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El espacio en diagonal


Partes: 1, 2

    1. Desplazamientos y discriminaciones
    2. La subordinación al espacio
    3. Las instituciones y sus desplazamientos
    4. El espacio no mensurable

    Desplazamientos y discriminaciones

    Todo lo que ocurre, ocurre a los hombres, en vez de ocurrir por ellos. T. W. Adorno.

    La crítica de la década pasada puede ser vista hoy, por su pesimismo y temor manifiesto,  como un reflejo condicionado – defensivo – ante un estado de crisis, que aún sigue manifestándose de forma diversa.

    En el siglo XIX, en respuesta a la gran crisis de desplazamiento producida por la aparición del Materialismo Histórico, se aplicaron procedimientos de corte "ingenieril" – abstracción – proyección – modificación de la realidad -, para constituir instituciones sólidas e incuestionables que se consolidaron a medida en que se implementaron políticas antagónicas.

    Al parecer las instituciones pretendidas por la utopía y el proyecto de la llamada "modernidad", revelan una estructura espacial que gráficamente puede representarse con un eje vertical, donde se hicieron coincidir a piaccere los dos planos en que éstas se desarrollan: el espacio material de localización y el espacio virtual de integración.

    Esos sistemas institucionales se fueron estructurando con ejes verticales inamovibles que llevaron a procesos totalitarios y, al cuestionar dicha situación, se constató que se percibía un espacio de desestructuración en diagonal que trajo el temor, la incertidumbre y el pesimismo manifiesto en el periodo de entreguerras y más recientemente en la crítica de la década pasada.

    El cuadro se completó con la declaración de algún pretendido vencedor: fin de la historia global, fin de las ideologías. Sin embargo, las prácticas de la modernidad han provocado tipificaciones de ordenamiento Universal, que siguen manifestando una forma de pensamiento con tendencia a la superposición de los espacios de localización y de integración de las  instituciones en otra vertical. El totalitarismo también ha mudado su rostro y más allá de sus reconocidos efectos – acción para la neutralización -, su manifestación es hoy más sutil y menos reconocible en la globalización.

    La percepción de ese espacio en diagonal, los desplazamientos institucionales relevados demuestran que nos encontramos hoy inmersos en una situación de movilización institucional permanente. Este estado de desplazamiento generalizado ha provocado revisiones y reelaboraciones de conceptos y puntos de vista, porque de un día en que éramos unos, pasamos  – al día siguiente – a ser otros. Por un instante percibimos un umbral de no pertenencia, de diagonal, no registrado en nuestra memoria.

    1.- La subordinación al espacio

    El espacio fue lo visible

    El concepto del espacio varía de acuerdo a las estructuras de pensamiento de cada cultura en particular. Los especialistas han hablado del "espacio acústico" de los esquimales, que se funda en la oralidad, y que se diferencia, casi por oposición, a nuestra forma de pensamiento subordinada a la visibilidad.

    En nuestra cultura el poder de la vista es el que faculta para legitimar el reconocimiento de cada una de las cosas. La idea del vacío, por ejemplo, es un concepto que no se puede asociar fácilmente sin un contenedor. La posibilidad de hablar del no-espacio, no lo representa, pues el vacío tiene límites. No existe palabra que ejemplifique el no-espacio; quizá la imagen de un agujero negro, de un ámbito ingravitatorio, puedan acercarse algo a esa inmaterialidad, quizá porque no está memorizada la física de esas cosas. No hay constancia de visibilidad de eso que no tiene ejemplo, porque no hay un ejemplo para las cosas que no se ven. Lo que no se ve no es una cosa. Lo que no se ve, no se puede dimensionar, es inasible, no manifiesta color, no responde a un espacio de posible ocupación. Lo que no se ve es una interpretación. La ligazón de función y forma para que la abstracción se concrete depende del ojo, del espejo, de la cinta métrica.

    El dimensionamiento – cada uno de los límites de las cosas -, es fundamental para el reconocimiento. Todo lo nuevo debe respetar los códigos de tipificación que responden a un orden anterior. Todo espacio es una memoria de dimensiones reubicadas. Ante la situación de "cara a cara" con una entidad desconocida, para conjurar su novedad, primero que nada se confronta su forma, sus dimensiones de ocupación en base a los registros de espacios memorizados. Si esto no alcanza para asociarlo con algo anterior, se busca un nombre para dominarlo. De esa forma se constituye en ejemplo. Los griegos tenían un término para mitigar el temor que provoca aquello de lo que no se puede dar más que un ejemplo: un hapax.

    La nominación de ese espacio de inestabilidad busca tranquilizar, lo mismo que buscaron aquellos que siempre han procurado un orden de lo perceptual, los que subordinaron la función a la forma; aquellos que han propuesto la seguridad de la forma de cada institución, los que quieren suponer que hay una naturaleza a la que responden las entidades. Forjadores de los estilos, de las corrientes que tuvieron un principio renovador, vanguardista, en definitiva han dado lugar a tipificaciones institucionalizadas – hoy conservadoras -.

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