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La función Paterna: el lugar de la muerte con relación a la mirada de la tópica inconsciente


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    La función Paterna: el lugar de la muerte con relación a la mirada – Monografias.com

    La función Paterna: el lugar de la muerte con relación a la mirada de la tópica inconsciente o la forclusión del sentido (Entre Freud y Lacan)

    "Der Weg Analytikers iste in anderer, ein solchern

    fûr den das reale Lebel Kein Vorbild liefert"

    "La vía del analista es otra: para él la vida real no

    brinda modelo alguno

    S. Freud

    Ciertamente el tema de la muerte desempeña un papel importante en la estructura general de ser y lugar. Sin embargo, la pregunta por la muerte dista de desempeñar una función puramente antropológica. En la medida en que el tema de la muerte se articula con la pregunta fundamental de ser y tiempo, la pregunta por el ser, este también trasciende los límites de una disciplina regional. Una de las intenciones fundamentales del entendimiento estriba, precisamente, en dar cuenta del lugar que ocupa el tema de la muerte en la estructura metódica general de ser tiempo, así como de algunas de las articulaciones entre la pregunta por el ser y la muerte como estructura del dasein.

    El horizonte de la pregunta que interroga por el ser esta dado, al decir de Heidegger, por la temporalidad. Temporalidad e historicidad constituyen, pues, el horizonte hermenéutico del ser y tiempo. Sin embargo, tiempo e historia, a su vez, resultan ininteligibles sin la función que desempeña la muerte como estructura fundamental del dasein.

    Apenas a seis meses del comienzo de la primera guerra Freud escribe dos conferencias conocidas como "Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte". Escribía que esa guerra había producido una "…perturbación de nuestra relación con la muerte…". Porque, decía… "esta relación no era sincera. Estábamos naturalmente listos para sostener que la muerte es la salida necesaria de cualquier vida, que cada uno le debe una muerte a la Naturaleza y que tiene que estar dispuesto a pagar esta deuda; en definitiva, que la muerte es natural, innegable e inevitable". (Freud, 1915/1992).

    Habla aquí no del horror de la guerra, del espectáculo insoportable de una muerte que se ha vuelto cotidiana y omnipresente, ni del miedo angustiado de las noticias del frente, donde tiene dos hijos. Sino que, aprovechando el cambio brutal, y de la conmoción profunda, escribe y describe en sí mismo, en su estructura inconsciente, una capa no analizada, que desmiente lo que él pensaba, él creía, sostener férreamente su relación con la Muerte.

    Así, las palabras empleadas para introducir su propósito son expresamente abruptas: "experimentamos el sentimiento de ser tan extranjeros en este mundo que solía ser tan bello e intimo". Hemos perdido lo íntimo, que no es solo el reverso del mundo como tal, sino también lo que nos permite investirlo.

    En realidad, podríamos deducir de esto, teníamos tendencia a poner la muerte de costado, a eliminarla de la vida. Nos habíamos creído dispuestos a pagar esta deuda incontestable. Pero si ello no siempre fue así, es porque nuestra propia muerte no nos es representable.

    Sin embargo, esta relación que mantenemos con la muerte es muy eficaz sobre nuestra vida. "Esto empobrece, y pierde su interés cuando, en los juegos de la vida no se permite arriesgar la mayor apuesta, precisamente la vida misma" (Freud 1915,). La inclinación a excluir la muerte de las cuentas de la vida tiene, como consecuencia, muchas otras renuncias y exclusiones.

    En otras palabras, la muerte está fuera de las cuentas de la vida, está fuera de nuestras pequeñas y ajustadas cuentas, es lo que queda fuera de la cuenta, aquello que permite que las cosas cuenten, aunque poco. Aunque, a fuerza de no contarla, disminuya el placer que nos procura lo que sí cuenta. Freud nos señala que lo que cuenta para uno, lo que está inscripto en la columna "Haber" no puede no tener un correspondiente en la columna "Debe". Toda la cuestión se resume en el estatuto que le damos a esa línea vertical, esa barra que separa a uno y otro. Como si no quisiéramos saber algo que nos parecería incontestable, sin pensar en renegarlo aunque nos desconcertara un poco: que siendo esencialmente del Otro está escrita dos veces, una con signo +, otra con signo -.

    Hay otra apuesta a la del sujeto, pero esta le resulta opaca en principio. Una vida encarada desde este punto de vista es la lectura, hecha tanto de interpretaciones como de actos, de la deuda que se contrae también con uno mismo. Sin embargo la experiencia analítica demuestra que muchas veces resulta necesario, hasta indispensable para alguien, el hecho de volver a contraer una deuda con Otro.

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