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Colón y Pinzón (página 2)

Enviado por Cornelio Cornejín


Partes: 1, 2

Y este testigo además de lo susodicho oyó decir que el dicho almirante habiendo andado mil leguas […] procuró y dijo que se volviesen todos y el dicho Martín Alonso dijo que no quería y no quiso sino continuó su navegación él y sus hermanos, y dejó al dicho almirante, y desde que el dicho almirante vio que le dejaba y el dicho Martín Alonso navegaba se tornó a juntar con él, y el dicho Martín Alonso Pinzón amonestó a todos diciendo que armada de tan altos príncipes no se había de volver sin razón atrás, […] y si no fuera por el dicho Martín Alonso Pinzón no se descubrieran las Indias que por el dicho almirante de allí se tornara.

Cuando el fiscal del rey le preguntó cómo se había enterado de todo eso, contestó De la Donosa que lo oyó decir a los que vinieron del dicho viaje y armada que pasaba así (Pleitos colombinos, tomo VIII, p. 249, edición preparada por Antonio Muro Orejón)4.

Otro que participó en el susodicho juicio fue Diego Rodrigues Colmenero, vecino de Palos, de alrededor de 65 años y que estuviera casado con una hija, por ese entonces ya difunta, de Martín Alonso.

En el golfo –relató– por su navegación el dicho almirante andadas 800 leguas o más de camino, preguntó al dicho Martín Alonso, y dijo que tenía andando el camino que pensó de andar el dicho viaje, y que la tierra no era descubierta y qué le parecía que harían, si siguieran el viaje o volvieran, y el dicho Martín Alonso Pinzón le dijo al dicho almirante: ¡Cómo capitán, con tal embajada de tan altos príncipes se ha de volver y dejar de ir su viaje! ¡Ahora es tiempo de andar! Y que el dicho almirante paró y el dicho Martín Alonso continuó su navegación, y el dicho almirante siguió en pos de él.

Preguntado sobre cómo se había enterado de eso, dijo que porque el dicho Martín Alonso y los que con él iban decían que había pasado así lo susodicho (ibíd., t. VIII, p. 254).

Y el tercer testigo de oídas que citaré, Hernán Peres Mateos, de 80 años, conocedor también de Martín Alonso y de Colón, sugiere que los marineros de la Santa María, a punto de amotinarse, fueron quienes indujeron al almirante a que hablara con su segundo respecto de los pasos a seguir. El testimonio es imperdible: dice que oyó decir a los dichos Martín Alonso Pinzón y sus hermanos que […] la gente que venía en los navíos, habiendo navegado muchos días y no descubriendo tierra, las que venían con el dicho don Cristóbal Colón se querían amotinar y alzar contra él diciendo que iban perdidos y entonces el dicho don Cristóbal Colón había dicho al Martín Pinzón lo que pasaba con aquella gente y qué le parecía que debían hacer y que el dicho Martín Alonso le había respondido: señor, ahorque vuestra merced media docena de ellos o échelos a la mar y si no se atreve yo y mis hermanos barloaremos sobre ellos y lo haremos, que armada que salió con mandado de tan altos príncipes no había de volver atrás sin buenas nuevas (ibíd., t. VIII, p. 397).

Después está Fernán Pérez Camacho, 85 años, conocedor de ambos protagonistas en trato y conversación. Según lo que él oyó, esta fue la respuesta de Martín Alonso ante la requisitoria de Colón:

señor, aquí venimos a servir a Dios y al rey y no habremos de volver atrás hasta que hallemos tierra o morir (ibíd., t. VIII, p. 310).

Y otro Fernán, Ianes de Montiel, de 80 años, colorea un poco más la insubordinación:

¿Cómo capitán al cabo de tanto tiempo que habemos andado tanto nos habremos de volver? ¡Adelante! ¡Adelante! Andemos tres o cuatro días u ocho hasta que hallemos tierra porque no conviene a nuestra honra que volvamos así sin hallar tierra (ibíd., t. VIII, p. 314).

