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Manejo integrado de enfermedades de hortalizas


Partes: 1, 2

  1. Identificación del patógeno
  2. Directrices de manejo
  3. Pérdida de actividad de los fungicidas contra hongos del suelo
  4. Erradicación
  5. Bibliografía

El manejo exitoso de las enfermedades siempre ha sido una necesidad vital en los campos hortícolas de Sinaloa. De hecho, las mejoras en la producción de hortalizas del Estado Sinaloa tienen avances paralelos con el control de las enfermedades.

La gran mayoría de los problemas de los cultivos hortícolas que conocemos como enfermedades son causados por microorganismos patógenos. Estos agentes al atacar los frutos causan pérdidas directamente, volviéndolos no aptos para el consumo (o disminuyen la preferencia del consumidor); asimismo, afectan otras partes de la planta que reducen el vigor de la planta y la producción de hidratos de carbono, etcétera.

Los patógenos que atacan a los cultivos hortícolas pueden clasificarse en cinco grupos mayores: hongos, bacterias, fitoplasmas, virus, viroides, nematodos y plantas parásitas superiores.

El manejo integrado de enfermedades (MIE), como parte de un sistema de producción de los cultivos hortícolas, debe también incluir al ambiente físico y biológico en el que el cultivo se desarrolla. Un programa de MIE coordina las actividades del manejo de las enfermedades entre estos factores y los métodos de producción para ofrecer una solución económica y de larga duración a los problemas de enfermedades. El propósito es prevenir las enfermedades en lo posible. Los componentes esenciales para cualquier programa de MIE son:

  • Identificación precisa del agente causal de la enfermedad.

  • Monitoreo de las enfermedades y del ambiente.

  • Directrices de acciones de control.

  • Métodos efectivos para el manejo de las enfermedades, que incluye el uso de los pesticidas apropiados cuando sea necesario.

El clima, el tipo de suelo, la historia de cultivos, las prácticas culturales y la naturaleza del entorno del terreno influyen sobre el desarrollo de las enfermedades. El mercado también debe incluirse, debido a que éste influye en la calendarización del cultivo, la elección de las variedades y las prácticas de manejo del cultivo, así como los niveles de daño que se pueden permitir. Por ello, los umbrales económicos son esenciales para el manejo eficiente de las enfermedades y para la producción económica de los cultivos.

Identificación del patógeno

El diagnóstico correcto de las enfermedades y las causas que las originan, es tan esencial que debe preceder al establecimiento de las estrategias de control. La mayoría de las herramientas de manejo de enfermedades, incluyendo los pesticidas, son efectivas únicamente contra un cierto rango de especies de patógenos, por ello se debe saber qué enfermedades están presentes o es probable que se presenten en un lugar determinado. Por lo anterior, pueden necesitarse diferentes métodos o prácticas de manejo aún para especies estrechamente relacionadas.

Monitoreo de campo

El monitoreo de campo proporciona la información necesaria para evaluar los problemas de enfermedades y para tomar decisiones de manejo. La información recabada en el monitoreo debe incluir incidencia de enfermedades, población de patógenos, población de insectos transmisores de virosis y sus enemigos naturales, tomando en cuenta el parasitismo y la depredación; notas sobre el desarrollo del cultivo y prácticas culturales; registro de datos de factores del ambiente; rendimiento del cultivo y pesticidas usados. El monitoreo debe utilizarse tomando en cuenta las etapas para predecir las poblaciones de vectores de virosis y el desarrollo de enfermedades.

Antes del trasplante

  • Examen de los cultivos y malezas cercanos para determinar la presencia de enfermedades y de insectos trasmisores de virosis que pudieran diseminarse hacia los cultivos.

  • Historia de cultivos.

  • Problemas anteriores de plagas, enfermedades, malezas y salinidad.

  • Prácticas culturales y tratamientos de pesticidas.

Cuando se vaya a planear la temporada hortícola recuerde que la distribución y la calen- darización de los cultivos afectarán el rango de problemas de plagas y en­fermedades que ocurran.

Después del trasplante:

  • Una o dos visitas al campo por semana.

  • Calendarizar las actividades de monitoreo de acuerdo al desarrollo del cultivo, ya que la susceptibilidad de éste a las enfermedades cambia a través de la temporada.

  • Anotar en cada visita, el estado de desarrollo del cultivo, las operaciones culturales o aplicaciones de pesticidas que hayan ocurrido desde la visita anterior.

  • Si se están muestreando plagas insectiles, también deben registrarse los números de predadores, individuos parasitados o infectados.

  • Tomar nota de la magnitud del daño y localización de cualquier síntoma de estrés o enfermedad en el cultivo.

  • Examinar el desarrollo radical y la parte aérea de las plantas.

