Descargar

Literatura juvenil

Enviado por Martin Muñoz


    1. El día que yo fui feliz
    2. Dos Ciudades, Mi Hogar
    3. Recuerdos del Presente

    Amigos, creo que todos llevamos un escritor, poeta o trovador inserto en el alma, por eso, mi pequeño aporte son imágenes personales trazadas en palabras.

    El día que yo fui feliz

    <> La iluminación de la noche era perfecta, el cielo estaba tan oscuro que el negro envidiaba su profundidad, la confusión que produce el que aparece ilimitado y a su vez como una pared que nos recubre, dejando detrás de si todo un universo de otros colores, alienándonos del más allá, unificándonos en el aquí y el hoy. Su manto de azabache no es continuo, lo interrumpen algunos destellos luminosos, cual luciérnagas de un pantano invisible, reflejando la belleza de los instantes, de lo intemporal, del detalle ínfimo que te estremeció el alma.

    El aroma del lugar era tan intenso, cargado de emociones y recuerdos felices, dándole a este nuevo segundo un significado especial. La esencia de tabaco en pipa es tan cercana a mi infancia lejana, este olor se rodea de risas inocentes y de ilusiones intactas, cuando aún creía que nada cambiaría, y si lo hacía, sólo sería para darme mayor felicidad. Está confuso todo, junto con ese toque a whisky, tan propio de todas mis reuniones familiares, donde mi hermanos siempre tuvieron que rendirse ante mi padre, de resistencia admirable a cualquier bebida, porque en la Armada que el vivió, las olas eran más grandes y la mar más salada, se hizo hombre aún llevando pantalones cortos. En el trasfondo de todo, un perfume de mujer, y no es el de mi madre o de ninguna ancestro, esta vez es mío, y me ubico en sus puestos por primera vez, ya soy mujer de bien, y viviré esos secretos que registraron los ojos de todas ellas.

    La tibieza en mi piel, el aire me roza con su brisa cálida, penetra por la ventana, se arremolina suave en el centro de esta habitación, haciéndome una invitación a bailar, juntos, vaporizados nuestros pies, sin contacto con el suelo, desprendidos de la realidad. Trato de volver de la magia en que me encuentro, sólo necesito convencerme de que no es un sueño, no voy a despertar lejos de todo, sino aquí, en mi hogar, mi último lugar.

    Se intensifica mi emoción, hay una canción en el ambiente, la reconozco, me transporta hacia un pasado, es tan especial para mi, tantas veces logré entender y tatuar en mi piel cada vocablo allí entonado, sin embargo, se desvanecía con su pesimismo de que "el amor a veces no es suficiente", que error de Patty Smith, era todo lo que yo buscaba. Desaparece esa melodía, y resuenan en mis oídos tus palabras, tu voz profunda, áspera, quizás seca, tan llena de dulzura y compañía. Me abrazas suave por detrás, pasas tus brazos por sobre los míos, y lentamente me das vuelta, quiero decirte todo, y nada viene a mi voz.

    La música es distinta, recordaste cuantas veces quise que esta canción fuera un momento para nosotros, y siempre prometiste que lo sería en un mañana. Estaba emocionada, mis ojos llenos de lagrimas, mi voz apretada por tu mirada, tu rostro y tu sonrisa. Me acercaste a ti, apoyaste mi cabeza contra tu pecho y supe que ese era el primer segundo, el tren había salido de la estación y yo era su pasajero de honor. Tanto tomó significado en ese instante, sabía lo que era ser uno sólo, entendía lo que era ser dos, comprendía cuan feliz éramos por ser tres, fuimos la envidia del amor cuando éramos cuatro. "The lady in red is dancing with me…"

    En tu abrazo, en tu cuerpo encontré mi espacio, el lugar del universo donde nada me falta, nada me sobra, era todo tan justo y maravilloso, era simple. Me miraste, me tomaste la barbilla, te acercaste para besarme, tan dulce, tan pequeño e infinito, nada se oponía a esta felicidad. Susurraste en mi oído, aquello que cada vez que caiga será el trueno que me de la fuerza para volver a ponerme de pie. Mi canción era nuestra hoy, me estabas dedicando mi mayor fantasía, jamás despertaría de mi ensoñación, me consumiría la desolación si esto no fuese mi alfa y mi omega.

