Sobre la ejecución del cucho Montes, Querétaro, México 1840
Enviado por José Martín Hurtado Galves
En 1840 se llevó a cabo en la ciudad de Querétaro la ejecución de Macedonio Montes, alias el cucho Montes. Este individuo era muy conocido en aquel entonces debido a las fechorías que cometió. Incluso el autor del libro La Carambada habló de él, y aunque afirma que la Carambada perteneció a su gavilla, lo cual no pudo haber sido cierto pues cuando él fue ajusticiado ella era apenas una niña, o incluso no había nacido; aún así el que lo haya sido mencionado en dicho libro nos da la idea de que el tal cucho Montes era muy conocido.
Se le llamaba "cucho" porque tenía una deformidad en el labio. En un artículo de la revista queretana Vértice de 1944, en la que no aparece el nombre de quien lo escribió, se dice que con base en las crónicas de sus contemporáneos, el cucho Montes jamás mató ni vejó a nadie, y que "si encontraba a un locero que, como acostumbraban, llevara su carga a cuestas, le quebraba a caballazos todos los trastos y luego le pagaba a peso de oro, anunciándole que si volvía a encontrarlo cargado como bestia le costaría caro", pero que nunca lo cumplía, antes bien, les daba para que compraran un animal de carga. Dice la misma revista que "a los pobres mendigos, verdaderamente imposibilitados, los socorría con largueza, pero a los que mendigaban por flojera les daba buenos sustos".
Después de llevar una vida de bandolero, llegó con su gavilla hasta el pueblo de Huimilpan y ahí robó el curato. Pocos días después fue apresado en una fiesta en la Cañada. Se le condenó a la horca. Al interrogársele sobre sus compañeros, el cucho no denunció a nadie y él solo soportó el peso de la ley. Se cuenta que cuando estaba "encapillado", pasó por ahí el obispo Barajas a quien mandó llamar para que lo auxiliase. El religioso no sólo lo ayudó espiritualmente sino que lo acompaño en la capilla, y el día en que salió al patíbulo, le fueron concedidas por el obispo muchas indulgencias por cada paso, concediéndole la gracia de ir al paso que quisiese. Por fin llegó al suplicio y cuando el pregonero terminó su oficio, el verdugo "le dio garrote al estar rezando con mucho fervor el Símbolo".
Mucho tiempo después "aún se veneraba por los indios de la Cañada una escultura de medio cuerpo, la cual era llamada La ánima de cucho Montes". Para quitar dicha práctica el cura D. J. Guadalupe Jaime les escondió, en 1878, aquella escultura, porque "ya aquello rayaba en idolatría".
A continuación transcribo completo el bando en el que se informa de su ejecución. Lo hago así debido al posible interés histórico que pueda tener, así como al estado de deterioro en que se encuentra.
EJECUCIÓN DE JUSTICIA EN LA PERSONA DE MACEDONIO MONTES
QUERETANOS: la justicia, esa deidad a quien los hombres deben tributar todo el homenaje y respeto que se merece, va a descargar el día 17, del corriente, su espada vengadora, sobre el cuello de Macedonio Montes, quien por sus crímenes va a satisfacer con su vida, a la vindicta pública altamente ultrajada por este hombre desgraciado, que pudo en tiempo, ser miembro útil a la sociedad a que ha pertenecido. Este espectáculo doloroso, que vais a presenciar os dará una lección interesante que no deberéis olvidar, y para que así sea ved en compendio lo que ha motivado tal ejecución.
Macedonio Montes [vulgo el cucho] originario de San Pedro Tolimán, soltero y de cuarenta años de edad, conocido por ladrón en gavilla y salteador de caminos, cuya fama llamó tantota atención de las Autoridades de este Departamento, por varios robos que ejecutó en las inmediaciones de esta Capital, siendo los más notables, el que verificó en el llano del Cazadero el 14 de mayo de 1838 a unos arrieros que conducían carga de ropa y mercería; el otro, en la Hacienda de la Estancia de las vacas, al hijo del Sr. Gral. Parres, el 1º de Julio del mismo año; y el último [que ha dado lugar a este espectáculo] en el pueblo de Huimilpan el 19 de Julio del propio. Entre cuatro y cinco de la tarde de ese día, Montes, en unión de su gavilla compuesta de quince hombres montados y armados, asaltó al referido pueblo, dirigiéndose primeramente al curato en donde encerró en una pieza de la casa a las personas que en ella había, robó toda la ropa que encontró; cinco caballos de aquel señor cura; trescientos pesos en reales; unas mangas azules con muzeta de terciopelo carmesí, adornadas con galón de plata; y no hallando otro objeto que saciara su avaricia, se dirigió a la Iglesia, a la que también robó el pie de la custodia, la corona de Jesús Nazareno; y dos ampolletas, una de ellas con Santos oleos. En seguida se dirigió a los particulares de aquel vecindario, los maltrató demasiado, les robó cuanto pudo, encerrándolos previamente en un cuarto de una casa que al efecto estaba preparada, con el objeto de que no los conociesen, por cuyo motivo la primer orden que daba, era que ninguno levantase los ojos a mirarle. Mas la Divina Providencia, le tenía señalado el término a este hombre desgraciado que por mil títulos, se ha hecho temible en la sociedad por sus hechos depravados, ya, con el incauto e inocente caminante que transportando sus haberes se los arrebata en despoblado, ya también con el pacífico ciudadano, a quien sorprendía con el propio objeto, aún dentro de su mismo hogar; al efecto para castigarlo aquella divinidad, permitió que al día siguiente del robo de Huimilpan, [merced a la vigilancia de nuestras autoridades] fuera aprehendido el referido Montes, por una partida de Infantería al mando del Teniente D. Francisco Ramírez en el Pueblo de S. Pedro de la Cañada en un baile que casualmente había la noche del 20, con la circunstancia de haberse aprehendido junto con aquel, las mangas pertenecientes al cura de Huimilpan; una espada de las del robo del Cazadero; y finalmente, un par de pistolas fulminantes, de la propiedad del hijo del Gral Parres. Se formó la causa según los trámites legales¸ y aunque en compañía de Montes se aprehendieron a otros varios, no resultando nada en su contra, fueron puestos por lo mismo en libertad, y prosiguió el proceso, sólo por aquél; en estado de sentencia, fue condenado en 16 de Octubre de 1838 por el Alcalde Primero Constitucional previa consulta de asesor, a la pena del último suplicio, la que notificada, apeló para ante el Superior Tribunal de segunda instancia: elevada la causa a esta Superioridad, y habiéndole tocado su conocimiento a la Ecsma. Segunda sala, substanciado el recurso en la forma ordinaria, y en estado de vista [a cuya relación concurrió Montes, por haberlo así solicitado] fue confirmada en todas sus partes, la sentencia del inferior, el 25 de Julio del corriente año; notificando al reo este fallo superior, impetró su defensor la gracia de indulto, del Supremo Gobierno: mas desgraciadamente le fue denegada.
Ved pues en esta sencilla narración, lo que obligó a los que administran justicia a imponer el castigo bien merecido, a un hombre de funesta celebridad en la República. Los buenos, aunque con sentimiento verán desagraviada ala justicia; y los perversos, retrocederán de la senda del vicio, a la de la virtud. ¡Plegue al Cielo que así sea, y que la sangre de Montes esparcida en el patíbulo, produzca respeto debido, a la Moral y a las Leyes!
Querétaro Diciembre 14 de 1840.
Antes morir, el cucho Montes escribió su testamento. A continuación dicho documento:
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