguido nos hicieron levantar el cuerpo y limpiar la cubierta, mientras lo hacíamos fuimos golpeados para que nos apurásemos. Cada tanto tiempo nos echaban agua para que no nos desmayásemos,  así pasamos toda la mañana sobre la cubierta. Allí un hombre blanco seguido de otro vestido de cura[4], pasaban delante nuestro, el primero nos ponía un nombre, el segundo, recitaba rápidamente unas frases en Latín, nos arrojaba unas gotas de agua y hacia la señal de la cruz.

éramos menos que el ganado; en uno de los barcos habían llegado un casal de caballos árabes, estos fueron desembarcados de inmediato, fueron lavados y se les dio pasturas frescas. Su precio fue más alto que el de cualquiera de nosotros…

Fuimos vendidos por lotes, "20 esclavos machos fuertes, jóvenes y sanos" "5 esclavas mujeres jóvenes y trabajadoras","una esclava joven de buen cuerpo;  virgen y  dispuesta a atender los apetitos de cualquier hombre" así fueron entregándose los lotes a aquellos para los que trabajaríamos más que los bueyes de sus arados.

Fuimos atados al fondo de una carreta, 5 hombres y 2 mujeres jóvenes. El "amo" asistió a su mujer para que suba, a nuestros lados 2 jinetes armados y con látigos, cerraba la marcha un capataz también armado. La jornada aún habría de ser larga, caminamos durante varias horas, llegamos a la plantación y fuimos llevados al galpón donde se alojaban el resto de los esclavos, allí algunos hermanos nos ayudaron, nos dieron de beber y un plato de comida, era un guisado lavado hecho por la cocinera del amo. El sabía que si estábamos bien alimentados podíamos trabajar mejor.

Trabajábamos de sol a sol, hacíamos aquellos trabajos que el hombre blanco no haría ni por todo el dinero del mundo, siempre encadenados, o atados para que no pudiésemos correr, siempre bajo la mirada atenta de los guardias y el capataz, siempre recibiendo latigazos  si por la fatiga y el exceso de trabajo alguno se caía, o paraba un momento, siempre había un guardia dispuesto a darle latigazos, siempre había un blanco listo para golpear a aquellos que osaban levantar la cabeza. Poco a poco el amo fue dejándome curar con hierbas, ungüentos y brebajes a mis hermanos, no por compasión hacia ellos, sino porque se dio cuenta de que así rendirían mejor en su trabajo.

Así pasaron los años; así vi partir a casi todos mis hermanos, así vi llegar a muchos de ellos que volví a ver partir, llego un momento en que los años y el trabajo, mi cuerpo se fue encorvándose.

Una mañana, estábamos trabajando en la ceja de la selva, arrancando árboles , quitando pastizales, cuando de repente el cielo se oscureció,  fue noche cerrada en pleno día, el capataz y los guardianes se apuraron a golpear a quienes tenían más cerca y disparar sus armas al aire. Me tiré al suelo, guiado por una mano que no era de este mundo, me arrastré sentía las pisadas a mi lado, la tormenta arreciaba y pensaron que era un montículo de barro y me esquivaron, los Orixás cubrieron mi escape, los guardias y el capataz no perdieron demasiado tiempo en buscarme, con todos los esclavos que habían podido reunir  se dirigieron al carro y ataron a todos a las ruedas.

Cuatro de nosotros aprovechando la tormenta nos escabullimos en el monte, corrimos a través  de la selva, un par de horas, luego, así como se oscureció, volvió a brillar el sol, cuando pude ver a mi alrededor me di cuenta que éramos cuatro que estábamos cercanos y corríamos en la misma dirección; estábamos cerca de un pequeño arroyo, les hice señas para que se detengan, solo uno de ellos paro, nos untamos en barro, seguimos caminando por el arroyo lenta y suavemente en el sentido de la corriente para que la turbulencia no nos delatara, caminamos un tiempo y luego cruzamos a la otra orilla; los otros dos cruzaron corriendo y siguieron su marcha.

Comenzamos a caminar con prisa, pero ya no corríamos, nos preocupaba más ocultar nuestras huellas que aumentar la distancia.

Pegamos nuestras orejas al piso, escuchamos varias veces a nuestros perseguidores, de pronto, escuchamos los cascos de sus caballos repicar en el piso, estaban cerca a un tiro de flecha de nosotros, podíamos escuchar el aullido de sus perros y el galope de sus caballos, el viento estaba a nuestro favor y sus animales no podían olfatearnos; de pronto, escuchamos bramar sus bastones de fuego y  la jauría descontrolada.

