Las normas culturales son diversas, tantas como culturas diferentes hay, sería interesante preguntarse ¿cómo operan en las respuestas de agresión individuales? (los experimentos citados en el área son de tipo occidental, sería interesante investigar si existen diferencias notables en una cultura como la japonesa).
Después de haber revisado muy sintéticamente la teoría de la agresión, se analizará otro concepto derivado como es la violencia.
En la mayoría de la literatura en psicología social, estos dos términos, agresión y violencia, son usados casi de manera similar, y ambos conceptos arrastran una connotación negativa. Para hacer una distinción más clara, hay que decir que la psicofisiología ha demostrado que la agresión es un comportamiento cuyas raíces fisiológicas son comprobables y que, seguramente, tienen un origen evolutivo que los seres humanos comparten con los animales, por ejemplo. La ira se manifiesta interna y externamente en el individuo: aumento de pulsaciones cardíacas, de la tensión sanguínea, ritmo respiratorio, del tono muscular, de la secreción de adrenalina, el bloqueo de las funciones digestivas, la erección del pelo, etc., y todos estos indicadores están gobernados por el hipotálamo. Touzard, (1981).
La violencia, un que concepto puede definirse como el empleo ilegítimo o por lo menos ilegal de la fuerza, que tiene sus raíces en lo individual en el hipotálamo como comportamientos instintivos, pero que no es lo propio o lo dominante en el ser humano. Es decir, los comportamientos violentos están sometidos a otros procesos como la memoria a largo plazo, a las facultades de verbalizar e imaginar estructuras no dadas y que son sometidos al aprendizaje e imitación. Domenach y Col. (1981).
Desde mi punto de vista, la agresión no sólo resulta una respuesta normal, sino "necesaria" para la supervivencia y para la definición de roles. Habría que pensar en situaciones experimentales donde las "víctimas" se defienden o agreden con el fin de sobrevivir. En el laboratorio sólo se puede reflejar de forma muy leve la agresión, en tanto que en la vida real los casos de agresión son extremos. Se podría contar una larga lista de casos en donde el ser humano hace uso de la violencia, sólo hay que revisar la cantidad de casos de maltrato familiar en las estadísticas de cada ciudad. La violencia entonces, sería un concepto más amplio e incluiría la agresión dentro de ella.
Según Martín Baró (1991), en todo acto de violencia cabe distinguir cuatro factores constitutivos: la estructura formal del acto, la "ecuación personal", el contexto posibilitador y el fondo ideológico.
Las siguientes líneas esbozaran algunas ideas sobre el segundo y el tercer concepto.
Diversos estudios han mostrado que la agresión puede ser promovida por diferencias individuales. Particularmente, Caprara, (1994) señala dos constructos que pueden influenciar los niveles de agresión: Irritabilidad y Susceptibilidad emocional, el primero se refiere a la tendencia a reaccionar impulsivamente y el segundo término, es definido como la tendencia de los individuos a experimentar sentimientos de incomodidad. Caprara ha relacionado estos conceptos con los altos niveles de agresión realizados por sujetos después de haber sido expuestos a láminas agresivas, y de igual manera cuando se ha precedido de situaciones de frustración.
El análisis de Caprara relaciona muy bien estas características individuales, más aún, señala otro mecanismo mitigador de la agresión: la culpa. Propone una definición alternativa de agresión que toma en cuenta los componentes no sólo emocionales o fisiológicos de la agresión, sino además los componentes cognitivos.
Si bien, lo dicho anteriormente explica y sigue sustentando los orígenes de la agresión, no alcanza a explicar el por qué de los actos violentos, y aunque existan bases etiológicas para justificarlas, no podemos asegurar que las personas que tienen un despliegue de manifestaciones agresivas van a realizar actos de extrema violencia, aunque esta última signifique muchas veces la agresión en su forma más desnuda.
Actos de violencia tales como el secuestro y asesinato de mujeres, las revueltas y sangrientas peleas en las cárceles, o las venganzas años después de los enemigos, no son actos casuales de agresión, son formas bien diseñadas, largamente planeadas para hacer daño al otro. Es preciso entonces, señalar que son las variables externas las que terminan de configurar los actos agresivos y violentos que vemos a diario en la televisión o leemos en los periódicos.
