- Nuestra inteligencia
- Una habilidad muy especial
- Aprender a desarrollar la inteligencia emocional
- En resumen
- Bibliografía
"A menudo, cuando observamos el comportamiento de adaptación de algunas especies; como, por ejemplo, las aves, nos damos cuenta, de modo sorprendente, de las complejidades pasmosas que constituyen el repertorio de las capacidades de ajuste de todos, los animales y de los seres vivos". FEFL en Las Intuiciones.
La experiencia nos dicta que la mayoría de las habilidades para lograr una vida satisfactoria son de carácter emocional, no intelectual.
El epicentro de todo…
Desde pequeños nos enseñaron que el sentimentalismo — como se conoce el hábito de exhibir las emociones en vivo y a manifestarlas sin disfrazar nuestros afectos — era propio de personas débiles, inmaduras, o con carencia de autocontrol. Además, se ha arraigado en nuestro concepto colectivo, la idea de que las emociones o el llanto, pertenecen al ámbito de lo afeminado y débil.
Pero ya no es así, y hoy va avanzando paulatinamente la convicción de que expresar los sentimientos es un elemento insustituible en la maduración personal y en el desarrollo del juicio y la razón.
Cuando lo antedicho se conduce en un escenario estructurado e interpersonal, lo conocemos como la psicoterapia.
Nuestra inteligencia
Tenemos muy en cuenta nuestro espacio subjetivo y no sólo le hemos dedicado tiempo y esfuerzo, sino que incluso la valoración que hacemos de una persona pasa, en buena medida, por sus conocimientos ostensibles y habilidades intelectuales demostradas. Desde la educación, tanto sistematizada como no académica, se nos ha motivado para que saquemos el máximo provecho a nuestros recursos intelectuales.
En esencia, somos lo que hemos leído, lo que hemos aprendido y lo que expresamos.
Somos: Homo sapiens sapiens…
Nadie discute la necesidad de adquirir talentos técnicos y culturales para prepararnos (y renovarnos) para la vida profesional, pero en una equivocada estrategia de prioridades, a veces olvidamos la importancia de cultivarnos para la vida espiritual.
La señora Rosengart por Pablo Ruiz Picasso
Aprender a vivir es aprender a observar, analizar, recabar, y utilizar el saber que vamos acumulando con el paso del tiempo. Pero convertirnos en personas maduras, equilibradas, responsables y felices en la medida de lo posible, nos exige también saber distinguir, describir y atender a nuestros afectos.
Lo último significa ordenarlos, jerarquizarlos, interpretarlos y asumirlos.
Porque cualquiera de nuestras reflexiones o actos — en un momento determinado — pueden resultar "contaminados" por nuestro estado de ánimo e interferir negativamente en la resolución de un conflicto o en una decisión que tenemos que tomar.
Nunca se hace una dieta de buen talante…
Una habilidad muy especial
Cuidar nuestro instante emocional, aprender a expresar las desazones sin agresividad y sin culpabilizar a nadie, darles nombre, atenderlos y saber cómo descargarlos, es uno de los ejes de interpretación y de poder modular lo que nos ocurre.
Así crecemos y maduramos emocionalmente.
Cada vez que dudamos ante una decisión, que nos proponemos comprender una situación, no hacemos estas operaciones como lo haría un ordenador o cualquier otro artefacto de inteligencia artificial, sino que ponemos en juego, trayendo a colación, todo nuestro bagaje personal — incluyendo lo que nos ha podido pasar hace un rato o unas horas — y el fardo pesado de nuestro legado cultural.
De ahí que vivir nuestras emociones es una habilidad relacional que nos habilita como seres que se desarrollan en un contexto social.
Sólo, cuando conectamos con nuestros sinsabores, los atendemos y jerarquizamos, somos capaces de tener empatía con los sentimientos y circunstancias de los demás.
En esto último reside la capacidad terapéutica de todo terapeuta.
No es más inteligente quien obtiene mejores calificaciones en sus estudios, sino quien tiene como recursos prácticos destrezas que le ayudan a vivir en armonía consigo mismo y con su entorno.
¡Maravillosa inteligencia! Por Salvador Dalí
Repetimos: la mayor parte de las habilidades para conseguir una vida satisfactoria son de carácter emocional, no intelectual. Aunque es siempre sensato sopesar el principio de la realidad con el principio del placer, antes de tomar un curso de acción. (Para leer más: http://www.monografias.com/trabajos49/actividades-mentales/actividades-mentales).
Los profesionales más brillantes no son los que tienen el mejor expediente académico, sino los que han sabido "buscarse la vida" y exprimir al máximo sus posibilidades. En otras palabras, los que saben cómo bregar.
Aprender a desarrollar la inteligencia emocional
Esta sociedad de las "buenas maneras" y del control social ha hecho de nosotros auténticos autómatas de las apariencias.
Los pensadores Joseph Woods y Glen Pitts han abordado la inteligencia emocional como la habilidad (esencial) de las personas para atender y percibir los pesares de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos adecuadamente y la destreza para regular y modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás. (Para leer más y tomar una prueba: http://psychology.about.com/library/quiz/bl_eq_quiz.htm).