Muchos insectos plaga producen atrayentes. Estas feromonas tiene el potencial para usarse en trampas para capturar a individuos del sexo opuesto. En la actualidad en el mercado se pueden encontrar trampas para el picudo del chile, gusano soldado, gusano del fruto y gusano alfiler, lo cual facilita el monitoreo.

En Sinaloa, durante la temporada hortícola se presenta una gran variedad de enfermedades. Poniendo como ejemplo al cultivo del tomate, durante los primeros tres meses, de septiembre a noviembre, los cultivos están expuestos a un ambiente húmedo y caliente que favorece el desarrollo del damping-off (Pythium y Rhizoctonia), la mancha bacteriana (Xathomonas campestris pv. vesicatoria), la marchitez sureña (Sclerotiun rolfsii), la marchitez manchada (virosis transmitida por trips) y los enchinamientos virales (transmitidos por mosquita blanca). El cultivo es más difícil y los herbicidas de preplante pueden causar quemaduras en las hojas debido al salpique del agua de lluvia.

El clima fresco y neblinoso de diciembre a febrero favorece el desarrollo del tizón tardío (Phytophthora infestans), el moho blanco (Sclerotinia sc!erotiorum), el moho gris de la hoja del tomate (Fulvia fulva = Cladosporium fulvum), las cenicillas (Leveillula taurina y Oidium lycopersici), la mancha por cercospora (Cercospora fuligena), la mancha gris (Stemphylium floridanum, S. solani y S. botryosum f. sp. lycopersici), el cáncer de tallos (Alternaria alternata) y la pudrición de la raíz y corona del tomate (Fusarium oxysporum f.sp. radicis-lycopersici).

De marzo a mayo la temperatura se incrementa gradualmente, con altas fluctuaciones, y el ambiente es cada vez más seco. Las altas temperaturas incrementan las quemaduras de sol en frutos y el tizón temprano (Alternaria solani). Los cultivos están más sujetos a las virosis por las altas poblaciones de mosquitas blancas (enchinamientos) y áfidos (mosaico del pepino y jaspeado del tabaco); la incidencia del tizón temprano (Alternaria solani) la cenicilla del tomate (Oidiopsis taurica), la marchitez por Fusarium (F. oxysporum f.sp. lycopersici) es alta y también hay algo de marchitez sureña.

Directrices de manejo

Las directrices del control proporcionan la forma para decidir si las acciones de manejo, incluyendo aplicaciones de pesticidas, son necesarias para evitar pérdidas eventuales por enfermedades y se deben basar en:

  • umbrales numéricos sobre ciertas técnicas de muestreo, los cuales reflejan los niveles de incidencia que causarán daños económicos;

  • historia de cultivos de un campo o una región;

  • el estado de desarrollo del cultivo y condiciones ambientales.

Métodos de manejo

Los métodos de manejo preferidos en un programa de manejo integrado son aquellos que protegen al cultivo de las enfermedades mientras que interfieren poco o nada con el cultivo y los enemigos naturales de los insectos, principalmente de aquellos que transmiten virosis. En el manejo de las enfermedades, la forma más barata y más segura es implementar medidas que nos lleven a evitar estos problemas.

1. Prácticas culturales

Muchas prácticas culturales pueden manipularse para minimizar la probabilidad de pérdidas por enfermedades, como son:

  • La selección del terreno,

  • la preparación del terreno,

  • pH del suelo,

  • la secuencia de cultivos,

  • los métodos de planteo,

  • la selección de variedades,

  • la forma de irrigación,

  • la fertilización, y

  • las medidas sanitarias.

Todas las prácticas anteriores tienen un impacto sobre los problemas de enfermedades. Las prácticas culturales deben ayudar a la prevención de posibles problemas de acuerdo a las condiciones de un área determinada.

Selección del terreno. El manejo de las plagas es más barato y más fácil en terrenos favorables para el desarrollo del cultivo. Seleccione terrenos con buen drenaje y libres de enfermedades del suelo difíciles de controlar. La textura del terreno debe ser uniforme para evitar problemas de riego y daños o falta de control por herbicidas. Examine el suelo y el agua para exceso de sales. Investigue cuales herbicidas se usaron en la temporada anterior y asegúrese que los residuos no inhibirán el desarrollo de las plantas. Recuerde que las colas de agua de otros cultivos pueden llevar residuos de herbicidas dañinos. Evite terrenos altamente infestados con malezas que son difíciles de controlar con herbicidas permitidos en los cultivos hortícolas.

