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Fantasías de rescate y la experiencia del romance familiar (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

El romance familiar

Freud postula que este fenómeno de aparición generalmente transitoria se utiliza eficazmente por el niño para adaptarse a la desilusión de que sus padres no son omnipotentes o semidioses. Pero, en casos, cuando esta actividad viaja muy lejos y se convierte en idea fija, entonces se conoce como la Delusión de Mignon.

Para remediar por la imperfección, en sus padres percibidos; en el "romance", el niño imagina ser un huésped en el hogar donde vive, y desde donde un día, sus nobles progenitores vendrán a procurarlo para llevarlo con ellos al reino imaginario del cual es heredero.

Esto, por supuesto, puede causar sentimientos de culpa en muchos niños, cuyo desarrollo moral es rígido y cuyas conciencias son punitivas.

No muy distante en la producción de esta fantasía se encuentran las de rescate.

Las fantasías de rescate, consisten en un ansia de ser excepcionalmente importante para quienes, de alguna manera nos inciden, cuando soñamos haberles redimido por medio de nuestra intervención heroica.

Aplicación clínica la encontraremos en el caso de Rubén

Cuando Rubén nació sus padres no vivían juntos. El papá abandonó la mamá por otra mujer y la mamá salió del país en búsqueda de predios más fértiles. A sus abuelos paternos les tocó criarlo.

Pablo Ruiz Picasso

Rubén era un niño difícil desde el principio, porque la edad de sus abuelos (en sus sesentas) les impedía la flexibilidad requerida para ser padres apropiados

Como estudiante se distinguió por ser rebelde, destructivo y mordaz. Mentía, mojaba la cama y cogía lo ajeno sin resquemores. Los animales del vecindario temían cuando se agachaba, porque el significado del gesto era usualmente una certera piedra, lanzada en la dirección del perro o gato más cercano.

Abuelito murió cuando Rubén frisaba en los once años. La abuela, en el velorio, acusaba a Rubén por la muerte del esposo, por ser "tan malo y desagradecido".

Siendo heredero de una fortuna considerable, en cierto modo, sus fantasías del romance familiar se cumplirían… Pero a un precio muy elevado desde el punto de vista emocional.

Como nadie lo quería cuidar, permanecería interno durante el año escolar en un colegio de monjes en los Estados Unidos y los veranos los pasaba en campamentos europeos.

Hasta que se graduara del bachillerato mantuvo notas excepcionales, pronunciando el discurso de despedida de su clase.

Ingresó en una universidad dominicana para estudiar el derecho y para unirse a la firma de unos familiares distantes quienes detectaron la promesa intelectual del joven transformado.

Conoció a Virginia el primer día de clases. Le recordaba a alguien — no sabía a quién, pero la encontró irresistible. Se hicieron novios y eran felices.

Entropía… Una carta llegó a Rubén, cuando Virginia estaba en el interior de vacaciones en el latifundio paterno — desde donde la enviara. Decía:

Adorado Rubén de mi alma:

Lo nuestro tiene que terminar. Mi papá me dijo que eres hijo ilegítimo y que eso va en contra de su religión.

Lloré mucho y le imploré que te conociera.

Me dijo que de nada valía, que yo tenía que escoger entre que él se muera de la alta presión, si sigo contigo, o que haga lo debido por mis hermanos.

Adiós amor de mi vida. Siempre te recordaré,

Vini

No pudiendo tolerar la cercanía de la amada que tanto lo hiriese, Rubén cambió carreras y se graduó de médico. Se hizo cardiólogo, especialista en la hipertensión.

Nos conocimos cuando, en medio del tratamiento de su hija adolescente, pidió una consulta personal. Me confió que quería divorciarse de su esposa para casarse con una de sus secretarias. Mujer a quien conociera cuando tratara exitosamente al papá que casi muriera de hipertensión maligna. La consulta la deseaba porque se sentía confuso y no quería añadir más problemas a los que su hija sufría.

La terapia de Rubén

La persona que Virginia, a Rubén, vagamente recordara, era su mamá, como apareciera en sus sueños. La secretaria por su parte, se parecía mucho a Virginia y el drama de la enfermedad del papá producía el escenario para revivir el drama de sus fantasías de rescate.

