El concepto de "haecceitas" en la lógica semiótica peirceana (página 2)
Enviado por María de las Mercedes Suárez
Por tanto, si vinculamos la idea de índice en el sistema de ideas precitado con el concepto de haecceitas elaborado por Duns Scotto para designar aquello mediante lo cual una quiddidad[5]o esencia general, se convierte en individuo, naturaleza particular o ser; término que también se usa para señalar la naturaleza incomunicable que constituye la diferencia individual o individualiza los seres individuales que pertenecen a una clase[6]debemos decir que son términos antagónicos en la medida en que el primero (índice)[7] designa una existencia cuya materia le es proporcionada por un símbolo o un ícono, en tanto que la haecceitas (esencia) es una existencia per se cuya materialidad goza de autonomía ya que no depende de otra existencia que le asigne significado o contenido. Es incomunicable e intransferible de modo directo. Son esencias puras de carácter universal. Para la filosofía los universales existen y son entidades separadas e independientes de las cosas particulares; no dependen para su existencia ni de la mente humana que los piensa ni de las cosas individuales o concretas. Las cosas individuales participan de los universales. Son universales ante rem. Platón los situó en el Mundo Inteligible y S. Agustín en la mente de Dios. Para Aristóteles y Santo Tomás los universales existen pero no separados de las cosas concretas; son las formas o esencias inscritas en las cosas mismas. Son universales in re.
En el último de los ensayos sobre el pragmatismo, publicado en The Monist en 1906, el valor del índice consiste en superar las imprecisiones de cualquier descripción remitiendo al objeto concreto, que está más determinado que cualquier descripción que pueda darse de él[8]También la definición de las unidades de medida es a la postre indicial: un metro al fin y al cabo se refiere a un objeto concreto del universo (una barra conservada en condiciones de presión y temperatura constantes). Aunque históricamente el metro ha sido fijado como cierta fracción de la circunferencia de la Tierra, esta misma medida sólo puede ser calculada con exactitud utilizando el metro o algo que está en relación con él. No se sale del círculo vicioso más que poniendo un existente como punto de referencia al que todo se relaciona (CP 4.544, 1906)[9].
De tal manera sólo en la medida en que dicha esencia o cualidad asumiera iconicidad o simbolismo, tendría la posibilidad de ingresar a un índice y representar así todas las características o notas particulares que tal ícono o tal símbolo le proporcionen y acceder por este medio a un proceso semiótico.
Vamos a un ejemplo: Tomemos el panóptico de Bentham. El modelo panóptico señala un principio general de construcción. Como sabemos fue ideado por Jeremías Benthan en 1791 y tiene la finalidad de imponer la disciplina a través del juego simultáneo de elementos geométricos, ópticos y acústicos. Se trata de una construcción radial, de forma regular, con habitaciones o celdas situadas en la periferia, convergentes en un círculo central donde se ubica el puesto del observador. En la utilización de esta máquina arquitectónica, la obediencia de los reclusos resultaría de un estado permanente de inspección y vigilancia. En ella, el recluso es…visto, pero él no ve; es objeto de información, jamás de comunicación… Las celdas de escasa profundidad bañadas en luz, nada pueden tener oculto a la mirada inspectora. El poder de las disciplinas es analógico. Lo pone de manifiesto una parte de las entidades a partir de las cuales la disciplina se construye. La finalidad del castigo entonces, habrá de ser deducida del valor simbólico que se acuerde a ese fascículo de líneas, ángulos, planos, luces y medidas escrupulosas. Ante todo, la disciplina procede a distribuir los individuos en el espacio. La distribución a su vez, responde a varias tácticas: En primer lugar, lograr la clausura. Pero también funciona como táctica antideserción; antivagabundeo, antiaglomeración. Se trata de establecer con claridad las presencias y las ausencias; instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son. Premiar los méritos, sancionar los defectos. Hay además otra variable indispensable en las disciplinas; nos referimos al tiempo. Son tres los procedimientos con que la disciplina da al tiempo un uso técnico para el logro del control: Primero: Establecer ritmos; Segundo: Obligar a mantener determinadas ocupaciones; Tercero: Regular los ciclos de repetición. Estos procedimientos son en realidad, herencia de las órdenes monásticas, maestras en disciplina y alcanzan mayoritariamente a la organización de las instituciones totales (colegios, hospitales, etc.). La exactitud y la aplicación son virtudes esenciales del tiempo disciplinario. El tiempo, en todo caso, no es un marco general en el que se desarrolla una actividad, ni siguiera un ritmo impuesto desde afuera; es un