Las dicarboximidas: la iprodiona, la vinclozolina y la procimidona pertenecen a este grupo químico. Botrytis cinerea desarrolla resistencia directa, pero no persistente, y de un nivel menos elevado que el que muestra frente al benomil. Como el uso de bencimidazoles no está prescrito para luchar contra B. cinerea, se aconseja siempre la utilización de dicarboximidas, aunque únicamente dos veces en una misma temporada de cultivo. La iprodiona es, además, un fungicida de espectro de actividad relativamente amplio: es el mejor anti Alternaria del que disponemos tras el abandono del captafol; su actividad contra la Rhizoctonia parda es igualmente interesante. Sin embargo, no presenta buena actividad contra Alternaria solani.
Antibacidiomicetos
Se puede intentar combatir las royas y las rizoctonias foliares, practicando una pulverización sobre el follaje. Anteriormente se ha señalado la eficacia de la mayoría de los inhibidores de la biosíntesis del ergosterol frente a las royas. En este sentido también debe ser considerada la oxicarboxina y la oxatina. Entre los nuevos productos más eficaces frente a Rhizoctonia, se encuentra la iprodiona y, más recientemente, el pencicurón y el mepronilo, ya citados por ser aplicables al suelo.
El Azoxystrobin (Amistar) es un fungicida con un espectro amplio de actividad y es el mejor contra varias de las enfermedades del tomate como Alternaria solani, Fulvia fulva, Leveillula taurica y Oidium lycopersici.
Lucha contra insectos vectores de virosis
La aplicación, a la raíz, de insecticidas sistémicos, los cuales son efectivos contra vectores de virosis, como el imidacloprid (Confidor® 350), el thiametoxam (Actara® 25 WG), carbofuran (Furadan® 350 L), oxamyl (Vydate® L), acefate (Orthene®), etcétera, tienen la ventaja de no eliminar a los insectos benéficos, ya que éstos no se alimentan del cultivo, sino de la plaga; sin embargo, cuando la presión de las poblaciones de vectores es muy alta, la aplicación de estos insecticidas no es suficiente para evitar las virosis.
El virus del moteado amarillo del tomate (TMoV) y el virus del enchinamiento amarillo (TYLCV) son transmitidos por la mosca blanca de la hoja plateada (Bemisia argentifolii); su control se logra solamente bajo un manejo integrado. Es recomendable, por ejemplo, que los cultivos sean destruidos inmediatamente después de la cosecha: esto reduce las áreas donde las moscas blancas pueden aumentar sus poblaciones y moverse a los cultivos nuevos. Las malezas y las plantas de voluntarias de tomate, que pueden servir como hospedantes de la mosca blanca, deben eliminarse. Las plantas con síntomas dentro de un campo deben ser inmediatamente arrancadas. El imidacloprid y el thiametoxam deben aplicarse antes del planteo y dar buen control a principios de la temporada de la mosca blanca de la hoja plateada.
El manejo de las enfermedades virales transmitidas por áfidos (incluyendo el virus Y de la papa, el virus del jaspeado del tabaco y el virus del amarillamiento del tomate) mediante insecticidas es generalmente pobre. Todos estos virus son llevados en el estilete (sonda de alimentación) del áfido y se transmiten a las plantas de tomate al mismo tiempo o antes que una dosis letal de insecticida está siendo ingerida por el áfido. En Florida, el JMS stylet oil, un aceite de petróleo de calidad superior, es prometedor en la protección de varias hortalizas, incluso el tomate, de las enfermedades virales transmitidas por áfidos. Una capa delgada de este aceite en la superficie de la planta aparentemente sirve para inactivar el virus o para limpiar el estilete a medida que el áfido sondea a través de la cutícula de la planta.
El virus de la marchitez manchada del tomate, transmitido por trips, es una enfermedad muy perjudicial y difícil de controlar. Los esfuerzos para controlar la marchitez manchada del tomate controlando el trips vector se ha encontrado con limitado éxito a pesar de que el vector es fácilmente controlado por carbofuran (Furadan).
