No tengamos temor a utilizarla con sentido común y humanitario; no importa que pueda haber depresión respiratoria, o que el paciente se nos vaya a volver morfinómano. El tratamiento paliativo, ha avanzado con drogas y medidas que calman síntomas, sin precipitar acontecimientos que afecten nuestra conciencia. La principal justificación de la eutanasia activa en pacientes terminales es evitar su sufrimiento. Y para terminar ese sufrimiento, la eutanasia activa termina con la vida. Debemos no terminar la vida, sino terminar el sufrimiento.
La muerte es ineludible, y es inherente a nuestra naturaleza humana. Nos enfrentaremos cada vez con mayor frecuencia, a pacientes de edad con enfemedades degenerativas que harán menos exitosos nuestros tratamientos curativos. Enfermedades que alterarán fuertemente la calidad de vida de nuestros pacientes. La curación ya tiene menores resultados. Y aquí debemos volvernos más expertos en calmar que en curar y rodear de afecto a esos seres que pronto morirán.
El mejor ambiente para el proceso de morir ante enfermedades incurables, no es una unidad de cuidados intensivos con aparatos y tubos que sostendrán una vida completamente artificial. ¿Cuándo los médicos debemos aceptar esto…? Muchas veces los familiares y el paciente piden a sus médicos: ¡Por favor doctores, déjenme morir! En estas situaciones con un buen tratamiento paliativo, hay que rodear ese proceso de la muerte, de amor y de afecto con sus seres queridos. Aquí los médicos tenemos que hacer menos protagonismo. La muerte amenaza nuestro amor hacia nuestros familiares: ¡Nos separaremos pronto de ellos…! ¡No los volveremos a ver…! Pero si nos depositamos en manos de Dios, ese amor podrá trascender hacia lo infinito.
No podemos disponer de la vida de nadie, aunque así nos lo solicite el paciente por sus sufrimientos. El concepto de una muerte digna, no es terminar con esa vida. La eutanasia activa no es hacer morir dignamente, es tan sólo un suicidio asistido. Con esta acción nos podemos volver criminales, cuando el fin de nuestros ejercicio profesional no es ese. Nuestra vida está llena de contrastes: felicidad y tristeza, sufrimientos, dolores y calma. La fortaleza del espíritu puede mitigar esos sufrimientos. Fortalezcamos el espíritu.
La eutanasia activa se aprobó en Holanda y Australia. En el resto de países del mundo no se ha aprobado, a pesar de largas discusiones en pro y contra. Este tema despierta controversias y discusiones con apasionamiento. Acaba de ser prohibida en los Estados Unidos.
En ese país se ha hecho tristemente famoso un patólogo de Michigan, el Dr. Jack Kevorkian, compositor de música de jazz y obsesionado con la muerte. Ha propiciado la eutanasia activa entre sus pacientes terminales con la máquina de la muerte, en la que el mismo paciente se inyecta cloruro de potasio endovenoso para producir paro cardíaco, o con la inhalación de monóxido de carbono. Él se lava las manos como se las lavó Poncio Pilato. Él no produce la muerte de modo directo. Son sus enfermos los que lo hacen, bajo sus orientaciones. Irónicamente lo llaman el ¡ángel de la muerte! o ¡doctor muerte! Ha sido tal su obsesión por la muerte que ha compuesto un disco que se llama ¡Naturaleza muy muerta! con una carátula de una calavera con su mandíbula deformada. Otro título de uno de sus discos es: ¡Una vida muy quieta!
El suicidio asistido se puede hacer de dos maneras:
1. Por acción directa del médico.
2. Por orientaciones e indicaciones del médico, mediante las aplicaciones de drogas o gases mortales.
Esta última hace tan responsable al médico, como cuando se manda una droga para curar al paciente. Se inventarán multitud de fórmulas, y máquinas de la muerte. Se han hecho folletos de cómo producir la muerte. Posiblemente quedará en la conciencia de cada cual, si procede o no.
En Holanda 1.8% de las muertes son el resultado de la eutanasia activa con la participación del médico.
La democracia en la cual se respeta la libertad de cada uno, da un argumento que se esgrime desde el punto de vista legal, para la eutanasia activa. Esta es la famosa autonomía de todos consagrada por la constitución colombiana. Este concepto no se puede tomar como algo absoluto. Siempre la autonomía será algo relativo. Desde que nacemos no somos completamente autónomos en nuestras decisiones, ni mucho menos en tomar la decisión de terminar con nuestra vida ¡porque nadie se dio la vida a sí mismo, ni la produjo en su totalidad para otros! como nos explicó el padre Gilberto Osorio en su intervención bien ponderada, en una reunión del Comité de Etica Médica al hablar sobre la eutanasia activa. Este principio de libertad y autonomía de cada persona, consagrado en la constitución entra en conflicto con su Artículo 11 que señala el ¡derecho a la inviolabilidad de la vida!
