Versos engavetados. No.2. Cuando la tierra es novia y hembra
Enviado por Enrique Martínez Hernández.
PRESENCIA.
No he de empinarla a lo inusual
ni quiero la imaginen modelo de la gracia,
sino confundirla en la multitud de la ciudad,
porque así,
tan sencillamente,
la veo en todas partes disgregada.
Esa joven,
que ahora mismo pasa junto a mí,
lleva puesta su mirada fiel;
otra revolotea con sus cabellos
y una rubia orgullosa
con su boca sonríe y su gesto la rehace.
Todo parece perfecto frente a ella,
cómodamente situado,
y el mar,
con sus olas policromas,
mece la esperanza en su presencia.
SOY TÚ.
Solo el tiempo te conoce.
Difícil para mí,
casi imposible a mi pluma.
Tu mente de volcán sin bordes
exhala una danza de emanaciones.
Asumes mi esencia cultivada.
Eres el verso que persigo cada día.
Reconócete en mí:
soy simplemente tú.
MAGIA DE SU HORA.
Siempre que ella está
-y está siempre-
se alejan escombros,
imágenes de antigua especie:
sabanas con trazos de lodo,
rascacielos cubiertos de mugre.
Cada segundo teje mi urdimbre,
cobra mi tarea palmo a palmo.
Me alegro de la magia de su hora.
CUANDO LA PIENSO EXTENDIDA.
Cuando la pienso extendida,
con ese son de maneras principales,
advierto cómo el aire adopta su apariencia.
Maldigo otra vez la palabra turbia.
Cómo ha podido
Cómo ha podido curar vocablos enfermos,
fertilizar el sentimiento,
revivir algunos versos que creía muertos.
He logrado coronarla en el sitio de la luz,
pues anda como letra viva y recta;
látigo es del afán torcido.
Fusta de corales que acicalan la sazón vital.
Por eso estrujo mi mente a cada paso,
donde siempre quedan los mejores versos.
CUAL SI VOLARA.
Presa de letra alígera
en unas cuerdas de guitarra,
ella canta cual si volara.
Con la gala de renacer
mima el tiempo universal.
Consagración perfecta.
Mustia acá, allá ardiente.
En la curva grave del sonido
vuela el canto del ala.
LA IMAGEN.
Ahora que mil años no me bastan para amarla
veo latidos en esa instantánea de azar.
Ojos que agigantan, expresión que suena,
las manos clamando arreglo al punto.
Su figura empuja la mente
hacia lugares que son nidos,
censores de mis inventos,
de su experiencia de amor.
Su imagen antologando señas, iras bien nacidas,
sinónimos de abrazos que parten mi cerebro
y reposan para despertar cuando llegue la añoranza.
Hoy que mil años no me bastan para amarla.
PERVIVIR MAÑANA.
Hemos colmado cientos de versos de ocasión,
pues lo importante
es percibir el parto del momento efímero,
acoger la altivez que inunda el verbo.
Lo importante es que las naves floten en los ojos,
que los colibríes trisquen y las abejas dancen.
Ya aprendimos la finitud de las horas.
Pero lo importante
es vengarnos de la arrogancia del tiempo,
asumir virtuosos una noche de lumbre
y amarnos ahora, hoy y siempre,
un día de mujer, cualquiera,
¿Mañana?…
Mañana perviviremos.
LA MIRADA.
La mirada es rocío de imaginación.
Gotea siempre,
gotea.
Ennoblece cuando se posa
en gajos de piernas de flora-mujer.
Los recorre, los palpa
y mordiera las ramas de savia sensual.
Mas de noche
la pupila se dilata en su pelo de hojas,
ciñe los senos de anón,
besa la raíz del pubis
y se siente,
cariño,
que la mirada en el amor
exige ademán de luz.
TENGO.
Tengo
en el sexo de mis ojos
la imagen inversa de su cuerpo,
las líneas arrogantes de su rostro
y las vibrantes ondas de sus senos
y caderas
y carnes ,
y entre ondas su alma tengo.
CARNAVAL.
I
Chorros de sonidos dilatan la procesión,
espolean la comparsa:
Oye, colega, no te asustes cuando veas
al alacrán tumbando caña
al alacrán tumbando caña
La caña es tentáculo del sabor,
que se revuelve en la efervescencia de la noche.
Alboroto, júbilo, firme sazón,
pulmón antillano por donde respira la alegranza.
II
Los cuerpos se desplazan en mis ojos voraces.
La carne transpira el olor jocoso de la conga.
Trinan los cueros. Repica la trompeta china.
El ritmo que incendia se propaga,
sube del pavimento hasta la sed de la cerveza.
Giran en redondo seductoras hembras
y unos mulatos, provocados,
las acechan hambrientos de ron y tambores.
Como olas,
se escalonan a la orilla de pujantes nalgas.
Remolinos de cinturas, ombligos de la música,
maneras de bombo y cencerros.
Evoluciones asidas al sexo del mundo.
III
Mis pupilas se mueven en la lujuria bantú
de unos senos prepotentes
y cuando un golpe de colores lumínicos
se astilla en los cuerpos sudorosos de las hembras,
un cepillo amotina los poros de mi piel.
ANACREÓNTICO.
I
Cuando se fue
un ensueño copó mi mente y acudí a los anaqueles:
solía dejar las caricias colgadas
en un rincón del cuarto,
para que las llevara a la cama
y sorteara la nostalgia.
Pero vea, usted,
que ya no sé dónde buscar la esperanza.
