- Contexto y antecedentes históricos
- Representantes más destacados
- Concepto de hombre
- Fines y objetivos
- Métodos y estrategias
- Aplicación en la institución escolar
- Crítica personal
- Bibliografía
La recuperación sistemática del pensamiento iberoamericano que se inicia de modo programático en la década de los 40, culmina en los años 60 con una expresión de pensamiento maduro en la formulación de una filosofía de la liberación. Se trata de una visión iberoamericana del orden mundial, de una confrontación primero, y de una proceso de deconstrucción y de problematización después, del discurso axiológico del pensamiento occidental, al mismo tiempo que este se erigía a escala global como portador de valores universales. 1968 parece ser la fecha catalizadora de este pensamiento: desde la reunión episcopal de Medellín, que marca el inicio de la teología de la liberación como discurso teórico, a los trágicos sucesos mexicanos de la noche de Tlatelolco, iberoamérica había madurado un nuevo pensamiento, que se expresa con claridad en la obra de Leopoldo Zea, "La filosofía americana como filosofía sin más"(1969) o de Paulo Freire, "Pedagogía del oprimido"(1971).
El pensamiento de la liberación supone también una superación del discurso de la modernidad. Se confronta primero y se rechaza luego la pretensión de que un pensamiento pueda trascender su propia contextualización, en el sentido de que se pueda erigir como exponente de una "verdad", independiente e indiferente del centro que la hizo posible. En un primer momento, esto implicaba la necesidad de contextualizar el discurso teórico en el devenir iberoamericano y de superar la separación artificial- y de denominación- que se mantenía entre las distintas disciplinas. Paulo Freire examina los esquemas de opresión socioeconómica implícitos en las estructuras de toda educación bancaria. Se enfrentan a la deshumanización de un discurso axiológico centroeuropeo que se formula en abstracciones lúdicas despreocupadas del referente humano, confrontan la estructura de la iglesia tradicional y buscan la contextualización del mensaje de Cristo en el devenir del pueblo a salvar.
El pensamiento de la liberación se inicia, en una de sus dimensiones fundamentales, como respuesta dialógica a la compartimentalización del pensamiento de la modernidad, y se reconoce en la ineludible interdisciplinariedad del discurso antrópico. La literatura, y de modo muy especial la narrativa, ha jugado un papel fundamental dentro de este proceso de contextualización de la dimensión axiológica del discurso teórico de la liberación. Los temas a tratar son: la violencia, la iglesia y los pobres, la relación oprimido/opresor y la necesidad de un proceso de concientización que haga posible el surgimiento del "hombre nuevo", la necesidad de una solución social a través de un proceso dialógico, la mujer y el pobre como símbolos del oprimido, el surgir de un pensamiento que reclama acción y por ello mismo cuestiona el papel del intelectual.
La educación liberadora fundamentalmente critica y reconstruye lo que la educación nueva dejó intacto. Acepta y conserva lo que de positivo tenía: metodología, material, sicología infantil, pero, a la vez, arremete contra lo olvidado por aquella, y más importante: los fines, los contenidos, las estructuras escolares. Sin cambiar estos tres elementos, no hay realmente cambio educativo. Estos son lo importante, aquellos lo secundario. La educación no cambia, si no cambian sus fines, ante todo y sobre todo.
Si los fines se proponen alcanzar la liberación del hombre (su concientización, su hominización, su personalización), forzosamente habrá que cambiar o reestructurar los demás elementos: contenidos, escuelas, métodos, material, psicología infantil…, para ponerlos al servicio de aquellos.
Sin una teoría del mundo, de la vida y del hombre es imposible una teoría de la educación, una filosofía de la educación. Y la "teoría de la educación liberadora", está basada en una teoría nueva del mundo, de la vida y del hombre, surgida del análisis crítico de nuestra sociedad a la luz de una síntesis superadora de cristianismo y marxismo.
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