Pero aunque fuera posible realizar una clasificación mediante este método, tendría el gran defecto de no prestar los servicios que son su razón de existir. Efectivamente, ante todo debe tener por objeto abreviar el trabajo científico, sustituyendo la multiplicidad indefinida de los individuos por un número restringido de tipos. Pero pierde esta ventaja sí estos tipos sólo han sido constituidos después que todos los individuos han sido enteramente revisados y analizados. No puede facilitar la investigación, si sólo resume investigaciones ya hechas. Sólo será verdaderamente útil si nos permite clasificar otros caracteres que los que le sirven de base, si nos procura un marco para los hechos futuros. Su misión es proporcionamos puntos de referencia a los que podamos relacionar otras observaciones que las que nos han provisto los marcos de referencia mismos. Para esto, es preciso que la clasificación no se haga según un inventario completo de todos los caracteres individuales, sino de una pequeña cantidad de ellos, cuidadosamente escogidos.
Reglas relativas a la explicación de los hechos sociales
La mayoría de los sociólogos cree haber dado cuenta de los fenómenos una vez que han establecido para qué sirven y qué papel desempeñan. Se razona como si sólo existieran en vistas de ese papel y no tuvieran otra causa determinante que el sentimiento, claro o confuso, de los servicios que pueden prestar.
Es por ello que se cree haber dicho todo lo preciso para hacerlos inteligibles una vez establecida la realidad de esos servicios y demostrado cuál es la necesidad social que satisfacen. De esta manera, Comte reduce toda la fuerza progresiva de la especie humana a esta tendencia fundamental "que impulsa directamente al hombre a mejorar su condición, cualquiera que sea, sin cesar y en todos sus aspectos", y Spencer, a la necesidad de una mayor felicidad. Es en virtud de este principio como explica la formación de la sociedad a través de las ventajas que reporta la cooperación, la institución del gobierno por la utilidad de regularizar la cooperación militar, las transformaciones sufridas por la familia a través de la necesidad de conciliar cada vez más perfectamente los intereses de los padres, de los hijos y de la sociedad.
Pero este método confunde dos problemas muy distintos. Demostrar cuál es la utilidad de un hecho no significa explicar cómo surgió ni por qué es lo que es. Ya que sus utilidades suponen las propiedades específicas que lo caracterizan, pero no las crean. La necesidad que tenemos de las cosas no puede hacer que ellas sean de determinada manera, y, en consecuencia, no es esta necesidad la que puede sacarlas de la nada y conferirles el ser.
Su existencia depende de causas de otro tipo. El sentimiento que experimentamos de la utilidad que presentan puede, sí, incitarnos a poner en acción esas causas y obtener los efectos que implican, pero no a suscitar, esos efectos de la nada. Esta afirmación es evidente en tanto se trata de fenómenos materiales o aun psicológicos. Tampoco podría ser discutida en sociología, si a causa de su extrema inmaterialidad, los hechos sociales no nos aparecieran, equivocadamente, como destituidos de toda realidad intrínseca. Como no se ve en ellos otra cosa que combinaciones puramente mentales, parece que deberían producirse por sí mismos a partir de que surja su idea, con la sola condición de que se los encuentre útiles. Pero puesto que cada uno de ellos es una fuerza y que domina la nuestra, ya que tiene una naturaleza que le es propia, para darle el ser no podría bastar el deseo ni la voluntad.
Hace falta, además, que se den fuerzas capaces de producir esta fuerza determinada, naturalezas capaces de producir esta especial naturaleza. Sólo será posible con estas condiciones. Para reanimar el espíritu de familia donde esté debilitado, no basta que todo el mundo comprenda sus ventajas; hay que poner directamente en acción a las causas susceptibles de engendrarlo. Para otorgar a un gobierno la autoridad necesaria, no basta sentir su necesidad; hay que dirigirse a las únicas fuentes de que deriva toda autoridad, es decir, constituir las tradiciones, un espíritu común, etcétera; para esto, es necesario remontarse más aun en la cadena de las causas y los efectos, hasta encontrar un punto en que la acción del hombre pueda insertarse eficazmente.
Por otra parte, no queremos decir que las tendencias, las necesidades y los deseos de los hombres jamás intervengan activamente en la evolución social. Por el contrario, es cierto que les es posible apresurar o contener el desarrollo de un hecho, según su influencia sobre las condiciones de que depende. Sólo hay que tener en cuenta que en ningún caso pueden crear algo de la nada y que su misma intervención, sean cuales fueren los efectos, sólo puede tener lugar en virtud de causas eficientes.
