Desde el principio el hombre demostró curiosidad por lo prohibido y una tendencia natural a la desobediencia y hacer el mal, fruto de cualidades intrínsecas suyas, cuyo origen se desconoce. Ya en el capítulo 3 del libro de Génesis se nos relata la curiosidad de Eva, que la llevó a desobedecer la orden divina de no comer del fruto del "Árbol del conocimiento del bien y del mal" en el Edén y, posteriormente, hacer que también Adán desobedeciera dicho mandato. En el capítulo bíblico siguiente se describe el ataque planificado de Caín contra su hermano Abel, y la muerte de este último como consecuencia de la agresión sufrida. Ambas acciones, violatorias de la normativa establecida requerían castigo. En el caso de Adán y Eva, fueron expulsados del paraíso y tuvieron que sufrir una serie de consecuencias derivadas de su acción. Caín, por su parte, cometió el asesinato de su hermano, a pesar de haber recibido previamente una advertencia y recomendación divinas de variar su conducta y hacer lo bueno: "Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él" (Gén. 4:7). Después de su crimen tuvo que someterse al interrogatorio divino y acatar el castigo que se dictó sobre él, a pesar de que lo consideró desproporcionado[1]
"El Señor le dijo: -¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia. Por eso, quedarás maldito y expulsado de la tierra que se ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste. Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte sus frutos. Andarás vagando por el mundo, sin poder descansar jamás.
Entonces Caín respondió al Señor: -Yo no puedo soportar un castigo tan grande. Hoy me has echado fuera de esta tierra, y tendré que vagar por el mundo lejos de tu presencia, sin poder descansar jamás. Y así, cualquiera que me encuentre me matará" (Gén. 4:10-14).
Ambas historias evidencian que aunque para entonces no existían prisiones en las que se privara de la libertad a quienes violaran las normas religiosas y sociales establecidas, las acciones discordes con éstas eran rechazadas y los violadores afectados con sanciones tan drásticas como el destierro, además de la maldición divina que los afectaba el resto de sus días (la práctica del destierro vuelve a aplicarse a Jacob, de acuerdo a Gén. 27, por haber engañado a su padre Isaac, haciéndose pasar por su hermano Esaú, con la complicidad de su madre, obteniendo de ese modo la bendición paterna y la primogenitura). Salta a relucir, además, en la parte final del texto previamente mencionado, cuán tempranamente quedó establecida, sin que fuera una norma escrita, la Ley del Talión, "ojo por ojo y diente por diente" que como deja ver Caín, inicialmente, podía ser aplicada no solo por uno de los familiares de la víctima, sino por cualquier miembro de la sociedad porque, a fin de cuentas, era a la sociedad a quien se había ofendido al dañar a uno de sus miembros.
Más adelante, los infractores de la ley eran sometidos a esclavitud o bien vendidos a comerciantes extranjeros en calidad de esclavos por quien había sido perjudicado por sus actos indebidos. Esta era una práctica común que se usaba contra el deudor, afectando además a su mujer e hijos, cuando después de haber tomado un préstamo no podía cumplir con su pago.
Es apenas en el cap. 39 del libro de Génesis donde se hace mención por primera vez de una cárcel, al relatar que José, en Egipto, fue llevado a la cárcel, aclarando, "donde estaban los presos del rey", tras la falsa acusación de la esposa de Potifar de que éste entró a su cuarto y procuró deshonrarla. Esta especificación en el relato bíblico lleva a pensar que las cárceles egipcias, primeras a las que la Biblia hace referencia, estaban dedicadas a privar de la libertad a quienes siendo servidores reales, posteriormente llegaban a ser considerados enemigos del rey o peligrosos para su estabilidad como gobernante, y al castigo de quienes cometían alguna inconducta que afectara al rey o alguno de sus allegados. Pero de la aclaración referida: "… así que agarró a José y ordenó que lo metieran en la cárcel, donde estaban los presos del rey" (vers. 20), puede inferirse la existencia de otro tipo de cárcel, en donde eran destinados los presos comunes, o sea, aquellos que con sus acciones violaran normas sociales, sin poner en peligro la estabilidad real. Lo importante de la descripción es que permite conocer el tipo de administración y funcionamiento interno de la cárcel egipcia. Se señala allí que la cárcel era parte de la casa del capitán de la guardia, quien al parecer fungía como jefe de la misma y se encargaba de dar órdenes de todo lo que allí se hacía. Es evidente, además, que los prisioneros recibían buen trato y alimentación adecuada, además de permitírseles comunicarse entre sí.
Concluida la esclavitud egipcia, el pueblo de Israel durante sus 40 años de peregrinación en el desierto no utilizó la cárcel como castigo a la violación de las normas socio-religiosas. Era Moisés, como líder del pueblo, quien resolvía los conflictos entre la gente, actuando en calidad de juez. Pero antes de que se establecieran como pueblo sedentario en el país de Canaán, Dios estableció normas de manejo para el asesinato y el homicidio culposo. El relato lo encontramos en el libro de Números, cap. 35:9-29: "El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:
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