Cuando el fiscal del rey le pregunta a Gonzalo Martín, 62 años, conocedor de Colón, qué sabe del tema, el testigo afirma haber escuchado que al tiempo que habían […] andado más de 800 leguas el dicho Colón había desmayado y había dicho al dicho Martín Alonso Pinzón que […] se volviesen y que el dicho Martín Alonso le dijo al señor Colón: no me ha enviado al rey acá para que me vuelva, yo traigo bastimento para un año y no me tengo que volver, que con la ayuda de Dios tengo que pasar adelante (ibíd., t. VIII, p. 320).

Avala también la hipótesis de que los pertrechos nunca escasearon Alonso Gallego, de 65 años, residente en la localidad de Huelva y conocedor, según afirmación suya, de ambos personajes. Dijo Gallego, según consta en el acta correspondiente, que al tiempo que vino la armada de hacer el dicho viaje y primer descubrimiento, los que venían en los navíos todos decían […] que habiendo andado muchas leguas por la mar que del navío en que había ido el dicho Colón habían tirado un tiro y que el dicho Martín Alonso Pinzón iba con su navío adelante y aguardó y dijo al dicho Colón: señor, qué manda vuestra señoría, y que el dicho Colón le dijo: Martín Alonso, esta gente que va en este navío va murmurando y tienen ganas de volverse y a mí me parece lo mismo, […] y que el dicho Martín Alonso Pinzón había dicho entonces al dicho Colón: señor, acuérdese vuestra señoría que […] os prometí por la corona real que yo ni ninguno de mis parientes no habíamos de volver a Palos hasta descubrir tierra en tanto que la gente fuese sana y hubiese mantenimientos; pues ahora ¿qué nos falta? La gente va sana y los navíos nuevos y llevamos harto mantenimientos. ¡Por qué nos habremos de volver! Quien se quisiera volver vuélvase que yo adelante quiero pasar, que yo tengo que descubrir tierra o tengo que morir en esta demanda (ibíd., t. VIII, pp. 341-2).

Sea porque Colón se "desatinó" –como creía Funes– al comprender que aquellos grandes teorizadores habían errado sus cálculos, sea porque sus marineros, temiendo llegar al borde del planeta y caer al infinito vacío5, lo apretaron para que regresase, lo cierto, o al menos lo que parece a todas luces haber sucedido, es que si no hubiera sido por Martín Alonso Pinzón, Colón no habría descubierto América. Yo me juego por la hipótesis del motín: no creo que Colón, teniendo víveres, barcos y navegantes en buenas condiciones, tuviera que apegarse tan fielmente a las 700 leguas que, suponían aquellos sabios, había que navegar para llegar a las Indias; el margen de error de un proyecto tan ansiado, del mayor y más estudiado proyecto de la vida de aquel hombre, bien valía estirarse, por lo menos, 700 leguas más. Pero el proyecto era de él, no de los supersticiosos marinos que lo acompañaban y que aún creían en la planitud de la Tierra. Y estos marinos no conocían a Colón, ni mucho menos lo estimaban; no se perdería gran cosa para ellos si su capitán era lanzado por la borda. Al que sí conocían era a don Martín Alonso, quien se había encargado de reclutarlos. Por eso, cuando escucharon ese grito desde la Pinta: "¡Señor, ahorque vuestra merced media docena de ellos o échelos a la amar, y si no se atreve yo y mis hermanos lo haremos!", ahí mismo el motín finalizó, si bien las deliberaciones continuaron lo suficiente como para que las otras carabelas se alejaran y tocaran tierra sin Colón en el horizonte6. Funes no quiere por ningún motivo que tal incidente se interprete como un apichonamiento de Colón, y en ese sentido estoy de acuerdo con él: ni el más valiente y decidido de los mortales puede hacer nada frente a cuarenta energúmenos que quieren lincharlo. La honra de Cristóbal Colón, pues, queda intacta, pero se le suma y casi se le aparea la de Martín Alonso Pinzón, el verdadero descubridor del Nuevo Mundo.

De ahora en más, cuando debamos emplear el verbo "colonizar", troquémoslo mejor por "pinzonizar". La verdad histórica nos lo agradecerá. ¡Y encima suena lindo! Ya ves, Cornelio, que los pleitos tribunalicios sí sirven para algo…8

 

Viernes 29/6/2007; 10,49 a.m.