    La canción, el baile y el abrazo nos llevaron hacia el sillón, rendidos caímos, la risa era inevitable, la mañana vendría y la fantasía sería real, Cenicienta se encontró con el príncipe, sus hermanastras y madrastra eran la pesadilla del ayer. Tomaste ambas copas, brindamos por todo, sin decir nada, nos besamos tanto que el recuerdo se confunde, olvido donde comienzo yo y terminas tú. Tantas ilusiones, el aroma se intensifica, la ventana atrae ese pasto recién cortado, el café del departamento vecino, el rocío hecho perfume, y para mi aún es de noche, es mi noche.

    Me das un pedazo de queso, esos de la tabla con que comenzamos el recorrido por este lugar feliz, donde hicimos magia y fantasía, el final del arco iris si trae una olla de oro, la encontré en tus labios, y es mía por siempre. Debemos despedir la noche, vemos partir la última estrella, me estrechas fuerte uniéndome a ti. Me deseas los buenos días, me ofreces un tazón de café y tostadas, me sonrío, aún queremos seguir bebiendo vino, bebiendo whisky, besándonos, mirándonos y debemos cumplir con nuestros trabajos. No estoy triste, el día será una pausa para recargar nuestro cariño, extrañarnos para volver a desearnos.

    Besaste mi mano, miraste mis dedos, sonreíste ante el anillo, el recuerdo nos hizo felices nuevamente. Miguel tocaba la guitarra, Ina cantaba a Silvio, Eduardo impartía conceptos antimarxistas, Sole cocinaba, Leo discutía con Patty, Jano, Claudia, Macas, todos eran parte de ese anuncio, del comercial hecho realidad, mucha cerveza y las palabras "Amigos míos me enamoré, y me caso". El aplauso, la risa, los abrazos, mi hija y su feliz desconcierto, todo ya era ideal. Creo que es uno de los momentos que ninguno de nosotros olvidó, volvemos siempre sobre lo mismo, recuerdo sus caras al verme portar un anillo, y escuchar como yo, sin ninguna control gritaba que si, abrazaba a cada uno, les sonreía y les contaba como había sido todo, la historia dice así:

    "En el capó del auto, me estaba corrigiendo – para variar- unas ideas de historia, y yo estaba contenta, no me molestaba cuando él me enseñaba –aunque le dijera lo contrario-, me fascinaba ver la seguridad con que me hablaba,( y hoy es más que todo esto, es simple admiración por todo lo que es) Tomó mi mano, puso el anillo, y con una seriedad absoluta me dijo –si no lo hago a la mala tu te arrancas, así que nos casamos en seis meses" – y así fue. Vuelvo a mirarte hoy, es extraño saber que el tiempo no transcurre aunque todos crean lo contrario, puesto que no han entendido la evolución. Cuando se alcanza la perfección es innecesario cambiar, y el tiempo significa cambio, lo perfecto no lo necesita, es maravilloso este segundo infinito de felicidad eterna.

    Una lagrima salió de mis ojos, rodó con lentitud por mi mejilla, con tanta delicadeza la tomaste en tu dedo, la miraste y me dijiste. "Amor, es cierto, hemos sido felices, desde hace mucho y seguiremos así, fui el primero en cumplir la promesa". Volviste a besarme, me diste una suave palmada, me dijiste "ya mensa, debemos levantar a los niños".

    Hacía mucho calor para ser Septiembre, los últimos días nos habíamos enfrentado a un clima muy extraño, con cambios bruscos de estación, lloviznas calientes y sol que enfría el alma y los sentidos. Como siempre he pensado y creído, el Apocalipsis está aquí, ya quedan pocos años, y nadie ha querido ver los signos, y no hablo de los bíblicos ni de los proféticos, sino de la perdición absoluta de tu esencia, la soledad que consume los afectos, aquello que borró mi identidad y me transformó en uno más. Sin embargo existe una esperanza, es pequeña, como esa luz de vela luego de un corte eléctrico, esa que no tiene la potencia ni la fuerza de una ampolleta, pero que es tan hermosa y sutil, delicada si se quiere, que nos cautiva. Se me hizo tan comprensible la expresión "ver la luz", despertarse y entender que todo está en tu interior.