Huesmann, (1998), define la violencia en los medios de comunicación como una "representación visual y gráfica de un acto de agresión física de un ser humano contra otro". Esta definición no incluye la violencia no visualizada; se refiere únicamente a actos agresivos de tipo físico representados visualmente de una persona contra otra. Según este autor, se han realizado un gran número de experimentos de laboratorio y de campo demostrando una y otra vez que la exposición de niños al comportamiento violento en el cine y la televisión aumenta la probabilidad de que actúen de forma agresiva inmediatamente después de la visión (en reseñas de Cumstock, 1980, Geen, 1983, 1990; Geen y Thomas, 1986). También concluye que los efectos de la violencia en los medios de comunicación sobre la conducta violenta de los espectadores no es estadísticamente significativo; sin embargo, es reproducible y lo suficientemente amplio como para generar alarma social.
Los estudios realizados por Anderson, y Dill, (2000) en hombres y mujeres también pudieron comprobar que los videos con contenido violento proveen de un aprendizaje y prácticas de soluciones agresivas a situaciones conflictivas. Según Heusmann (1998), la observación violencia en los medios de comunicación (videos, películas infantiles de cine y televisión), no sólo incluye la promoción de reacciones agresivas, también promueve estrategias cognitivas de justificación de la violencia, sobre todo cuando los objetivos son más inalcanzables, es decir, la expectativa de la meta es alta.
Hasta aquí, se ha sustentado la diferenciación de los conceptos de agresión y violencia. Ciertamente, habiendo hecha esta distinción, se quiere orientar el quehacer en la intervención psicosocial señalando los siguientes puntos:
La agresión es parte de la naturaleza humana, y es necesaria. Le tememos a la agresión, porque le tememos al conflicto. Una agresión también es una respuesta necesaria, capaz de lograr impedir el abuso constante de un hombre contra una mujer. Precisamente, son las respuestas agresivas las que están siendo bloqueadas en la mujer lo que le permite tener un estatus de víctima.
No basta con restringir los programas o contenidos violentos en los medios, las orientaciones precisas y desenmascaradoras de la violencia presentadas por los científicos que ofrecen los conocimientos para mejorar el bienestar y calidad de vida de las personas deben ser puestas en práctica. En ese sentido, nos corresponde a todos los ciudadanos trabajar en conjunto con los científicos para lograrlo.
Tal y como se ha estudiado los orígenes de la agresión, también hay que seguir ahondando en los temas a la construcción de la prosocialidad, no como las tendencias de investigación de hace 10 años, sino como una búsqueda constante de mejorar el bienestar humano. Para esto se requiere elaborar y poner en práctica programas de intervención atingente al fenómeno, y producir el cambio.
Anderson, C.A.,& Dill, K. E.,(2000). Video games and aggressive thoughts, feeling and behavior in the laboratory and in life, Journal of personality and Social Psychology, 22, 148-157.
Berkowitz, L. (1989). Frustration-Aggression hypothesis: Examination and reformulation. Psychological Bulletin, 106, 59-73.
Caprara,G., Perugini, M., & Barbaranelli, C.(1994) Studies of Individual Differences in Aggression. (pp 123-153). En Potegal, M. & Knutson, J.(Eds) The Dynamics of Agression, Biological and social process in dyads and groups. Hillsdale: Lawrence Erlbaum.
Domenach, J. M. y Col. (1981). La violencia y sus causas. París: Editorial de la UNESCO.
Husemann, L. R. (1998). La Conexión entre la violencia en el cine y la televisión y la violencia real. Capítulo 5 (pp. 87-125). En J. Sanmartín, J.S. Grisolía & S.Grisolía (Eds.) Violencia, Televisión y Cine. Barcelona: Ariel.
Martín-Baró, I. (1999). Acción e Ideología. Psicología Social desde Centroamérica. Cap. 8. San Salvdor: UCA Editores.
Touzard, H. (1981), La mediación y la solución de los conflictos. Estudio Psicosociológico. Barcelona: Editorial Herder.
Autor:
Driceida Analidis Pérez Rodríguez
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