"La honra de Colón queda intacta" dije el último 22 de abril al documentar lo que a mí me parece que sucedió aquel 6 de octubre de 1492, 6 días antes del descubrimiento. Pero después me puse a leer el Cristóbal Colón y el descubrimiento de América de Antonio Ballesteros y descubrí algo que, de ser verdadero, haría de mi admirado don Cristóbal un personaje menos idealista de lo que yo suponía.

Casi todos damos por sentado que fue un desconocido marinero llamado Rodrigo de Triana quien, desde la Pinta, observó por vez primera el suelo americano. Lo cierto es que no vio tierra ninguna sino fuego, pues eran las dos de la mañana cuando divisó esas lumbres indígenas a más o menos dos leguas de distancia. Si nos guiamos por la opinión del historiador Jorge Funes y por la mía propia, la Santa María capitaneada por Colón estaba bastante retrasada con respecto a las otras carabelas en ese momento, por lo que mal pudo el jefe de la expedición ni siquiera enterarse a tiempo del hallazgo9. No fue esto, sin embargo, lo que se dijo a los reyes de Castilla cuando regresaron. Habían ellos prometido 10.000 maravedíes anuales de por vida a quien viese las primeras señales verídicas de que habían llegado a su destino, y estas señales, según Colón, las había visto él mismo bajo la forma de tenues centelleos que refulgían y se apagaban muy a la distancia. Habría el comandante divisado estos fueguitos a eso de las 10 de la noche del 11 de octubre, cuatro horas antes del grito de Rodrigo de Triana. Los reyes le creyeron y le otorgaron la suculenta pensión, dejando a Rodrigo tan despechado que, según cuenta la leyenda, apostató del catolicismo y se hizo mahometano.

Yo no le creo a Colón; me sospecho que las primeras noticias fueron dadas por Rodrigo de Triana. Pero aunque la versión del capitán sea la correcta, ¿qué clase de caballero, como yo suponía era don Cristóbal, arrancaría de las narices de un pobre marino esa recompensa que no era para el navegante más reconocido del mundo ni urgente ni necesaria? Tal vez lo haya hecho no por el dinero sino por la honra pública de haber sido, además del mentor del viaje, el descubridor literal de las nuevas tierras10. Pues tanto peor para un verdadero caballero, a quien le importan tan poco los maravedíes como la opinión de los otros. Si viste los fueguitos, ¡cállalo, Colón! No monopolices la gloria o correrás el riesgo de que la verdadera gloria, la gloria posmorten, no se deje ver en tu horizonte.

Ahora entiendo mejor eso que se dice de la derrota de Colón.

 

Notas:

1 Entre los que destacan Marino de Tiro, Ptolomeo, Estrabón y Plinio el Viejo.

2 (Nota añadida el 14/8/9.) Esta es la hipótesis de Funes (cf. op. cit. p. 143) que fue también suscrita en su momento por Ramón Menéndez Pidal: "Las Casas era hombre arbitrario que afirmaba con vehemencia y sin escrúpulo cuanto le convenía a sus propósitos […]; él, historiador doméstico al servicio de los herederos del Almirante" (La lengua de Cristóbal Colón, el estilo de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo XVI, p.

12). Sin embargo, según Julio Guillén Tato (La parla marinera en el Diario del primer viaje de Cristóbal Colón, pp. 13 ss.), el diario que nos legó Fray Bartolomé de las Casas es, casi con seguridad, el auténtico escrito que Colón remitiera en su momento a los reyes católicos, sólo retocado por el cura en lo que hace al estilo literario y nunca en sus datos objetivos, y esta es la postura que hoy día prevalecería dentro de la camarilla de los investigadores colombinos. Hemos de sospechar entonces que no fue Las Casas, sino el propio Colón, quien se encargó, al redactarlo o al pasarlo en limpio luego de su arribo a Barcelona, de omitir algunos datos relacionados con este conato de motín.