    Lo mejor de todo esto es recordar el final, ver el armagedón plasmado en tu piel, en tus arrugas, y por fin sonreír al cielo y agradecer los mil años de paz. La lucha entre el bien y el mal había comenzado hacía mucho, lo negro estaba vaporizando el colorido en nosotros, y nos habíamos transformado en sombras pesadas y pestilentes del ayer. Tu también lo percibiste, estabas intranquilo, se aproximaba el combate final, y las heroicas palabras de Prat no eran más que un murmullo en mi mente, mientras mirabas en mis ojos con la intención de reencontrarme. Yo no estaba allí, había muerto por última vez, y en mi cuerpo un demonio tomó albergue, y fue allí cuando decidió hablar, decirte todo, aquello que yo nunca pensé con gravedad. Recuerdo desde lejos tu rostro, las lagrimas las contenías mientras de la boca de quien creías tu compañera salían las vejaciones que jamás esperaste escuchar de quien un día sólo tuvo miel para ti.

    Quise detener la lucha, pero algo encendió aquella criatura en tu interior, un fuego gélido, y me traspasó por completo, desgarró mi humanidad transformándome en despojos. Otra bestia había en tu alma, y estaba había apuntado hacia mis grandes debilidades, hacia aquellos temores que apoyados en tu almohada, descansando de una pasión aún adolescente te revelé, y hoy se vertían en mi contra, mi gran temor, el fracaso final había llegado. Allí, y sin entender nada me pediste marchar, era tan agria tu voz, tan oscura y punzante que sólo pude encaminarme hacia la puerta, ni siquiera una momia estaba tan perdida como yo, siquiera esta sería glorificada en el más allá.

    Apoyé mi mano contra el picaporte, buscaba una palabra que me diera aliento, mas no hablaste, me tomaste la mano y me llevaste de vuelta al dormitorio que tan bien conocíamos. Éramos dos extraños, yo no quería mirarte a los ojos, y tu no me tocabas, estábamos repelidos el uno por el otro. Sin comprensión, sin un vestigio de amor, todos los recuerdos se cremaron en ese último encuentro, en la respuesta del hastío, del cansancio y de la repugnancia.

    Un pequeño temblor desde tu interior, algo se removió, y por fin te tendiste a mi lado y dormiste. En un comienzo me sentí por primera vez desnuda, frágil ante tu presencia, y asqueada de mi existencia. Todo había perdido significado, ya no tenía mis sueños ni mis fantasías, ya no pertenecían a mí tus abrazos, no calmarías mi sed, ya no estabas allí. Decidí partir, en tus sueños desaparecía por siempre, incluso aquel aroma que tu percibías en mi se iría para siempre. Me di vuelta sobre el costado y contemplé a un Lucifer a mi lado, mi último castigo, pero no estaba allí, en su lugar había un hombre dulce, puro y que me hizo maravillarme de nuevo. Me tendí a su lado, tan rápido había dejado atrás mi pasado, las turbulentas aguas que me atormentaban tantas veces, y no le era fiel al recuerdo de ese hombre, me había enamorado, otra vez amaba, pero a otro hombre, a mi hombre.

    Me levanté lentamente a arroparte, y vi mi reflejo en el espejo. Había ganado la batalla el bien, durmió con su enemigo, y en el camino de los sueños lo destruyó para siempre. Nada quedaba de aquellos monstruos, se habían esfumado los temores. Besé tu frente y me volví a tender a tu lado. Me acurruqué bajo tu brazo, pudiendo escuchar tus latidos, tu corazón, tu respiración, contemplé así tus facciones, tus detalles hasta el amanecer.

