- Las preferencias del consumidor
- Supuestos sobre las preferencias
- Ejemplos de preferencias
- La relación marginal de sustitución
- Otras interpretaciones de la RMS
- Relación marginal de sustitución y las preferencias
- Resumen
- Bibliografía
Los objetivos que elige el consumidor se denominan cestas de consumo. Éstas consisten en una lista completa de los bienes y los servicios a que se refiera el problema de elección que estemos investigando. Debe subrayarse la palabra "completa": cuando analizamos el problema de elección de un consumidor, debemos asegurarnos de que incluimos todos los bienes pertinentes en la definición de la cesta de consumo.
Si analizamos la elección del consumidor en el plano más general, necesitamos no sólo una lista completa de los bienes que podría consumir, sino también una descripción de cuándo, dónde y en qué circunstancias podría obtenerlos. Después de todo, a los individuos les preocupa saber cuántos alimentos tendrán mañana tanto como saber cuántos tienen hoy. Una balsa en medio del océano Atlántico es muy diferente de una balsa en medio del desierto del Sahara y un paraguas en un día lluvioso es un bien muy diferente de un paraguas en un día soleado. A menudo es útil considerar que un "mismo" bien consumido en dos lugares o circunstancias distintas equivale a dos bienes distintos, ya que el consumidor puede valorarlo de forma diferente en esas situaciones.
Sin embargo, cuando centramos la atención únicamente en un sencillo problema de elección, normalmente los bienes relevantes son bastantes obvios. Muchas veces adoptaremos la idea descrita anteriormente de utilizar sólo dos bienes y de llamar a uno de ellos "todos los demás bienes". De esa forma podremos analizar elecciones de consumo que afecten a muchos bienes y utilizar gráficos de dos dimensiones.
Imaginemos, pues, que nuestra cesta de consumo está formada por dos bienes y que x1 representa la cantidad de uno de ellos y x2 la del otro. Por lo tanto, la cesta de consumo completa es (x1, x2). Como señalamos anteriormente, de vez en cuando representaremos esta cesta de consumo mediante la abreviatura X.
Supongamos que dadas dos cestas de consumo cualesquiera, (x1, x2) y (y1, y2), el consumidor puede ordenarlas según su atractivo. Es decir que una de ellas es estrictamente mejor que la otra o bien que le son indiferentes.
Utilizaremos el símbolo > para indicar que una cesta se prefiere estrictamente a otra, por lo que debe interpretarse que (x1, x2) > (y1, y2) significa que el consumidor prefiere estrictamente (x1, x2) a (y1, y2), en el sentido de que le gusta más la cesta x que la y. Esta relación de preferencia pretende ser un concepto básico. Si el consumidor prefiere una cesta a otra, significa que elegirá la que prefiere, si tiene posibilidad de hacerlo. Por lo tanto, la idea de la preferencia se basa en la conducta del consumidor. Para saber si éste prefiere una cesta a otra, observamos cómo se comporta en situaciones en las que hay que elegir entre dos cestas. Si siempre elige la (x1, x2) cuando existe la (y1, y2), es natural decir que prefiere la (x1, x2) a la (y1, y2).
Si al consumidor le resulta indiferente elegir una u otra de las dos cestas e bienes, utilizamos el símbolo ~ y escribimos (x1, x2) ~ (y1, y2). Esto significa que, de acuerdo con sus propias preferencias, cualquiera de las dos cestas satisfaría igualmente al consumidor.
Si el individuo prefiere una de las dos cestas o es indiferente entre ellas, decimos que prefiere débilmente la (x1, x2) a la (y1, y2), y escribimos (x1, x2) ≥ (y1, y2).
Estas relaciones de preferencia estricta, preferencia débil e indiferencia no son conceptos independientes, las propias relaciones están relacionadas entre sí. Por ejemplo, si (x1, x2) ≥ (y1, y2) y (y1, y2), podemos concluir que (x1, x2) ~ (y1, y2). Es decir, si el consumidor piensa que la cesta (x1, x2) es al menos tan buena como la (y1, y2) y que la (y1, y2), es al menos tan buena como la (x1, x2), debe ser indiferente entre las dos cestas de bienes.
