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Contra la eugenesia

Enviado por Felix Larocca


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    Déjame que te cuente genoma: La tragedia errante del hubris patológico

    Londres, el 25 de octubre del 2007. La ciudad durmiente, despierta a noticias chocantes que estremecen el mundo de la ciencia:

    James D. Watson renuncia, bajo presión, a su cargo de Director del Prestigioso Cold Spring Harbor Laboratory; luego de que sus apologías no lograran extinguir las llamas que sus palabras, de tonos racistas, encendieran durante una entrevista con el noticiero inglés The Sunday Times.

    Los dirigentes de Cold Spring Harbor Laboratory, institución dedicada a la investigación genética, tendrían razones de más, para pretender estar ofendidos con el controvertido, prepotente y, a menudo, despreocupado científico; cuya especialidad anatómica — y jactancia personal — es la de no tener pelos en la boca.

    Pero, no era Watson, quien les preocupaba. Históricamente, sus jefes tenían razones para estar nerviosísimos.

    Una de las glorias inciertas, que olvidar prefiere, el Cold Spring Harbor Laboratory es la de haber servido como base para el progreso de la ciencia de la eugenesia, en los años treinta del siglo pasado.

    ¡Oh!

    "Et tu, Brute?"

    La eugenesia es la ciencia que propone la superioridad racial y que refrenda poner en acción y práctica los mecanismos de "mejorar" la raza humana.

    ¡Todos! Como se aplicara en el sur de los Estados Unidos.

    Peccato!

    ¡Bien merecido! Dirían los agentes secretos de la "Patrulla del Schadenfreude".

    Bien, merecido; y ¡Aplauso! Dirían los científicos celosos y, a la vez, envidiosos.

    ¡Al fin!, dirían los anti-racistas…

    Examinemos los factores de una tragedia que tronchara una brillante carrera.

    Todos sabemos quiénes son Watson, James Crick y Maurice Wilkins, ganadores del Premio Nobel en Medicina en el 1962 por su decodificación de la estructura del ADN — la doble hélice más famosa.

    Deus ex machina…

    Entra el espectro de Rosalind Franklin (1920-1958)

    Lástima que poco se conozca acerca de una mujer, cuya muerte prematura de cáncer del ovario, en el 1958, la descartara para siempre, como candidata al galardón que Crick, Watson y Wilkins compartieran— aunque fuera ella quien descubriera los mecanismos necesarios para que sus tres renuentes colegas amasaran el botín y la gloria asociada.

    Los muertos no hablan o se quejan. Los muertos, muertos estarán.

    Pero la discriminación por ser mujer es algo empotrado, y no extraño, en los pabellones majestuosos donde se otorga el Premio Nobel. Como tampoco lo fuera en los recintos académicos, donde, por su sexo femenino, Franklin languideciera.

    Marie Curie esto, lo saborearía en carne viva. (Véase mi ponencia: Celebrando la Naturaleza: Celebrando la Mujer en Psikis y monografías.com).

    La pregunta que, de inmediato, surge, prosigue:

    ¿Es que somos, en nuestros comportamientos, tan diferentes a los demás animales?

    Que no lo somos, de modo sustancial, es la inspiración para esta tesis.

    Pero, ¿si ganamos el premio Nobel?, entonces sí que lo somos… así lo manifiestan muchos de quienes lo ganaran.

    Acerca de los laureados por este premio tengo ponencias, incluyendo un análisis de los orígenes del Premio.

    Pero, otros podrán observar algo parecido, a lo antedicho, basado en las palabras filosóficas de Tevye, en la opereta musical, Fiddler on the Roof: "Cuando se es rico todos piensan que uno es sabio…"

     

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