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Algo sobre vacunas (página 2)


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Esta variante tenía sólo dos finales: a) el que tal vez conocieron Jenner y Pasteur, o al menos los defensores de la línea occidental; b) un individuo feliz, sólo aquejado por su suegra. Tal vez usted piense que, dado el problemita demográfico que siempre ha gravitado sobre este país asiático, la inoculación, más que una premisa inmunológica, se trató de algo que sonrojaría, en este caso, a Malthus. Como no simpatizo con este otro difunto, y además me gano el sustento en la vertiente inmunológica, déjeme aclararle que, aquellos fervientes de la variante "a", colocaban el material variólico en tampones de algodón que luego insertaban a la nariz del paciente-víctima (¡!). La opción "b" contemplaba la obtención del material variólico a partir de costras de sobrevivientes.

Estas excepciones caían en el rubro Variola minor; realmente se trataba de chinos irrompibles. Con un traje azul, la capa roja y cierta letra que no puedo precisar al desconocer ese idioma, habrían puesto en crisis a otro gran mito de occidente. Para no abusar de su paciencia, le diré que, luego de n chinos pa?llá, se obtuvo un material costroso no letal que propició la variante "c" cuya descripción se ha preservado hasta nuestros días en el "Trasplante de viruela" (Zhang y Yan, 1741) que plantea textualmente: "…….Método para guardar el material. Envuélvase las costras en papel y métanse en un frasquito que se tapará con cuidado para que no pierda fuerza. El frasco no debe exponerse a la luz del sol ni recibir el calor del fuego. Lo mejor es llevarlo en el cuerpo durante algún tiempo para que las costras se sequen lentamente y de forma natural.

En el frasco se colocará una etiqueta que indique claramente la fecha en que las costras fueron extraídas del paciente"….."En invierno este material posee una fuerza yang, gracias a la cual permanece activo al cabo de 30 o 40 días. Pero en verano la fuerza yang se perderá en unos 20 días. El mejor material es el que no lleva demasiado tiempo guardado, pues cuando la fuerza yang es abundante, produce reacción en 9 de cada 10 personas; pero a medida que envejece va perdiendo su actividad y, por último, no funciona"

El mantener estas costras, envueltas como se especifica, y junto al pellejo del DOCTOR, garantizaba a las acelulares, y ultramicroscópicas formas microbianas, una temperatura alrededor de los 37 ° C. Pasado el tiempo referido resulta que a los destinatarios les llegaba una inoculación en la que el 80% de los virus estaba en condiciones muy similares a sus parientes de la rabia luego de las manipulaciones del francés. Resumen, se estimulaba en el organismo una respuesta inmune.

– ¡Ay, mi madre! ¿Me inoculo o me vacuno?

Tranquilícese, por favor, y no tome partido aún, ¿o es chino? Si me colocara entre la espada y la pared confesaría que prefiero lo segundo, esto es, las vacunas, aunque las variantes, según receta gala, tienen sus dobleces. Para entenderlo hay que retroceder un poco, no tanto, sólo llegar al XX. Una vez en tiempo, y algo de espacio, le propongo un concepto: antígeno (Ag, su abreviatura). El mismo engloba lo más importante de la mixtura aplicada como vacuna.

Aunque han sido muchas las definiciones elucubradas, digamos que se trata de "todo lo que resulta ajeno al organismo ?incluso lo propio cuando, debido a mutaciones, u otros cambios, deja de serlo- capaz de desencadenar una respuesta inmune"

Una vez armados de tan profundo concepto le invito a la siguiente abstracción: imagine lo que sucede en un individuo ?entiéndase bípedo, cuadrúpedo, cualquier cosa, siempre que sea vertebrado– cuando le aplican cualquiera de esas vacunas elaboradas con microorganismos, inactivos o atenuados, pero muy completitos. Pues, dada la gran distancia evolutiva que media entre lo inoculado y el receptor, a este último le llega una carga inmensa de rarezas.

Si para cada una de esas cosas ajenas, extrañas, o como quiera llamársele, el organismo ha de reclutar el correspondiente ejército específico e inespecífico, que conforma una respuesta inmune, la cosa le zumba, máxime si la mayoría de las cosas raras no tienen que ver, ni remotamente, con los factores que propician al agente microbiano establecerse y ocasionar el daño que caracteriza cada enfermedad. En otras palabras, hay Ags de respeto y un montón que no pasan del alarde. A los primeros se les denomina inmunodominantes ?otros los llaman protectivos- los restantes…. para qué desgastarnos con ellos.

Si no lo ha entendido -estoy seguro que sí- imagine que carece de reloj y desea conocer la hora, sólo eso, pero, para obtener el dato ha de llenar una planilla en la que tiene que especificar la fecha, coordenadas de cada país con amenazas de sequía, cálculos de los efectos de la rotación, e influencia de la luna en dicho fenómeno y razones que lo motivan a indagar en el insignificante dato horario. Algo más complejo es lo que se pide al sistema inmune de cualquier vertebrado que pinchen con una vacuna convencional, por llamarla de algún modo.

– Ya que he tenido la paciencia de seguirle hasta aquí, déjeme confesarle que tengo una duda: acepto lo de Ag cuando se trata de bacterias y virus, incluso los imagino dentro de la correspondiente vacuna. Como son tan pequeñitos pasan a través de cualquier aguja, pero… con Gavac, ¿cómo se las arreglan?

