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Una cultura de la (des)memoria

Enviado por Mario Alberto Geller


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Establecimiento de los hechos
    3. Construcción del sentido
    4. Puesta en servicio
    5. La reacción en el concejo
    6. Referencias bibliográficas

    Resumen:

    La construcción de la memoria colectiva de una nación a través de un caso arquetípico argentino.

    Tanto el concepto de cultura como el de memoria están estrechamente relacionados ya que: ¿quién determina los hechos y personajes de nuestra historia que deben ser potenciados y sacralizados como exponentes representativos de nuestra identidad nacional?. ¿O debemos, quizás, llegar a suponer que por ser representativos de nuestra identidad nacional es que los mismos son llevados al panteón de los ejemplos que servirán para iluminar a nuestras generaciones futuras?

    Al respecto nos dice Todorov [01]:

    "Si pretendemos hacer revivir el pasado en el presente, el trabajo pasará necesariamente por varias etapas. En la práctica, éstas se confunden entre sí o se suceden en desorden; las enumero aquí separadamente por razones de claridad.

    Establecimiento de los hechos.

    Es la base sobre la que deben reposar todas las construcciones ulteriores. Sin este primer paso, ni siquiera es posible hablar de un trabajo sobre el pasado. Antes de hacerse otras preguntas, es preciso saber: ¿de dónde procede el expediente de Dreyfus, y éste traicionó o no? ¿Quién ordenó el fusilamiento en el bosque de Katyn, los alemanes o los rusos? ¿Quiénes estaban destinados a las cámaras de gas en Auschwitz, los hombres o los piojos? Por ahí pasa, irreductible, la frontera entre historiadores o fabuladores. Pero lo mismo ocurre en la vida cotidiana: nunca dejamos de distinguir entre testigos fiables y mitómanos. Tanto en la esfera privada como en la esfera pública, mentiras, falsificaciones o fabulaciones son implacablemente perseguidas en cuanto intentamos que reviva el propio pasado, y no sólo confortar nuestras propias convicciones.

    Sin embargo, no basta con buscar ese pasado para que se inscriba mecánicamente en el presente. De todos modos, sólo subsisten algunas huellas, materiales y psíquicas, de lo que fue: entre los hechos en sí mismos y las huellas que dejan, se desarrolla un proceso de selección que escapa a la voluntad de los individuos. Ahora se añade a ello un segundo proceso de selección, consciente y voluntaria ésta: de todos los rastros dejados por el pasado, decidiremos retener y consignar sólo algunos, considerándolos, por una razón u otra, dignos de ser perpetuados. Este trabajo de selección es, necesariamente, secundado por otro, de disposición y, por lo tanto, de jerarquización de los hechos así establecidos: algunos serán puestos de relieve, otros rechazados hacia la periferia.

    Construcción del sentido.

    La diferencia entre la primera y segunda fase en la labor de apropiación del pasado es la diferencia entre la constitución de los archivos y la escritura de la historia propiamente dicha. Una vez establecidos los hechos, hay que interpretarlos, es decir, relacionarlos unos con otros, reconocer las causas y los efectos, establecer parecidos, gradaciones, oposiciones. Aquí se encuentran, una vez más, los procesos de selección y combinación. Pero el criterio que permite juzgar este trabajo ha cambiado. Mientras que la prueba de verdad (¿se produjeron estos hechos?) permitía separar a los historiadores de los fabuladores, a los testigos de los mitómanos, una nueva prueba permite ahora distinguir a los buenos historiadores de los malos, los testigos notables de los mediocres. El término "verdad" puede servir otra vez aquí, pero siempre que le demos un nuevo sentido: ya no una verdad de adecuación, de correspondencia exacta entre el discurso del presente y los hechos pasados ("4.400 oficiales polacos fusilados por las tropas del NKVD en el bosque de Katyn en 1940"), sino una verdad de desvelamiento, que permite captar el sentido de un acontecimiento. Un gran libro de historia no sólo contiene informaciones exactas, nos enseña también cuales son los resortes de la psicología individual y de la vida social. Sin duda, verdad de adecuación y verdad de desvelamiento no se contradicen sino que se complementan.

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