Las normas y modelos que dictan algunas religiones, el estado y diversas filosofías, luego de transcurrir un tiempo en el que la sociedad las asume para conducirse bajo esos principios, tienden a ser destruidas por la misma sociedad que en un momento dado las creó, alentó y asumió. La idea de ofrecer estas normas o modelos de vida para la población tienen como propósito dictar lo correcto e incorrecto, lo bueno o lo malo, lo deseable o indeseable en la forma de conducirse entre los seres humanos.
Hasta hace poco, las distintas culturas de tan diversos pueblos que conforman el planeta tierra, resguardaban en su seno mucha de la esencia en la que fueron creadas, pero hoy en día, con la tendencia mundial a la globalización, se infiltran corrientes, ideas, modas, filosofías, música, gastronomía, costumbres y folclor de una sociedad a otra, por distante que esta se encuentre, repercutiendo en la vida de todos los seres humanos.
En el mundo actual, de Europa a América, de Asia a África y de Oceanía a cualquier otra latitud terrestre, fluyen estas modalidades, en parte, debido al acceso que ofrece la Internet para que los seres humanos se relacionen entre sí, y porque la apertura de los mercados internacionales acercan a las personas productos y mercancías, música, vinos, ropa, películas y todo aquello que demande la sociedad contemporánea, como si estuviese habida de pertenecer a la cultura del consumismo y la diversidad cultural e ideológica a la que nunca antes se tuvo tanto acceso como ocurre en el presente.
Durante siglos se ha dicho que el matrimonio es la base de la sociedad, que las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio, que deshonraba practicar la sexualidad antes de casarse, que los varones debían ser el sustento moral y económico del hogar, que la homosexualidad era una desviación sexual o enfermedad mental, etc.
Sin embargo, llegado el momento en que la sociedad se siente oprimida por dichos preceptos, leyes, normas o modelos, porque han dejado de ser útiles para enfrentar la vida presente, éstas tienden a destruirse de manera paulatina, y en ese intento de destrucción sobreviene inevitablemente una crisis existencial acompañada de: duda, miedo, vacío, incertidumbre, incredulidad, angustia, confusión, porque el ser humano no tiene de donde asirse para andar por la vida.
Paradójicamente, mientras la destrucción se efectúa, comienzan a gestarse nuevos y sutiles modelos, normas y corrientes ideológicas y filosóficas que brindarán alternativas más funcionales para los seres humanos que frecuentemente se sienten asfixiados por la falta de identidad, de reconocimiento personal, de afectividad, de oportunidades laborales, educativas, alimentarías, etc.
Los medios de comunicación masiva, especialmente la televisión, han perdido el rumbo y el compromiso moral que tienen con la sociedad para fomentar también modelos de felicidad, de honestidad y compromiso entre los seres humanos.
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