Por lo tanto, cuando se emprende la explicación de un fenómeno social, hay que investigar separadamente la causa eficiente que lo produce y la función que cumple. Nos servimos de la palabra función, preferentemente a fin u objeto, precisamente porque los fenómenos sociales generalmente no existen en vistas de los resultados útiles que produzcan. Lo que es preciso determinar, es si existe correspondencia entre el hecho considerado y las necesidades generales del organismo social y en qué consiste esta correspondencia, sin preocuparse por saber si ha sido o no intencional. Por otra parte, todos estos problemas de intención son demasiado subjetivos como para poder ser tratados científicamente.
Pero aunque sólo deba procederse en segundo lugar a la determinación de la función, ella no deja de ser necesaria para que la explicación del fenómeno sea completa. Efectivamente, si bien la utilidad del hecho no es lo que le otorga su ser, generalmente es preciso que sea útil para poder mantenerse. Pues basta que no sirva para nada para convertirse, por eso mismo, en perjudicial, ya que -en este caso- cuesta algo sin reportar nada. Por lo tanto, si la generalidad de los fenómenos sociales tuviera tal carácter parasitario, el presupuesto del organismo estaría en déficit y la vida social seria imposible.
La sociedad no es una simple suma de individuos, sino que el sistema formado por su asociación representa una realidad específica, con caracteres propios. Sin duda, no puede producirse nada colectivo si no están dadas las conciencias particulares; pero esta condición necesaria no es suficiente. Falta todavía que estas conciencias estén asociadas, combinadas, y combinadas de cierta manera; es de esta combinación de donde resulta la vida social y, por lo tanto, es esta combinación la que la explica.
Agregándose, penetrándose, fusionándose, las almas individuales dan origen a un ser, psíquico si se quiere, pero que constituye una individualidad psíquica y de nuevo tipo. Por lo tanto, es en la naturaleza de esta individualidad, y no en la de las unidades componentes, donde hay que buscar las causas próximas y determinantes de los hechos que en ella se producen. El grupo piensa, siente y actúa de manera totalmente distinta de como lo harían sus miembros aislados. Por lo tanto, si se parte de estos últimos, no podrá comprenderse nada de lo que sucede en el grupo. En una palabra, entre la psicología y la sociología existe la misma solución de continuidad que entre la biología y las ciencias fisicoquímicas. En consecuencia, toda vez que un fenómeno social está directamente explicado por un fenómeno psíquico, puede asegurarse que la explicación es falsa.
Llegamos, entonces, a la siguiente regla: la causa determinante de un hecho social debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual. (La idea de tomarme el trabajo de transcribir todo el texto es para que puedas acceder al material de estudio de manera gratuita, hacé el esfuerzo y seguí la cadena: topbirra[arroba]yahoo.com.ar) Por otra parte, se concibe fácilmente que todo lo precedente se aplica tanto a la determinación de la causa, como de la función. La función de un hecho social sólo puede ser social, es decir que consiste en la producción de efectos socialmente útiles. Sin duda, puede darse, y en efecto sucede que como contrapartida también sirva al individuo. Pero este feliz resultado no es su razón de ser inmediata. Por lo tanto, podemos completar la proposición precedente diciendo que: la función de un hecho social siempre debe ser buscada en la relación que sostiene con algún fin social.
El método comparativo
Sólo tenemos una manera de demostrar que un fenómeno es causa de otro; es comparar los casos en que están simultáneamente presentes o ausentes y buscar si las variaciones que presentan en estas diferentes combinaciones de circunstancias prueban que uno depende del otro. Cuando pueden producirse artificialmente, según el deseo del observador, el método es de experimentación propiamente dicha.
Por el contrario, cuando no está a nuestra disposición la observación de los hechos y sólo podemos relacionarlos tal como se producen espontáneamente, el método empleado es el de la experimentación indirecta o método comparativo.
