Katrina pasó sobre Louisiana dejando muerte y desolación. Al día siguiente el Presidente George W. Bush jugaba golf tranquilamente en su rancho. A los tres días, recién hizo su primera declaración pública en televisión. Esperó cinco días para sobrevolar la zona de desastre.
Mientras en Nueva Orleáns cada quien trataba de salvarse, el gobierno de Bush anunciaba que las tropas "ya estaban llegando". Tardaron siete días, muy poco eficientes si comparamos con la rapidez con que avanzan sobre el terreno en los países que invaden. Son buenas para destruir, no para salvar. Hay testimonios dramáticos sobre la indiferencia del gobierno y de FEMA, la agencia federal que tiene bajo su responsabilidad la prevención y atención de desastres. Los testimonios, como el del empresario Aarón Broussard, señalan que FEMA devolvió miles de galones de agua donados por la cadena de supermercados Wal-Mart, y rechazó la oferta de un barco carguero lleno de gasolina.
No es la única oferta rechazada. Al día siguiente del desastre, el gobierno de Cuba ofreció ayuda a la población de Nueva Orleáns. El presidente cubano, Fidel, puso a disposición de Estados Unidos 1586 médicos jóvenes dispuestos a trabajar gratuitamente en la zona de desastre. Todos ellos hablan inglés, y cada uno iba a viajar con una carga de 30 kilos de medicinas y equipos de primeros auxilios. Fidel los reunió en el Palacio de Convenciones el domingo 4 de septiembre, para decirles que aún no había recibido respuesta del gobierno de Estados Unidos.
Mientras tanto, miles de personas siguen atrapadas en una marejada de lodo, palos, casas destruidas, postes caídos. La cifra de 10 mil muertos que hoy se atreven a lanzar algunos medios de información, incluye varios miles que murieron después del paso del huracán, al no recibir socorro oportunamente. Más preocupados estaban en la administración Bush de proteger la propiedad privada, y por eso el ejército y la policía recibieron instrucciones específicas de "tirar a matar". De esa manera, fueron asesinados cinco técnicos que trabajaban para evaluar los daños. Quién sabe cuantos más habrán sido baleados de esa manera, y nunca lo sabremos porque serán enterrados junto con las otras víctimas.
La potencia más grande del mundo, tan dispuesta a iniciar guerras en cualquier rincón del planeta, ha mostrado su incapacidad para enfrentar un desastre natural, cuyas proporciones eran de prever puesto que las imágenes de satélite mostraban la dimensión del huracán, y porque varios científicos habían lanzado la voz de alerta a tiempo. ¿Qué hizo el gobierno de Bush? Simplemente dijo: sálvese quien pueda, váyanse de Nueva Orleáns. Naturalmente, los que lograron salvarse fueron los más pudientes, los que podían irse a un hotel en otra ciudad, los que tenían vehículos para escapar, los que tenían dinero para comprar víveres. Los demás, los pobres, sufrieron las consecuencias. Nadie vino a ayudarles ni antes ni después.
La diferencia con Cuba es apabullante. No solamente Cuba demuestra su solidaridad inmediatamente, incluso con el país que agrede y hostiga a la isla desde hace 45 años, sino que constituye -de acuerdo a las Naciones Unidas– un modelo para la prevención de desastres. Cuba ha sido azotada numerosas veces por fuertes huracanes, pues se encuentra precisamente en esa zona del Caribe por la que siempre pasan con la mayor violencia. En el año 2001, cuando se produjo el huracán Michelle, 700 mil personas fueron evacuadas, y muy pocas perdieron la vida. En el año 2004, cuando el temible Iván amenazaba a la isla, dos millones de personas fueron evacuadas, es decir, más del 15% de la población total del país. Las tres cuartas partes recibieron alojamiento en casas de otros cubanos, en una muestra de solidaridad nacional impresionante. Hasta las mascotas fueron evacuadas. Nadie murió a pesar de que el huracán destruyó 20 mil viviendas. Hace un par de meses, otra operación de prevención logró evacuar un millón y medio de personas en apenas un par de días.
En Cuba no se trata de "sálvese quien pueda", sino que el Estado asume su responsabilidad. El sistema de defensa civil y prevención está integrado a las comunidades y la población está debidamente concientizada y educada sobre la prevención de desastres. Antes de cada evacuación, la población ya sabe dónde irá. Es más, los vienen a buscar a sus casas para evacuarlos. De ese modo se evita el desorden y el pánico multitudinario que se vivió en Nueva Orleáns. Cada comunidad es evacuada con su médico de familia, que conoce las necesidades de sus pacientes. Jamás se han visto en Cuba escenas de violencia o asaltos durante los momentos más álgidos.
Evidentemente, se trata de dos modelos diferentes de sociedad y de país. En Estados Unidos la empresa privada ya está mirando la oportunidad para hacer negocios con el gobierno, mientras el gobierno deja que cada quien resuelva como pueda su situación. En Cuba, hay una responsabilidad colectiva, bajo el liderazgo de un Estado que se preocupa por los ciudadanos. Lo que sorprende es la arrogancia ignorante de Bush, uno de los presidentes menos inteligentes que ha tenido en su historia Estados Unidos.
Alfonso Gumucio D.