Erradicación
1) Tratamiento al suelo
Los cultivos hortícolas generalmente se plantan en suelos vírgenes o se practican rotaciones de cultivo para reducir las pérdidas, debidas a enfermedades causadas por patógenos del suelo, como Verticillium, Fusarium, Rhizoctonia, Pythium, Phytophthora, Sclerotium, Sclerotinia, Phymatotrichum, Meloidogyne, Pseudomonas, Clavibacter (Corinebacterium), etcétera. En el caso de las hortalizas, éstas también son afectadas por plagas del suelo, como la gallina ciega (Phyllophaga spp.) y otros insectos que amenazan a los cultivos.
Solarización del suelo. La solarización consiste en cubrir el suelo húmedo con plástico transparente delgado durante el verano para incrementar las temperaturas a niveles letales para mayoría de los fitopatógenos, insectos y malas hierbas. El período de tratamiento debe ser mayor de cuatro semanas para ejercer control efectivo en las capas más profundas del suelo. La profundidad del suelo hasta donde se pueda tener control satisfactorio depende fundamentalmente de la duración del tratamiento, de la intensidad de la radiación solar y de la conductividad térmica del suelo.
Fumigación del suelo. Los fumigantes son biocidas volátiles de amplio espectro que pueden aplicarse al suelo, y durante un período de exposición matarán muchos de los agentes de enfermedades potencialmente dañinos. Los fumigantes deben penetrar completamente en los espacios entre las partículas del suelo: los residuos de la cosecha pueden interferir con la penetración del fumigante, ellos deben incorporarse al suelo y dejarlos que se descompongan antes de fumigar.
Los fumigantes de suelo más populares son la cloropicrina, el bromuro de metilo, el dibromuro de etileno y la mezcla dicloropropeno-dicloropropano conocidas como Telone y el metamsodio (Vapam). Con una mezcla compuesta de partes iguales de cloropicrina y bromuro de metilo a una dosis de 200 kg/ha se obtiene control más efectivo de los patógenos y plagas en un amplio rango de tipos de suelo. Cuando se va a fumigar, es importante preparar bien el terreno y luego regar para romper la dormancia (estado de letargo de las estructuras de los hongos) de las estructuras de resistencia de los patógenos del suelo y de las semillas de malezas para volverlas más susceptibles al fumigante. Después de siete días o cuando la humedad sea adecuada se debe aplicar el fumigante. Con una mezcla compuesta de partes iguales de cloropicrina y bromuro de metilo a una dosis de 200 kg/ha, se obtiene control efectivo de los patógenos en algunos tipos de suelo.
La fumigación anual repetida no tiene efectos tóxicos acumulativos en períodos de tres a cinco años. Los fumigantes pueden parcialmente esterilizar el suelo provocando una reducción temporal de microorganismos. La nueva población de microorganismos algunas veces difiere de la original, aunque ésta vuelve a restaurarse eventualmente.
Muchos fumigantes del suelo estimulan el desarrollo de las plantas si se aplican en preplante, debido a que la microflora nativa ejerce un efecto estimulatorio directo e indirecto en el desarrollo de las plantas en los suelos fumigados. Después de la fumigación (que puede persistir de 8 a 23 semanas, dependiendo de la concentración del fumigante aplicado al suelo, ocurre inhibición de la nitrificación
Si se aplican fumigantes del suelo, la cama debe ser firme y tener buena humedad. Se recomienda que los picos aplicadores estén separados a 20 cm sobre la cama, e inmediatamente después volver a pasar la prensa antes de colocar el plástico. En este lapso de tiempo, se debe aplicar el fertilizante nitrogenado-potásico, los herbicidas, así como las mangueras del sistema de riego por goteo (si es que se usan).
