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Rebelion de Gonzalo Pizarro


  1. En busca del País de la Canela
  2. Rebelión de los encomenderos
  3. Derrota y muerte

Gonzalo Pizarro nació en Trujillo de Extremadura, hacia el año 1510. Fue hijo ilegítimo del capitán Gonzalo Pizarro El Largo, quien lo engendró con María Alonso, una molinera de La Zarza, a unas cinco leguas de Trujillo. De este concubinato nació también Juan Pizarro, unos años mayor que Gonzalo.

Gonzalo creció bajo la vigilancia de su hermano mayor Hernando Pizarro (el único hermano legítimo), quien se encargó de que recibiera una educación de caballero. Cuando Francisco Pizarro, el hermano mayor de la familia (aunque también bastardo), visitó Trujillo en 1529, es posible que viera por primera vez a Gonzalo y Juan. Lo cierto es que los convenció, junto con Hernando, a sumarse a la empresa de la conquista del Perú asegurándoles que se harían ricos.

Gonzalo pasó entonces a América con Francisco Pizarro (1530) y participó en todos los episodios del Tercer Viaje hasta la captura del Inca Atahualpa el 16 de noviembre de 1532. Posteriormente, asistió a la ocupación del Cuzco y a la fundación española de esa ciudad, donde fue nombrado regidor.

Al estallar la rebelión de Manco Inca en 1536, fue del grupo de españoles que fueron rodeados en el Cuzco por miles de guerreros incas. Bajo las órdenes de Hernando Pizarro y al mando de uno de los cuerpos de caballería, Gonzalo destacó notablemente en la defensa de la ciudad. Con la ayuda de miles de auxiliares cañaris y chachapoyas, los españoles rompieron el cerco y asaltaron la fortaleza de Sacsayhuamán (16 de mayo de 1536), en el transcurso de la cual fue herido mortalmente Juan Pizarro, de una pedrada en la cabeza.

No bien fue contenido Manco Inca, cuando de inmediato surgió la guerra civil entre los conquistadores. Ella tuvo su origen en la disputa entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro por la posesión del Cuzco. Diego de Almagro, tras volver de su fracasada expedición a Chile, ocupó el Cuzco en 1537 y apresó a Hernando y Gonzalo Pizarro. Poco después, Hernando fue liberado y Gonzalo se fugó de la prisión, y ambos reorganizaron las tropas pizarristas y se enfrentaron a los almagristas. El encuentro final se produjo en la batalla de las Salinas, cerca del Cuzco (6 de abril de 1538), donde Gonzalo mandaba la infantería pizarrista, teniendo una destacada actuación. Los almagristas fueron derrotados y Diego de Almagro apresado y ejecutado.

Enseguida, Gonzalo acompañó a Hernando a la conquista del Collao y Charcas (actual Bolivia). Aliados a los collas, lucharon contra los lupacas en memorables batallas, como las que se dieron en el Desaguadero y en Cochabamba. Pacificada la región, los españoles fundaron La Plata (hoy Sucre) y comenzaron a explotar las ricas minas de plata de aquella zona. Gonzalo se hizo de la valiosa encomienda de Chaqui.

En busca del País de la Canela

Gonzalo Pizarro navegando en el Perú. Litografía de 1554.

En noviembre de 1539, Francisco Pizarro nombró a Gonzalo Gobernador de Quito (actual Ecuador) y lo facultó para emprender el descubrimiento del País de la Canela y El Dorado.

Gonzalo Pizarro salió entonces de Chaqui, pasó al Cuzco y reunió 170 soldados, 3000 indios y muchos camélidos de carga. Tomó el camino de la sierra que conducía hacia el norte y al llegar a Quito fue recibido como gobernador por el cabildo de dicha ciudad. Allí se determinó a marchar al País de la Canela, que los relatos situaban hacia el oriente, en territorio selvático. Partió en la Navidad de 1540.

Hay que destacar que esta expedición se preparó en el Cuzco y tuvo allí su punto de partida, siendo Quito solo un lugar de paso, antes de internarse en la Amazonía.

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En el pueblo de Motín lo alcanzó su pariente lejano y lugarteniente Francisco de Orellana, fundador de Guayaquil, quien traía consigo a 23 soldados. La expedición ya estaba formada. Pasaron por Quixos, último lugar conquistado por los incas; en Zumaco acamparon en las faldas del volcán Guacamayo. Días después, encontraron arbolillos de canela, de muy mala calidad, lo que fue su primera decepción. Para colmo, comenzaron a sufrir todo tipo de penalidades y sufrimientos, atacados por insectos y reptiles, así como empezaron a padecer enfermedades por el clima tan insalubre y, lo más grave, el hambre les empezó a aguijonear.