Preparación del Terreno. Los terrenos bien preparados son más fáciles de regar y cultivar; las plantas se desarrollan mejor debido a que sus raíces pueden penetrar más profundamente por la ausencia de capas duras en el subsuelo. Que el terreno esté bien nivelado para que no se encharque el agua y se eviten enfermedades; que no haya terrones grandes para que los herbicidas pre-emergentes y los fumigantes sean más efectivo); y que el pH se ajuste a 6-7 para que las plantas aprove­chen mejor los elementos nutricionales.

pH del suelo. El ajuste ascendente del pH del suelo es una estrategia eficaz de manejo para el moho gris por Botrytis en los suelos arenosas. Un pH de 6.5 – 7.0 es recomendado para la supresión de la marchitez por Fusarium. También lo es para con el propósito de que las plantas aprovechen mejor los elementos nutricionales y se obtengan mayores rendimientos de cosecha. Se recomienda que los mejoradores de suelo se incorporen en forma total durante la preparación del terreno para que reaccionen en este período de preformación de las camas. El azufre requerido para bajar el pH en terrenos arcillosos, depende del pH original del suelo Cuadro 4).

Cuadro 4. Azufre requerido para bajar el pH de un suelo alcalino por hestárea.

pH original

Azufre al 99% (kg)

pH final

8.5

8.0

7.5

7.0

3 000

2 000

1 000

300

6.5

6.5

6.5

6.5

En caso de suelos ácidos con pH inferior a 6.5 es conveniente aplicar mejoradores de reacción alcalina, como cal viva (óxido de calcio) o carbonato de calcio (Cuadro 5). Para una unidad de pH abajo de 6.5 deben adicionarse dos toneladas de carbonato de calcio o tres toneladas de cal viva; multiplicar esas cantidades por tres, si el pH del suelo tiene dos unidades abajo, es decir, para llevar el pH del suelo de 4.5 a 6.5, se requiere adicionar seis toneladas de carbonato de calcio o nueve toneladas de óxido de calcio.

Cuadro 5. Cal o carbonato de calcio requerido para subir el pH de un suelo ácido.

pH original

Cal viva

(kg)

Carbonato de calcio

(kg)

pH final

5.5

4.5

3 000

9 000

2 000

6 000

6.5

6.5

Métodos de Planteo. Cuando hay riesgo de enfermedades virales se recomienda plantar o sembrar una densidad mayor para ayudar a reducir las pérdidas por la marchitez manchada, el curly top, el enchinamiento amarillo del tomate y otras virosis, ya que las plantas enfermas deberán eliminarse a medida que se van observando los síntomas, de preferencia después de la aplicación de insecticidas efectivos contra el insecto transmisor de la enfermedad, para evitar que éstos vectores vuelen a las plantas sanas. En siembras directas y suelos infestados por Pythium o Rhizoctonia es aconsejable la encapsulación de la semilla en un gel que contenga fungicidas apropiados para controlar a este hongo causante de "Damping-off". Cuando los cultivos se trasplantan le toman ventaja al desarrollo de maleza y se eliminan los problemas de la emergencia; sin embargo, hay más probabilidades de incidencia del virus del mosaico del tabaco, debido a que este se transmite durante el manejo de las plantas, por lo que aconsejable no fumar.

Selección de Variedades. Muchas enfermedades importantes pueden ser controladas o minimizadas por medio del uso de variedades resistentes. Los vendedores de semillas pueden aconsejarle sobre variedades resistentes o tolerantes con buenas características agronómicas para una determinada región.

Irrigación. El exceso o falla de agua puede disminuir el rendimiento del cultivo. Las plantas estresadas por falta de agua tienden a quedar bajas y con frutos pequeños. Por el contrario, el exceso de agua priva a las raíces del oxígeno y crea condiciones para el desarrollo de fitopatógenos acuáticos. Riegue solamente cuando sea necesario, no se rija por calendarios; para ellos es necesario estar examinando la humedad del suelo por medio de tensiómetros. El riego por gravedad favorece la acumulación de sales en la parte alta del surco, requiere más agua con el fin de mojar la semilla para que germine y, por lo tanto, favorece el desarrollo de enfermedades; en estos casos se recomienda sembrar o plantar en un lado del surco. El riego por aspersión usa menos agua y es bueno para las siembras directas, reducen el daño por sales, incorporan bien los herbicidas, aunque algunas veces pueden estimular el desarrollo de malezas. Desafortunadamente, el riego por aspersión puede promover y diseminar la mancha bacteriana y otras enfermedades del follaje. El agua debe aplicarse en cantidades que no provoquen escurrimiento. El riego por goteo es el que más economiza agua y puede aplicarse en terrenos con mucha pendiente y proporciona la forma de aplicar fertilizantes y algunos pesticidas.

Fertilización. Cuando el suelo es deficiente en nutrientes, las hortalizas compiten pobremente con las malezas y son menos capaces de sobreponerse a las en­fermedades y a los daños por insectos; las deficiencias severas pueden detener completamente el desarrollo. Siempre aplique el programa de fertilización de acuerdo con los niveles de nutrientes del terreno.

