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Como por arte de magia. Reflexión preliminar en torno de la belleza

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    Como por arte de magia… ¿No son por ventura equivalentes estas dos palabras? Comencemos observando que no está decidido si una colmena, un nido de golondrinas, una telaraña o una galería de lemmings son "o no son" "obras de arte". La tradición ha fijado una frontera no por práctica menos "artificial": el arte (la técnica) es privativa de nuestra especie en virtud de una facultad específica y privativa: la "conciencia". En cierto momento se dirá: la "intencionalidad". O también: la "anticipación".

    De acuerdo con esto, la naturaleza "es decir, todo aquello que no hemos hecho nosotros, o nuestra especie" es ciega. Ocurre, sin embargo, que, una y otra vez, y al interior de ese mismo sistema de ideas, hemos imaginado la naturaleza entera como una obra. Dios Creador o Demiurgo, Fuego Artista o Supremo Artífice… la naturaleza viene a ser su opera omnia.

    La frontera se vuelve entonces a desdibujar. Si el arte es un "hacer consciente, deliberado, intencional, anticipador", no podemos, de un simple plumazo, excluir a la naturaleza. "Arte" es una palabra que se propone y sedimenta para hacer referencia a una acción voluntaria "humana o sobrehumana" de transformación de materiales dados. Esforcémonos en averiguar qué sucede si rechazamos o, menos drásticamente, si ponemos un momento entre paréntesis ese concepto.

    Nos encontramos de inmediato ante un campo semántico históricamente cambiante pero, con todo, más o menos reconocible. Arte, técnica, trabajo, labor, industria, oficio, conocimiento, ciencia, intención, fabricación, disciplinaCultura. Muchas voces, un sentido. Si algo subyace a estos términos es una misma voluntad consciente de transformación de lo dado.

    Pero los problemas comienzan rápidamente a brotar como honguitos. Como por arte de magia…

    Ninguno de esos términos es evidente de por sí. En el extremo de los tiempos antiguos, si es legítima semejante expresión, Platón había dado cuenta del carácter eminentemente patológico de la poesía: ¿obra consciente, voluntaria, razonable? ¿Producto de una subjetividad autotransparente y dueña de sí? Ni en sueños. El arte "eso que Platón identifica como "poesía"" se halla más cerca de la locura y de la pérdida de sí que el mismo sueño.

    Pero antes de embarcarnos en una (necesaria, aun si nunca suficiente) reconstrucción filológica, se me permitirá adelantar aquí una hipótesis de trabajo. Será cosa de medir su alcance, y de observar su rendimiento en ámbitos particulares, y lo más diferentes entre sí, pero la idea a ofrecer (o sacrificar) consiste en considerar que el arte es a la técnica lo que la tragedia (no la filosofía en general) es al mito.

    Proposición que con suerte exigirá desvíos, rodeos y rutas no programadas.

    Notoriamente, las "artes" no siempre fueron las "bellas" artes[1]. A fines del siglo V a. C., Isócrates hablaba ya de una división de los saberes que en el Bajo Imperio cristalizó, con el cartaginés Martiano Capella, en las siete artes liberales: gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, música y astronomía (al lado de ellas, cristalizarán las llamadas "artes mecánicas", de carácter eminentemente práctico o aplicado, no especulativo). Diez siglos después, Boecio repartirá las artes liberales en dos grupos, más familiares a nosotros, aun si ya decididamente obsoletos: el trivium y el cuadrivium. Las palabras en el trivium, los números en el cuadrivium (la música era "parece que sigue siéndolo" parte de las matemáticas). Un maestro en artes era el título otorgado a quien cubría esos estudios.

    Tendremos que esperar hasta la eclosión del Renacimiento para percibir un cambio de sentido, cambio semántico que perdura en no escasa medida hasta el día de hoy. Las artes liberales no son más las legadas por la Antigüedad. Ahora serán la elocuencia, la poesía, la música, la pintura, la escultura, la arquitectura y el grabado. Bajo ese esquema quedan estabilizadas en la Enciclopedia.

    Sin embargo, a fines del siglo XVIII, observaremos además un reemplazo terminológico. Con la creación de Escuelas, Academias e Institutos, las artes liberales se llamarán, en adelante, bellas artes.

    En el centro de estos desplazamientos lingüísticos se encontrará un desplazamiento de contenidos. Arte, ciencia, técnica y oficio se separan con una creciente aun si no siempre justificada nitidez. En el Diccionario técnico y crítico de la filosofía, de Lalande (siglo XIX), la demarcación entre ciencia, técnica y arte es taxativa, pues no concierne a su forma sino, más esencialmente, a su finalidad: en su respectivo caso, se trata de cumplir con un fin lógico, con un fin práctico y con un fin estético. La distinción es relativamente diáfana por más que existan obras "pensemos en Leonardo" susceptibles de alcanzar varios fines simultáneamente.

    Acompaña a estas relocalizaciones una nueva combinatoria. Lo "estético" se distingue por una complacencia no utilitaria (delimitación que suscita la denominación de artes "inferiores""que también son "útiles"" y "superiores" "que sólo son "bellas""). Pero esta delimitación permanece asaz problemática. ¿La belleza es siempre y en todas partes lo inútil? ¿Bello no aunque, sino porque no funciona? ¿No es "razonable" la belleza? Estas preguntas encontrarán diversas respuestas "y materializaciones" a lo largo de los siglos XIX y XX. Queda, en la escena contemporánea, la convicción, un tanto difuminada o vagarosa, de que la palabra Arte posee un carácter incluyente: no prejuzga el cumplimiento de diversos fines "con la única condición de que cumpla un fin "estético".

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