Apuntes sobre la guerrilla, el terrorismo y la depravación de la ignorancia
Enviado por Eduardo Daniel Véliz
- Introducción
- Definiciones necesarias
- El Golpe
- Guerrilla y contraguerrilla
- Conclusiones
- Bibliografía consultada
Introducción
Con el advenimiento de la organización democrática, una profusa producción tuvo como objeto de estudio a las formas que asumieron las posiciones políticas los diferentes sujetos comprometidos en el periodo histórico 1963 – 1983. Si bien es cierto que el referente ha sido abordado desde diversas ópticas y con diferentes grados de compromiso, pocos han sido los investigadores que han indagado y explicado las formas que asumieron en cada una de las facciones ciertas prácticas que, en la actualidad y en la década del "70, han sido objeto de confusionismo y, como consecuencia de ello, se han prestado a diversos grados de sinonimia.
La forma que asumió la designación de la práctica de operaciones militares estratégicas y sus tácticas, en las cuales se halla implicado el terrorismo en sus diversas maneras, es la que corresponde a una lógica maniquea, donde la aplicación política, comportada por la apelación a la violencia de diverso tipo, se homologa según categorías jurídicas definidas y operadas con arreglo al orden social en el cual tienen entidad y que se constituye, precisamente, en objeto de subversión por uno de los sujetos implicados en las operaciones. En términos concretos, la nominación de ciertos modos de expresión política, ajenos al statu quo, comportan un juicio subjetivo por medio de las cuales se categoriza a los sujetos políticos que operan instrumentalmente la violencia, de donde deriva su identificación por medio de la categoría "delincuente."
Desde luego, la tesis referida a que "… la guerra es la mera continuación de la política, por otros medios…",[1] se reafirma cuando se plantea que "…es sólo un arma de la negociación política y, por ello, no es en absoluto independiente en sí misma…"[2] y pone en serias dudas las postulaciones que tienden a categorizar la operación de la violencia con fines políticos en los términos de la legalidad que, precisamente, una de las fuerzas pretende subvertir y/o reemplazar. El reconocimiento de que la violencia se instituye como forma expresiva de cierto sujeto respecto de una organización social dada, también pone de relieve el carácter material implicado en la superación de cierta contradicción surgida a partir de un modo particular de la distribución de los medios de subsistencia.
Puesto en estas coordenadas, el tema de este trabajo constituye un campo de indagación en el cual se definen sujetos, cuyas caracterizaciones derivan de su posición dentro de una organización surgida como consecuencia de un cierto modo de producción, en función del cual, y a tenor de las propias contradicción que su desarrollo induce, cristalizan modos particulares de percepción y valoración de las relaciones materiales y simbólicas que se tejen en tal entorno productivo. Sólo con esta percepción la tesis de K. von Clausewitz puede alcanzar un sentido concreto, en la medida en que pone en evidencia la presencia de individuos humanos concretos,[3] cuya confrontación se ve despojada de caracteres arquetípicos o míticos, y definida con relación al mantenimiento o permutación de un modo dado de producción.
Solamente en tales términos pueden entenderse las operaciones internas y externas por las cuales se manifiestan la ejecución de dispositivos militares dentro de un terreno determinado. Esto es, por el reconocimiento de la naturaleza humana determinada que caracteriza a la guerra, se puede explicar tanto las maniobras de anexión directa o indirecta de otros territorios, como las represivas destinadas a mantener las condiciones económicas y sociales hacia el interior de una zona definida.
Tales afirmaciones patentizan una condición obvia, las relaciones beligerantes de diverso tipo, que cristalizan en el encuentro, resultan de carácter material y social, de modo que deviene desatinado pretender instituir un mecanismo interpretativo o explicativo a partir del privilegio de modos de percepción idealista e inmanentista. En tal sentido, este trabajo no divaga en construcciones conceptuales y categoriales en las que son un lugar común las apelaciones al "poder", a la "ideología" y otras formas que no tienen un fundamento concreto y que, por lo tanto, no aportan definiciones explicativas que tiendan a elucidar las causas, mecanismos y procesos involucrados.[4]
Definiciones necesarias
La emergencia de un conflicto armado no deriva de la nada, sino que procede de un desarrollo histórico, es decir, constituye una consecuencia, cuya cristalización se inscribe en condiciones especificas que responden a cierta fase del desarrollo de las necesidades reales o potenciales de un conjunto humano, coligado a partir del reconocimiento de ciertas particularidades comunes, que lo definen como comunidad. En tal sentido, no pueden afirmarse tales enunciados si no se parte de la conformación de un mecanismo de relaciones de producción y una organización social al efecto. Es decir, no puede hablarse de un conflicto armado interno o externo si no se tiene como referencia la existencia de un objeto o práctica sobre los cuales recaen valoraciones subjetivas en torno a su operación funcional referida a las necesidades de quienes juzgan.
Las relaciones políticas
Página siguiente |