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Bosquejo de una política para el progreso de la población mexicana


Partes: 1, 2, 3

    1. Resumen
    2. La pobreza y la marginación en México al inicio del siglo XXI
    3. desarrollo futuro de México
    4. La ruta del desarrollo
    5. Condiciones
    6. Referencias

    RESUMEN

    En este ensayo se bosqueja una política de desarrollo para México. Tras señalar que, en los próximos años, dadas la magnitud y naturaleza de los cambios demográficos previstos, la persistencia de las actuales políticas públicas y la consolidación de la globalización, la pobreza en el país podría aumentar considerablemente, se sostiene que la posibilidad de que México sortee tal eventualidad y se encarrile por la senda del progreso dependerá principalmente de que adopte medidas drásticas en las formas de organización y conducción de los quehaceres político y económico. Tales medidas atañen a los siguientes aspectos: conceder preeminencia al desarrollo regional sobre el tradicional enfoque sectorial y centralizado que ignora las realidades locales y privilegia a las regiones que más tienen; profesionalización, mediante la reelección inmediata, de todos los puestos de elección popular, incluida la presidencia de la república; otorgamiento de facultades al Congreso de la Unión para actuar directa y decididamente en la planeación del desarrollo nacional, concretamente en la formulación del plan de desarrollo de largo plazo y en su evaluación periódica y sistemática; replanteamiento efectivo del papel que en el desarrollo del país compete a los sistemas educativo y de investigación científica y tecnológica, e intensificación de la integración con Estados Unidos y Canadá, en un esquema que rebase los límites de la mera relación comercial que, en el marco del tratado sobre la materia signado en 1994 por los gobiernos de los tres países, comanda formalmente y de hecho las relaciones más conspicuas entre ellos.

    I. La pobreza y la marginación en México al inicio del siglo XXI

    Uno de los rasgos más abominables de México en la actualidad es la pobreza en que viven importantes segmentos de la población. Dicha situación se expresa en rezagos y desigualdades observables en todos los campos de la vida y en todos los rincones del país: en el medio rural y el urbano, en las pequeñas ciudades, lo mismo que en las medianas y las grandes, entre los hombres y las mujeres, entre los indígenas y el resto de la población. A pesar de los indudables altos estadios de desarrollo y bienestar de que disfrutan diversos sectores de la población y amplias regiones del país, persisten el desempleo, el subempleo y la economía informal, así como significativos rezagos en educación, salud, alimentación y vivienda. Si algún dato pudiera sintetizar ese estado de cosas sería el siguiente: en el año 2000, el 50.99% de la población ocupada percibía ingresos iguales o menores a dos salarios mínimos.1

    Además, el ingreso está disparejamente distribuido: El veinte por ciento de la población de más altos ingresos, en el año 2000, concentraba el 54.8% del ingreso corriente total, mientras que el 50% de menores ingresos recibía el 18.0%. El ingreso del sector agropecuario, durante la década pasada, alcanzó, en promedio anual, 5.3% de PIB nacional, a pesar de que, en 1999, ocupaba el 21 % de la fuerza de trabajo, hecho que, por una parte, acusa los bajos niveles de productividad del sector, y, por otra, los también bajos niveles de remuneración de los trabajadores del campo: más del 47 % recibían menos de un salario mínimo.2 Más aún, mientras que en los hogares con mayores recursos alrededor del 70% de la población adulta percibía ingresos, sólo se encontraba en dicha situación el 40% de la población de los hogares pobres.3

    La situación es igualmente grave cuando se considera la perspectiva de género: datos para el año 2000 muestran que los ingresos de los hombres mejor pagados doblaban los de las mujeres de más altas remuneraciones, mientras que el ingreso de las mujeres de menores salarios representaban el 75 % de los salarios de los varones de estipendios similares.4 Otro tanto se observa al nivel de las regiones: El PIB per cápita del estado más rico es seis mayor que el correspondiente del estado más pobre,2 y un estudio del Banco Mundial informa que la productividad anual en la producción de granos de la zona Pacífico Norte del país, durante el período 1999-2002, fue 2.3 veces mayor que la de los estados sureños.5

    Muchos otros indicadores, aparte del referido al nivel de ingreso mencionado en el párrafo anterior, muestran la marginación de que es objeto la mujer. La presencia de las mujeres en las cámaras legisladoras es de apenas 16% y sólo ocupan el 23% de total agregado de los cargos públicos y de gerencia en el sector privado. Además, laboren o no fuera del hogar, sobre ellas recae la mayor parte del trabajo doméstico:

    En 1999 el promedio de horas de trabajo doméstico semanal de las mujeres era de 27.6, mientras que los hombres sólo dedicaban 10.5 horas. Respecto del trabajo extradoméstico, la mujeres dedicaron 37.7 horas a la semana, en tanto que los hombres emplearon 46.3 horas.2

    Partes: 1, 2, 3
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