La mejor manera de controlar patógenos del suelo es integrar métodos de desinfectación que sean efectivos para este propósito. La creación de vacíos microbianos (eliminación de microorganismos) por medio de fumigación y solarización es recomendada, siempre y cuando, posteriormente al proceso de desinfectación, se llenen los vacíos microbianos con agentes de bíocontrol como es el caso de Bacillus subtilis, una bacteria que aguanta las condiciones adversas del suelo (altas temperaturas y sequedad), para retardar la reinvasión o disminuir las poblaciones de patógenos del suelo.
Cuando se trata de cultivos hortícolas, el sustrato de invernadero debe tratarse con Bacillus subtilis, antes de sembrar las charolas, para asegurar que este organismo benéfico colonice las raíces de las plantas. Antes de llevar al campo las plántulas, a éstas debe aplicárseles organismos antagonistas (como Bacillus subtilis y Trichoderma) en el agua de riego, con el fin de asegurar una buena población de estos antagonistas en el sustrato llevado en las raíces. El planteo debe llevarse a cabo en el terreno previamente tratado. Posteriormente deben realizarse aplicaciones de agentes de biocontrol capaces de colonizar las raíces del cultivo para reforzar la protección de éstas y mejorar el rendimiento y calidad de la cosecha.
La aplicación de agentes de biocontrol en terrenos no infestados es importante para retardar el incremento de las poblaciones de patógenos, más aún cuando se trata de invernaderos, en donde la inversión es alta, para no cambiar de lugar en pocos años. Bacillus subtilis y Trichoderma spp, son los antagonistas más recomendados, ya que además de controlar una gran diversidad de patógenos también colonizan las raíces. Sin embargo, Bacillus subtilis puede considerarse como la reina del control biológico, ya que es resistente al metam-sodio y la solarización, mientras que Trichoderma puede morir fácilmente cuando se expone a estas técnicas de desinfestación; proporciona protección preventiva contra enfermedades causadas por hongos, bacterias y nematodos; mejora el rendimiento y calidad de la cosecha; y es más fácil de reproducirse masivamente.
Ninguno de los métodos de desinfestación por sí solos asegura que las plantas no se enfermen, más aún si se trata de cultivos de ciclo largo, como es el tomate.
2) Tratamiento de la semilla
La semilla debe tratarse con en agua caliente a 55°C durante 30 minutos, remojarse en hipoclorito de sodio al 1.0% durante 20 o 40 minutos o sumergirse en ácido clorhídrico al 5% por 5 ó 10 horas.
Si se va extraer la semilla, se dejará fermentar la pulpa del fruto por 96 horas, procurando mantener la temperatura a 21ºC. Dos veces al día se agitará la pulpa para sumergir la capa superior del sobrenadante (sólidos que flotan en el líquido) en los tanques de fermentación. La semilla recién extraída puede tratarse con agua caliente o cloro.
El tratamiento de agua caliente debe ser en baño maría con agitación para mantener uniforme el calentamiento. Se recomienda usar un termómetro para una lectura precisa. Después del baño caliente, ponga la semilla en agua fría, seque completamente sobre periódico y luego espolvoree con un fungicida protectivo. Las semillas recién cosechadas aguantan el tratamiento de temperatura mejor que las semillas de uno o dos años, y el tratamiento deberá hacerse tan pronto como sea posible después de la cosecha. El tratamiento de agua caliente controlará las bacterias de la semilla, pero no erradicará el virus del mosaico del tabaco.
El hipoclorito de sodio (NaClO) es una sal del ácido hipocloroso (HOCl). El hipoclorito de sodio es alcalino; en la medida que se acidifica, se forma ácido hipocloroso más hidróxido de sodio. Al ácido hipocloroso (HOCl), en la medida que se le agrega hidróxido de sodio (NaOH), se forma el hipoclorito de sodio (NaClO). El cloro en solución acuosa puede existir como un elemento solamente en un pH menor de 2. En soluciones menos ácidas, éste se convierte a ácido hipocloroso: Cl2 + H2O = HOCl + H+ + Cl-
A medida que el pH se incrementa, el ácido hipocloroso disminuye.
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Autor:
José Ramírez Villapudua
Roque Abel Sáinz Rodríguez
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