Saneamiento. Use semilla y plántulas sanas. Use estiércol y otros abonos orgánicos, pero esterilizados; no riegue con colas de aguas provenientes de otros campos: puede contener patógenos, plagas y/o herbicidas dañinos para las hortalizas; instale mallas o filtros para semillas de malezas a la entrada del agua de riego al terreno; elimine las socas de los cultivos tan pronto como sea posible y entierre los residuos por medio de arado profundo para que mueran las ninfas, pupas y huevos de insectos transmisores de virosis y de otros; establezca una secuencia de cultivos en donde se alternen susceptibles y tolerantes, para crear períodos libres de cultivos susceptibles a plagas y enfermedades; mantenga libre de malezas al cultivo, regaderas, drenes, canales, caminos, etc., cuando menos un mes antes de plantar, ya que éstas son fuentes de plagas y de enfermedades; siembre o plante en fechas recomendadas para evadir la emigración de vectores de virosis y observe fechas límite de cosecha para dejar períodos libres de cultivo; y evite zonas de mayor infestación.

Cuando termine la temporada de cultivo, guarde los estacones por tabla y cuando inicie la próxima temporada regrese los estacones a la misma tabla o estáquelos al revés con el fin de evitar la dispersión de las enfermedades del suelo, ya que los estacones se contaminan fácilmente durante la temporada. Cuando se mude a un terreno nuevo, use cintas de goteo y estacones nuevos; limpie el equipo de labranza para evitar el acarreo de suelo infestado. Si es posible, año tras año desinfeste los estacones y el alambre de bacterias, virus y hongos. Cuando haga rotaciones de cultivos, éstas que sean lo suficientemente largas para que se acabe la vida útil de los estacones.

2. Barreras físicas

Cubiertas flotantes. Las cubiertas flotantes se constituyen como una barrera física que impide el aterrizaje de los insectos, transmisores de enfermedades virosas, sobre las plantas. Las cubiertas se tienden directamente sobre los surcos sembrados o plantados y no requieren de soportes mecánicos, como aros de alambre o estacas. En general estas cubiertas son muy livianas (20 gramos/m2) y flotan suavemente sobre el cultivo en la medida que éste se desarrolla. Son porosas al agua y al viento, pero los poros son lo suficientemente pequeños para no dejar pasar a la mayoría de los insectos transmisores de enfermedades virosas. Desafortunadamente los tomates y las cucurbitáceas desarrollados bajo cubiertas, durante diciembre-marzo, cuando el ambiente es fresco y húmedo, sufren el ataque del tizón tardío y del mildiu, causados por Phytophthora infestans y Pseudoperonospora cubensis, respectivamente, pero aplicando metalaxil (Ridomil) a través del sistema de riego por goteo se pueden eludir estos problemas. Cuando el ambiente es seco, las cubiertas retienen mayor humedad relativa y provoca que no se desarrolle la cenicilla.

Acolchado plástico. El uso de acolchados plásticos evita la pudrición del suelo (Rhizoctonia solani) y la pudrición castaña (Phytophthora), previniendo el contacto entre la fruta y el suelo. El acolchado del suelo con plástico plateado ahuyenta a los insectos vectores de virosis, debido a la reflexión de la luz, y evita la trans­misión de enfermedades virosas, por lo menos cuando el follaje de la planta no cubre totalmente el plástico. También el plástico negro y el blanco son efectivos, pero en menor proporción que el plateado. El color de la película de plástico que se vaya a usar dependerá del clima. Las plantas de tomate, berenjena y chile son más susceptibles al calentamiento del suelo que el pepino, calabaza, sandía y melón.

Barreras de cultivos envenenados. En caso de mosquitas blancas y trips, las barreras deben ser de plantas preferidas por estos insectos, sembradas alrededor del cultivo que se quiera proteger, de 20 metros de ancho para dar oportunidad de que el insecto se alimente de ellas y muera. Si las plantas de la barrera se desarrollan en riego por goteo, el insecticida se puede proporcionar cuando sea necesario.

3. Control biológico

Insectos transmisores de virosis. Algunos insectos transmisores de virosis son normalmente controlados por depredadores, parasitoides, patógenos, o por una combinación de éstos. Se puede tener control biológico de las plagas insectiles seleccionando los insecticidas, dosis y métodos de aplicación para minimizar el impacto sobre los enemigos naturales.

El cultivo de soya es fuente de mosca blanca para las primeras etapas de los cultivos hortícolas y las últimas etapas de los cultivos hortícolas son fuentes de esta plaga para el cultivo joven de soya. Por ello, el control de la mosca blanca debe iniciarse en soya, inmediatamente después de las primeras lluvias, aplicando liberaciones de parasitoides (Eretmocerus y Encarsia), así como hongos entomopatógenos (Beauveria, Paecilomyces, Verticillium y Cladosporium) para que mantengan en niveles bajos las poblaciones de mosquitas blancas. La liberación de los enemigos naturales debe continuarse en los cultivos hortícolas, frijol, garbanzo, ajonjolí, etc., durante todo el año.