programa que controla, desde el interior, la elaboración del propio acto. Con él se define un esquema anátomo-cronológico del comportamiento. La métrica del tiempo depende de una correlación entre el cuerpo y el gesto: Es la descomposición del acto en sus elementos, la que permite establecer, para cada uno de ellos, una determinada posición del cuerpo, de los miembros y de las articulaciones, pero una y sólo una. La disciplina en términos extremos prescribe un orden de sucesión a los movimientos y este orden señala, para cada uno de ellos, una dirección, una exclusión y una amplitud. El objetivo de la internalización de este proceso rítmico de determinados comportamientos es que el tiempo penetre en el cuerpo y con él entren los controles minuciosos del poder. Pero esta afirmación foucaultiana tiene al menos dos lecturas posibles: Una detractora de corte occidental que da prioridad al intelecto; la otra de corte oriental que reconoce la sabiduría natural en el cuerpo, que reenvía al sistema intelectual y volitivo del individuo a modo de espejo, las enseñanzas provenientes de toda actividad física, en muchos casos entorpecida por una intelectualidad cargada de prejuicios y teorizaciones indemostrables. La disciplina en rítmica repetición ingresa al cuerpo restableciendo pautas normativas que colaboran a la readaptación social del individuo cuyo desorden existencial lo llevó a una confrontación de valores en la que resultó perdidoso. En este orden de ideas no es ociosa la clásica máxima griega que afirma la existencia de una mente sana en un cuerpo sano; esto es, ordenado, limpio, disciplinado. Contrariamente a tales manifestaciones Foucault expresa: Tal control disciplinario no consiste solamente en imponer una relación pautada cuerpo-gesto; consiste en imponer la mejor relación. El buen empleo del cuerpo permite el buen empleo del tiempo. Constituye una técnica pragmática de sujeción; cifrado, instrumental, exige al cuerpo una docilidad pautada[10]
Entonces retomando la problemática que tratamos en orden a la relación índice-haecceitas, decimos que en el panóptico de Bentham el hombre delincuente[11]en tanto índice va a resultar permeable de las modificaciones psicosomáticas que tienen por finalidad las disciplinas. En cambio el hombre delincuente en tanto haecceitas va a mantener su naturaleza intangible aún cuando para lograr su objetivo final (la libertad) deba fingir el cambio.
El ejemplo del panóptico, no es casual ya que es el modelo adoptado por los realitys shows bajo el formato televisivo de "El Gran Hermano", naturalmente con una finalidad distinta a la del castigo; en este caso, el de la producción de interpretantes, pero que supuestamente ambos reflejan minimizadamente lo que sucede en la propia sociedad.
Pero mientras en la producción televisiva se expresa la primacía del signo indicial afectando la clase de interpretante generado[12](dada la participación de los televidentes en las resoluciones internas de la casa), en el modelo panóptico tal primacía no se da ya que no existe forma de interacción posible.
Por otra parte la teleaudiencia captada por el programa o al menos declarada en tales términos por las mediciones del rating no reflejan, a nuestro modo de ver, el interés despertado en la población y mucho menos que ese interés "celebre lo peor de lo humano y se trate de una victoria plesbicitada por la audiencia de la figura emblemática de la antivirtud o que sería la profecía cumplida del pensamiento apocalíptico sobre el impacto ético y cultural de los medios de comunicación modernos"[13]. Esto porque hasta el observador más desprevenido advierte con facilidad que los diálogos están guionados, con lo cual se violan las reglas principales del juego y quien miente una vez puede seguir haciéndolo, de modo tal que la votación también puede ser falseada o que aún siendo auténtica no responda a las íntimas convicciones de sus votantes, sino a esa vocación natural de ubicarse en los extremos (el mejor o el peor), todo lo cual no implica necesariamente que se esté plesbicitando la antivirtud, sino que es simplemente un juego y que en todo juego puede haber trampas.
Lo único auténtico que resulta de la confrontación entre el programa televisivo y el artículo periodístico, es la búsqueda visceral (carnal) de lo auténtico por parte de Bía Abramo. Quizá lo único auténtico sea precisamente que se trata de un juego.
En este punto tomamos distancia de Andacht quien equipara haecceidad al síntoma[14]de fuerte malestar sociocultural padecido por la columnista.
Por último si tanto en el modelo Panóptico, cuanto en el formato televisivo "El gran hermano", el engaño es un modo alternativo de lograr determinados objetivos (obtener la libertad en el primero; mantenerse dentro de la casa en el segundo y fundamentalmente mantener alto el rating), la pregunta que surge de modo necesario es si esa cuota de hipocresía funcional es algo que pertenece al haecceitas del ser humano.
