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La neurobiología de la psicoterapia: Las neuronas y las sinapsis en acción

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. Las neurociencias y la psicoterapia
    2. La dicotomía entre la mente y el cuerpo
    3. biología de la mente
    4. El psicoanálisis como disciplina hermenéutica
    5. El impulso recibido de la psicofarmacología
    6. Modelos animales de psicoterapia y monos terapeutas
    7. Sybil
    8. En resumen
    9. Bibliografía

    Desde antes de que se publicara el artículo: The seductive allure of neuroscience explanations, habíamos reparado en el hecho de que estas disciplinas se invocaban, con frecuencia inusitada, para tratar de explicarlo todo. Y que, aún, muchos, quienes poco entendieran de estas ciencias, se jactaban de poder demostrar lo que fuera que se les ocurriera, por medio de la aplicación del subterfugio de adaptar, de manera arbitraria, las localizaciones cerebrales y las funciones de neurotransmisores conocidos. Métodos que acostumbraban para intentar explicar asuntos tan disímiles como son las preferencias de los votantes en una elección dada y aún, para predecir el comportamiento de los agentes de las bolsas de valores.

    ¿Y, por qué no? Ya que esta tendencia no es nueva, — ya hacíamos lo mismo cuando el encanto seductor provenía, no de la neurociencia, sino de la flauta mágica provista por el psicoanálisis de otrora.

    Pied_Piper_1

    El flautista de Hamelín

    En nuestros tiempos modernos, las ciencias del comportamiento han amplificado enormemente su radio de acción, lo que se debe a que han adoptado los principios — y porque asimismo usan las herramientas — provenientes de nuevos campos del conocimiento — entre las más precisas de entre las mismas, contamos a las neurociencias.

    Las neurociencias y la psicoterapia

    La correspondencia que existe entre estas disciplinas, en apariencias disímiles, es, reconocidamente, un fenómeno nuevo — aunque, visto muy cercanamente, resulta no ser tan nuevo, como muchos tratan de impresionarnos.

    Para empezar,  la gran mayoría de los teóricos del psicoanálisis — a partir de Freud,  Jung y sus seguidores — fueron médicos ellos mismos, usualmente especializándose en la neurología rudimentaria de sus tiempos. Persistiendo de esta manera hasta que Freud incorporó en sus rangos de prosélitos a los psicoanalistas laicos, tendencia que sería adoptada más adelante por casi todos los sistemas de terapia existentes.

    Ser terapeuta

    Entonces, ser "terapeuta" resultaría en ejercer una ocupación sin los requerimientos de un entrenamiento riguroso — más allá del provisto por el entendimiento del psicoanálisis como doctrina — y, más aún, como experiencia propia. Lo que resultaría en un reduccionismo y "cualquierización" de este arte, alcanzando proporciones absurdas.

    Tal tendencia ecuménica, resultaría en que hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, en los Estados Unidos y, asimismo, en Inglaterra — la psicoterapia en manos laicas permanecería como fenómeno que aún persiste — ya que casi toda la psicoterapia psicodinámica, todavía se conduce en su mayor parte por psicólogos y por "consejeros" que no han recibido entrenamiento en las neurociencias.

    Lo que acarrea consigo problemas del mayor orden.

    Resonancia magnética cerebral

    Debido a este hecho, el campo de la psicoterapia se ha multiplicado desmesuradamente, expandiendo su dominio a los de la psicología clínica, la psicopedagogía — incluyendo los consejeros religiosos — los trabajadores sociales y a muchos otros representantes de lo que se cobija bajo el palio, y se caracteriza con el término, de ciencias de la conducta y del comportamiento.

    La cuestión que, como resultado de este estado de eventos, emerge, es la siguiente: para ser terapeuta, ¿es necesario haberse graduado de una escuela de medicina y haberse entrenado como psiquiatra? Esta pregunta resulta ser una proposición que todavía no admite respuesta definitiva e imparcial.

    Para la "escuela de psiquiatría organicista" que se jactarían de haber fundado los innovadores de Washington University, en Saint Louis — encabezados por el cerebro de Eli Robins — sería lo siguiente: para ser terapeutas no se necesitaba ninguna preparación especial. Pero, para ser psiquiatra se requería que uno fuera médico especializado en esa rama  particular de la ciencia.

    Por supuesto, lo que subyaciera esta tendencia inflexible, era la oposición que comenzaba a sentirse por todo Norte América, al hecho de que la mayoría de los psiquiatras que encabezaban las facultades de psiquiatría de ese país eran psicoanalistas freudianos — una tendencia desaparecida hacen ya muchos años.    

    La dicotomía entre la mente y el cuerpo

    Partes: 1, 2
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