Enfermedades del suelo. Un gran número de microorganismos saprofíticos antagonistas compite por nutrientes y espacio en la rizosfera y el rizoplano y pueden dar un grado significante de control biológico de fitopatógenos del suelo, y los mecanismos de interacción antagonista involucran: 1) antibiosis, 2) competición y/o 3) hiperparasitismo.

1. Competición. El hongo Gaeumannomyces graminis (Ophiobolus graminis) ha sido exitosamente desalojado de la rizosfera del trigo por su pariente saprofítico Phialophora radicicola, el cual ocupó saprofíticamente el nicho ecológico de la rizosfera de trigo en el que G. graminis hubiera causado daño. El control de fusariosis por Fusarium oxysporum no patogénico se realiza por varios modos: competición por nutrientes en la rizosfera, competición por los sitios de infección en el rizoplano y resistencia inducida (por la formación de fitoalexinas). También Fusarium oxysporum saprofítico compite favorablemente con Fusarium oxysporum que ataca al camote en el rizoplano.

2. Hiperparasitismo. Ambos hongos y bacterias pueden causar hiperparasitismo (cuando un parásito parásita a otro parásito), en la rizosfera y rizoplano. El hiperparasitismo depende de las enzimas celulasas y quitinasas (enzimas que solamente poseen los hiperparásitos), de los agentes de biocontrol para degradar la pared celular de los patógenos, fenómeno conocido como lisis (rompimiento de la célula). El hiperparasitismo parece ser el principal mecanismo de biocontrol de Trichoderma spp. contra Rhizoctonia solani. La bacteria Bacillus subtilis es un excelente hiperparásito.

3. Antibiosis. Varios hongos, bacterias y actinomicetos que habitan la rizosfera y rizoplano producen antibióticos, particularmente miembros de los géneros Trichoderma, Bacillus, Rhizobium, Streptomyces y especies fluorescentes de Pseudomonas.

La adición de residuos de plantas u otros materiales orgánicos para estimular la flora antagonista a los patógenos parece ser un enfoque prometedor para el control biológico de los fitopatógenos. La incorporación de grandes cantidades de materia orgánica animal o vegetal en el suelo, generalmente incrementa la actividad de los microorganismos nativos, incluyendo los antagonistas, lo que disminuye las poblaciones de hongos fitopatógenos.

La incorporación de quitina es especialmente efectiva, ya que los agentes de biocontrol producen enzimas que desdoblan la quitina y pueden aumentar sus poblaciones en el suelo. La pared celular de muchos hongos está constituida por quitina. Bacillus, Trichoderma y los actinomicetes son capaces de utilizar la quitina como sustrato para incrementar sus poblaciones y por ello pueden disminuir las poblaciones de hongos patógenos y huevos de nematodos.

También, la efectividad de varios materiales orgánicos ha sido atribuida a la formación de compuestos volátiles tóxicos. Los residuos de crucíferas (repollo, brócoli, coliflor, etc.) en descomposición producen mercaptanos, varios sulfuros, isotiocianatos, amonio, metanol, etanol, acetona, acetaldehído y otros aldehídos, los cuales son tóxicos a muchos hongos y nematodos.

Enfermedades del follaje. La bacteria Bacillus subtilis controla varias enfermedades fungosas (como Botrytis, cenicillas, etc.) y bacterianas del follaje del tomate y puede sobrevivir durante mucho tiempo debido a la presencia de una endospora (espora en el interior de la célula bacteriana) de resistencia.

Enfermedades bacterianas. El control de la mancha bacteriana causado por la raza T1 de Xanthomonas campestris pv vesicatoria ha sido logrado en Florida, usando la raza T3 de esta bacteria (cepas de la raza T3 antagonizan a la raza T1) y con otras bacterias antagónicas como Pseudomonas putida B56 y Pseudomonas syringae. También la mancha bacteriana ha sido controlada mediante aplicaciones de bacteriófagos (virus que se alimentan de bacterias).

4. Pesticidas

Las aplicaciones de pesticidas al follaje pueden realizarse por avión o con equipo terrestres, pero se prefiere la última, debido a la penetración superior al follaje y el cubrimiento de las superficies inferiores de las hojas. Una aplicación típica se hace por medio de un aspersor montado a un tractor con una presión de 200 a 275 libras por pulgada cuadrada y 800 litros/ha de aspersión fina sobre las plantas completamente desarrolladas. La velocidad del tractor debe ser de 5 km por hora. Las boquillas deben trabajar correctamente, los cedazos deben estar limpios y el arreglo de las boquillas permita un cubrimiento fino adecuado. La mayoría de las enfermedades fungosas pueden controlarse adecuadamente con una aplicación de fungicida por semana, mientras que para las enfermedades bacterianas se requieren dos aplicaciones semanales.