Por dicha razón compartimos con Fumagalli la idea de que el nudo teorético revelador de la delicada postura de Peirce —semejante al encontrarse sobre la arista entre dos pendientes opuestas, demasiado estrecha para poder acomodarse allí, y siempre en peligro de resbalar hacia un lado o el otro— es su imposibilidad de justificar los nombres comunes como nombres verdaderos y propios, cuando por el contrario es innegable que pueden servir de sujetos de las proposiciones y, por tanto, estar por objetos y no sólo por predicados universales. El punto clave es precisamente que en el nombre común el objeto se da también a través del significado: "este hombre" se da como sujeto no sólo por medio de la indicalidad de este, sino también por medio del significado universal de hombre; y me es dado en lo que los medievales llamaban la suppositio personalis. El objeto entonces es captado no sólo en la segundidad ciega, sino también e inescindiblemente en la capacidad directiva y de reconocimiento que hay en nuestro conocimiento del singular, conocimiento que es sensible y a la vez intelectual, y cuya expresión significativa en el lenguaje mantiene estos contenidos intelectuales, si bien integrándolos, en algunos casos, remitiendo a lo fáctico de la experiencia inmediata[15]
Autor:
Dra. María de las Mercedes Suárez
[1] Ver nota 23 al Parágrafo 8.368. en la que Peirce propone la expresión "designations" para identificar la primera clase o función [metafórica]: "algunos están meramente en lugar de cosas o cuasi-cosas individuales de las que la mente interpretante ya ha tenido conocimiento", y la expresión "reagents" ["reactivos"] para la segunda clase o función [metonímica].
[2] el modo de significación de lo que es tal como es, con respecto a algo más, pero sin referencia a un tercer elemento (CP 8.328, 1904).
[3] Duns Scoto había formulado la teoría de la haecceitas para dar razón de la existencia de los universales y del individuo, salvando a ambos. Scoto parte en su metafísica de lo que llama "esencia (o naturaleza) común", que no es ni universal ni individual. La haecceitas sería entonces la determinación individuante, aquello que hace que la natura communis se determine en un individuo particular: no puede ser una forma, porque toda forma es común a los individuos de una misma especie; por tanto es algo que se añade desde dentro a una forma a modo de "actualidad última". La haecceitas es, pues, en Scoto, el "acto último que determina la forma de la especie en la singularidad del individuo": é. Gilson, La philosophie au moyen âge, Payot, Paris, 1944; trad. it. La filosofia nel Medioevo, La Nuova Italia, Firenze, 1985, 719.
[4] FUMAGALLI, Armando "El índice en la Filosofía de Peirce", Anuario Filosófico XXIX/3, (1996), 1127-1440.+
[5] Término latino. Esencia. El conjunto de rasgos por los que una cosa es lo que es.
[6] Diccionario de Filosofía de Dagobert D. Runes, Ed.Tratados y Manuales Grijalbo, México DF, año 2000, pág. 106.
[7] Que es básicamente una modalidad sígnica y como a todo signo se le atribuye la capacidad de proponer cual sea el significado de algo (de otro ente), que accede así al mundo de su experiencia material o imaginaria. En otras palabras el signo es lo que produce el o los significados.
[8] Recordemos que éste era un problema al que Peirce se había enfrentado a menudo en su trabajo científico, una parte importante del cual versaba sobre problemas de metrología, y que lo tuvo ocupado durante algunos años en experimentos de psicología de la percepción, acerca de los intervalos perceptivos mínimos. Ver J. Brent; A. Fumagalli, Il reale, 23-29.
[9] FUMAGALLI, Armando "El índice" cit.
[10] Así en SUAREZ, María de las Mercedes "Historia de la pena privativa de la libertad", Foro de Córdoba, año III, Pág. 57.
[11] En la medida en que se comparta la idea de asimilar "hombre delincuente" al concepto de haecceitas, esto es, como lo sostenía la escuela del Positivismo criminológico seguida por Lombroso, Ferri y Garófalo entre otros, una especie nata, pura, sin posibilidades de redención ni cambios, sujeta a las leyes del determinismo histórico. Idea llevada al extremo contrario por la Escuela Clásica cuyo soporte filosófico era libre albedrío.
[12] ANDACHT, Fernando "El signo indicial en la representación televisiva de lo real". Lo destacado es nuestro.
[13] ANDACHT, Fernando ob cit. citando a Bia Abramo en "O nada, o nada" TV Folha, de la Folha de Sao Paulo del 13/04/03.
[14] Que corresponde a una clasificación del índice que como signo muestra la contemporánea y oculta presencia de otro determinado signo.
[15] FUMAGALLI, Armando "El índice" cit.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |