En los regímenes bien combinados, de nada hay que cuidar con tanta dedicación como de que no se contravenga en nada la ley, porque esta se desliza insensiblemente, pero acaba por consumir todo el patrimonio.
La igualdad que los partidos de la democracia pretenden establecer en la multitud, no es justa sino cuando se da entre iguales. Así en todo régimen en que no son numerosos los miembros de la clase gobernante, serán de utilidad buen número de instituciones democráticas a fin de que todos los ciudadanos puedan participar en ellas, con ésto será más difícil que las oligarquías y las aristocracias degeneren en dinastía, porque no es tan fácil causar daño cuando uno esta poco tiempo en el poder.
Las constituciones pueden preservarse de dos maneras, tanto estando lejos de sus destructores, como estando cerca, porque el temor hace que los gobernantes tengan más en sus manos la dirección del gobierno, por lo cual es necesario que quienes tienen en sus manos el poder inventen causas de temor y representen como cerca lo que realmente esta lejos. Pero sobre todo, debe orientarse la constitución de manera que nadie pueda sobresalir del poder, sea bien por fortuna o por amistades, para esto debería crearse una magistratura para quienes viven en desacuerdo con la constitución.
Toda república debe ordenarse por la legislación y otras medidas administrativas, de modo tal que las magistraturas no sean una fuente de lucro. Tres son las cualidades que deben tener quienes hayan de asumir las más altas magistraturas: lealtad a la constitución establecida, la mayor competencia en el desempeño del cargo y la virtud y la justicia adecuadas en cada régimen a la respectiva forma de gobierno. Tanto la oligarquía como la democracia pueden ser ambas aceptables, por más que se aparten de la estructura ideal de la constitución, pero si se extreman una u otra, ésta empezará por deteriorarse y acabará por no ser siquiera una constitución.
De la monarquía y la tiranía: La realeza tiene su origen la defensa de los ciudadanos eminentes contra el pueblo, eligiéndose el rey de entre los ciudadanos que se distinguen por la naturaleza de su virtud, esta forma es la que más se aproxima a la aristocracia. Al tirano, por el contrario lo eligen entre el pueblo y la multitud para oponerlo a los notables, con el fin de que el pueblo no resienta ninguna injusticia por parte de ellos, ésta forma es un compuesto de oligarquía y democracia en sus formas extremas y por esta razón es el régimen más pernicioso para los súbditos.
La finalidad del rey es la de ser guardián, para que quienes posean sus bienes no sientan agravio, y el pueblo por su parte no sufra ultrajes; su guardia la forma los ciudadanos. La tiranía, por su lado no mira al interés público, sino en cuanto sirve a su propio provecho; por esto el fin del tirano es el placer, el tirano desea el dinero, lo que le viene de la oligarquía; su ejército está formado por mercenarios.
La tiranía puede ser destruida desde fuera, por una república más poderosa y de constitución opuesta. Siempre estas formas de gobierno son objeto de odio, pero muchas han sido destruidas también por el desprecio que inspiran, la prueba de esto está en que la mayoría de los que han conquistado el poder han podido conservarlo, pero todos cuantos lo heredaron lo han perdido casi inmediatamente, pues entregados a una vida de goces han sido fácilmente despreciables y ofrecen muchas oportunidades a sus atacantes. Asimismo, debe tenerse la cólera como elemento de odio, pues en cierto modo es la causa de los mismos efectos, a menudo incluso, es la cólera más activa que el odio y por ella se ataca con más ímpetu, porque a causa de su pasión no se pueden hacer cálculos La realeza por su parte se destruye muy raramente por causas externas, y por esto es un régimen duradero, su destrucción procede de sí misma en la mayoría de los casos: cuando viene la discordia de entre quienes participan de la realeza, o cuando los reyes pretenden gobernar a la manera de los tiranos, es decir cuando aspiran a extender su autoridad a otras esferas de la ley. El gobierno real es el que se ejerce con el consentimiento de los súbditos y con soberanía en asuntos de gran importancia.
La realeza se conserva por la limitación de sus poderes, en la medida en que los reyes reducen las esferas de competencia, por mayor tiempo necesariamente mantendrán intacto su poder.
La tiranía, por su parte, se conserva de dos modos en extremo contrarios. Uno de éstos es el método tradicional y al que se ajustaban la mayor parte de los tiranos en el ejercicio del poder, despuntar a los que descuellan y suprimir a los de ánimo indómito; no permitir las comidas en común, ni las asociaciones, ni la educación ni nada semejante, antes bien precaver todo aquello de que suelen engendrarse estas dos cosas que son la grandeza del espíritu y la confianza del individuo en sí mismo; ni tampoco permitir la formación de escuelas ni otras agrupaciones intelectuales, sino emplear todos los medios con el fin de que todos los ciudadanos se desconozcan unos a otros lo más posible. Deberá también obligar a todos los ciudadanos a mostrarse siempre en público, con el fin de que no le pase inadvertido nada de lo que los súbitos puedan hacer o decir, procurando que los ciudadanos se calumnien unos a otros, los amigos choquen entre ellos, el pueblo lo haga con las clases superiores y los ricos entre sí. Es además el tirano amigo de hacer la guerra con el objeto de tener ocupados a los súbditos y que tengan siempre la necesidad de un caudillo.
Todo esto podría resumirse en tres capítulos, que conforman los fines de la tiranía: el mantener el ánimo apocado de los súbditos el hacerlos desconfiados ente sí mantener en los demás la impotencia para la acción política. Hay otra manera de conservar el poder, totalmente adversa a la forma descripta anteriormente, donde el tirano debe actuar o semejar que actúa como un verdadero rey, para lo cual cuidará de los fondos públicos, absteniéndose de gastar el dinero en regalos que resiente el pueblo; rendirá asimismo cuentas sobre los ingresos y egresos; aparentará que recauda los impuestos, sirviéndose de estos solo en casos de emergencia militar y se conducirá en general como guardián e intendente de aquellos dineros como si fuesen públicos y no privados de su persona. La conducta de esta tirano, en suma, deberá contraria a todo lo que suelen aconsejar las viejas máximas sobre la tiranía.
Después de la lectura de la obra, se puede decir que el pensamiento aristotélico presenta dos estadios que manifiestan la distancia recorrida en el camino de la emancipación de la influencia platónica, o mejor dicho, que intenta trazar una línea de pensamiento e investigación propia sin las influencias de las ideas platónicas, que había adquirido durante su larga estadía en el "Liceo".
En el primero de esos períodos, Aristóteles concibe la filosofía política como constructora del Estado ideal, donde continua predominando el valor ético que prevalece en el pensamiento de Platón acerca del tema; el hombre bueno y el ciudadano bueno son la misma cosa y el fin del Estado es producir el tipo moral más alto posible de ser humano. Sin embargo, el Estagirita, concibe una ciencia o arte de la política en una escala mucho más amplia, que no era sólo empírica sino descriptiva y en algunos aspectos, hasta independiente de toda finalidad ética, ya que el estadista puede tener la necesidad de ser perito en el gobierno aún para corregir un estado malo.
Con arreglo a la nueva idea, la ciencia de la política comprendía tanto el conocimiento del bien político, absoluto y relativo, como el de la mecánica política, utilizada acaso para una finalidad inferior o aún mala. Esta ampliación del concepto de la filosofía política constituye la concepción más característicamente aristotélica.
Autor:
Fernandez Funes.
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