En un programa manejo integrado, los pesticidas deben usarse solamente cuando sean necesarios y se deben escoger los materiales y métodos de aplicación que controlen efectivamente las enfermedades con un mínimo de efectos adversos sobre el cultivo y los enemigos naturales de los insectos plaga.

El tiempo de aplicación de los pesticidas para controlar enfermedades del follaje debe ser cuando se presentan condiciones ambientales favorables para el desarrollo de dicha enfermedad y cuando el inóculo esté próximo a arribar, o sea inmediatamente antes de que se presente la enfermedad. Una aplicación en el tiempo adecuado puede ser más efectiva que muchas aplicaciones posteriores. La calendarización de las aplicaciones es muy importante. Si las aspersiones de fungicidas se inician después de que la enfermedad se descubra, puede ser imposible frenar una epidemia, principalmente si se trata del tizón tardío.

Los pesticidas deben ser selectivos para no eliminar a los organismos benéficos y aplicarse alternados o formando mezclas tomando en cuenta diferentes grupos químicos para evitar el incremento de individuos con resistencia.

Pérdida de actividad de los fungicidas contra hongos del suelo

Los hongos patógenos de las partes aéreas de las plantas pueden adquirir más rápidamente resistencia a los fungicidas, principalmente a los más recientes, que los hongos del suelo, lo cual se puede comprobar in vitro sobre medios de cultivo a los cuales les han sido aplicados fungicidas (al menos para los no parásitos estrictos).

Este fenómeno no parece producirse frecuentemente entre los patógenos del suelo, ya que son pocas las posibilidades de éxito de las infecciones, debidas a una sola célula mutante resistente a un fungicida. Para que una infección consiga extenderse es necesario un esclerocio (estructura fungosa, dura, formada por hifas compactas), numerosas clamidosporas (célula fungosa de pared gruesa), o una vigorosa ramificación micelial (conjunto de hifas). Sin embargo, al menos en dos casos particulares se han detectado pérdidas de actividad de los fungicidas frente a los patógenos del suelo que atacan al tomate:

Bencimidazoles. La falta de un buen control a Sclerotinia sclerotiorum se puede deber a que el benomil y sus productos próximos como el tiabendazol, el tiofanato metilo y el carbendazim son fungistáticos y no fungicidas. Los esclerocios inhibidos sobreviven cuanto más activos se muestran estos fungicidas frente a Trichoderma y Gliocladium, agentes de destrucción de los esclerocios en el suelo.

Dicarboxamidas. Cuando el benomil dejó de utilizarse para combatir a Sclerotinia minor y S. cepivorum, en Francia, fue relevado por la iprodiona y más tarde por la vinclozolina. Dichos productos también han experimentado descensos de actividad antifungosa, tanto en la lechuga como en los Allium (cebolla, ajo, etc.). En este caso, la explicación reside en que su uso repetido estimula la aparición de una microflora en el suelo muy apta a degradarlos rápidamente, lo que reduce su tiempo de efectividad. Su efecto, en lugar de prolongarse de dos a tres meses, únicamente perdura durante varias semanas.

Bactericidas y fungicidas

  • Bactericidas

En comparación con los productos cúpricos puros, la mayor eficacia bac­tericida de las mezclas cobre + etilenbisditiocarbamatos ha sido constatada en particular al sur de los Estados Unidos frente a X. campestris pv. vesicatoria (pimiento, tomate), lo que puede explicarse en base a dos razones:

1. La acción del ión Zinc del zineb presente en la mezcla.

2. La solubilización más elevada del cobre en presencia de ditiocarbamatos.

Esta eficacia más elevada se detecta de forma particular cuando el caldo es preparado durante la víspera de su utilización. Por supuesto, se corre el riesgo de que la fitotoxicidad cúprica sea mucho más elevada.

X. campestris pv. vesicatoria puede convertirse en resistente al cobre gracias al efecto de un plasmidio de fácil adquisición. La resistencia al zinc es igualmente posible in vitro, pero jamás ha sido detectada en el campo.

Se puede preparar con facilidad un caldo de zinc añadiendo 400 gramos de cal viva a 1 Kg de ZnS04 disuelto en 100 litros de agua.

Las bacterias adquieren fácilmente resistencia a los iones metálicos, pero se adaptan mucho más rápidamente a los antibióticos que a los iones metálicos. El uso de oxidantes puede ser recomendable: permanganato de potasio o 4 a 8 mg de cloro activo por litro de agua.