"Entonces, si yo me caso con esta mujer, le salvo la vida al papá y así resuelvo lo de Virginia, le habré salvado la vida al papá que sustituye por el de ella…" Musitaba el doctor. "Pero ganando el cariño de esta otra persona no habré logrado nada, porque a quien yo quiero sanar de verdad es al papá de Virginia — que dicho sea de paso, me enteré que nunca tuvo hipertensión arterial — que dijo un embuste para que ella me dejara".

Describió que su vida como médico era una empresa de gestionas dignas del Quijote, donde siempre terminaría salvando los padres de mujeres jóvenes, a las que imaginaba "duras e indiferentes" — "eso me pasó con mi esposa, a quien no he aprendido a querer porque el recuerdo del papá de ella — quien terminó muriendo de un ataque al corazón, bajo mi cuidado, aun me angustia".

La repetición compulsiva fue un síntoma que Freud describiera como método de reducir la ansiedad neurótica que algunos de sus pacientes favorecieran.

Aquí se describe, de acuerdo a uno de nuestros colegas:

"Existe una tensión en el principio del placer Freudiano que sólo logra ser una tendencia, una aproximación al placer originario que sin embargo nunca se cumplirá.

"Esta tendencia se repite compulsivamente en la búsqueda de aquello que sólo logrará consumarse como goce.

"Entonces, antes del riesgo acusativo de represión al que pudiéramos vernos tentados, entendamos mejor, repetición.

"Repetición y búsqueda, anhelo y mirada indiscreta, humedad y voyerismo a la caza de la experiencia placentera". (Véase mi ponencia al respecto en: El Caso Difícil Número 2).

En otras palabras, procuramos — como en los sueños — transportarnos en fantasía repetitiva, a los lugares donde el placer se encontraba y la ansiedad se disipaba.

En ese círculo vicioso, Rubén se encontraba atascado…

En resumen

En nuestros síntomas, a veces repetimos compulsivamente comportamientos del pasado, para que reviviendo el drama, logremos mejorar o cambiar su desenlace — cometido éste que, por ser neurótico, al final nunca lograremos. (Véase mis artículos en La Formación de Síntomas Neuróticos y en La Repetición Compulsiva).

Ahora entraremos en otra área de naturaleza cercana a la ponencia anterior.

El desplazo y el autoestima

Dr. Félix E. F. Larocca

"No son los celos", dice la persona herida, "es el sentimiento de haber sido desplazada o de ser sustituida por alguien más, eso es lo que duele"…

No son los celos, eso ya está claro. No es el deseo de estar con quien hace mucho hemos partido, es algo más profundo, y no sabemos lo qué es.

Les sucede a las personas divorciadas cuando oyen que el ex se mudó en un hogar lujoso con la nueva esposa, o cuando va de viaje con otra mujer. Es curioso, ya que no debe de importarnos, porque no sólo es que él está casado nuevamente, pero que nosotros también tenemos otra vida y aun otro compañero.

Cuando encontramos a otra persona ocupando el lugar que, antes del rompimiento fuera nuestro, sentimos rabia.

Sentimos rabia, y nos molestamos porque no queremos sentirla.

Lo peor de todo esto, es la sensación de humillación y resentimiento con que todo nos deja. Por supuesto, también es la cólera de haber sido "yo", quien quedara colgada. No sería lo mismo, si, en lugar de ser yo, fuese la otra persona la que quedara guindada.

Los sentimientos básicos

Cuando las emociones penetran nuestras defensas y nos hacen sentir vulnerables, el origen de esa reacción es remoto — busquémoslo en los años tempranos de nuestra vida, y ahí lo encontraremos.

Nosotros nacimos indefensos y dependientes del amor de nuestros padres. La presencia de una madre feliz consigo misma, solícita y cariñosa fue esencial para nuestro desarrollo emocional. Sin ella y sin sus cuidados, nuestros cerebros se hubieran atrofiado. Fue la confluencia de nuestros instintos obrando en sintonía y al unísono con los de nuestra madre lo que nos hizo medrar. Por su parte, para que ella, como madre, pudiera ser apta, necesitaba biológica y socialmente de la presencia y el soporte de un marido o pareja. Persona que, aunque al principio nos pareciera remota, al transcurrir el tiempo nos llenó de curiosidad y de deseos de conocer mejor. (Véase aquí mi ponencia de Las Relaciones Triangulares).

