La literatura gauchesca es un fenómeno singular dentro de las literaturas de América; empezó a desarrollarse en el ámbito del Río de la Plata, en forma anónima al principio, hacia finales del siglo XVIII. Ciertamente, la originalidad de esta literatura no se debe al protagonismo del gaucho, ni al uso de la lengua popular hablada en la campaña, ya que ambos elementos son característicos de cualquier literatura regional. Lo original, lo definitivamente singular de la literatura gauchesca es la adopción que de ese personaje y de esa lengua hicieron autores cultos a las ciudades. Tal adopción puede interpretarse tanto como la necesidad política de transmitir al público gaucho, iletrado, aquellos temas e historias que lo involucraban directamente, como la voluntad literaria de esos autores de diferenciarse de la literatura culta de origen europeo, con el implícito fin de afianzar, su autonomía cultural y literaria.
La poesía gauchesca incorpora algunos elementos expresivos de la poesía tradicional española (rondas y canciones, villancicos y coplas) y sus temas (héroes legendarios, caballeros, reyes y pastores), que llegaron a América y se reelaboraron en palabras, personajes y costumbres que les imprimieron tono y color locales. Entre 1800 y 1830 surgieron numerosos payadores, que difundieron estas composiciones de versos octosílabos. Las payadas, más moralizantes que poéticas, ya se encuentran descriptas por Carrió de la Vandera en El lazarillo de ciegos caminantes; en el sainete El amor de la estanciera se registran las características salientes del habla rural. Por otra parte, no debe descartarse la obra de Juan Bautista Maziel, autor de una poesía de escaso valor literario pero curiosa en cuanto antecedente de la conversión del gaucho en personaje poético, sobre todo en su romance Canta un guaso en estilo campestre los triunfos del Excelentísimo Señor Don Pedro Cevallos.
Tanto la tradición oral, transmitida por los payadores, como las primeras manifestaciones de literatura gauchesca, fueron engrandeciendo sus temas y perfeccionando su manera de expresar sus ideas, hasta emplearse esta literatura por autores cultos de las ciudades (tales como: Bartolomé Hidalgo, reconocido por Cielitos y Diálogos patrióticos; Hilario Ascasubi, autor de Santos Vegas, poema épico de la literatura gauchesca; Estanislao del Campo, autor de Fausto; y, sobre todo, José Hernández, autor del Martín Fierro, donde canta de manera humana su lucha por la libertad, contra las adversidades y la injusticia.)
Es considerado el iniciador formal y el primer representante de la literatura gauchesca. Nacido en Montevideo, recibio una educación irregular de autodidacta. Considerado como el primer poeta del Uruguay, cantor de la gesta de Artigas y precursor en la versificación en la lengua hablada por los gauchos orientales, fue autor de la Marcha oriental, de corte neoclásico.
Cruzó el Río de la Plata en 1818, e inició en Buenos Aires una singular carrera de poeta profesional, que duró apenas cuatro años, ya que murió joven, en 1822.
"Allá va cielo y mas cielo cielito de la mañana… después de los risueñores bien puede cantar la rana. Lima anduvo endureciendo entre el temor y el encono, y por ajuste de cuentas D. Laserna largó el mono. Cielito, cielo que sí bien se lo pronostiqué pero ya que ansí lo quiso tenga paciencia el Virrey. Desconfiando de su alzada quitaron a D. Pezuela, porque el infeliz tenía medio picada una muela. Cielito y luego a Laserna le encargaron el gobierno… oh, mozo para un encargue ¡si no hubiera sido invierno! Juyó con todas las platas y aun alivió los conventos no dejaron ni ratones con la juerza del tormento. Cielito, cielo que sí, tome bien la deresera, porque con la pesadumbre no dé en una vizcachera. Con puros mozos de garras San Martín entró triunfante, con jefes y escribanistas y todos los comandantes. Cielito, cielo que sí, digo, cese la pendencia, ya reventó la coyunda y ¡viva la Independencia! Y en cuento gritaron ¡viva! Ya salieron boraciando los libres con las banderas que a la Patria consagraron. Cielo, y ya las garabinas y los cañones roncaron y hasta las campanas viejas allí dejaron el guano. ¡Qué bailes y qué junciones! Y aquel beber tan prolijo, que en el rico es alegría y en el pobre pedo fijo."
Bartolomé Hidalgo, "Al triunfo de Lima y Callao. Cielito patriótico que compuso el gaucho Ramón Contreras"
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