En cuanto a las características de estas emociones, tenemos que, según Aristóteles, la piedad o compasión es una pasión penosa suscitada por el dolor o el sufrimiento de otro. Por tanto, requiere pensar que ese otro está padeciendo realmente, y además, que su sufrimiento es grave.
Además, este sentimiento precisa la opinión de que la persona no merecía el sufrimiento. Aristóteles señala que la piedad guarda una estrecha relación con la creencia de que uno es también vulnerable. En definitiva, requiere una comunidad de sentimientos y la opinión de que se puede padecer un mal similar al que padece quien suscita nuestra piedad.
El terror se encuentra relacionado íntimamente con la piedad. En definitiva, lo que nos suscita piedad es lo que tememos que podría ocurrirnos a nosotros mismos. Y puesto que la piedad exige percibir la propia vulnerabilidad y la semejanza con el que sufre, piedad y terror se experimentan casi siempre juntos.
El terror y la piedad son dos afectos forman los extremos en la cadena sentimental humana. Se trata del terror ante lo tremebundo, y la piedad ante lo miserable. El terror se experimenta ante potencias que pueden disponer de nuestra vida, sin defensa posible por nuestra parte. Este sería un extremo superior de los afectos.
Un extremo inferior de los afectos corresponde la piedad ante la miseria, que sobreviene al caer en cuenta de que por ser semejantes al desgraciado nos puede sobrevenir lo que a él le está pasando.
La semejanza constituye el fundamento del extremo inferior (la piedad); mientras el extremo superior (el terror) viene dado por el abismo de la diferencia existente entre el individuo y potencias que lo desbordan y no puede controlar.
La katharsis como purgación o purificación, consiste en la liberación del peso de una realidad que se nos está volviendo pesada. Tales realidades pesadas pueden pertenecer a distintos órdenes: fisiológico, emocional, etc.
Los pesados pesos en el orden de la realidad constituyen lo totalmente diferente, que nos sobrepasa (absoluto) y lo semejante (natural), que en el plano de los sentimientos, pueden percibirse como terror y piedad. Por lo que es necesario una purgación que nos libere de ellos no en cuanto tales, sino en cuanto pesados pesos. Y la obra de arte, mediante acciones de reproducción imitativa (como se da en la obra de teatro) ha de conseguir en nosotros tal efecto.
4. La catarsis y la medicina
Un remedio catártico produce la evacuación de humores o materias que son consideradas como nocivas. Usualmente el remedio es frecuentemente concebido como si participara de la misma naturaleza que el mal que provocó la enfermedad, de tal manera que se agrava el malestar, provocando una crisis saludable de la que surgirá la curación.
En definitiva, nos encontramos con que la crisis llega a su paroxismo, para finalmente provocar la expulsión de los agentes patógenos junto con lo que sirvió como remedio.
Según René Girard en la práctica medicinal actual este mecanismo se sigue efectuando y resulta eficaz. Lo podemos ver con más claridad en el caso de las vacunas y la inmunización. La intervención médica inocula o transmite "un poco" de la enfermedad, para que el organismo esté sano o en "orden", de la misma manera como los ritos en las comunidades primitivas inyectaban algo de violencia recisamente para que la comunidad no caiga en la crisis violenta. Las revacunaciones o refuerzos corresponderían a nuevos modos de protección ritual – sacrificial. En otras palabras, nos encontramos con un pensamiento científico que lejos de ser "original", viene a ser hijo del pensamiento arcaico.
5. La catarsis y el psicoanálisis
La terapia catártica o método catártico consiste en que el efecto terapéutico buscado es una purga, una descarga adecuada de los efectos patógenos. La cura permite al sujeto evocar e incluso revivir los acontecimientos traumáticos a los que se hallan ligados dichos afectos, y lograr la descarga de éstos por las vías normales, como el llanto.
Más allá de la comedia que nos hace reír, de manera general la risa es una catarsis por cuanto viene a ser una forma de expulsión o evacuación muy común y natural. Una persona ríe porque de una u otra manera siente que existe una amenaza a su capacidad de controlar su ambiente y a las personas que están en él, y hasta su capacidad de controlar sus propios pensamientos y sus propios deseos. Pero por el contrario, no reirá si dicha amenaza se hace muy real.
De esta manera, las condiciones de la risa son contradictorias. Girard afirma que la amenaza debe ser por un lado, abrumadora y, por el otro, equivaler a la nada. En definitiva, para poder reírnos, debemos estar arriba a pesar de encontrarnos constantemente amenazados por quedar abajo.
Para poder reír es necesaria una suficiente separación respecto al objeto de nuestra risa. Esta separación se presenta de distintas maneras: puede ser la separación del escenario en el caso de la comedia, o la separación que brindan las costumbres extranjeras, o el remoto pasado. Esta separación nos permite reír con impunidad y abandono, permite además sentirnos diferenciados de aquella víctima de sacrificio que no es otra cosa que la víctima de nuestra risa.
Sin embargo, hay casos en los que no hay ninguna víctima de sacrificio que suscite nuestra risa y ponga la debida distancia entre nosotros mismos y las fuerzas interpersonales que nos amenazan. Este es el caso en el que nosotros mismos somos objeto principal de nuestra diversión.
Girard se refiere a aquella risa especialmente física, producida por peligros apenas aludidos, por accidentes a los que se ha escapado por un pelo, por curvas cerradas tomadas a velocidades superiores a lo que permitiría la prudencia.
Pero además tenemos el caso en el que nosotros somos objeto de nuestra risa cuando nos enfrentamos a peligros simulados; es decir cuando el peligro es reproducido con gran realismo, pero a la vez con un alto grado de seguridad, como en los parques de diversiones.
En cuanto al llanto y la risa, en la praxis moderna esta última es socialmente más aceptada, es decir la risa es la única forma socialmente aceptable de catarsis.
Sin embargo, la diferencia entre ambas no es de esencia, sino sólo de grado.
A pesar de eso, contrario al sentido común, tenemos un elemento crítico más agudo en la risa antes que en el llanto porque la risa más que las lágrimas parece acercarse más a un paroxismo que se resuelve en verdaderas convulsiones, una experiencia crítica de rechazo y de expulsión.
GIRARD, René, La violencia y lo sagrado, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1975.
GIRARD, René, Literatura, mímesis y antropología, Gedisa, Barcelona, 1984.
GIRARD, René, Shakespeare. Los fuegos de la envidia, Barcelona, 1995.
ARISTÓTELES, Politeia, Traducción de Manuel Briceño Jáuregui, S.I., Caro y Cuervo, Bogotá, 1989
ARISTÓTELES, Poética, Versión, introducción y notas de Juan David García, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1946.
LAPLANCHE, Jean – BERTRAND, Jean, Diccionario de psicoanálisis, Labor, Barcelona, 1981.
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NUSSBAUM, Martha, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, Visor. Dis., S.A., 1995.
Diccionario Griego – Español, Editorial Bibliográfica Española, Madrid, 1945.
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Este ensayo sobre catarsis fue elaborado a partir de un trabajo de tesis en filosofía titulado "Religión y Violencia". síntesis:
http://www.javeriana.edu.co/Facultades/Teologia/servicios_formacion_int_univ/ecoteo1/e.htm
Una variante anterior de este ensayo se puede ver en:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/comun/foros/topic.asp?TOPIC_ID=28857
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Trabajo enviado y realizado por:
Mauricio Burbano A.
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