Pertenecemos a una sociedad, a una familia y nuestras decisiones afectarán siempre a otros. La autonomía absoluta afectará la integridad propia y la de otros seres. La autonomía de cada uno podrá tropezar con la autonomía del otro. Cuando un paciente pide que se termine con su vida, tiene que contar con la autonomía y la conciencia moral de su médico y de sus seres queridos. No es sólo establecer un reglamento o unas condiciones para permitir este acto.
Lo legal no es equivalente a lo moral. Recuerdo a un expresidente de Colombia que públicamente expresaba que podía hacer todo lo permitido por las leyes colombianas. Y las leyes colombianas pueden ir en contravía de nuestra conciencia moral. Ya hemos visto cómo un Congreso puede crear leyes, que beneficien ciertos intereses y vayan contra principios morales.
La Corte Constitucional por una votación de 6 contra 3, permite la eutanasia activa en pacientes terminales. Hubo controversia en esta decisión que motivó la renuncia de su Vicepresidente. La iglesia católica ha pedido la nulidad de esa decisión con base en el derecho a la vida.
La autorización de la eutanasia activa en pacientes terminales, traerá un abuso en su aplicación, y nos hará a los médicos cómplices de unos actos que irán contra nuestra conciencia. ¿A cuántas enfermedades incurables nos vemos enfrentados? En mi especialidad, de internista-cardiólogo, casi todas las enfermedades son incurables. ¿En qué momento me volveré cómplice de una muerte, cuando este paciente se fatigue en su lucha contra su enfermedad, y me pida que termine con su vida? Ya veo ante esta situación, en fila para la consecución de la boleta de la muerte, los pacientes de edad con enfermedades degenerativas, los que sufren cáncer, los que padecen sida. Cada especialidad tiene su lista de enfermedades, en las que se puede presentar este conflicto de decisiones.
Muchas de las discusiones de casos, que se presentan en el Comité de Ética de la Fundación Valle del Lili, se refieren a pacientes terminales en quienes hay conflictos sobre la terminación de un tratamiento, la retirada de un respirador, la orden de no reanimar. Si aceptáramos la medida de la eutanasia activa, podría venir una serie de acciones y abusos, de control muy difícil. Vendrían también conflictos de intereses distintos al bien del paciente. El médico podría también ser engañado, al ser agente directo de producir la muerte por piedad.
Creo que como médicos no debemos aceptar ni aplicar la eutanasia activa en individuos terminales. Debemos evitar en todo momento el sufrimiento del paciente, ayudarle a que el proceso de la muerte sea más soportable, con un buen tratamiento paliativo, que proteja la dignidad humana.
No soy partidario de la eutanasia. Pero sí soy partidario, que en enfermedades incurables terminales, dejemos que la muerte natural siga su curso, sin medidas que prolonguen agonías y dolores. Soy partidario de que a ese paciente, se le permita estar en compañía de sus seres queridos, rodeado de afecto y amor. Que la tecnología con sus aparatos especializados, dé paso a esa atmósfera llena de calor humano y no de mediciones médicas. Que el tratamiento paliativo mitigue dolores, angustias y sufrimientos. Que se le respeten sus creencias religiosas, que haya interconsulta con el ministro de su credo espiritual (sacerdote, pastor, etc.) para que esa alma en tránsito pueda estar en unión con Dios, pues Él le concedió y terminó esa vida.
LECTURAS RECOMENDADAS
- Christopher J. Euthanasia in Australia. The northern territory rights of the terminally ill act. N Engl J Med 1996; 334: 326-28.
- Constitución de Colombia. Artículo 11. 1991.
- Cuéllar Z. No matarás. Editorial El Tiempo 27 mayo 1997. Pp. 5A.
- El arte de la muerte. Dr. Kevorkian: The Economist: Semana, junio 2 1997. Pp. 80.
- Falta un voto para anular fallo eutanasia. El Tiempo, junio 1997. Pp. 15A.
- Gutiérrez J. El derecho a la verdad y el derecho a morir dignamente. Colombia Med 1996; 27: 33-6.
- Howard B. Withdrawing intensive life-sustaining treatment. Recommendations for compasionate clinical management. N Engl J Med 1997; 336: 652-56.
- Iglesia legisla sobre eutanasia. El País, mayo 30 de 1997. Pp. 9A.
- La Corte permite la eutanasia en pacientes terminales. El Tiempo, mayo 21, 1997. Pp.1A.
- La eutanasia. ¿El último derecho? The Economist. Semana, junio 23 1997. Pp. 86.
- Llano-Escobar A. Doctor, déjeme morir. Editorial El Tiempo 8 junio, 1997. Pp. 5A.
- Llano-Escobar A. ¡Inaudito! Editorial El Tiempo 25 mayo, 1997. Pp. 5A.
- Maeve M. Physician-assisted suicide and patients with HIV disease. N Engl J Med 1997; 337: 56.
- Osorio G. Eutanasia. Artículo inédito. Comité Ética Médica, Fundación Valle del Lili, junio 1997.
- Singer P. Rethinking life and death. The collapse of our traditional ethics. St. Martinis Griffin Edition. May 1996.
Javier Gutiérrez Jaramillo, M.D. Internista Cardiólogo, Fundación Valle del Lili, Cali
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