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Por qué lo Educativo es y será cada vez más Aburrido

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     Abstract

    Under the pretext of analyzing the book Education and Professional Formation, by Antonio Alanís Huerta, the article criticizes the "mania" of giving everything an answer that characterizes education. In contemporary world, said globalized, this mania becomes a sort of hard fitting-in to what His Majesty, the Market, requires: productivity, eficacy, quality and merit. Is it education? Or, contrariwise, only the question, "the deepness without hope of a question" would be able to say something new, diferent from what all of us already know and already think and already hate "in the most educated manner"?

    Key-words: Education; Theory of Education; Alanís Huerta, Antonio.

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     "No podemos", advierte Gastón Mialaret en su prefacio al libro Educación y formación profesional. Análisis y perspectivas hacia el tercer milenio, de Antonio Alanís Huerta, "esperar respuesta a todas las preguntas que nos planteamos para actuar, aunque las consideramos fundamentales; es necesario plantearnos estos cuestionamientos pero es muy importante investigar las soluciones que mejor se adapten a las situaciones de nuestro contexto. Estas soluciones no forzosamente tienen que provenir de los educadores; es toda la comunidad, educadores, familias, fuerzas espirituales o religiosas, fuerzas sociales, políticas, responsables de aspectos técnicos y económicos de la vida social… quienes deben buscar y aportar una respuesta. En el mejor sentido del término, el problema es en sí un problema de sociedad, de civilización; es un problema "político". Y más allá de las consideraciones del pasado entre saber indispensable y pedagogía necesaria, la formación de maestros es uno de los problemas más complejos que enfrentan todas las sociedades".1

    Yo estoy de acuerdo. La educación es un problema de todos. Afecta a quienes se hallan directamente involucrados en ella, pero no influye menos en quienes están relativamente al margen o decididamente en contra (cierto que estos últimos son cada vez más raros). Este aspecto observado por Mialaret me parece esencial. Las respuestas nunca están – ni podrían estar nunca – en manos de los especialistas. O, si lo están, nunca alcanzan los efectos deseados si se prescinde de los agentes a quienes van dirigidas sus investigaciones y propuestas.

    Convengamos ahora en que esto es apenas una perogrullada.

    Lo que habría que decir es que la educación, precisamente por ser tan problemática, cada vez deja menos de ser un problema. Un problema de verdad.

    A ver si me explico, sirviéndome – previo amable permiso – del libro de Alanís Huerta, cuya brevedad es algo – y por cierto no lo único – de agradecer.

    El título de esta presentación no es una pregunta, sino el anuncio de una respuesta. Creo que este carácter predecible y previsible es lo propio de lo propiamente educativo. Lo educativo consiste en saber que todo tiene una respuesta. Y la tiene porque sin respuestas nada sería educativo. Las preguntas son buenas porque provocan una búsqueda, la búsqueda de las respuestas. Las respuestas son eso que importa en la educación. Las preguntas sólo son su – pasajera – exasperación. Su comezón.

    En efecto: lo educativo no es sentir comezón, sino aprender a saber rascarse.

    2

    Desde mi (por lo menos) estadísticamente insignificante punto de vista, esta manía – porque no hallo una palabra mejor para calificarla – me parece singularmente equívoca y miserable. Me parece una miseria singular y equívoca, una indigencia de la mente. Claro que necesitamos respuestas. ¿Me quiere de verdad? ¿Hasta dónde soy importante para ella, para ellas? ¿Sabe (saben) que mi vida depende de un pequeño gesto de sus labios? ¿Necesito comprar algo ahora porque el peso se va a devaluar mañana? ¿Tienen nuestros hijos todo lo que les hace falta? Etcétera. Para esas preguntas yo necesito, lo más rápido que se pueda, una respuesta concreta. Las respuestas se me arraciman, me vuelven impaciente. Las necesito para seguir, para no consumirme en la indecisión, para que el tiempo no me apachurre antes de tiempo. Pero una pregunta, una verdadera pregunta, es muy otra cosa.

    Una pregunta es el lugar por el que la mente, mi mente, cualquier mente, respira.

    También, no nos quedemos a la mitad, el sitio por el cual hace agua. Digamos que las preguntas, las preguntas de verdad, son esos momentos de lucidez extrema en donde el espíritu se enfrenta a lo que le rebasa absolutamente. Allí donde el espíritu no puede más. Se enfrenta a ellas como un hombre puede hacer frente a la muerte. Una pregunta de verdad nunca es cómoda, nunca trae en su marsupio la respuesta que la va a aplacar y poner a dormir en su cuna o en su hamaca. Una pregunta de verdad no aparece tendida todos los días en nuestra cama o en nuestro escritorio.

    Las preguntas, usemos la palabra justa, son raras.

    3

    Veamos enseguida lo que el libro de Antonio Alanís enseña o sugiere.2 El proceso geoeconómico y geopolítico actual hace de la humanidad en su conjunto un software de la técnica. No se trata ya de ajustar la técnica a las necesidades humanas, sino al revés. La dinámica tecnológica arrastra a la humanidad y la reduce a mero adminículo de una estructura tecnoburocrática cuyos fines no se discuten. Se produce un desplazamiento de las élites políticas por las élites técnico-académicas. A un paradigma tecnológico corresponde – por lógica – una gestión tecnocrática. Quién sabe si este desplazamiento sea significativo – al menos para los segmentos que medran en el aparato educativo institucionalizado. Quién sabe si una élite política sea necesariamente peor que una élite tecnocrática. Estará mejor ensamblada a las necesidades de la megamáquina, eso es todo. Este paradigma pone muy por encima valores como la eficiencia y la medición de resultados prácticos. Su consigna básica es la aplicabilidad.

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