Como el individuo tan dependiente e indefenso que cuando niños éramos, debíamos de fantasear que el amor de nuestra madre no sólo era exclusivamente nuestro sino que sin nuestra presencia ella no podría aun existir. Lo que en cierto modo es verdad, porque las hormonas que rigen el post-parto y la lactación ordenan el apego incondicional de la madre hacia el bebé en la mayoría de los casos. (Véase mi artículo: La oxitocina: La hormona del "amor").

La evolución progresiva y el amor narcisista

La díada madre/infante es motivo e inspiración de mitos, fantasías, religiones y arte. Subyace, por ser tan básica, todo lo espiritual en nuestras vidas.

A ella debemos la vida, y sin ella nos toca el abandono y la muerte.

Alciones

La leyenda de Alciones, hijo de Gaia la diosa Tierra, lo ilustra. Este gigante era un hijo dominador. Así lo era, porque era invencible. Si en la lucha su oponente lo derribaba, al caer, tocando la Tierra, como su madre, ésta lo revivía. Pero otra mujer lo venció. La diosa Atenas, dice la leyenda, le dio muerte cuando lo hirió sosteniéndolo por sus cabellos y sin permitir que tocara el suelo — dejando en su estela, una madre inconsolablemente triste.

Volvamos, entonces al desplazo, nuestro tema original. Tememos el abandono, porque el ser deseado es esencial para que nos sintamos sanos, íntegros y seguros. Nuestra autoestima depende de ello, y nuestra autoestima lo es todo.

El origen de nuestro dolor frente al desplazo

  • No ser lo suficientemente bueno. Desde nuestra infancia lejana, cuando el amor de la madre se dirigía a otros, pensábamos que se debía a algo deficiente en nosotros. Que no éramos dignos de su cariño, que habíamos mentido, que algo nos disminuía.
  • El ser removido del trono imaginario. Antes éramos y nos considerábamos especiales, pero aun, si ya ser especial para esa persona es negado, el hecho de ser sustituidos es penoso.
  • La permanencia del afecto. Queremos que cuando con alguien rompemos, que al otro le duela y no que se desprenda de nosotros sin arrepentimientos.
  • El sentimiento de impotencia. Comprender que, en cierto modo una muerte simbólica y sin duelo ha ocurrido y que sería inapropiado llorar — ni por rabia ni por dolor. (Véase mi artículo: La Muerte También Existe).

La depresión que a menudo sigue una situación así, es debida a que el rencor y la ira se tornan hacia el ego y éste, careciendo de medios de expresión, nos deja paralizados en forma de la depresión. (Véase: Morning and Melancholia por S. Freud).

El dolor del abandono es real y es básico, tan real y básico que puede tornarse patológico.

¿Cómo encontrar soluciones?

Para nuestros lectores, ya entrenados en las ciencias del comportamiento humano, y para quienes desean usar las frustraciones de la vida para madurar no es suficiente ni basta la respuesta estereotipada que muchos nos dan:

"¡Ignóralo!"

Porque si ignorarlo pudiéramos, no nos sentiríamos como nos sentimos.

Las soluciones

  • No desconocer la rabia. Reconocer que nos duele, reduce su impacto.
  • Analizar qué aspecto de nuestra respuesta es arcaica — viene del pasado. Esto nos ayuda a reconocer los problemas que todavía en nosotros persisten.
  • No buscar la justificación de las acciones del otro en nuestros "fallos" personales. "No fui buena compañera, amante amiga, esposa, hija".
  • Ser proactivo. En inglés se traduce, como tomar la iniciativa en reconciliar en nuestras mentes los factores envueltos y reaccionar de acuerdo a la realidad.
  • No tratar de empatarnos. Si él viajó con la novia — yo también lo haré. Viaja todo cuanto quieras pero no para buscar su reacción.
  • Más que nada, no te sometas y aceptes que los comportamientos y acciones de otros definan tu felicidad. (Léase mi ponencia: Aprender a Ser Proactivo).

En resumen

"Lo que digan los demás", y a veces, lo que los demás hacen, son factores que influencian nuestras vidas de modo excesivo.

Por razones biológicas y psicológicas al macho de nuestra especie le agrada el lograr que las mujeres lo celen y que deseen sus favores. Así se siente más potente y especial. No es bueno ayudarlo en sus propósitos engreídos.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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