Hemos visto que la explicación sociológica consiste exclusivamente en establecer relaciones de causalidad, ya sea que se trate de relacionar un fenómeno con su causa, o, por el contrario, una causa con sus efectos útiles. Puesto que, por otra parte, los fenómenos sociales evidentemente escapan a la acción del operador, el método comparativo es el único que conviene a la sociología. Es verdad que Comte no lo juzgó suficiente; creyó necesario completarlo mediante lo que llamó el método histórico; pero la causa de ello está en su particular concepción de las leyes sociológicas. Según él, no debían expresar principalmente relaciones definidas de causalidad, sino el sentido en que se dirige la evolución humana en general; no podían, pues, descubrirse con la sola ayuda de comparaciones ya que, para poder comparar las diferentes formas que toma un fenómeno social en distintos pueblos, es preciso haberlo abstraído de las series temporales a las que pertenece.
Ahora bien, si se empieza por fragmentar de esta manera el desarrollo humano, uno se encuentra con la imposibilidad de encontrar su continuidad. Para llegar a ello, conviene proceder por amplias síntesis y no por análisis. Lo que se necesita es relacionarlos entre sí y reunir en una misma intuición, de alguna manera, a los estados sucesivos de la humanidad, de manera de percibir "el continuo incremento de cada disposición física, intelectual, moral y política". Tal es la razón de ser de este método que Comte llama histórico y que, en consecuencia, está desprovisto de todo objeto desde el momento en que se ha rechazado la concepción fundamental de la sociología de Comte.
Desde el momento en que se ha probado que, en un determinado número de casos, dos fenómenos varían al unísono, podemos estar seguros de encontrarnos en presencia de una ley.
No debe creerse que la sociología se encuentre en un estado de sensible inferioridad respecto de las otras ciencias, por no poder servirse, casi, más que de un solo procedimiento experimental. Efectivamente, este inconveniente compensa a través de la riqueza de las variaciones que se ofrecen espontáneamente a las comparaciones del sociólogo y de las que no se ofrece ningún ejemplo en los; otros reinos de la naturaleza. Los cambios que tienen lugar en un organismo en el curso de una existencia individual son escasos y restringidos; los que pueden provocarse artificialmente sin destruir la vida también están comprendidos dentro de estrechos límites. Es verdad que se han producido importantes cambios en el transcurso de la evolución zoológica, pero sólo han dejado raros y oscuros vestigios y es aun más difícil descubrir las condiciones que los determinaron.
Por el contrario, la vida social es una serie ininterrumpida de transformaciones, paralelas a otras transformaciones en las condiciones de la existencia colectiva; y no sólo tenemos a nuestra disposición las que se refieran a una época presente, sino que gran cantidad de aquellas por las que han pasado los pueblos desaparecidos han llegado hasta nosotros. A pesar de sus lagunas, la historia de la humanidad es más clara y completa que la de las especies animales. Además, existen una multitud de fenómenos sociales que se producen en toda la extensión de la sociedad, pero toman formas diversas según las regiones, las profesiones, las confesiones, etc. Tales son, por ejemplo, el crimen, el suicidio, la natalidad, la nupcialidad, la economía, etc. De la diversidad de esos medios especiales resulta, para cada uno de estos órdenes de hechos, nuevas series de variaciones, además de las que produce la evolución histórica. Por lo tanto, si bien el sociólogo no puede emplear con pareja eficacia todos los procedimientos de la investigación experimental, el único método casi del que puede servirse, con exclusión de los otros, puede ser muy fecundo en sus manos, ya que tiene incomparables recursos para ponerlo en práctica.
En consecuencia, para dar razón de una institución social, perteneciente a una especie determinada, se compararán las diferentes formas que presenta, no sólo en los pueblos de esta especie, sino en todas las especies anteriores. ¿Se trata, por ejemplo, de la organización doméstica? Ante todo, se constituirá el tipo más rudimentario que jamás haya existido, para seguir luego paso a paso la forma en que se ha complicado progresivamente.
Este método, que se podría llamar genético, daría de una sola vez el análisis y la síntesis del fenómeno. Ya que, por una parte, nos mostraría en estado disociado los elementos que lo componen, por el mismo hecho de mostrárnoslo sobreagregándose sucesivamente los unos a los otros y, al mismo tiempo, gracias a ese amplio campo de comparación, sería más adecuado para determinar las condiciones de que dependen su formación y su asociación. En consecuencia, sólo puede explicarse un hecho social de alguna complejidad a condición de seguir su desarrollo integral a través de todas las especies sociales.
La sociología comparada no es una rama particular de la sociología; es la sociología misma, en tanto deja de ser puramente descriptiva y aspira a dar razón de los hechos.
Introducción a la Sociología –UBA–
Cátedra Di Tella
CAPÍTULO III (texto completo)
Garófalo Plosbalía
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |