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Autenticidad: El Retorno a la Inocencia del Ser (página 2)

Enviado por Gabriel Rubio Badillo


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Las máscaras cuestan mucho porque son ineficaces para evitar realmente el dolor; sólo lo desplazan o lo postergan para, al final, hacerlo más grande.

Este proceso genera una percepción negativa del mundo y de la vida, que se autosostiene en el inconsciente y se retroalimenta con las experiencias que por sí mismo sigue generando. Como resultado, la felicidad y el disfrute se reducen a momentos esporádicos y transitorios, por la necesidad de estarse cuidando y defendiendo de un enemigo imaginario.

Este enemigo es el recuerdo del dolor del pasado y la consecuente hostilidad propia, proyectados en las personas del presente, a las que casi nunca nos permitimos conocer de manera realista. Si pudiéramos resumir en un problema característico a todas las complicaciones en el área de las relaciones humanas, quizá la falta de autenticidad sería lo bastante representativa.

Usualmente las personas a quienes se acaba de conocer, nos representan un cúmulo de recuerdos, expectativas, prejuicios y conflictos inconscientes, mismos que condicionan la calidad del trato y la convivencia prácticamente desde el momento mismo en que las relaciones inician.

En las relaciones al paso del tiempo, los problemas típicos proceden de malos entendidos, de suposiciones erróneas, de cosas que alguien esperó del otro aunque este jamás las hubiera planteado; de situaciones que simplemente se dieron por sentado. Al paso del tiempo, la gente se da cuenta de que en realidad no se conoce entre sí a fondo; o lo que es peor, que no se conoce a sí misma. Comprende que creyó cosas de alguien por mera suposición.

El contexto de las relaciones de pareja, debido a la inclusión de la esfera de  intimidad personal, es el que más riesgos supone para el equilibrio afectivo de los participantes.  Inicialmente es característica la presencia de intensas ilusiones y expectativas tanto conscientes como encubiertas, pero al igual que estas, también surgen y se activan defensas y temores profundos: emociones que pasan desapercibidas generalmente.

Si algo contamina de manera severa una relación amorosa, son las luchas por el poder y el dominio de uno o ambos miembros, aunque estas peleas suelen aparecer disfrazadas como preocupación o interés elevado por el otro.

El control, la supervisión, los reclamos y las exigencias, van sustituyendo poco a poco a los momentos románticos y placenteros.

La confianza inicial va siendo desplazada por la sospecha de infidelidad, por el miedo al abandono, a la pérdida del otro como si fuera una posesión; la libertad de las decisiones se restringe y las necesidades mutuas dejan de ser escuchadas entre si.

Las propias debilidades son inconscientemente proyectadas en la pareja, y lo que empezó como un acto de amor se transforma en una relación de dominio y control, en donde los sentimientos genuinos de afecto, se restringen como sinónimo de debilidad, y las máscaras se apoderan de la escena.

Además de las máscaras, también han aparecido los miedos más profundos que permanecían sumergidos tras una aparente actitud desenvuelta y despreocupada.

Así podemos entender que la falta de autenticidad o las máscaras, y los intentos de control y dominio, esconden algo muy poderoso: el miedo. Miedo a perder al otro, a que su amor se acabe, a ser engañados o a ya no ser tan importantes para la pareja.

El dominio y las exigencias acaban por destruir la mayor parte de las relaciones de pareja, según las estadísticas sobre divorcio y desintegración familiar. Un miedo intenso dirige esta conducta controladora. Entonces cabe preguntarnos ¿Qué es lo que hace tan poderoso a este miedo en los seres humanos? ¿Qué lo origina y cómo puede ser tratado? El único camino posible es de regreso.

Retornar a la esencia, soltar lo que no somos, despojarnos de las máscaras, vivir sin la paranoia de  estar defendiéndonos de la gente, atrevernos a ser nosotros mismos, soltar el conformismo, dejar de pedir limosnas emocionales, dejar de mendigar el afecto y percibir la felicidad como un asunto interior que ya ha sido dotado en el espíritu mismo.

Necesitamos del silencio y la autoobservación constante para no vivir detrás de las costosas máscaras de las apariencias, dejar de vivir para darle gusto a los demás.

En ese camino del autodescubrimiento, y donde participa el terapeuta humanista, la persona aprende a darse cuenta de que nada puede realmente hacerle daño, de que el sufrimiento es creado y permitido por la mente.

Aprende sobre todo la experiencia más grande que puede ser comprendida: el Espíritu Humano es Indeformable.

Bibliografía sugerida para consulta: El Proceso de Convertirse en Persona, Carl Rogers, Editorial Paidós. / Autoliberación Interior, Anthony de Mello, Editorial Salt Terrae. / Rompe el Idolo, Anthony de Mello, Editorial Salt Terrae / Dentro y Fuera del Tarro de la Basura, Fritz perls.

 

Autor:

Lic. Gabriel Rubio Badillo.

Lic. en Psicología – Director de la Asociación de Psicología Humanista Integrativa

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