- El Caminito Amigo que el tiempo no ha borrado.
- Santiago de los Treinta Caballeros
- Los padres de Quico viajan y visitan al futuro médico
- Años después
- Neuronas espejos e identificación idealizada funcionando en tándem.
- Otro propósito de esta lección
- Las variedades de transferencias narcisistas de acuerdo a Kohut
- El engañador Madoff
- La omnipotencia infantil
- Identificaciones
- El proceso neurocientífico de la identificación
- En resumen
- Bibliografía
"If I have seen further, it is by standing on the shoulders of giants." ("Si he logrado ver más lejos, es porque estuve parado en los hombros de gigantes") Sir Isaac Newton (1643-1727)
Esta lección es continuación de muchas otras, donde examino las decisiones éticas que, a cada quien, en algún momento, la vida nos obliga a formular.
Todos podemos seleccionar carreras y seguir llamados vocacionales, pero no todos logramos hacerlo y seguimos viviendo felices, como resultado.
Y no todos, cuando hacemos esas decisiones cruciales, las hacemos dotados de la madurez indispensable para poderlas hacer.
Aquí combinaremos experiencias propias derivadas de mis análisis didácticos. De los conocimientos adquiridos durante mi entrenamiento bajo la tutela de los mejores preceptores de quienes alguien pudiese gozar, y del proceso continuo de mi auto-análisis, que por la duración de mi vida ha de continuar.
El Caminito Amigo que el tiempo no ha borrado.
Empecemos con memorias antiguas, pero nunca ajadas por el paso de los años.
Coche parqueado en un área restringida, frente al Parque Duarte de Santiago.
Todo sabíamos que el doctor Enrique Morel ("Quico") cardiólogo, oriundo de la ciudad de mi nacimiento, Santiago de los Caballeros, y pariente de mi mamá era — en nuestra opinión — "el mejor cardiólogo del mundo" en que, entonces, viviéramos.
Persona parca y circunspecta que proyectaba una imagen sobria y distinguida, con aires de intelectualidad templada, lo que sumaba las características personales del galeno de tiempos pasados. Como siempre aparece en sus fotos el genio ilustre que fuera don Santiago Ramón y Cajal.
Cuando Quico retornó a Santiago, luego de graduarse de médico en la Sorbona, ya tenía su clientela asegurada. Mientras que su esposa francesa, a quien conociera en sus años de estudiante en París, lograría aclimatarse fácilmente a una ciudad donde la presencia de extranjeros siempre ha sido, característicamente considerable.
Los aristócratas, las familias de buenos recursos, y los foráneos representaban sus pacientes. Era próspero, pero no en la manera que los comerciantes y los banqueros medran. Se ganaba la vida de una manera cómoda y sensata, como, tantos médicos competentes de la época lo hicieran.
La medicina se consideraba, entonces, una llamada cuasi religiosa.
Pausa.
Aquí viene a la memoria la imagen querida del Dr. Federico ("Fricó") Lithgow, contemporáneo de Quico, quien en sus tiempos sería el mejor de los fotógrafos dominicanos. Propietario orgulloso de una colección de cámaras, Leica, Rolleicord, Rolleiflex y Speed Graphic que hicieran posible su famosa foto llamada "Castillos en el aire" donde una torre de naipes comienza a derrumbarse frente al lente de una Hasselblad, y "El efecto dominó" (donde se representan dominós derrumbándose de manera consecutiva). Todo plasmado en espléndido blanco y negro.
Los médicos, por hobby, han, tradicionalmente, explorado el mundo de las artes, la literatura y otras disciplinas. Los galenos por mí conocidos en mi juventud no representaban excepciones a esa regla.
Prosiguiendo
Para movilizarse dentro de la ciudad y hacer visitas a sus pacientes postrados en cama, Quico, se valía del uso de los coches que Santiago hiciera famosos y que todavía se ven en las calles de esa localidad. Los carruajes de entonces, eran tirados por una yunta de dos caballos, arreados por un cochero, ataviado con pantalones y saco kaki, rematados por la camisa blanca y corbata negra requeridas.
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