    Jamás pensé que habían recién nacidos con tantos años, pero es cierto, tu y yo somos nuevos, simplemente tomamos las formas de dos seres cansados que nos permiten mirar atrás y vivir sus experiencias, pero nunca serán nuestras. Te amo con ojos puros, por ti soy inocente, por ti alguien volvió a nacer.

    Dos Ciudades, Mi Hogar

    Dos visiones, dos miradas Enfrentadas por los años

    Ella sólo siente edificios, oficinas Ella recuerda parques y juegos

    Un centro comercial de hielo y hierro Un cine, una heladería, marionetas

    Movilizarse entre turbas y tacos Paseos y caminatas, momentos

    Maletines, responsabilidades, deber

    Mochilas, querer, inventar

    Camino costero, carretera y peligro Rocas, brisa, la risa en el viento

    Municipios, Congreso, política Ascensores, pasajes, murales

    Nombres, Apellidos, direcciones Rostros, sonrisas, voces, silencios

    Bocinazos que traspasan el alma Trovador de calles y barrios

    Ruidos, stress y angustia Sonidos, música, años felices

    Hija mía la vida cambia Tú dices que debo ser feliz

    Es que el tiempo no para Entonces olvida el reloj

    Tú no entiendes, no ves Si entiendo, si veo, yo creo

    Es cemento, son calles, no más

    Son vidas, alegrías, es mi hogar

    Mi niña, es complejo

    No, es simple, vuelve a ver la ciudad con mis ojos

    Recuerdos del Presente

    Transcurridos los años, no me será sencillo volver al pasado con la memoria viva, los detalles se irán desdibujando con la intencionalidad cruel y hermosa de perpetuar sólo sensaciones, ya que estas tienen y tendrán siempre el poder de evocar sin difuminar la marca en mi piel. Este tatuaje, simbología decorativa que da los cimientos del ego, es más que mi camino recorrido, supera sin parangón aquello que, por mi misma habría levantado del suelo.

    Cuestionarse es una necesidad imperiosa, dudar es mi esencia, el mañana se viene claro en los remolinos del viento, en las olas del mar, dejando la brisa que ayuda al vuelo del ave. ¿Cómo los retrataré en mi alma? , será presumir una grandeza que no tengo, pero al igual que en la mañana de verano, al levantarme y percibir el verde y naranjo de su aroma, sentir lo intangible del tiempo que se va y de volver a la niñez cuando en tu boca sientes el sabor del pasto recién cortado, quiero jugar a la adivina y sentarme a vivir la huella que no se borra.

    <> Todos son distintos, disímiles de una hermosura que conforman una simbiosis perfecta, donde cada uno concede sus propias esencias, características y virtudes íntimas, presentes en cada rasgo burdo y trascendente, cada pliegue y comisura de los rostros, y por sobre todo, nos hacen especiales por esas risas hechas de lagrimas perpetuas, de felicidad que nace de lo más hondo, quizás de ese legar en el cual suponíamos nadie entraría. Son para mí una vanguardia selvática, cercana al mar y única en un desierto florido y fértil.

    En el simple caos de calma, los transportaré con rudeza que juega a sutil, para que, mirando por mis ojos cansados vean el regalo que me habéis dado, son espejos, son cariño y mis amigos.

    El primero, quien ha caminado a mí andar por cierto tiempo es un celeste plateado, y a veces un gris, que me sabe a verdad y a esperanza sin retorno, su actitud de presencia ausente me despierta y me convoca a un sabor colonial, de nubes esponjadas y aromatizadas de cristal, generándome un deseo irreprimible de evitarle la tormenta.

    Siempre existen en tu vida criaturas que el destino te brindó para alegrarte la vida, esta en particular es una belleza en negro, pero de una fuerza roja. Su risa blanca y sus palabras dulces que me saben a lluvia y a invierno han sido compañeras inseparables. Su aroma es a camino duro, a certeza y a fe, y su sabor es la única cosa que se puede describir como esperanza en verde.

