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Sobre "Arráncame la vida" de Ángeles Mastretta (página 2)

Enviado por Karla Herrera


Partes: 1, 2

Además de ser Catalina el arquetipo de mujer en búsqueda de liberación personal, Andrés, su marido, es el prototipo del macho mexicano envuelto en sus aventuras adúlteras y criminales (en el nombre de este personaje principal encontramos un simbolismo fuertemente marcado: Andrés proviene del griego andros que significa "hombre" o macho en esta ocasión; Ascencio es una derivación del verbo ascender, que es la única acción en la cual ésta persona se concentra). El rasgo principal de la liberación de la mujer es la manera en que Catalina critica la vida de sus compañeras de estado, quienes se contentan con la vida que el destino les ha dejado y con la cual se sienten perfectamente cómodas, al contrario de ella quien se pasa toda la vida intentando superarse, tanto en sus habilidades en la cama, como en la cocina y en la vida en sociedad, al punto en que asume varias actitudes de su esposo como es el adulterio y una infinita capacidad para ocultarlo.

Posiblemente la crítica personal más dura (y a la que menor atención se le presta) es cuando Catalina declara que le gustaría ser una de las amantes de su marido en lugar de la mujer legítima, puesto que de él solamente conocería el lado amable y galante, sólo viviría para complacerlo (complaciéndose a su vez a sí misma) y, lo más importante de todo, nadie la consideraría su cómplice oficial, su esposa. A Andrés se le conocen más de diez mujeres, entre queridas y amantes ocasionales, las cuales gozan de la riqueza del hombre; Catalina llega a tener dos amoríos fuera del matrimonio, en uno de los cuales entrega su corazón y su alma al hombre quien sería asesinado por los celos de su marido, y a otro a quien le lloraría en la hora de su muerte, causada de nuevo por el hombre quien se dice su protector y amante.

Las envidiaba porque ellas sólo conocían la parte inteligente y simpática de Andrés (…) Me hubiera gustado ser la amante de Andrés (…) librarme de la Beneficencia Pública y el gesto de la primera dama. Además, a las amantes todo el mundo les tiene lástima o cariño, nadie las considera cómplices. En cambio, yo era la cómplice oficial.

Asimismo retrata como las acciones emprendidas en su nombre para ayudar a la sociedad llegan a considerarse frívolas y vanas en contraste con todo el mal y destrucción que Andrés causa en su país. Su adhesión a diversas asociaciones de ayuda a los necesitados son tratadas de manera déspota por su marido, vistas como excelsas por las patéticas poblanas adineradas, y causa de burla y desesperación por Catalina misma. Esta representación de lo que una limitada ayuda a los necesitados en realidad provee puede tomarse como la misma liberación femenina que en los años retratados por la novela (1930-1940) estaba en sus primeras etapas de gestación, pero que de igual manera se mostraba inútil si no se atacaban las verdaderas raíces del problema.

Y las raíz era la vida familiar. Y la raíz era la vida social. Y la raíz era la vida escolar. Y la raíz era la vida política. En sí, las raíces se encontraban en todo lo que constituía una vida cotidiana en este México post revolucionario; no porque Catalina llegase a ser "gobernadora" su vida era distinta de la de cualquier otra mujer de su época, este aspecto solamente servía para demostrar que no por estar entre gente de poder una logra tenerlo, el respeto es algo que se gana trabajando por él y no a expensas de los demás. Y conseguirlo sola no es garantía de poder demostrarlo, se necesita gente con quien compartirlo, correligionarias que estén dispuestas, igual que la protagonista, a arriesgarlo todo para poder abrirse camino en la vida y de esa manera alcanzar la felicidad. Catalina Ascencio no lo consiguió sino hasta el momento en que todo ascender terminó en su mundo puesto que nunca recibió ayuda de nadie, se mantuvo sola hasta el final cuando ya había perdido mucho, pero tenía aún más ganas de sostenerse: la felicidad estaba tras su muerte, la muerte del macho mexicano.

La crítica expuesta por Ángeles Mastretta es cruda y real; como recurso para demostrar la validez de su historia la autora utiliza un lenguaje cotidiano que carece de figuras retóricas, como si no quisiera estorbar la visión de su obra plagándola de elementos fuera de la realidad que desde su postura femenina y feminista no existían. Los sonidos lejanos de la guerra civil que acababa de pasar son los únicos que llegan a interrumpir la triste melodía que Arráncame la Vida es; un bolero mexicano único en su clase, con altibajos como cualquiera lo es, y obviamente, con un final que más que término, marca un nuevo comienzo.

Palabras 1216

 

 

Autor:

Karla Herrera

Bachillerato Internacional

27 de enero 2008

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