Así es cómo pensamos y así es cómo sentimos — nos demuestran los neurocientíficos y los arquitectos del DSM-Etc.…
Aunque la neurociencia no pretende determinar todo lo que se conoce como proceso de pensamiento "normal" y, aunque todavía no se aventura en las áreas difíciles en las que lo hicieran, sin entenderlo, los arquitectos del DSM-III — A saber, Robert Spitzer y sus compinches — No obstante y, con frecuencia inusitada, a menudo esta disciplina profesa explicar la naturaleza íntima de nuestros procesos cognitivos y emocionales, como igualmente pretende hacerlo DSM-ETC.
La neurociencia así lo hace, porque ha reconocido que, desde que los "seguidores de Kraepelin" en La APA (Asociación Psiquiátrica Americana) trastornaran, de manera arbitraria, el método diagnóstico, bien establecido que por mucho tiempo existiera. Convirtiéndolo a su vez, en una parodia de "categorías" — que ahora, para entenderlo, es preciso hacer uso de nuestros conocimientos humorales y anatómicos si es que vamos a lograr concebirlos mejor.
Lo que, a pesar de todo, aún no alcanzamos en su totalidad.
Freud había anticipado la situación actual en alguna mesura cuando concibiera su Proyecto para una Psicología Científica, el cual fuera imperiosamente desdeñado por el famoso Robert Spitzer en su ambición desmesurada para lograr el dominio del pensamiento psiquiátrico mundial. Convirtiéndose, al hacerlo, en testaferro impenitente de los intereses creados y de las industrias farmacéuticas.
En ese propósito de ambición desmedida, Spitzer obtuvo la fama de convertirse en el psiquiatra más poderoso del pasado siglo y, para muchos otros, en el más vituperable.
Logros que han sobrevivido hasta hace muy poco, en la estructura controvertida de DSM-IV, ya que su casa de naipes se está desmoronando a velocidad vertiginosa.
DSM bajo sitio…
Hoy se cree que la división de labores cerebrales pueden esclarecer y estereotipar, los conflictos religiosos, los orígenes atávicos del racismo y aun del diagnóstico –– lo penúltimo muy en boga en las primarias presidenciales de los Estados Unidos.
Adivinando el pensamiento ajeno y rubricándolo como categoría clínica.
¿En qué piensas?
Parece ser posible, que para establecer lo que opera en la mente de otros, áreas distintas de nuestros cerebros se hallan involucradas específicamente, cuando se trata de adivinar lo que los demás, en realidad, piensan.
¿Cómo sabemos con certeza lo que otros piensan? Para explicar esta pregunta, investigadores sugieren que nosotros usamos las mismas regiones del cerebro que otros utilizan, siempre y cuando la persona a quien juzgamos sea similar a nosotros.
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