    Hay uno diferente, de más años recorridos, pero de sólo reconocimiento insustancial, quien es cansancio y hastío de un yo muy anticuado, con modas que nunca flotaron en el aire, su presencia púrpura obispal, su mirada gris que atisba al mundo con ojos de tierra, sabor de encierro íntegro y holístico.

    Otros nuevo, y tan entrañable como los siglos vividos en comunión, me hace revitalizar su esencia de olor a horno salvaje que llena el silencio de trompetas, es un sonido rojo, calmante a mis pasiones alteradas. Su fuerza es contradicción, por ser textura cálida, por ser radiantes sus palabras, es sazón a logro pendiente.

    El conjunto hace brotar lo mágico de uno más, que es luz de limón, alegría hecha duraznos, sacados de un árbol fuerte, esos de aroma transparente de espesura, el mismo que aporta el sol del alba. Sabe a estrellas que están distantes, me emociona con su mirada de hierba fresca, me arremolina por la ausencia de lo estático.

    Es difícil partir con él, lo transitado es imagen de lo que no está, su diferencia viene por su gustillo a ópalo, piedra escasa y bella, que sólo se alegra y decora en la noche de aroma, es su perfume de selva virgen asediada, su olor de carretera en construcción, brillando con su ensoñación de tonadas, es tostado, y eso es.

    Quien se integra en su lejanía me representa todo aquello que es azul, no el brillante ni el oscuro, sino es azul del bueno. Hace que su sabor de seriedad adolescente, bien llevada y admirada, tatúe la imagen del bizcocho de una abuela jovial, una sin años pero sabia, de esas con aroma a violonchelo, marcando mis minutos de su mirada perfumada.

    No es fácil hablar de este, quien no ha vivido lo ruta del conjunto que hoy soy, pero su alegría y estertores de vivacidad rosa pastel entorpecen la turbulencia de nuestra paz. Su perfume de inocencia entrecortada por los sonidos del alto y bajo hacen que guste a flor, sembrada en tierra noble pero lejana del jardinero blanco, del diestro, del necesario.

    Describir la personalidad de un antiguo nuevo se hace simple y complejo a la vez, es tela escocesa, colorida y formal, causa de sus líneas rectas y de lo resplandeciente de los contrastes. Aquel gustillo de ropero o armario lleno de historias que desconozco me llenan de su olor a foto sepia, ese zumbido verde que define su severidad cándida.

    A veces esta nueva persona que viene a mi mente queda escondida en el arco iris de todos, pero su integridad verde amarillenta intensa desgasta la presencia del entorno, llenando con su halito limón en la sonrisa, transformando el paladar de la broma en gustillo de trasfondo profundo, es observante notorio, es canto de forma invisible.

    El es de los miembros que no están pero no se olvidan, pertenece sin ser uno de nosotros, su sabor a música y ha trópico ha llenado muchas veces mi rostro con marcas de felicidad. Su aroma de colores llamativos, su presencia de frondosidad colorida, hacen que su nombre sea único, y no dejan que la vida los desvanezca.

    Tal vez este sea el que yo más ensueñe, por su presencia con gusto a portón de casa campestre, se ve firme y robusto, obviando e la fragilidad celeste que me inspira y que nadie más dice ver. Lo veo en su rudeza pardo, con sabor de arboleda interminable, suena como camino rural violentado, es pasión de entrañas, sonido azul, color del viento.

    Ya va quedando el último a quien hoy recordaré, puesto que tiene ese gusto de libro leído mil veces, por ojos llenos de inocencia y fulgor. Suena como marfil en proceso de ser tallado, huele como brillo de plata gastada por los años, es damasco que permite ver su centro, es ese todo que armó esto, es quien menos está para disfrutar de sus logros.

    Lo probable es que el observador externo e inexperto piense o le parezca esto como los últimos gritos guturales de un loco que vuelve a la cordura. Mas sólo les puedo pedir a todos ellos que miren los sonidos de quienes he reconocido, de estos que han traído colores a un mundo informe e intangible, para que busquen en los rincones que no existen la realidad de esta música centellante, para que, como hago yo, puedan bailar al ritmo del perfume del otoño primaveral.

    <>

    Martin Muñoz