El cobre y mancozeb mezclados ejercen el mejor control para la mancha bacteriana. Cuando las condiciones del medio ambiente favorecen el desarrollo de la mancha bacteriana, esta mezcla tiene que usarse como el "fungicida" principal. Si las condiciones son particularmente favorables, las aspersiones frecuentes no son suficientes para mantener la mancha bacteriana por abajo de los niveles perjudiciales. Los compuestos de cobre cuando se usan excesivamente también pueden retardar el desarrollo de la planta y causar la mancha cobriza de la fruta. La mezcla de cobre y mancozeb tiene mejor actividad bactericida que el cobre solo, pero es menos eficaz que el mancozeb solo contra varios patógenos fungosos. Esto muestra problemas particulares cuando el tizón tardío es una amenaza al mismo tiempo que lo es una enfermedad bacteriana. En esos casos separe las aspersiones con cobre/mancozeb o aplique clorotalonil solo, alternado con la mezcla. Alternativamente, pueden usarse aspersiones de clorotalonil y cobre, porque el cobre no tiene el efecto de la eficacia fungicida de clorotalonil. El tizón temprano es una enfermedad foliar fungosa que es realmente controlada adecuadamente por las aplicaciones de mezclas de cobre/mancozeb, pero el azoxystrobin controla mejor esta enfermedad.

  • Fungicidas minerales

El caldo bórdeles es uno de los fungicidas más antiguos y se prepara añadiendo cal viva (400 gramos si es de buena calidad) a una solución de 1 kg de sulfato de cobre en 100 litros de agua. En el mercado hay diversas formas de cobre solubilizado. Las más frecuentes son (por orden de fitotoxicidad creciente): el caldo bórdeles desecado listo para su empleo; el hidróxido de cobre; el oxicloruro de cobre y el óxido de cobre micronizado.

Entre las hortalizas, el tomate es la hortaliza más resistente al cobre y soporta fácilmente caldos a 250 gramos de cobre por 100 litros de agua; sin embargo, el frijol y el apio son más sensibles. Las cucurbitáceas, los Allium y las lechugas todavía toleran menos la fitotoxicidad cúprica. La eficacia del cobre es directa frente a las peronosporales (Pythium, Phytophthora, Peronospora, Albugo, etc.): las zoosporas confrontadas al sulfato de cobre a 1/50.000 perecen instantáneamente. La sensibilidad del resto de los hongos varía según las especies; los Colletotrichum, que se muestran particularmente resistentes, son capaces de contaminar plantas al instante de haber sido tratadas con caldo bórdeles al 2%. Pero la acción del cobre sobre las enfermedades fungosas de las plantas no se limita a una acción fungicida directo. Del mismo modo que el plomo, el mercurio o la plata suscita modificaciones fisiológicas en los tejidos superficiales de las plantas: espesor de las paredes celulares, producción de fitoalexinas (fenoles formados en respuesta a la infección).

El azufre se comporta de forma especialmente activa frente a los oídios (cenicillas). Resulta efectivo sobre todo por su vapor y se muestra especialmente eficaz (pero eventualmente fitotóxico) en tiempo cálido (máxima> 30°C). De entre los azufres en polvo, los más activos son los sublimados. Los azufres humectables en la actualidad se hallan mayoritariamente micronizados (partículas muy pequeñas). La acción del azufre sobre hongos no oídios no es nada despreciable, en particular sobre aquéllos cuyo micelio es superficial. El azufre en polvo debe ser utilizado a dosis del orden de los 10 kg/ha y los humectables a 600 g/100 litros de agua.

  • Fungicidas orgánicos de síntesis y amplio espectro de acción

De entre aquellos pertenecientes a la "primeras generación", los más importantes son los ditiocarbamatos: el zineb (sal de zinc), el maneb (sal de manganeso), el mancozeb (sal compuesta de zinc y manganeso) y el propineb (sal de zinc). Los tres últimos presentan una eficacia fungicida y una persistencia mejor que la del zineb, la acción del cual resulta, sin embargo, interesante sobre plantas jóvenes y frágiles, gracias a la ausencia total de fitotoxicidad. Estos productos no son eficaces para controlar los oídios o Botrytis cinerea. Frente a esta última, el tiram (del que hablaremos también en el apartado "tratamientos de semillas"), presenta una eficacia mejor que la del resto de ditiocarbamatos. Constituye, quizá, el mejor recurso para erradicar este hongo cuando se muestra resistente, como ocurre en Creta con todos los antibotríticos (fungicidas que actúan contra los hongos de la Familia Sclerotiniaceae).

Otra familia de fungicidas que sigue muy de cerca a los ditiocarbamatos es la de los ftalamidas, integrada por el captafol (actualmente prohibido), el captan y el folpet. El espectro de actividad de estos productos es análogo al de los ditiocarbamatos, resultando incluso ligeramente efectivos para combatir la Botrytis cinerea.