Gonzalo Pizarro dejó a Orellana con la retaguardia y avanzó con la vanguardia hasta el río Coca, al que llamó río de Santa Ana. Allí hizo amistad con el cacique y dispuso que se le unieran Orellana y el resto de la tropa. Junto al río se construyó un bergantín. Se quería ir río abajo en busca de comida, pues el hambre afligía a todos y la gente amenazaba con amotinarse. Orellana pidió a Gonzalo Pizarro que le confiara el bergantín tres o cuatro días para traer comida. Gonzalo aceptó y Orellana partió el 26 de diciembre de 1541.

Orellana y sus hombres descendieron el río Coca, entraron en el río Napo y, continuando el curso, el 12 de febrero de 1542 descubrieron el famoso Río Grande que después llamarían Río de las Amazonas. Ya sin intención de volver donde Gonzalo, Orellana descendió el curso completo del río, hasta su desembocadura en el Océano Atlántico.

Gonzalo Pizarro, mientras tanto, pasando mil penurias regresó a Quito a los dos años de haber partido, con apenas decenas de famélicos y desnudos españoles, únicos sobrevivientes de la malhadada expedición. Se quejó indignado de la "traición" de Orellana y lo acusó de haberlo abandonado en la selva inhóspita.

En Quito, Gonzalo se enteró del asesinato de su hermano, el gobernador Francisco Pizarro, y de la rebelión de los almagristas encabezados por Diego de Almagro el Mozo. Gonzalo ofreció entonces su apoyo al representante de la corona, el gobernador Cristóbal Vaca de Castro, quien al frente de un poderoso ejército de leales al Rey se dirigía contra los almagristas. Vaca agradeció su gesto, pero cauteloso, no aceptó su ofrecimiento y le rogó que permaneciera en Quito hasta que la situación se normalizara.

Tras la derrota de los almagristas en la batalla de Chupas (16 de septiembre de 1542), Gonzalo regresó al Cuzco y se entrevistó con Vaca de Castro, a quien le reiteró su lealtad. Siguió luego a Charcas y se retiró a su encomienda de Chaqui, donde se dedicó a la búsqueda de minas de oro y plata. Pensaba tal vez terminar así sus días, disfrutando de los réditos de su encomienda, pero una nueva conmoción le trajo de nuevo a la escena política.

Rebelión de los encomenderos

Batalla de Iñaquito y muerte del virrey Blasco Núñez Vela (18 de enero de 1546). Grabado de la "Historia General de las Indias" (1554) de Francisco López de Gómara.

En 1542 la Corona española promulgó las Leyes Nuevas, ideadas por Bartolomé de las Casas en un esfuerzo por proteger a los indígenas; dichas leyes establecían la supresión de las encomiendas y de todo trabajo forzado de los indios. Se creó también el Virreinato del Perú y la Real Audiencia de Lima. Fue elegido como primer virrey del Perú Blasco Núñez Vela y como personal de la Audiencia limeña 4 oidores: Diego Vásquez de Cepeda, Juan Álvarez, Pedro Ortiz de Zárate y Juan Lissón de Tejada.

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Cuando el Virrey Núñez Vela llegó al Perú, aplicó enérgicamente el cumplimiento de las Nuevas Leyes. Los encomenderos protestaron indignados y organizaron una rebelión, eligiendo como líder a Gonzalo Pizarro, por entonces rico encomendero en Charcas.

Gonzalo marchó al Cuzco, donde fue magníficamente recibido y proclamado Procurador General del Perú para protestar las Leyes Nuevas ante el Virrey y, si fuese necesario, ante el propio Emperador Carlos V (abril de 1544).

En Lima, el virrey Núñez Vela se hizo odioso por sus arbitrariedades, llegando al extremo de asesinar con sus propias manos a un prominente vecino de la ciudad, el factor Illán Suárez de Carbajal. Los oidores de la Audiencia, en su afán de ganar popularidad, se inclinaron a defender los derechos de los encomenderos: hicieron prisionero al Virrey (18 de septiembre de 1544) y lo embarcaron de vuelta a España.

Gonzalo Pizarro entró triunfalmente en Lima el 28 de octubre de 1544, al frente de 1200 soldados. Los oidores de la Audiencia de Lima lo nombraron Gobernador del Perú el 21 de noviembre de 1544. Gonzalo respondió nombrando sus tenientes de gobernador: Alonso de Toro en el Cuzco; Francisco de Almendras en Charcas; Pedro de Fuentes en Arequipa; Hernando de Alvarado en Trujillo; Jerónimo de Villegas en Piura, Lope de Ayala en Puerto Viejo y Gonzalo Díaz de Pineda en Quito. La rebelión contra la Corona española ya era un hecho y no faltó quienes trataron de convencerle para independizarse y proclamarse Rey del Perú, consejo que Gonzalo desechó, pues esperaba el reconocimiento del Rey de España como Gobernador en virtud de ser hermano de Francisco Pizarro.

