- Las claves de lo humano
- Justicia, trabajo, educación: ¿renovación social?
- La liberación: ¿terrenal o mística?
Se hace difícil escribir sobre el pensamiento de Simone Weil porque sus claves son paradójicas. Podría ser más sencillo si se eligiera sólo uno de los aspectos particulares que lo conforman y se buscara desarrollarlo hasta las últimas consecuencias, prescindiendo del contexto general de sus reflexiones. Pero existen filósofos que, como ella misma, no admiten este tipo de estudios, so pena de ofrecernos una imagen parcial, posiblemente mutilada, de sus concepciones, y en todo caso contradictoria con el resultado de líneas diferentes de indagación. Son los filósofos cuyas doctrinas tienen como base la paradoja, si ésta puede considerarse una base, o, si se prefiere, en los que la paradoja constituye premisa indispensable para enfocar cualquiera de los temas que atrajeron su atención.
Tal es el caso de Simone Weil. ¿Indica ésto falta de coherencia en esas figuras y en ella en particular? Sería muy aventurado responder a priori, fuese cual fuese la respuesta, porque sería necesario tener solucionadas de inicio muchas cuestiones, y ello no siempre es posible. Simone Weil en especial fue filósofa, creyente apasionada en la mayor parte de los principios del Catolicismo, que no se decidió a abrazar por entero, mística, activista social, intelectual comprometida, antifascista, y antijudía (antisemita, decía ella, según era costumbre entonces ), y en ello no desempeñó un papel secundario el hecho de haber descubierto tardíamente que ella misma era judía, después de haber asimilado profundamente el ambiente antijudío en la cultura francesa de la primera mitad del siglo XX, factor este último que suele pesar en el odio a sí mismos que experiementan ciertos individuos en grupos sociales tradicionalmente discriminados, fenómeno bastante estudiado entre los judíos .
Pero no se piense en una sobrestimación por nuestra parte del papel que esta circunstancia–relativamente poco investigada hasta ahora, por lo demás, pues llega a decirse que abandonó el Judaísmo, cosa imposible pues nunca lo profesó–pudo desempeñar en el devenir de sus ideas acerca del hombre y del trabajo, sino más bien en el interés de sopesar todos los hechos que influyeron en dicho devenir, y en especial en su carácter paradójico, al inicio señalado. Pues un amor que excluye de su objeto a una parte de la humanidad, precisamente la más perseguida y martirizada en aquellos momentos, que hace gala cuando menos de una escalofriante indiferencia hacia el pueblo judío, mientras es capaz de llorar por los vietnamitas o de afirmar como deber cristiano el amar a los nazis, a causa del mal que había en ellos, no puede aspirar a la universalidad ni a establecer una vía para la redención humana.
Las claves de lo humano
Desde sus años de formación, sobre todo con Alain, en cuyos cursos escribe trabajos sobre temas que van desde rasgos de la percepción hasta ciertos valores, desde figuras concretas hasta la presencia de la filosofía en obras literarias, se advierte en S.W. el predominio de la reflexión antropológica (el alma, el contraste entre la necesidad y los deseos, entre las tendencias que establecen gravedad y Gracia), extendida a la cuestión social . Llama la atención–sobre todo en la cuestión que nos ocupa–la parcial coincidencia con la evolución, en su momento, de Karl Marx. Este sin embargo dejaría atrás la etapa antropológica, plasmada en los Manuscritos sobre economía y filosofía de 1844, para sumergirse en el análisis de las estructuras económicas capitalistas. Si alguna vez pensó retomarla, sobre bases más ricas tras este estudio, nunca llegó a hacerlo . Pero había dejado un porte fundamental: la sustitución de la enajenación religiosa, sustentada por Feuerbach, por el trabajo enajenado como fuente del sufrimiento de los obreros.
Simone Weil sin embargo retornaría al tema del hombre después de adentrarse en la doctrina marxista clásica y en sus variantes leninista y troskista, y de criticar profundamente muchos de sus aspectos y, sobre todo, su programa político. Reconoce sin embargo "fragmentos compactos, inalterables en su verdad, que forman parte natural de toda doctrina verdadera" (y que hacen estos fragmentos no sólo compatibles con el Cristianismo, sino de necesaria asimilación por parte de éste), pero en modo alguno una doctrina integral sobre la realidad natural y social, como habrían querido hacer ver sus seguidores. El rechazo a toda religión por parte de Marx es para S.W. el resultado de la necesidad de apoyar su filosofía en un absoluto que ya no podía ser Dios, porque "estaba pasado de moda. Se tomó la materia" .
Página siguiente |