Cuando escuchamos o pronunciamos la palabra educar, seguramente nos vienen a la mente un sinnúmero de definiciones y por qué no de imágenes, que si bien no dan al traste con el significado literal y filosófico de dicho vocablo, tampoco distan mucho de su conceptualización cotidiana y popular, sintetizando todo lo anterior pudiéramos concordar en que "educar es aprender a vivir en sociedad" (Ibarra L. 2005), acción a la que por demás se le confiere un importantísimo valor, si tenemos en cuenta que todos nosotros somos de una forma u otra protagonistas de dicho proceso.
En tal sentido y analizando el mismo metafóricamente y desde una visión psicosocial, es que podemos referirnos al propio hecho del desempeño de papeles, funciones o roles, de acuerdo a la posición que ocupamos dentro del gran proceso educativo, donde los maestros o profesores poseen un lugar esencial. Es por ello que se ha generado un interesante debate en torno a la figura y el desempeño de dichos profesionales en el marco educativo y a nivel social, el cual a la luz del recién comenzado siglo XXI ha logrado despertar el análisis y la reflexión con el objetivo de lograr una congruencia entre "el deber ser" y "el ser" del maestro.
Constantemente y más aún en la actualidad vivenciamos un proceso de cambio social en el que se devienen grandes transformaciones, cuya rapidez es asombrosa y por tanto nos cuesta mucho adaptarnos a las nuevas situaciones y exigencias de nuestro medio. La educación, no es un factor que escape a ello, sino que debe ir a la par de dichos cambios y hasta pudiéramos arriesgarnos a decir que en la vanguardia de los mismos, proporcionándole a los sujetos objetos de la educación los mecanismos y las herramientas necesarias que le permitan adaptarse y funcionar congruentemente a las situaciones que se le presentan.
El desarrollo implica cambios, por tanto, aquello que nos fue útil en determinado momento, es posible que hoy no nos sirva de mucho, tal es el caso del antiguo modelo pedagógico, el cual tenía como premisa centrarse en el aprendizaje mecánico y reproductivo del alumno, donde el maestro o profesor era la figura autoritaria y dominante dentro del aula y por ende tenía el control pleno de la situación, privando a los estudiantes del cuestionamiento y la creatividad, en relación con esto Lourdes Ibarra plantea: "Los sistemas educativos no se mantienen inertes, se han iniciado procesos de reformas y transformaciones, derivadas de la concientización del agotamiento de un modelo tradicional que no ha conciliado el crecimiento cuantitativo con niveles satisfactorios de calidad y equidad, ni de satisfacción de las nuevas demandas sociales.
El funcionamiento óptimo de los sistemas educacionales se convierte en una prioridad de los países para garantizar la preparación de ciudadanos para sobrevivir en sociedades complejas".
A partir de aquí el maestro emerge como un agente socializador importante, el cual debe prepararse para enfrentar disímiles cambios en la nueva concepción de la enseñanza, que por demás será el encargado de traducirlos y ponerlos en práctica dentro del aula.
Sin embargo "el instrumental profesional con que cuenta actualmente el profesor es insuficiente, para abordar la creciente complejidad de los procesos educacionales en la sociedad actual" (Fariñas G. 2004).
Es entonces cuando el docente se comienza a mover en un campo lleno de incertidumbre, donde en la mayoría de los casos improvisa sobre la misma base de lo empírico y de esta forma, unas veces bien y otras no tan bien, va construyendo su actuar profesional, tratando en todo momento de hacer corresponder lo que los cambios sociales, las políticas educacionales y la misma institución les exige, con lo que ha aprendido durante su carrera, lo que de manera personal y creativa le aporta al proceso y lo que los alumnos y padres esperan de él, lo cual va incorporando poco a poco y en la mayoría de las ocasiones se resume en un "saber hacer" impregnado de improvisación y muchas veces sustentado aún en muchas de las concepciones del modelo pedagógico tradicional, el cual se basaba en el ensayo-error.
En tal sentido y en correspondencia con lo anteriormente planteado tenemos que dentro de la ejecución del Proyecto Principal de Educación en América Latina "la profesionalización de la actividad educativa es el concepto central y debe caracterizar las actividades de esta nueva etapa del desarrollo educativo" (Ibarra L. 2005).
Ahora bien, hemos de concordar en que si bien desde el discurso le son atribuidas determinadas características y saberes a los profesores, las mismas no se logran manifestar en el accionar práctico de una forma tan exacta ni lineal y menos cuando el marco institucional y las políticas antes mencionadas imponen barreras y enmarcan un cerco muchas veces difícil de romper.
Dentro de estas características está el hecho de ser creativo y autónomo, frente a lo cual muchas veces se ve limitado el docente.
Somos conscientes de que la nueva sociedad en la que nos desenvolvemos ha traído aparejado cambios sustanciales, no solo desde el punto de vista tecnológico, sino que también desde el punto de vista cultural y educativo, todo ello a través de un proceso que se ha venido y se seguirá gestando durante años, de aquí que no podemos esperar que las acciones que se han planificado con respecto a la formación del maestro como es el afrontamiento cotidiano de este en las aulas, se acometan de un día para otro, es importante saber que los cambios a escala social no ocurren con tanta rapidez, sin embargo ya existe un conocimiento y reconocimiento por parte de todos los factores integrantes de la educación de la necesidad de no quedarnos a la saga y marchar a la par de estos cambios, de aquí que estemos en un momento de reconceptualización del rol del profesor, con el objetivo de poder asumir la labor pedagógica desde un ángulo más amplio, que permita tanto a profesionales de la docencia como a los estudiantes en sí, situarnos en una posición más ventajosa en relación a una apertura en lo que concierne al aprendizaje, lo que irremediablemente implica por parte del profesor pensar y actuar de manera flexible e individualizada, sirviendo como guía en todo momento y sobre todo proporcionándole a los estudiantes herramientas para aprender a aprender, unido a esto " el profesor se ve precisado a una interpretación de todo lo que ocurre en el aula" (Ibarra L. 2005).
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