Descargar

La dimensión deontológica de la relación médico-paciente y los comités de ética asistencial


Partes: 1, 2

    1. Desarrollo

    RESUMEN

     La crisis del paternalismo médico y su inacabada transición a la autonomía del paciente supuso la brusca ruptura de la autoridad moral del médico sobre el paciente, no sólo obligada por la igualdad jurídicamente impuesta, sino también por la abdicación de la clase médica. En este entorno de desorientación en que se encuentran inmersos, los Comités de ética asistencial (CEA) pueden venir en ayuda de los mismos dotándoles de las herramientas necesarias para asumir la nueva cultura en la relación médico-paciente que deviene imparable. Los CEA deben liderar la política hospitalaria de respeto de los derechos humanos y marcar el sendero de las pautas de comportamiento que impliquen al médico en la defensa de esos valores.

    PALABRAS CLAVE: Comités de ética asistencial, relación médico-paciente, ética clínica, paternalismo médico.

    DESARROLLO

    La relación médico paciente (RMP) ha sido considerada el acto central de la actividad clínica y el escenario principal de la medicina, y que va más allá de los conocimientos científicos y desarrollos tecnológicos, básicos para la práctica médica e imprescindibles en la formación del médico y demás profesionales de la salud. El avance científico y tecnológico ha exigido al médico un alto grado de especialización que le ha permitido afrontar patologías hasta ahora inabordables pero que, como contrapartida, ha modificado sustancialmente la tradicional forma de entender la profesión médica y ha deteriorado la relación médico paciente.

    Algunos autores consideran, incluso, que la medicina moderna  ha introducido un distanciamiento entre el enfermo y su propia vivencia de la enfermedad, ya que se le hace sentir que su cuerpo habla en un lenguaje que él no puede comprender, que se expresa en un idioma al cual sólo tienen acceso aquéllos que conocen los códigos de la medicina.[1]

    Efectivamente el enorme avance de las ciencias, sus sofisticadas aplicaciones médicas e, incluso, sus evidentes éxitos están trayendo, en paradójico contrasentido, el mayor alejamiento médico paciente nunca vivido en la historia de la medicina. Como dice BROGGI "es ya de una evidencia inquietante el que la mirada del profesional está excesivamente focalizada en el conocimiento de los hechos biológicos de la enfermedad para su buen tratamiento, y que, en cambio, sufre de presbicia cuando trata con el enfermo"[2]. Consecuencia de ello es la búsqueda por la sociedad de alternativas, y en consecuencia el creciente alza de la demanda de medicinas no convencionales en un "romántico retorno al pasado".[3]

    La relación médico-paciente está modulada, por tanto, por factores sociales y culturales. Esta relación se desarrolla en un plano intelectual y teórico, pero también afectivo y ético[4] en lo que puede definirse como acto médico. Ciertamente, en mi opinión, el médico se encuentra desconcertado y desorientado ante el cambio de escenario que le ha obligado a bajarse de su pedestal. La transición – evidentemente inacabada – del paternalismo médico a la autonomía del paciente ha supuesto la pérdida de la "autoridad moral" con que se encontraba investido, y no siempre por una igualdad irreal jurídicamente impuesta, sino también en gran parte por responsabilidad de un estamento médico que ha olvidado su "sacerdocio", para convertirse en un mero técnico de la sociedad industrial, abdicando de su propia supremacía. Consecuencia de ello, irremediablemente, es que como técnico de esa sociedad industrial sea tratado como tal.

    Es precisamente en este momento cuando los comités de ética asistencial pueden venir en ayuda de los mismos, encauzándoles por la nueva cultura que deviene imparable, y que deben asumir y asimilar.

    No podemos entender la razón de ser de los comités de bioética sin transitar brevemente por la relación médico-paciente a través del tiempo. Recordemos que la nota general que marcó la práctica médica en las primeras etapas del desarrollo de la humanidad fue el sustento mágico y la superstición. La atención de los pacientes no requería propiamente de un planteamiento ético, dado que la acción curativa era delegada a las fuerzas externas. Dioses y demonios, eran responsables de la salud, curación, enfermedad y muerte, el curandero, sacerdote o chamán quedaba exento de responsabilidad, pues sólo era una pieza más en el juego de las fuerzas sobrenaturales[5].

    La filosofía presocrática, marca una nueva etapa al reconocer la libertad de pensamiento y despojar la  práctica médica de la mitología, la religión y la superstición. El médico pasa a ser un agente activo en el desarrollo o curación de la enfermedad y su actuación puede ser cuestionada. Es precisamente un médico, Hipócrates, quien señaló las bases de una práctica basada en principios científicos y éticos. Tradicionalmente el médico empleaba todos sus conocimientos en beneficio del paciente, ya fuera para mitigar su dolor, curar su enfermedad o salvarle la vida. El paciente en cambio, desempeñaba un comportamiento pasivo, limitado a cumplir las órdenes del médico sin cuestionamiento alguno. Tal actitud respondía a la convicción de que el médico sólo buscaba el beneficio del paciente, ambas partes de la relación tenían enemigos comunes contra quien luchar, la enfermedad, el dolor y la muerte.

    Finalmente, la antigua confianza que distinguía la relación, ha sido sustituida por el temor y la falta de credibilidad. La práctica médica en grandes hospitales y la alta tecnología han deshumanizado la interacción, y no son pocos los casos en que el anterior binomio se ha transformado en una lucha frontal. No obstante este deterioro, es de reconocerse la clara y constante preocupación que existe, por que la práctica médica, además de ser una actividad científica, se sostenga en valores éticos y morales.

    Partes: 1, 2
    Página siguiente