Pudo Colón hacer silencio ante los reyes, pero algunas verdades se le escaparon ante su hijo Hernando, quien las relata del siguiente modo: "… Cuanto más vanos resultaban los mencionados indicios, tanto más crecía el miedo de algunos tripulantes y la ocasión de murmurar, retirándose dentro de los navíos, y diciendo que el Almirante, con su fantasía, se había propuesto ser gran señor a costa de sus vidas y peligros y de morir en aquella empresa. […] No faltaron algunos que propusieron dejarse de discusiones, y si él no quería apartarse de su propósito, podían resueltamente echarlo al mar, publicando que el Almirante, al observar las estrellas y los indicios, se había caído sin querer, que nadie andaría investigando la verdad de ello, y que esto era el fundamento más cierto de su regreso y de su salvación. De tal guisa continuaban murmurando de día en día, lamentándose y maquinando, aunque el Almirante no estaba sin sospecha de su inconstancia y de su mala voluntad hacia él; por lo que, unas veces con buenas palabras, y otras con ánimo pronto a recibir la muerte, les amenazaba con el castigo que les podría venir si impidiesen el viaje" (Hernando Colón, Historia del almirante don Cristóbal Colón, tomo I, cap. XX).

3 Contra la Corona de Castilla, que dio comienzo en 1508.

4 Me tomé el atrevimiento de modernizar la ortografía y la puntuación de esta declaración y de las siguientes. En el libro de Muro Orejón aparecen los testimonios tal cual como quedaron asentados en el acta del juicio.

5 Se lo llamaba por aquel entonces al Océano Atlántico "Mar Tenebroso", y el Non Plus Ultra (no más allá) se levantaba como una sobrecogedora advertencia en sus imaginarios pórticos.

6 Según declaró Juan Martín Pinzón –hijo y heredero de Martín Alonso– en 1532, en una probanza del juicio, su padre arribó a Guanahaní "una noche y un día antes que el dicho Almirante se juntase con él" (Pleitos colombinos, t. VIII, p. 228). En 1535, Juan Martín Pinzón cedió a la Corona de Castilla todos los derechos territoriales que heredara de la participación de su padre en el descubrimiento (cf. ibíd., t. VIII, p. 109). A la Corona, pues, le convenía que Pinzón resultara el auténtico descubridor. ¿Debilita este factor a la hipótesis que sustento? Ciertamente, pero no la impugna.

7 (Nota añadida el 11/8/9.) Al día siguiente de asumir el control de la expedición, el 7 de octubre, Martín Alonso modificó el rumbo hacia el sudoeste. "Este cambio fue providencial –comenta otro historiador–. De no haberlo hecho así, la recalada podía haber sido en las costas de Florida y la intensidad de la corriente del Golfo obligarles a dar vuelta sin descubrir nada" (José Martínez-Hidalgo, Las naves del descubrimiento y sus hombres, p. 73). Un nuevo dato en favor del buen tino de aquel navegante que a sus naturales dotes de valentía y liderazgo les agregaba el de ser un experimentado (y afortunado) rumbeador.