Nos subimos a un árbol, el más alto que hallamos desde allí pudimos ver la escena, nuestros dos compañeros habían sido alcanzados por el capataz y sus hombres, la pierna de uno de ellos había sido destrozada por los perros, el hombre gritaba de dolor y se retorcía en el piso, lejos de ayudarlo, lo ataron a la silla de uno de sus caballos y comenzaron a arrastrarlo.

Varios hombres desmontaron, se acercaron al otro de nuestros compañeros, y comenzaron a golpearlo… ¿Por qué tanta saña? ¿Qué les habíamos hecho a esos hombres? Solo tratamos de recuperar nuestra libertad, de volver a ser humanos y no bestias de trabajo… lo golpearon hasta después de muerto, el joven quedo reducido a una masa informe de carne chorreante de sangre.

También lo ataron a una montura, y salieron hacia la plantación gritando y festejando, mientras sus caballos trotaban, cantaron y gritaron como si estuviesen de fiesta por haber asesinado a nuestros hermanos.[5]

Cuando oscureció bajamos de nuestro mirador, seguimos andando, en nuestro camino encontramos eses de animales y nos untamos el cuerpo con ellas para evitar dejar un rastro de olor que los perros pudieran seguir, anduvimos toda la noche, llegamos a otro pequeño arroyo, cuando nos estábamos disponiendo a cruzarlo, sentimos que éramos rodeados por hombres armados.

Estábamos agotados así que decidimos entregarnos a esa gente, que no eran el capataz y sus hombres, eran nativos de la tierra donde estábamos, fuimos revisados, fuimos conducidos como cautivos a su aldea, fuimos tratados con respeto, como se trata a un guerrero capturado.

Durante el viaje a la aldea, a nuestra caravana se nos unieron tres jóvenes cazadores, uno de ellos tenía una herida en el vientre, había perdido mucha sangre, le hice señas al capitanejo de la tropa de que podía curarlo, el miró al joven, y comprendió que no resistiría ser trasladado por la selva, lo apoyaron sobre el suelo húmedo y el joven se retorció y aulló del dolor, tenía una herida de un cerdo salvaje,  hice un emplasto con hierbas que recogí de la selva y algunos polvos que tenía en mi morral cubrí todo con una hoja de plátano luego me saque el blusón y con los jirones de la prenda improvisé un vendaje. Estuve durante dos días con sus noches, a su lado rezando a los ORIXÁS y al TATA ZAMBI, para que asistan al joven en su lucha por la vida, le pedí a mi compañero de fuga su blusón y con este humedecí su frente y mantuve baja su fiebre, mojaba constantemente sus labios, y por sobre todas las cosas pedía, por la vida del joven, por nuestra vida y para que guíen mis caminos para ayudar a mi pueblo esclavizado por el blanco cristiano.

El joven comenzó a mejorar, a los dos días la fiebre cedió, durante esos dos días, los hombres que nos tenían prisioneros luego de reparar en las heridas del látigo en nuestras espaldas mostraron un gran respeto y nos comenzaron a tratar como iguales, seguíamos siendo sus prisioneros, pero por señas nos dieron a entender que si prometíamos no escapar hasta hablar con su cacique seriamos tratados como pares, el joven al fin abrió los ojos y se comenzó a mover más aliviado, a los tres días volvimos a emprender la marcha, con el joven en una parihuela, fueron dos días más de marcha hasta llegar a la aldea.

El caserío  estaba a la vera de un arroyo, a su lado había un sector donde las mujeres labraban la tierra,  a la vera del arroyo estaban algunos hombres reparando sus redes, en el centro de la aldea, estaban el cacique con varios guerreros y su chamán.

Al llegar nosotros, el jefe se acercó a hablar con el capitanejo, su rostro estaba crispado, hasta que vio al joven herido que era traído en la parihuela, fue entonces cuando su rostro iluminado, sin perder la solemnidad y la autoridad natural de sus rasgos se acerco al joven apoyo su brazo en el hombro de este, y le dijo algunas palabras en lengua que en ese momento no entendí, si bien le habló con dureza fue su mirada la que le expreso ternura.(Luego nos enteraríamos que el joven era el hijo del cacique y que había fallado en su primera excursión de cacería solitaria, que era la demostración de que había llegado a la adultez).

El cacique luego de escuchar el relato de su capitanejo y de su hijo, se dirigió a nosotros, nos pusimos tensos, quedamos parados uno frente a otro, me hablo en una lengua que no entendí, estiró sus brazos, me abrazo acerco su cabeza a ambos lados de la mía, y luego de esto me tomo del brazo y me condujo a su lado en la "Cangira"[6] y me ofreció comer de la misma comida que él.