Del mismo modo, si (x1, x2) ≥ (y1, y2), pero sabemos que no se da (x1, x2) ~ (y1, y2), podemos concluir que (x1, x2) > (y1, y2), lo que significa simplemente que si el consumidor piensa que la cesta (x1, x2) es al menos tan buena como la (y1, y2) y no es indiferente ante las dos, debe ser que piensa que la (x1, x2) es estrictamente mejor que la (y1, y2).
Los economistas suelen partir de algunos supuestos sobre la "compatibilidad" de las preferencias de los consumidores. Por ejemplo, parece poco razonable – por no decir contradictoria – una situación en la que (x1, x2) > (y1, y2) y, al mismo tiempo, (y1, y2) > (x1, x2), pies significaría que el consumidor prefiere estrictamente la cesta X a la Y… y viceversa.
Por esa razón, normalmente los economistas parten de una serie de supuestos sobre las relaciones de preferencia. Algunos son tan importantes que podemos llamarlos "axiomas" de la teoría del consumidor. He aquí tres de ellos. Decimos que las preferencias son:
Completas. Suponemos que es posible comparar dos cestas cualesquiera. Es decir, dada cualquier cesta X y cualquier cesta Y, suponemos que (x1, x2) ≥ (y1, y2) o (y1, y2) ≥ (x1, x2) o las dos cosa, en cuyo caso, el consumidor es diferente entre las dos cestas.
Reflexivas. Suponemos que cualquier cesta es al menos tan buena como ella misma; (x1, x2) ≥ (y1, y2).
Transitivas. Si (x1, x2) ≥ (y1, y2) y (y1, y2) ≥ (z1, z2), suponemos que (x1, x2) ≥ (y1, z2). En otras palabras, si el consumidor piensa que la cesta X al menos tan buena como la Y y la que la Y al menos tan buena como la Z, piensa que la X es la menos tan buena como la Z.
El primer axioma, la completitud, es difícilmente criticable, al menos en el caso de los tipos de elecciones que suelen analizar los economistas. Decir que pueden compararse dos cestas cualesquiera es decir simplemente que el consumidor es capaz de elegir entre dos cestas cualesquiera. Cabría imaginar situaciones extremas que implicaran elecciones de vida o muerte en las que la ordenación de las opciones fuera difícil o incluso imposible, pero estas elecciones quedan, en su mayor parte, fuera del domino del análisis económico.
El segundo axioma, la reflexividad, es trivial. Una cesta cualquiera es, ciertamente tan buena, como una cesta idéntica. Las personas que tienen hijos pequeños a veces observan en ellos conductas que violan este supuesto, pero parece probable en la conducta de la mayoría de los adultos.
El tercer axioma, transitividad, plantea más problemas. No está claro que las preferencias deban tener necesariamente esta propiedad. El supuesto de que son transitivas no parece evidente desde un punto de vista puramente lógico, y, de hecho, no lo es. La transitividad es una hipótesis sobre la conducta de los individuos en sus elecciones y no una afirmación puramente lógica. Sin embargo, no importa que sea o no un hecho lógico básico; lo que importa es que sea o no una descripción razonablemente exacta del comportamiento de los individuos.
¿Qué pensaríamos de una persona que dijera que prefiere la cesta X a la Y y la Y a la Z, pero que también dijera que prefiere la Z a la X? Desde luego, lo consideraríamos como prueba de una conducta peculiar.
Y lo que es más importante, ¿cómo se comportaría este consumidor si tuviera que elegir entre las tres cestas X, Y y Z? Si le pidiéramos que eligiera la que prefiere, tendría un serio problema, pues cualquiera que fuese la cesta que eligiera, siempre preferiría otra. Si queremos tener una teoría en la que los individuos tomen las "mejores" decisiones, las preferencias deben satisfacer el axioma de la transitividad o algo muy parecido. Si las preferencias no fueran transitivas, podría muy haber un conjunto de cestas tal que ninguna de las elecciones fuera la mejor.
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