Felizmente su duda encontró solución sin ampliar el diámetro del punzante objeto. Claro, ello se debió a que antes de Gavac existe toda una historia. La cosa empezó en el siglo que se nos quedó atrás, más o menos a inicio de los ?70. Fue justo el momento que dio inicio a la gran era biotecnológica. Muchas fueron las ciencias que aportaron su grano de arena; imposible olvidar pilares como la Bioquímica, la Genética y la añeja Biología Celular; de conjunto habían parido una Nueva Biología, con un objeto de estudio más pequeño, tanto que, con razón la denominan Biología Molecular y tiene una pegada tan impactante como la mejor ciencia ficción. A ello ha contribuido de forma indiscutible su brazo ejecutante, la Ingeniería Genética, o tecnología del ADN recombinante, que posibilita dos increíbles vertientes:

a) Potenciar la expresión de ciertos genes, y con ello obtener mayor cantidad de un producto.

b) Expresar en bacterias y levaduras genes de plantas, animales y humanos.

– ¡Ahora si que se enmarañó esto!

Sólo un poquito, confíe y tenga paciencia, queda poco. En primer lugar es preciso aclarar que una gran parte del los Ags de interés son proteínas ?o uniones de éstas con otras cositas más- Según la más elemental genética, estas proteínas constituyen la materialización, luego de algunos "pases casi mágicos" de información contenida en el ADN.

Si obtenemos ese ADN con la información deseada ?la del Ag inmunodominante, por ejemplo-, o lo "construimos" ?no se ponga incrédulo ahora, o es que no ve TV- es posible insertarlo en otra molécula de ADN, mayor y de forma circular, llamada plásmido, a la que previamente se le ha quitado el pedacito en donde implantaremos el que guarda la información de interés y que en el argot biotecnológico se identifica como "clona". Una vez logrado el implante, el producto obtenido -vector de clonación– se introduce a bacterias o levaduras mediante un proceso conocido como transformación artificial, algo sencillo, que le describiré a continuación.

Si en un medio de cultivo líquido sembramos bacterias o levaduras de especies conocidas ?una u otra, por supuesto- las susodichas, luego de un tiempo de adaptación, comienzan a multiplicarse a velocidad increíble. Justo en esta fase, no muy extensa, una parte de la población (20%) es capaz de captar los vectores de clonación incorporados a dicho medio. Si al medio se le da un toque extra con iones calcio, un número mayor de quienes se multiplican captan lo deseado. Una vez en el citoplasma microbiano los vectores expresan una cualidad aún no mencionada: hacen copias de sí (en algunos casos hasta 2000 copias) y con ello, la información que introdujimos se amplifica; algo compatible con la bolita de nieve que comenzó a rodar por la ladera de la montaña. ¡Se ha logrado el objetivo de la primera vertiente de la Ingeniería Genética! Sí, cuando esta amplificadísima información se expresa imagine cuanta proteína anhelada nos ofertarán tan laboriosos microorganismos. Solo resta rescatarla, purificarla y unirla, por ejemplo con aceite mineral, un estabilizador y ya disponemos de una vacuna recombinante.

Como ve, se trata de un producto muy diferente a sus antecesoras, verdaderas ensaladas mixtas. Se trata de algo bien específico y vinculado a factores de virulencia del microorganismo, es decir, aquellos que, por ejemplo, posibilitan al patógeno adherirse a tejidos y desencadenar la enfermedad. Ante su contacto el sistema inmune responde agradecido. VACOLI, un producto del patio, destinado a prevenir la colibacilosis porcina, constituye un excelente ejemplo.

– ¡En cuanto a este ejemplo, me ha convencido, pero con Gavac sigo igual!

No se deje confundir, recuerde que le hablé de dos vertientes cuando hablamos de Ingeniería Genética, recién analizamos la primera; la que resta, mucho más ambiciosa, es donde cae Gavac, otra vacuna recombinante en cuyo engendro mucho ha tenido que ver una muy mala idea caribeña hacia la impertinente garrapata Boophilus microplus.

En este caso, por supuesto, el Ag no es la garrapata, sino una proteína muy abundante en su tracto digestivo. Conocido el ADN que la codifica, se hace el corta y pega ya descrito y una laboriosa levadura ?más exactamente miles y miles de millones- se encarga de, luego de adquirido el vector de clonación, producirla. Obtenido este importante Ag, se mezcla con otras cosas que, como soy discreto, no revelaré, y se inyecta a los destinatarios. Ah, y ahí está la mala idea, no se deben bañar, veterinariamente hablando. El ganado debe regalarse a las incautas garrapatas de potrero. Cuando éstas pican, pecan. En la sangre chupada va toda una carga que el sistema inmune bovino ha preparado como respuesta a Gavac y que, al llegar al estómago garrapatuno, hace lo suyo.

– ¡Oiga, apretaron con Gavac!

Si, pero no crea que la cosa ha quedado ahí. Desde hace algunos años los nuevos inmunólogos desarrollan las denominadas vacunas de ADN. Por sólo darle una idea, aquel vector de clonación una vez amplificado, se adsorbe en microesferas de oro. A continuación se introducen en la musculatura del destinatario mediante disparo con una "pistola de genes". Las células penetradas con tales balas, producen la proteína que actuará de Ag. ¿Qué le parece?

Referencias

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Dr.C. Guillermo Barreto Argilagos

Centro de Estudio para el Desarrollo de la Producción Animal (CEDEPA)

Facultad de Ciencias Agropecuarias

Universidad de Camagüey

 

Dra. Herlinda Rodriguez Torrens Granja La Estrella, Agropecuaria-FAR

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