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La búsqueda del hermano en César Vallejo


Partes: 1, 2, 3, 4

    1. Hay golpes en la vida
    2. Primera hermandad: Aguedita, Nativa, Miguel
    3. Lo evidente y lo oculto en una casa
    4. La muerte, el juego de las escondidas y la madre como una gallina que cuida y guarda sus polluelos
    5. La fatalidad del desencuentro
    6. La hora en que doblan las campanas
    7. La evolución de un poeta
    8. La búsqueda del hermano y el encuentro con Dios

    1. Hay golpes en la vida

    El 22 de agosto del año 1915 murió, a los 26 años de edad Miguel, el hermano inmediatamente mayor de César Vallejo, hecho que produjo en él un inmenso dolor y una honda pena –lo dijo y lo escribió en más de una ocasión–, que motivó que él compusiera uno de los más hermosos poemas incluidos en su obra Los heraldos negros, titulado "A mi hermano Miguel", que forma parte de la sección "Canciones de hogar":

    A MI HERMANO MIGUEL

    In memoriam

    Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, donde nos haces una falta sin fondo! Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá nos acariciaba: "Pero, hijos…"

    Ahora yo me escondo, como antes, todas estas oraciones vespertinas, y espero que tú no des conmigo. Por la sala, el zaguán, los corredores, después, te ocultas tú, y yo no doy contigo. Me acuerdo que nos hacíamos llorar, hermano, en aquel juego.

    Miguel, tú te escondiste una noche de agosto, al alborear; pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste. Y tu gemelo corazón de esas tardes extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya cae sombra en el alma.

    Oye, hermano, no tardes en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.

    Miguel y César eran hermanos sucesivos en el tiempo, el penúltimo y el último, respectivamente, de la familia Vallejo Mendoza. Miguel llevaba a César tres años y un mes de ventaja en edad; pero, pese a esta diferencia, eran en su infancia y adolescencia, inseparables, se entendían mucho en todas sus inquietudes y en sus juegos, aunque el distingo más resaltante ocurría en el carácter y el temperamento.

    El mayor era extrovertido y vivaz, quien capitaneaba las incursiones grupales de los amigos del barrio Santa Mónica de Santiago de Chuco, donde ambos nacieron. Se recuerda que Miguel cargaba con su hermano César por los campos, el río, las laderas; cazando mariposas, churgapes y pajarillos; bañándose en las aguas del río Patarata, recogiendo frutos silvestres como tunas, sogorones, shinigandas, cuytulunes; siempre desplegando una actitud protectora hacia el hermano menor tímido y retraído.

    Miguel Ambrosio estaba hecho más para desenvolverse en el ámbito natural y práctico de la vida; sin darle mucha importancia a los estudios, en lo cual su hermano César era aplicado y sorprendente. Aquél era hábil y despierto en todo lo que era el dominio de los asuntos concretos: palomilla, jugador de fútbol, nadador en las pozas de los los ríos, enamorador de las jovencitas agraciadas del barrio y de otros lugares hacia donde le llevaban sus correrías.

     

     

    Lamentablemente, por aquella misma actitud arriesgada y desafiante a los retos de la vida, falleció cuando era un joven animoso y pletórico, y todo debido a un fuerte resfrío que pronto se convirtió en bronquitis y finalmente –sin que jamás lo imaginaran sus familiares– derivó en una neumonía fulminante que lo condujo a la tumba. Su partida de defunción se encuentra en el Archivo Parroquial del pueblo donde él naciera y muriera, en el libro N°. 17, que corre de 1915 a 1927, pagina N° 03, partida N° 18; donde se lee textualmente:

    "N° 18 – Miguel Vallejo – Año del Señor de mil novecientos quince. En veinte y dos de Agosto. Ante mí el que suscribe Cura Vicario de esta doctrina de Santiago de Chuco se presentó Manuel Vallejo denunciando el fallecimiento de su hermano Miguel de veinte y seis años de edad –hijo legítimo de Francisco de Paula y María Stos. Mendoza –Soltero– no deja hijos. Falleció de neumonía y ordené que a su cadáver se le diera sepultura eclesiástica de que certifico.– (Firmado por el Cura Vicario) S. E. Miñano".

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