Gonzalo Pizarro gozó del apoyo popular; sus hombres lo llamaban el Gran Gonzalo y a su alzamiento, la "Gran Rebelión". Mientras tanto, el Virrey logró escapar y desembarcar en Tumbes, dirigiéndose a Quito, donde formó un nuevo ejército y se dirigió hacia el sur; ocupó San Miguel de Piura y llegó hasta Motupe, pero al dudar del poderío de sus fuerzas, decidió evitar el encuentro con los gonzalistas y volvió a marchas forzadas a Quito.

Por su parte, Gonzalo salió de Lima y marchó hacia Trujillo, en busca de las fuerzas del Virrey, pero éstas ya habían emprendido la retirada. Entonces continuó hacia Quito, donde se enteró de que el Virrey había avanzado más al norte, hasta Popayán. Luego de una serie de movimientos, ambas fuerzas se encontraron al fin en las cercanías de Quito. Se trabó la Batalla de Iñaquito, el 18 de enero de 1546, que fue muy sangrienta y culminó con la derrota del Virrey, quien fue hecho prisionero y decapitado en pleno campo de batalla.

Mientras tanto, en el sur del Virreinato del Perú, el capitán Diego Centeno, leal a la Corona española, al enterarse de la muerte del Virrey se levantó en armas contra Gonzalo en La Plata y reagrupó fuerzas en su intento de restablecer la autoridad real. Pero Francisco de Carvajal, el lugarteniente de Pizarro, lo puso en fuga, sin llegar a trabar batalla. Centeno se rehízo pronto y formó un poderoso ejército de 1000 soldados, por lo que Gonzalo Pizarro tuvo que salir de Lima para ir personalmente a combatirlo, pasando por Arequipa y llegando al altiplano. Ambos ejércitos se enfrentaron en la Batalla de Huarina, cerca del lago Titicaca, el 20 de octubre de 1547, en la cual fue derrotado Diego Centeno. Fue una gran victoria de los gonzalistas, numéricamente inferiores (solo sumaban 400 soldados), triunfo en gran parte debido a la arcabucería implementada y dirigida por Carvajal.

Derrota y muerte

Batalla de Jaquijahuana (9 de abril de 1548). Grabado de las "Décadas" de Antonio de Herrera. Año c. 1615.

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Ilustración del siglo XVIII que representa la decapitación de Gonzalo Pizarro.

Gonzalo Pizarro se convirtió en el líder absoluto del Perú. Sin embargo, su poder se desvaneció cuando el nuevo representante de la corona, el sacerdote Pedro de la Gasca, nombrado Presidente de la Real Audiencia de Lima y con el título de Pacificador, llegó a Panamá, ofreció el perdón a los sublevados y derogó las Leyes Nuevas. Las fuerzas de Gonzalo Pizarro empezaron a desertar y a sumarse a La Gasca, comenzando por la Armada, que estaba al mando del almirante Pedro de Hinojosa.

Con dicha armada y muchos hombres, La Gasca enrumbó al Perú. Desembarcó en Tumbes, luego siguió hacia el sur, pasando por Trujillo, Huaylas y Jauja, donde se enteró de la derrota de Huarina. Siguió a Huamanga y Andahuaylas, y se aproximó al Cuzco. Tenía ya un numeroso ejército de 700 arcabuceros, 500 piqueros y 400 jinetes. Mientras que Gonzalo reunió en el Cuzco un ejército de 900 soldados y esperó a su adversario. Ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Jaquijahuana, en la pampa de Anta o Sacsayhuamán el 9 de abril de 1548. En realidad no hubo batalla sino el desbande de las fuerzas gonzalistas que se pasaron al ejército de La Gasca. La deserción la iniciaron el oidor Cepeda y el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega. Gonzalo Pizarro fue preso igual que su lugarteniente Francisco de Carvajal, junto con los demás capitanes rebeldes. Todos fueron decapitados al siguiente amanecer, a excepción de Carvajal, que, por ser plebeyo, fue ahorcado. Las cabezas de Gonzalo y Carvajal fueron enviadas a Lima y expuestas perpetuamente en la Plaza Mayor, dentro de unas jaulas de hierro. Años después, se sumó al conjunto la calavera de Francisco Hernández Girón, otro rebelde ajusticiado. En 1563 todos estos cráneos fueron robados, según lo cuenta el tradicionista Ricardo Palma.

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El cadáver descabezado de Gonzalo fue llevado al Cuzco y enterrado de limosna bajo el altar mayor de la iglesia de La Merced, donde ya estaban los cadáveres de Almagro El Viejo]] y Almagro El Mozo.

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Autor:

Laurie Noemi Miranda Delgado