Existen estados neurológicos, como la prosopagnosia (inhabilidad de distinguir una cara), el síndrome de Asperger, el autismo y otros diagnósticos que interfieren con este proceso, como asimismo es en el caso del narcisismo patológico (NP).
François Marechal Credos y Mitología
En la inteligencia emocional se contemplan cuatro componentes:
1. Percepción y expresión emocional. Se trata de reconocer de manera consciente qué emociones tenemos, identificar qué sentimos y ser capaces de verbalizarlos. Una buena percepción significa saber interpretar nuestros sentimientos y vivirlos adecuadamente, lo que nos permitirá estar más preparados para controlarlos y no dejarnos arrastrar por los impulsos.
Facilitación emocional, o capacidad para engendrar emociones que acompañen nuestros pensamientos. Si las emociones se ponen al servicio del pensamiento nos ayudan a tomar mejor las decisiones y a razonar de forma más perspicaz. El cómo nos sentimos va a influir decisivamente en nuestros raciocinios y en nuestra habilidad de deducción lógica.
Comprensión emocional. Hace referencia a entender lo que nos sucede a nivel cerebral, integrarlo en nuestro pensamiento y ser conscientes de la complejidad de los cambios afectivos. Para entender los afectos de los demás, hay que entender los propios. Cuáles son nuestras necesidades y deseos, qué cosas, personas o situaciones nos causan determinadas afecciones, qué pensamientos generan las diversas emociones, cómo nos conmueven y qué consecuencias y reacciones propician. Tener empatía supone sintonizar, ponerse en el lugar del otro, ser consciente de sus estados de ánimo. Hay personas que no entienden a los demás no por falta de discernimiento, sino porque no han vivido experiencias sentimentales o no han sabido gestionarlas — sino es que sufren de dificultades neurológicas. Quien no haya experimentado la ruptura de pareja o el dolor de la orfandad o la pérdida de un ser querido, es difícil que pueda hacerse cargo de lo que sufren quienes pasan por esa situación. Incluso cuando se ha pasado por experiencias de ese tipo, si no se ha hecho el esfuerzo de percibirlas de manera explícita aceptándolas e integrándolas, no se logrará estar lo suficientemente capacitado para la comprensión emocional inteligente. En otras palabras, no todos pueden ser terapeutas de los demás.
Regulación emocional, o capacidad para dirigir y manejar las emociones de una forma eficaz. Ésta consiste en la aptitud de evitar respuestas incontroladas en situaciones de ira, irritación o miedo. Supone también percibir nuestro estado afectivo sin dejarnos arrollar por éste, de manera que no obstaculice nuestra forma de razonar y podamos tomar decisiones de acuerdo con nuestros valores y las normas sociales y culturales que nos gobiernan.
François Marechal Credos, inteligencia y poesía
Estas cuatro capacidades están ligadas entre sí en la medida en que es necesario ser conscientes de cuáles son nuestras cargas emotivas si queremos vivirlas adecuadamente.
Gestionar adecuadamente las emociones supone:
No someterlas a censura. Las emociones no son buenas o malas, salvo cuando por nuestra falta de destreza hacen daño, a nosotros o a otras personas.
Permanecer atentos a las señales emocionales, tanto a nivel físico como psicológico.
Investigar cuáles son las situaciones que desencadenan esas emociones.
Designar de forma concreta los sentimientos y distinguir las sensaciones que se reflejan en nuestro cuerpo, en lugar de hacer una descripción general ("estoy triste", "me siento nervioso", "me siento gorda", "no me gusta como luzco"…).
Descargar físicamente el malestar o la ansiedad que nos generan las emociones.
Expresar nuestros sentimientos a la persona que los ha desencadenado, sin temores, sin acusaciones, pero con firmeza, y detallando qué situación o conducta de su parte es la que nos ha afectado.
No esperar a que se dé la situación idónea para comunicar los sentimientos, y, en su lugar, tomar la iniciativa sin temores y sin hesitaciones.
El Loco/Intuición por Odilon Redon
En resumen
Nunca diremos lo suficiente acerca de la inteligencia emocional, porque es ésta, precisamente, la que más nos distingue entre nuestra capacidad cognitiva/emocional y la de los autómatas.
Una computadora puede derrotar al campeón mundial de ajedrez, pero, no puede derrotarlo, si es que están jugando al "juego de la vida", donde quien siempre gana es quien puede colegir, intuitivamente, e interpretar los pensamientos y las actitudes de los demás.
Fin de la lección.
Bibliografía
Larocca, FEF: La Genética del Comportamiento Humano… en monografías.com
Larocca, FEF: La Angustia Señal y la Comunión con los Astros en monografías.com
Larocca, FEF: La Empatía y su Entendimiento Neural en monografías.com
Larocca, FEF: Las Intuiciones en monografías.com
Larocca, FEF: La Ley Natural… en monografías.com
Larocca, FEF: ¿Qué Hacer con el Resto de Nuestras Vidas? en monografías.com
Larocca, FEF: Una Reseña del Narcisismo Patológico en monografías.com
El juego de ajedrez por Peter van Huys
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca