Las soluciones que se apuntan son, digámoslo así, pluridimensionales. Muy probablemente la fascinación del progreso técnico y tecnológico establecen un elenco de posibilidades en el que no resulta extraño que las soluciones sean muy variadas. ¿Vamos hacia una sociedad de la información, del conocimiento? ¿Es ése el panorama que se nos abre, o bien caben otras posibilidades complementarias? Coherentemente con el análisis realizado, esas otras "posibilidades complementarias" no son excluyentes; es decir: la sociedad del conocimiento no debe excluir de suyo la sociedad solidaria, ni a la inversa. Al contrario: una puede requerir a la otra, y la otra a la una. La solución que se adopte dependerá, indudablemente, del prisma con el que se aborde inicialmente la cuestión planteada. Cualquier solución que se considere conlleva claramente un requisito de veracidad. Puede decirse que ambos planteamientos aciertan en lo que afirman y se equivocan en aquello que dejan fuera de su consideración.
En un reciente artículo publicado en The Economist el pasado uno de noviembre, Peter Drucker, desgranaba las claves de la que será, a su juicio, la sociedad del futuro. Según Drucker, se tratará de una "sociedad del conocimiento" caracterizada por la ausencia de fronteras, una total movilidad de los individuos a través de la educación y por el mismo potencial de éxito que de fracaso.
¿Está equivocada esta prognosis? Desde una perspectiva organizativa puede afirmarse que mejora con creces la consideración meramente productiva del individuo, a la que nos tiene acostumbrados la teoría organizacional: que ya no es suficiente con tener una buena información, sino que es preciso saber procesarla bien. El conocimiento se presenta como elemento clave de eficacia ante las nuevas formas y estructuras que conlleva la globalización. No obstante, si sólo se considera al conocimiento como la principal –si no la única- raíz del potencial operativo humano, entonces se volverá a postular la razón teórica o instrumental como rectora de la acción social. De esta manera, se reeditará el fracaso de la tecnificación social, o sociedad de expertos antes comentada. Las llamadas "teorías cognitivas" aparecerán entonces como las grandes luces del progreso social; pero, al cabo, serán luces de bengala en el dinamismo social.
Sociedad del conocimiento o sociedad solidaria. La integración entre ambas vías, aparentemente dicotómicas o excluyentes, sólo puede ser efectiva desde una adecuada, veraz y profunda formación de la persona. Dicha integración no se llevará a cabo desde la aplicación de una teoría formal, sea ésta económica, sociológica, organizacional o pedagógica. Sólo podrá realizarse desde la acción social de las personas formadas en un marco dinámico de promoción -no sólo de respeto– de la libertad personal. Para este fin, las grandes directrices formativas han quedado apuntadas; la incógnita es si serán atendidas y promovidas por la sociedad civil.
La globalización, al menos, ofrece una perspectiva fecunda para poder entender qué pueda ser la sociedad civil: una vía de convivencia en la que las oportunidades y las alternativas sean reales y sustenten fehacientemente la capacidad de convocatoria que congregue a las individualidades en empresas, más que comunes, compartidas. Sólo así podrá lograrse una plena participación. Del quehacer educativo depende que haya personas capaces de percibir, acoger y trabajar los nuevos caminos que ofrece la globalización; nuevas sendas ofertadas, pero no aseguradas por sí mismas, sino, a lo más, arriesgadas por el concurso de las libertades personales en su despliegue solidario.
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Autor:
Pablo Turmero
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