Mis nervios silban con vehemencia.
Entonan notas de sismos.
Ya no copio siquiera el olor de la tierra,
ni las caricias veo en el rincón del cuarto.
Tengo miedo del furor de su talento.
A veces,
asido a letargo inquietante,
percibo cómo llueven sus delicias: brizna a brizna,
pulso a pulso,
retazo a retazo.
Llueven sus cabellos no muy largos.
Late el semblante. Se humedece la boca,
como una tentación con sabor a inocencia.
Su olor resbala, y se aleja, y regresa, y descansa en mí,
azuzando un goce de impar hondura.
II
Hoy murmuran sus pasos de cierta noche.
Calca su gesto mi figura exaltada.
Festinada de ilusión. Picor del apego.
Su dignidad nutrió entonces mis poros.
Me palpé en su figura y a ella en mí palpé.
Nadie sintió como yo su canto en la piel;
ni en el cosmos bebió nadie el trago de su olor vertical.
Celebración perfecta.
Cuanto armamos en la mente ya es memoria encendida,
divina manera de violar el tiempo:
ella en un extremo,
yo en la otra punta de la cena.
A la luz de una vela,
desnudos los dos,
fuimos la metáfora del rito.
Colmamos de verso la sutil penumbra
y danzó la magia de las sensaciones.
Primero fue la carne, el vino Brindis,
porque el amor ya estaba
y después, señores, fue el sexo la mejor corona.
Oda de cuerpos. Cabriola de nubes.
Manojo que aplacó la violencia de la sombra
e inauguró la sudoración del alba.
III
Ahora su efluvio de hembra verde.
Es silla, eucalipto, uniforme, libro,
La memoria trascendental del sexo.
Húmedo aún de ella, me sorprende su coraje.
Su voz alivia mi espíritu,
ennoblece las arrugas del atardecer.
Por segundos se agiganta, pasa a cumbre, obelisco;
levanta empeños
y mientras empieza el olvido a lacerar,
me urge retener el tiempo.
Aún la quiero ¡Por Dios!
como al único ser que puede matar el amor
y la recuerdo llorando de felicidad debajo de mi cintura.
Aún tengo miedo del furor de su talento.
MI FUSIL.
Su pelo:
el aire que respiro.
Sus ojos:
la mira que señalo.
Sus senos:
el guardamano que acaricio.
Sus piernas:
la culata que en mi hombro poso.
Ah,
y la recámara que deseo.
Ella entera es mi fusil.
LA COSTUMBRE DEL VERBO.
Qué sabe la yagruma
de la hoja que cae
y se transforma
y sigue viviendo en la tierra;
ni el trueno,
del rayo abandonado
que ilumina el sentimiento.
Ea, que son manías.
A qué decir, vamos a hacer el amor,
si siempre lo estoy haciendo.
RESUMEN DE NOSTALGIA.
Érase una vez, en pleno Oeste,
subió a la escena una mujer libre
de antojos y rutinas.
Junto a cuatro hombres,
interpretaron en escuela nueva
un crecimiento ancestral:
1, 2, 3, 4 1 yyyyý 2 yyyyý 3 yyyyý 4
Treinta fouettés, "en tal suerte que,
apenas tocaban el suelo
volvían a dispararse hacia arriba.
Y llegó el instante milagroso, increíble,
en que los cuatro hombres flotaron, literalmente,
en el espacio,
sin contacto aparente con el piso".
Danzaban un tipo de ballet épico, autóctono,
arará como zunzún trepando al sol.
Ella por fin levitaba
Haciendo un resumen de nostalgias:
me he desposado con la mujer ideal,
mulata de varias razas y estilo sin nombre,
pulmón sereno por donde respira el siglo nuevo.
La batalla que continúa.
Con ella
he querido echar un trago
sobre el panteón de mis muertos,
o libar en el guateque un manantial de arrebatos.
En cada verso la tuve delirante,
fecundé su verano eterno y con ríos subterráneos
las rebeldes montañas que sostienen el cielo de América.
¿Qué frase, pues,
convocarán para mí si de otros dicen:
"Esculpieron estrofas sobando palabras,
o cosecharon poemas entintando oraciones"?
¿Qué adjetivos vendrán después
si en otros señalan el culto a la preciosidad,
el malabarismo de los colores y aunque fueron muy buenos,
se evadieron al Japón?
Criticaron incluso la elocuencia de Roque Dalton:
"Reñid a la poesía la limpidez de su regazo".
¿Qué frase convocarán para mi cabeza?…
Aunque al menos canto
la lección del Héroe a esta tierra sublime:
"Ganado tengo el pan: hágase el verso".
SIMBIOSIS.
Quise enseñarle a mis hijos
que cuando la tierra es madre,
la pobreza se lleva en la frente,
el orgullo despacha al oprobio
y el tiempo es de los muertos
que prospera con efluvio de mujer.
Cuando la tierra es novia,
se adora y desea como sueño digno.
Las palabras vienen engarzadas en versos
y el futuro es pétalo que la luz besa.
Cuando la tierra es hembra,
llanos y montañas, campos y ciudades,
la vida toda se arropa de caricias
y Dios es pequeño para el universo.
Quise enseñarle a mis hijos
que cuando la tierra es madre, y novia, y hembra,
el amor abona el silencio del odio,
todo vive y duele intensamente.
Solo entonces,
se ha de sustentar el obelisco de su gloria.
Autor:
Enrique Martínez Hernández