La Identidad Cultural Cubana para la nueva universidad en el contexto histórico actual
Enviado por Yoan Suárez Toledo
Palabras claves: Cultura, Identidad, Identidad Nacional, Nación, Valores.
La necesidad de potenciar la consolidación del conocimiento sobre la Historia de Cuba para saber quiénes somos, de dónde vinimos, a dónde vamos, es la base para desarrollar el proceso revolucionario y llevarlo adelante en el contexto histórico actual.
El enfoque que exige el mismo para la Nueva Universidad Cubana como guía y educadora de las nuevas generaciones basadas en las concepciones martianas marxistas leninistas nos obligan a reflexionar en un tema polémico como el que proponemos.
Armando Hart, Ministro de Cultura, planteó al respecto ".la defensa de la verdadera cultura de nuestro pueblo, la que nació en lo barracones de esclavos, en la manigua redentora y en las luchas políticas y sociales contra el coloniaje español y por la abolición de la esclavitud, es la cultura antimperialista de José Martí, de Julio Antonio Mella y de Fidel, una cultura de profunda raíz popular y de una enorme riqueza universal, desprovista de la estrechez nacionalista y volcada hacia el socialismo" (1).
La esencia de la cultura no puede ser explicada sin tener en cuenta la esencia de lo humano. El ser humano, encuentra el fundamento de su ser allí donde comienza la fuente de su vida: la producción social, comprendida como la acumulación de la producción material y la producción espiritual, actividad en la cual el hombre reproduce todas sus gradaciones y manifestaciones.
De ahí, que la cultura de la humanidad es única, como manifestación concreta de una época, país o región. Las raíces de la cultura de cada pueblo, se encuentran profundamente arraigadas en su historia, tradiciones, idiosincrasia, en su forma sui géneris de percibir y de transformar la sociedad en que vive. Esa manera distintiva de cada sociedad de hacer, de expresarse, de sentir y de pensar, es lo que aporta su sello, su originalidad a cada pueblo: su identidad cultural.En principio, todos creemos saber lo que es la cultura y lo que es la identidad. Pero si nos ponemos a pensar en el asunto, no tardamos en darnos cuenta de que ambos conceptos tienen definiciones distintas, una estrecha y otra ancha. Asociamos la idea de cultura a ciertas expresiones humanísticas que expresan el nivel alcanzado por la sociedad en el campo de las manifestaciones artísticas y literarias. Una persona "culta" sería entonces aquella que, además de tener "instrucción" -es decir, nociones generales de varias disciplinas- tiene un conocimiento amplio del desarrollo de la literatura y el arte. Del especialista en cuestiones científicas o técnicas suele decirse simplemente que es eso, un especialista -el que sabe cada vez más sobre cada vez menos- y, sin embargo, del especialista en el desarrollo de las disciplinas humanísticas se dice que es "culto", entendiéndose por ello que abarca amplias zonas del conocimiento humano, aunque de ciencia y técnica no sepa nada.Es evidente entonces que estamos hablando del concepto estrecho de cultura. El concepto amplio se pone de manifiesto en la famosa paradoja de Chesterton alusiva a los campesinos que conoció en un viaje a España: "! Qué cultos son estos analfabetos!", exclamó, al darse cuenta de la cantidad de cosas que sabía aquella gente por experiencia propia o gracias a la tradición oral (2). Esa visión que pudiéramos llamar antropológica de la cultura nos parece mucho más adecuada y moderna que aquella que reduce la cultura al conocimiento libresco o especializado. Para decirlo con una fórmula clásica: cultura es todo lo que no es naturaleza, todo lo que ha sido elaborado por la acción, la inteligencia o la imaginación del ser humano. Un árbol no es cultura –aunque puede ser una de sus formas primigenias, la agricultura—pero el ídolo o la mesa o el cucharón en que se ha convertido su madera sí lo es y al decir de Marx "(.) es la naturaleza humanizada o segunda naturaleza" (3).
La cosa resulta ser un poco más complicada cuando pasamos de la cultura a la identidad. Entre ambas solemos establecer una relación casi automática porque la cultura espiritual y material de la sociedad en que nacemos y nos formamos es el primero de los factores que determina o, por lo menos, condiciona nuestra identidad individual y social. Somos, en gran medida, lo que la comunidad hace de nosotros a través de sus instrumentos de socialización, la familia y la escuela en primer lugar. Si exceptuamos los factores genéticos, podemos decir que el núcleo original de nuestra identidad se forma con las canciones que escuchamos, la comida que comemos, las fiestas en que participamos y, por supuesto, los valores y creencias que nos inculcan nuestros padres y maestros. Por eso resulta tan fácil trazar un signo de igualdad entre identidad e idiosincrasia.
La identidad del cubano se describe en la psicología, los gustos y las normas de conducta que nos atribuye la tradición: somos extrovertidos, desenfadados, guaracheros, etc. etc.
Pero además, cuando hablamos de identidad solemos pensar en un bloque homogéneo -dado casi siempre por la nacionalidad: "todos somos cubanos"- olvidando que hay otros rasgos identitarios condicionados no tanto por lo que nos asemeja como por lo que nos distingue, diferencias que tienen que ver con el origen social, el sexo, el color de la piel, la región en que se nace, todas vistas desde una perspectiva antropológica.
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