Este relato que les acerco el día de hoy es el resumen de una historia que he recopilado de las Charlas que tuve con una amiga, que gustosa decidió compartir su experiencia conmigo para transformarlo en un relato; los nombres de los actores y las locaciones fueron cambiados para preservar su intimidad.
Conseguir lo que deseas, puede ser tu peor castigo…
Esta historia se desarrolla en una comunidad de la zona tropical de Latinoamérica, apartada unos 500 Kilómetros de una importante ciudad; es un pueblo de unos 700 habitantes, corre el año 1978, el verano tórrido va dejando paso a un cálido otoño con muchas lluvias y humedad, la principal actividad de la ciudad es la producción rural, aves de corral, cerdos frutales, hortalizas, algo de producción de café, en resumen, cualquier cosa que pueda comercializarse en la gran ciudad.
El pueblo está rodeado de granjas y pequeños minifundios de los cuales bajan los fines de semana los peones rurales y productores a hacer sus compras, o gastar su paga en ropa, alcohol y mujeres.
El caserío está compuesto por unas 20 calles de largo y unas 7 de ancho, hacia el norte en la parte elevada, unas pocas grandes casonas que reflejan el esplendor de otras épocas, albergan a algunas familias tradicionales, algunas de las cuales solo conservan de aquel pasado de opulencia, solo el apellido y la propiedad, (ya que no han podido venderla, para dilapidarla en juego u otros vicios). Calle abajo se van sucediendo las casas de los comerciantes, algunas de las casas de un propietario de las chacras; a mitad de la calle, esta la Plaza, alrededor de la cual se encuentran la comisaria donde trabajan un comisario vitalicio, y dos agentes que heredaron su trabajo de algún pariente. La Iglesia Católica, el único restaurant/café del pueblo que también era el hotel pensión para los visitantes (que hace mucho que no venían), la casa comunal donde se resolvían las cuestiones de organización y una de las caras de la plaza daba a la vieja estación de trenes hoy abandonada.
Ángela, una anciana muy bien arreglada, viva con Martina, una sirvienta morena y rolliza que rondaría los 50 años, habitaban uno de los caserones, Ángela, sobrevivía de alquilarle habitaciones a un par de prostitutas que trabajaban los fines de semana en el hotel, ambas mujeres de más de 40 años ya no podían trabajar en la gran ciudad, y habían recalado en el pueblo, buscando oportunidad de seguir con su profesión unos años más o encontrar algún granjero que necesitase una esposa… llevaban un par de años allí.
Ese verano los vecinos del pueblo habían decidido que era hora de dejar de mandar a sus hijos al otro pueblo donde había una escuela, ya que este se encontraba a casi dos leguas de camino y que durante la temporada de lluvias hacia que los niños perdieran muchas horas de clase.
Una tarde llegaron, eran 4 todas "maestras" recién salidas del instituto superior de profesorado de la capital; como no había línea de buses que llegase al pueblo, venían en el coche de policía, conducido por uno de los agentes, en la plaza, las esperaban el párroco, el comisario, el delegado comunal, los comerciantes y casi todo el pueblo vestido con su "ropa de domingo"; al bajar del auto fueron aplaudidas, y conducidas a la casa comunal que de ahora en más funcionaria también como escuela.
Las jóvenes no podían creer el recibimiento de que eran objeto, estaban viviendo en un sueño, casi adolecentes, (la mayor de ellas Canela había sido nombrada como maestra y directora de la naciente escuela, solo tenía 23 años)luego de un discurso que había leído con alguna dificultad el delegado comunal, el párroco encabezo una improvisada procesión donde se bendijeron los cuatro salones y el patio de lo que era la casa comunal y que temporariamente se transformaría en la escuela y luego salieron a los fondos donde se veían las obras de la construcción de la futura escuela que hoy, recién empezada a construir ya era el orgullo de todo el pueblo.
La ceremonia duró más de tres horas, al final de ella en medio de una lluvia de aplausos, el delegado comunal entregó las llaves de la casa comunal a canela. Las chicas habían viajado casi dos días y los signos del cansancio se notaban en sus jóvenes rostros. Luego de la cual fueron conducidas al "hotel", donde se habían preparado dos habitaciones contiguas, para que ellas viviesen allí. Se dividieron las camas Canela y Olga en la habitación rosa, Amalie y Simone en la habitación amarilla que era un poco más grande y tenía un pequeño vestíbulo.
Las clases comenzaron dos semanas después de la llegada de las maestras al pueblo, en ese tiempo, las chicas conocieron a casi todos los habitantes del mismo, y al tiempo que también alquilaron a Ángela un ala de su casa donde se instalaron armaron su estudio y compartían la mesa con la misma Ángela, que se mostró complacida con ellas y con las dos meretrices que también vivían en la casona. La comida de Martina era simple, pero muy sabrosa, además a aquellas niñas acostumbradas a la comida de ciudad el sabor de las hortalizas naturales, la textura de la carne de los pollos y el sabor de la carne sin congelar les parecían maravillosos.
Una tarde salieron a caminar por el pueblo, como lo hacían para tener algo que hacer, pasaron por la plaza. Ese día tenían planeado sacar fotos de "su" escuela, para enviárselas a su familia; mientras lo hacían, decidieron mandar también fotos de la iglesia, la estación, el pueblo en general; así lo hicieron, salieron de la escuela, cerraron las puertas y comenzaron a tomar fotos, de los canteros de la plaza, la gente en las calles, la vida que corría a su alrededor.
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