8 (Nota añadida el 11/8/9.) El historiador Manuel Sales Ferré transcribe en su libro El descubrimiento de América según las últimas investigaciones, cap. IV, algunas declaraciones de "testigos de oídas" participantes en dicho pleito en apoyo de la hipótesis contraria: el que se quería volver habría sido, según estos testimonios, Martín Alonso y no el Almirante, que insistía en continuar navegando algunos días más hacia el oeste. "¿Qué debemos pensar –se pregunta Sales Ferré– de estas declaraciones? Que son falsas a todas luces. Es moralmente imposible que Martín Alonso Pinzón, el navegante experto e intrépido, que había comprometido en la empresa su crédito y una parte importante de su fortuna […], pensase en volverse, cuando las naves se hallaban sanas y los víveres abundaban […]. Dado el carácter de la persona y los intereses que había comprometido, es seguro que si alguien hubiese hablado de volverse, Martín Alonso Pinzón habría sido el primero en combatir rudamente tamaño despropósito". Cierto es que también considera falsos los testimonios contrarios a Colón: "¿Cómo es posible que cruzara la idea de volverse por la mente de Colón: de Colón, que había andado siete años tras la corte de Castilla en demanda de medios para realizar su proyecto; de Colón, que había ideado lanzarse al Atlántico en unas pobres carabelas tripuladas por criminales; de Colón, que escamoteaba todos los días a los tripulantes parte del trayecto recorrido para que éstos no se asustasen?" En resumidas cuentas, lo que ocurrió aquel 6 de octubre, según este historiador, fue lo siguiente: acobardamiento y posterior motín de la tripulación de la Santa María, cañonazo de Colón avisando a los Pinzones, acercamiento de las naves para deliberar, resolución inflexible de Martín Alonso de ejecutar a los amotinados (ejecuciones que no se concretaron, quedando sólo en amenazas) y continuidad del viaje, las tres carabelas juntas, siendo Colón, a los pocos días, el descubridor del Nuevo Mundo. Es posible que así se dieran las cosas, pero entonces ¿por qué no consignó todo esto Colón en su diario de navegación, que poco y nada dice relacionado con esta evidente y decisiva crisis? Sales dice que si escondió el motín fue sólo por vergüenza, por saberse culpable de él al no haber tratado a su tripulación con el tacto necesario, siendo como era un personaje duro, cruel, iracundo, orgulloso y que trataba "con cierto desdén a sus subordinados, contra lo que era usual y corriente entre la gente de mar española". Esto explica el motín, pero, según mi criterio, no es explicación suficiente de su ocultamiento a los ojos de la Corona. Si Colón esconde tan crucial suceso es porque pasó algo más, y ese algo más es que Colón se rezagó y llegó tarde al descubrimiento, según todo me lo hace sospechar.

9 (Nota añadida el 10/8/9.) Manuel Sales Ferré coincide con nosotros: "Evidentemente, desde el punto en que se hallaba la Santa María, el Almirante no pudo ver ni lo uno ni lo otro [ni tierra ni lumbre]" (op. cit., cap. V).

10 (Nota añadida el 11/8/9.) Sales Ferré no se anda con vueltas y apunta directamente hacia el factor codicia, aduciendo que tal estratagema configura un "nuevo y triste testimonio de lo mucho que podía la sed de oro en el ánimo de Colón" (ibíd., cap. V).

Textos citados

BALLESTEROS Y BERETTA, Antonio.: Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, (tomo 2); Barcelona, Salvat,

1945.

COLÓN, Cristóbal: Diario de Colón (edición a cargo de Carlos Sanz); Madrid, Biblioteca Americana Vetustissima, 1962. COLÓN, Hernando: Historia del almirante don Cristóbal Colón (dos tomos, aprox. 1535); Madrid, Victoriano Suárez,

1932.

FUNES, Jorge: En días del año 1492; (1990); Buenos Aires, Saturnino Funes, 1991.

GUILLÉN TATO, Julio: La parla marinera en el Diario del primer viaje de Cristóbal Colón; Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1951.

MARTÍNEZ-HIDALGO, José María: Las naves del descubrimiento y sus hombres; Madrid, Mapfre, 1992.

MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: La lengua de Cristóbal Colón, el espíritu de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo

XVI; Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1944 (2°).

MURO OREJÓN, Antonio: Pleitos colombinos (tomo VIII); Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1964. RUMEU DE ARMAS, Antonio: Hernando Colón, historiador del descubrimiento de América; Madrid, Instituto de

Cultura Hispánica, 1973.

SALES FERRÉ, Manuel: El descubrimiento de América según las últimas investigaciones; Sevilla, Tipografía de Díaz y

Carballo, 1893.

Colón y Pinzón.

A partir de ahora, la biografía del descubridor del Nuevo Mundo, don Cristóbal Colón, limpia de invenciones, supercherías y errores, está llamada a experimentar importantes mutaciones. Antonio Rumeu de Armas, Hernando Colón, historiador del descubrimiento de América Miércoles 7 de marzo del 2007; 4,25 a.m.

 

 

Autor:

Cornelio Cornejín.

corneliocornejin[arroba]hotmail.com

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