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El concepto de "haecceitas" en la lógica semiótica peirceana


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    En el contexto de la semiótica peirciana el signo indicial asume una doble perspectiva[1]Por un lado sustituye, siendo por tanto la cosa que está en lugar de otra cosa para alguien, entonces el significante es el aspecto indicial del signo saussureano en el sentido de que es una materialidad que está en lugar del significado, evocándolo, representándolo o construyéndolo.

    Pero si tomamos en cuenta su aspecto de contigüidad, de metonímico o sea, de integración en un contexto mayor, el signo no está en lugar de, sino que está como causa o efecto de, en cuanto recibe o proyecta la eficacia de su relación con otro signo, con el que se vincula mediante una relación que puede ser espacial o temporal. En tales supuestos el signo aparece como anticipación, como consecuencia o como manifestación de otro signo que, en el momento de percibir al primero no está inmediatamente (inmediatez en el tiempo o en el espacio) percibible, pero cuya conexión con el primero es un conocimiento que se tiene por experiencia, ya bien del transcurso del tiempo, ya bien de la dimensión espacial. En este sentido el índice en cuanto clase de signo, constituye el momento medular de un proceso de semiotización dado; es un aquí y ahora. Su función es traer el pensamiento hacia una experiencia particular; trasmite información al ser modificado físicamente por sus objetos.

    A partir de esta segunda consideración los índices pueden clasificarse en señales (que anticipan la futura presencia de otro determinado signo; Ej. La veleta que indica la dirección del viento), indicios (que recuperan la pasada presencia de otro determinado signo; Ej. la huella del pie en la arena como indicio del pie y de la persona que pasó por allí) y síntomas (que muestran la contemporánea y oculta presencia de otro determinado signo; Ej. la fiebre como síntoma de una infección que está ocurriendo en el interior de un organismo), todos ellos dependientes del conocimiento que se tenga de la concreta relación que lo efectivamente percibido guarda con lo virtualmente percibible. Lo que equivale a decir que la interpretación adecuada de la señal, del indicio o del síntoma está en relación directa con la experiencia en tanto conocimiento de una realidad teórica o práctica del interpretamen.

    El índice como caracterización de lo existencial (existencia de la existencia o índice propiamente dicho), es ya siempre semiosis sustituida destinada a recibir todo y cualquier significado de alguna semiosis sustituyente (cuya materia será icónica y/o simbólica); en cuanto caracterizado por la puesta en relación ("dicisigno") es ya siempre la regularidad utilizada para interrelacionar (contextualizar) los íconos y/o símbolos de la semiosis sustituyente; y en cuanto caracterizado por su unicidad ("sinsigno") es ya siempre la especificidad inherente a la materia semiótica (simbólica o icónica) utilizada para la construcción de dicha semiosis sustituyente. Por tanto, el índice es siempre el existente que resulta existir, para el conocimiento de alguien, de la específica manera que se lo permiten la calidad y las reglas de interrelación de la materia prima semiótica utilizada para construir (o proyectar) dicha existencia.

    Para caracterizar su segundidad[2]Peirce no emplea el término "haecceidad" (haecceity)[3] hasta 1890, pero es muy probable que su estudio de Scoto, que comienza desde los años 60, haya influido en él al formular su propia teoría, aunque no usa explícitamente el término escotista hasta algunos años después. La haecceitas es un tipo de experiencia, que tiene la forma del shock. Peirce la describe como algo que comporta resistencia, reacción, intrusión, todos ellos aspectos de una experiencia de shock, que hacen referencia a la componente volitiva del hombre, y no a la racional. La "haecceidad" es irracional porque no puede ser definida conceptualmente; puede ser conocida sólo ostensivamente, "ponderando su insistencia (hefting its insistency)" (CP 6.318, 1908). Es la posesión de la haecceitas lo que da existencia al objeto (CP 6.318). Peirce sigue a Scoto precisamente cuando hace gravitar el peso del cuantificador existencial sobre el principio de individuación. De ello se sigue que la existencia no es un predicado, y que en la lógica peirceana el cuantificador existencial es fundamental, y es definido sobre la base de la existencia (CP 4.404, 1903)[4].

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