En torno a la interpretación y lectura simbólica del arte rupestre.
Enviado por Jose Ramón Alonso Lorrea
I
Todo parece indicar que las pinturas rupestres de Punta del Este, al oeste del Caribe insular, acusan la existencia de un sistema de signos ideográficos inteligentemente articulados. El estudio de sus relaciones internas, así como las variantes que ellos recrean -de posición, de relación entre los signos y entre los signos y el contexto topográfico- así lo hacen ver. Ahora, ¿cómo plantearse la lectura, la interpretación, de estos murales rupestres? Antes, si me lo permiten, presentemos el sitio arqueológico.
Punta del Este se encuentra en la antiguamente nombrada Isla de Pinos (al sur de la Isla de Cuba), antaño refugio de famosos corsarios y piratas (Drake, Hawkins, Baskerville, Morgan…). Para algunos, por su propia naturaleza, singular historia y contorno topográfico, la misma "isla del tesoro" que fabuló Robert Louis Stevenson.
El sitio arqueológico es costero y comprende cinco cuevas con pinturas rupestres. Los asentamientos humanos de la región convivieron en un nicho ecológico rico desde el punto de vista de sus posibilidades naturales explotables. Esta situación parece haber propiciado una larga estancia de aquellos antiguos en la zona. Estos asentamientos humanos se incluyen dentro de ese extenso horizonte cultural de pueblos cazadores y recolectores (también llamado ciboney) con una industria de piedra muy variada. Habitaron todo el archipiélago cubano y fueron desarrollando su tecnología, especialmente en piedra, de la que han quedado piezas de gran belleza. Desarrollaron ampliamente la industria de la concha, creando infinidad de artefactos, algunos de los cuales fueron utilizados por grupos aborígenes posteriores, tal el caso de la conocidísima gubia de concha de la arqueología cubana. Tenían un arte pictográfico generalmente abstracto, geométrico y no geométrico. Sus manifestaciones aparecen en decenas de cuevas del archipiélago cubano. Se considera que llegaron hasta la época de la conquista española en zonas costeras, en algunos cayos y en la parte más occidental de la isla de Cuba. Eran de baja estatura, de cráneos pequeños, muy redondeados y no practicaban la deformación craneana. En el suelo de algunas de las cuevas de Punta del Este se han descubierto una buena cantidad de restos humanos pintados de rojo, lo que evidencia la función funeraria de las mismas (1).
Los dibujos de Punta del Este, por su forma, resultan lineales, abstractos y geométricos, donde los trazos curvilíneos dominan; articulados por relación de cercanía unos, muchas veces de forma tangencial otros, y en menor medida superpuestos. Todo lo cual hace complejo determinar dónde termina un dibujo y dónde comienza otro. Por otro lado, debido a que la mayoría de ellos están pintados en los techos de las grutas, es difícil determinar cuándo un trazo es vertical y cuándo horizontal. Su posición sólo depende de la mayor eficacia simbólica que pueda experimentar el observador. Arte en el que, lógicamente, resulta imposible la determinación de referentes identificables. En estos murales se utiliza el color negro (carbón vegetal) para unos, rojo ocre (hematita) para otros y la alternancia regular e irregular de ambos colores en terceros.
Más de 230 pinturas en Punta del Este ofrecen un saldo cuantitativo de envergadura con respecto a la actividad muralística desarrollada en la zona. Techos y paredes literalmente cubiertos de pictografías a dos colores, en su mayoría formados por círculos concéntricos de colores alternados, hicieron anotar a algunos autores que esta era la más importante localidad del archipiélago cubano en relación con el tema de los círculos; ninguna otra cueva de América y posiblemente del mundo contenga tal profusión de este tema. En ello radica su capital importancia dentro de los estudios del arte rupestre. Presentado el sitio arqueológico retornemos entonces a la idea central de esta conferencia: ¿qué podemos interpretar de estos murales rupestres? ¿cómo poder comprender el legado que nos han dejado aquellos antiguos?
II
Como texto, el conjunto de ideogramas rupestre de Punta del Este funciona hoy a medias, porque tenemos el símbolo (o un signo), pero no lo que representa. Es una imagen que esconde el concepto. El arte rupestre de Punta del Este es sólo la parte de un sistema simbólico que nos ha llegado mutilado: no tenemos idea de la música, del canto, de la danza, de las pinturas corporales… que pudieron caracterizar a este pueblo. No tenemos idea de los valores simbólicos que aquella gente descubrió en las plantas, en los animales, en los accidentes geográficos, en su patrón de asentamiento, en sus hábitos de comer… (2) Así que sólo poseemos, y no siempre ni en la misma medida, un modelo visual con algo de su lógica. De modo que la interpretación que hoy hacemos de un pictograma aborigen está condicionada por nuestra formación extraña al momento en que fue creada dicha imagen. Es el fruto de un análisis a posteriori y, por lo tanto, desenfocado. Es decir, se trabaja sobre el efecto plástico que provoca la representación, pero se desconoce la causa o el motivo original de la representación. Como bien anotó un maestro, "la interpretación de muchas de las figuras dejadas por los aborígenes es muy dudosa y a veces imposible, siendo en la generalidad de los casos individual y distinta para cada observador, que además procede con una mentalidad bien distinta a la de aquel hombre primitivo" (3), y ya sabemos que el carácter abstracto de los dibujos de Punta del Este agrava esta situación.
Por otro lado, y directamente referido al valor simbólico, existe una falsa relación que establece la calidad simbólica de la obra aborigen a partir del referente que ella denote. Un paradigma que ejemplifica el hecho es la pintura realista del arte rupestre franco-cantábrico. En ésta, el razonamiento contemporáneo tradicional traduce estas pinturas, automáticamente, como diseños de alto valor simbólico por cuanto se reconoce una supuesta "intención" desde el punto de vista plástico: la reproducción, a veces de un naturalismo sorprendente, de la figura animal. Una creación pictórica, sin embargo, que está subordinada a una muy cercana relación del hombre con el modelo vivo de las distintas especies de la fauna que representó. Sin embargo, en las "lecturas" que se hacían de estos murales generalmente se desechaba, desde el punto de vista igualmente simbólico, aquellos elementos abstractos -geométricos o no-, los cuales no tienen un referente identificable.
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