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Constituyente ¿A un paso del fracaso?


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    Las razones son muchas para que estemos viviendo actualmente un momento constituyente en el país, no sólo están las formas de luchas precedentes de los movimientos sociales, aquellos de los cuales tenemos más fresca la memoria; son la "guerra del agua" en Cochabamba en el mes de abril del año 2000, o la "guerra del gas" de octubre de 2003, que si bien tubo su centro de conflicto en la ciudad de El Alto, éste se extendió a ciudades como Cochabamba, Santa Cruz , poniendo a la ciudad de Sucre como el epicentro de las resoluciones finales que acabarían con la sucesión constitucional del entonces presidente Sánchez de Lozada, para posibilitar la sustitución del mando, con lo cuál Carlos Mesa G. (hasta entonces Vicepresidente) juraría como presidente constitucional de la República de Bolivia.

     Tras un breve silencio, el viernes 17 de octubre de 2003, Carlos Mesa juraba como presidente y retomaba las consignas y demandas de los movimientos sociales que   proponían la 1)  Referéndum Vinculante sobre la política energética, 2)  Nueva Ley de   Hidrocarburos y 3) Convocatoria a una Asamblea Constituyente; éstas tres demandas que forman parte de la "agenda de octubre" se convierte rápidamente en un programa de gobierno para ésta administración; por tanto, se pasa a un punto donde las demandas de los movimientos sociales son canalizadas y operativizadas por el mismo sistema político contra el cuál se peleaba en las jornadas de octubre de 2003, aunque el conflicto había comenzado en intensidad y frecuencia en el año 2000.   

     Si bien fueron tres los ejes sobre los cuales se asentó la demanda de los movimientos sociales; hay que precisar que el tema transversal tanto de la nueva ley de Hidrocarburos, como de la Asamblea Constituyente, es el tema indígena, por dos razones; la primera porque ellos visualizan que los recursos naturales son esenciales para el fortalecimiento de un Estado, es por esto que se liga de manera frecuente el tema del gas con las anteriores riquezas naturales existentes en el territorio boliviano y que fueron expropiadas tanto por miembros de la oligarquía minero feudal, como por empresarios vinculados al poder político, manifestando de ésta forma el síntoma de quién odia al país, pero que vive de él; es decir, en el imaginario indígena   el gas significa la última oportunidad para que este país, pueda salir del limbo económico en que se encuentra.

     Ahora bien, la segunda razón destraba el tema estrictamente económico y lo pone en un ámbito de reconocimiento, de inclusión y de participación constante. Esto significa que se entabla un fuerte cuestionamiento a la forma como se constituyo el Estado boliviano; y más particularmente como se conformo la democracia en nuestro país.

    El Estado boliviano no fue la concertación de todos los habitantes del territorio, sino más bien fue el resultado de la reunión de aquellos que poseían ciertas destrezas, además de una posición social   económicamente diferenciada del resto de los habitantes del país, dando origen de esta forma a un tipo de ciudadania inicial dentro del espectro de la historia política de Bolivia.

    Se consideraba ciudadano solo a las personas que poseían una renta estable superior a los 100 mil pesos, que sabían leer y escribir en castellano y que preferiblemente conocían un idioma extranjero (frecuentemente: francés e inglés);   pero, el énfasis caía solo en los hombres porque a las mujeres se les negaba la posibilidad de participación política alguna debido a que su rol en la sociedad se restringía   a las labores familiares (cuidado de los hijos) y en algunos casos artísticas (poesía, formar parte de un cuerpo coral o como miembro de algún taller artístico ligado a la pintura), sin embargo, la arena política solo era ocupada por hombres letrados y acaudalados.

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