Luego de esa noche pasamos un tiempo en la tribu, reponiéndonos de nuestra huida y ayudando, curando a sus enfermos, enseñando a los ancianos de la tribu a curar, cazando con el cacique y colaborando en la construcción de nuevas chozas.

El cacique decidió que debíamos unirnos con unas jóvenes que nos dieran hijos, así fue, y formamos nuevas familias, estaba mi vida tranquila, y había vuelto la paz a mi espíritu; Una noche, durante mis sueños TATA ZAMBI  se apareció ante mí y me encargó una misión, debía ayudar a  mis hermanos para que pudieran  escapar de la esclavitud del blanco cristiano.

A la mañana siguiente comenté mis sueños con el chamán y el cacique, y les informé que partiría en 7 días y levantaría un campamento a un día de marcha. No quería exponer la seguridad de la aldea, si algo salía mal el blanco nos podía atacar y mucha gente podía salir herida.

El cacique se reunió con los ancianos de la aldea y ambos le informamos de mis planes. Ellos asintieron y estuvieron conformes de que esto se hiciera de esta manera, y también propusieron que aquellos jóvenes que así lo desearan me acompañasen. Nos serian entregadas 6 gallinas, una cabra, un par de bolsas de granos y una bolsa de pescado seco.

El día de la partida éramos un grupo compuesto por mi compañero de fuga y su pareja, el hijo del cacique cuatro de los mejores cazadores;  ocho jóvenes mujeres, mi pareja y yo mismo. Anduvimos a paso tranquilo a través de la selva manteniéndonos a la vera del rio, paramos para beber agua y descansar varias veces y nos detuvimos a comer y descansar cuando el sol estuvo en su zenit. Al fin llegamos a la caída del sol a un claro en la espesura de la selva, estaba cerca del rio, como para poder ver lo que ocurría allí subiendo a la copa de un árbol, pero lo suficientemente alejado para no ser  vistos  desde el rio. Esa noche, nos turnamos para hacer las guardias y nos echamos al piso a dormir.

En muy poco tiempo construimos una gran choza, que fue usada para que durmieran las mujeres mientras nosotros construíamos el resto de las chozas de la aldea.

Trabajamos arduamente para levantar las chozas y en poco tiempo estábamos establecidos; mientras construíamos preparamos defensas que nos darían tiempo en caso de ser atacados para evacuar a nuestras mujeres y niños, enviamos un par de exploradores a batir la zona para ubicar las plantaciones más cercanas.

Nuestra primera incursión fue a una plantación de cacao, durante la noche, le tiramos a los perros unas liebres empapadas en láudano lo que los puso adormir, luego sigilosamente fuimos anulando a los guardias uno por uno, llegamos al galpón, y sigilosamente fuimos soltando a nuestros  hermanos, muchos de ellos se negaron a dejar el galpón así que nos fuimos con 4 hombres y dos mujeres ya que se acercaba el alba.

Salimos a la selva ocultándonos en la oscuridad y la bruma, corrimos en la dirección contraria a nuestro poblado hasta llegar al rio, luego corrimos por el rio a favor de la corriente por más de una hora. Cuando salimos nos untamos con guano de animales y barro, para que los perros no pudieran oler nuestro rastro; luego salimos a la jungla tratando de ocultar nuestras huellas, nos subimos a los arboles y esperamos sin hacer ruido a que pasara el día. Desde donde estábamos podíamos ver el rio y la boca de la selva por la que habíamos entrado; al caer la noche, bajamos con cuidado para no hacer ruidos que nos delaten, caminamos toda la noche cambiando de direcciones para no dejar un rastro sencillo de seguir, cuando llegamos a otro arroyo seguimos su curso y cruzamos de orilla varias veces. Cuando despuntaba el alba, ya seguros de que no nos seguían, emprendimos el camino a nuestro quilombo[7], allí nos esperaban nuestras mujeres y al llegar nos ofrecieron bebidas y comida para mitigar el cansancio de la jornada. Aquellos que nos acompañaron, comenzaron a entender que estaban libres, lejos de su hogar, sus familias y afectos pero libres.

Durante muchas Lunadas grandes repetimos estas incursiones, en varias oportunidades alguno de nuestros "sediciosos delincuentes" perdió la vida por la libertad de sus hermanos; hasta yo mismo una vez fui herido por el "demonio blanco", pero Tata Zambi quiso que mi vida continúe.

Pasaron los días, las estaciones, la vida… vi crecer a mis nuevos hijos, y seguí envejeciendo. Ya era uno de los jóvenes que me acompañaron cuando fundamos el quilombo el que tenía la responsabilidad de guiar los destinos de nuestra colectividad.

Una tarde, me senté a la sombra de un árbol a fumar mi pipa, cuando la encendí y largué la primera bocanada me vinieron al recuerdo mi infancia y juventud en mi aldea de África, el secuestro, la esclavitud, la huida, la aldea, el cacique, las excursiones para liberar a mis hermanos, el nacimiento de mis nuevos hijos, la muerte de mi mujer, y de repente, cuando quise levantarme, noté que podía hacerlo sin el dolor que hacía algún tiempo acompañaba todos mis movimientos. Noté que mi cuerpo estaba aun en el árbol, ¡¡lo estaba viendo!! Entonces comprendí que estaba muerto. Me dio terror, tristeza, pena, una mezcla de sensaciones indescriptibles, había perdido mi cuerpo, mi espíritu estaba descarnado, me di cuenta de que nunca más volvería a ocupar ese cuerpo, fue como cuando se deja una ropa que nos agradaba mucho y ya no nos sirve, pero sin embargo, se recuerdan cosas agradables que vivimos vistiéndola. La vida no es otra cosa que una sucesión de momentos que quedan grabados en la sutil sustancia de los sueños donde habita la eternidad.

Por largo tiempo, después de que se llevaron mi cuerpo y lo enterraron, permanecí en los alrededores. El árbol era el último lugar  donde mi espíritu había habitado mi cuerpo; no tenia adonde ir y me sentía irremediablemente solo y no sabía cuál sería mi futuro, si es que había un futuro para mí.

Un atardecer de verano aparecieron frente a mí algunos compañeros, ellos también eran espíritus y solo yo podía verlos, al principio me sobresalte al comprobar que ellos me veían y me podían oír, eran iguales a mí y se acercaron sonrientes y me abrazaron, entonces todos mis temores desaparecieron, todos se retiraron y frente a mí quedó aquel niño que fuera asesinado en la cubierta del barco al llegar.

-"Tata Zambi nos ha encomendado una nueva misión, a partir de hoy somos los depositarios del amor más fuerte, aquel que fue forjado en el dolor, aquel que se sobrepuso al odio y desprecia la revancha, aquel que pudo atravesar todos los infiernos y salir de allí para cumplir la misión de ser el  emisario de los Orixás y asistir a todos los seres humanos para aliviar sus aflicciones.

Me invadió una gran alegría, y me confundí con ellos en una gira en la que danzamos juntos.

De allí en más comenzamos a trabajar para ayudar a levantar a aquellos humanos que necesitaran de nuestros servicios, ganando de esta manera nuestro crecimiento espiritual y luz astral.

 

 

 

 

 

Autor:

Jorge Arbelvide

Argentina

[1] El congal es el espacio dedicado a la veneración de Tata Zambi Y los Orixás

[2] Callado, Bastón  o  Palo que cumple la función de ayudar en las caminatas,  separar el ganado y hasta puede ser usado como arma en al caso de lucha.

[3] Habían gastado  parte de sus  ganancias  para demostrarnos lo que nos pasaría si intentábamos escapar.

[4] Más tarde cuando aprendiéramos a adaptarnos a esta nueva vida, conoceríamos a aquellos que nos impondrían las enseñanzas de su religión de amor paz y tolerancia. Tal como lo predico Jesús  el Cristo. También nos seria impuesta la práctica de la tolerancia (fuimos libres de creer en su dios)

[5] Realmente estaban de fiesta, habían recuperado a dos de los esclavos evadidos, serian recompensados por el amo, al llegar a la plantación, sacarían a todos los esclavos al patio y frente a todos ellos los perros devorarían los restos de nuestros hermanos;  los hombres que los habían capturado  serian recompensados con un banquete, aguardiente, serian atendido por las esclavas que ellos eligieran. Si, estaban festejando…

[6] Se llamaba así a las reuniones tribales alrededor de una fogata; ese nombre se transmitió a través del tiempo y hoy en día en la religión Umbanda, se denomina de esta manera a las ceremonias que se realizan a cielo abierto donde se incluye una fogata.

De hecho uno de los "puntos" o rezos que se cantan a una entidad conocida como el Pai Mayoral Das almas dice así:

"OIAIA CANGIRA DE UMBANDA.

ESPIA ESPIA, QUIEN VEIN DA ARUANDA

LLEGA EL SUPREMO REY DA KIMBANDA

JEFE DE JEFES SEU MAYORAL;

POBO DAS ALMAS MANDOTE LLAMAR

[7] Quilombo: es como se denominaron los campamentos que hacían los esclavos que se fugaban de la dominación de los blancos. En varios idiomas y/o dialectos africanos Quilombo significa campamento. En América quilombo fue una palabra de esperanza que significo LIBERTAD para muchos esclavos. 

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