Dos productos que no han originado familia alguna, la diclofluanida y el clorotalonil, son cada vez más utilizados. Superan el espectro de actividad de los ditiocarbamatos sobre los oídios y Botrytis cinerea, En Creta, en cultivos de invernaderos, han aparecido cepas de Botrytis resistentes, tanto a ambos productos como al captan. Las conidias se muestran relativamente sensibles a ellos, pero el crecimiento micelial es posible en presencia de estos productos. El clorotalonil, mancozeb o maneb ofrecen el espectro más amplio contra las enfermedades foliares fungosas comunes del tomate: tizón tardío, tizón temprano y mancha foliar (Corynespora).

Los productos de la "segunda generación" de fungicidas de síntesis, comprenden la familia de los bencimidazoles: el tiabendazol, el benomil, el metiltiofanato y el carbendazim. El benomil es translaminar y los otros tres son sistémicos, que son absorbidos por las plantas. El benomil se transforma en carbendazim. Estos fungicidas son inefectivos contra los peronosporales y Pleospora (Alternaria, Stemphyllium, Phoma betae) y han provocado resistencia en algunos oídios, ciertas formas imperfectas de dothideáceas (ejemplo: micosfareláceos: Septoria, Cercospora), y Botrytis cinerea). Colletotrichum y Cladosporium Fulvia) se controlan fácilmente con bencimidazoles. El tizón temprano se incrementa cuando se aplica benomil en forma repetida para controlar el moho gris foliar del tomate, probablemente debido a que el benomil destruye la microflora fungosa de la filósfera (superficie del follaje) que es antagonista a la Alternaria solani.

Productos pertenecientes a familias químicas diversas, pero que comparten la propiedad de impedir la biosíntesis de los esteroles de los hongos de micelio tabicado, han acabado por relevar a los bencimidazoles.

Cuadro 6. Ejemplos de fungicidas que inhiben la biosíntesis de ergosterol (IBE).

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Estos fungicidas se dividen en dos grupos, según la etapa en la que bloquean la serie de reacciones que posibilitan esta síntesis. Las familias químicas, por lo general, se agrupan de acuerdo al nombre del ingrediente activo. Estos productos no son efectivos contra los mildius, pero su espectro de actividad abarca, por lo general, a los oídios, las royas y los hongos que corresponden a formas imperfectas de dothideáceas (ex micosfareláceas), como Septoria, Cercospora, plerosporáceas distintas a Pleospora y ciertos Phoma (ejemplo: Phoma lingam), y Ascochyta.

  • Antimildius

Estos productos, específicos para los Peronosporales, son en su mayoría sistémicos, si exceptuamos al cimoxanilo que sólo es translaminar. El propamocarb, cuando es aplicado al suelo, resulta sobre todo eficaz contra Pythium y Phytophthora (pero no contra todos), puede también mostrarse activo por vía sistémica contra algunos mildius (ejemplo: Bremia lactucae). Las acilaninas, de entre las cuales, la más utilizada en cultivos hortícolas es el metalaxil, son sistémicas. Muy empleadas para la pulverización de las plantas desde principios de la década de los 80, han generado rápidamente la aparición de cepas resistentes de Phytophthora infestans y Pseudoperonospora cubensis. Sin embargo, el metalaxil, aplicado a través del sistema de riego por goteo, da excelentes resultados contra los hongos mencionados. El oxadicil no pertenece del todo a la familia química de las acilaninas, y las resistencias cruzadas acilaninas-oxadicil son muy poco acusadas. El fosetil-Al, casi no tiene actividad fungicida in vitro, cuando es absorbido por las plantas, se convierte en ión fosfito. Su actividad antimildiu parece estar ligada a una activación de las defensas naturales de la planta y se mueve acropétala y basipétalamente (hacia arriba y hacia abajo). El metalaxil, otrora el mejor fungicida para controlar el mildiu de las cucurbitáceas y el tizón tardío de la papa y el tomate, ya no es la opción de control aplicado al follaje, pero presenta excelentes resultados si se aplica a través del sistema de riego por goteo. Estas enfermedades se controlan mejor mediante aplicaciones de clorotalonil, mancozeb y folpet.

  • Antioidios

Anteriormente hemos señalado la acción nada desdeñable de la diclofluanida y del clorotalonil, la eficacia de los bencimidazoles, sujeta a la aparición de cepas resistentes y la de los inhibidores de la biosíntesis del ergosterol. El quinometionato es un producto más específico que los anteriores contra los oidios y comparte con el azufre propiedades acaricidas. Los productos estrictamente antioídicos son: el dinocap, el bupirimato, el pirazofos y el miclobutanil, el primero de los cuales es el único no sistémico.

  • Antiesclerotinia

Partes: 1, 2
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