- Si, mi y la. Las notas musicales que coinciden con estas formas, por ser sustantivos (e indudablemente tónicos) deberían llevar tilde a fin de distinguirse, respectivamente, ante la conjunción si, el posesivo mi y el artículo la (todos ellos, átonos); pero no se ha preceptuado que la lleven, y el idioma ha sobrevivido a tal homografía.
- Sal: la forma imperativa del verbo salir y el sustantivo, sinónimo del compuesto químico NaCl, (ambos tónicos).
- Son: el sustantivo ('sonido agradable') y una forma del verbo ser (ambos tónicos).
- Sed: el sustantivo ('deseo de beber') y la forma imperativa del verbo ser (ambos tónicos).
Si se aplicaran normas consecuentes, en todos ellos debiera procederse, por lo menos, según se recomienda para sólo / solo en la citada Ortografía de 1999 (Epígrafe 4.6.4. Otros casos de tilde diacrítica), a saber, que el que escribe debe tildar uno determinado de los homónimos en caso de que "perciba riesgo de ambigüedad".
No obstante, parece más aconsejable (por sistemática y simple) la propuesta de que desaparezca por completo la tilde diacrítica en las palabras monosilábicas y que, en las demás en las que actualmente rige el criterio de la tilde diacrítica, se apliquen rigurosamente las reglas de acentuación vigentes: el contexto y el sentido propio de la frase se encargarán de establecer la distinción.
[De lo contrario, y para ser consecuentes, deberíamos, por ejemplo, tildar *éste cuando es el sustantivo referido al punto cardinal, o la forma verbal *pára (de parar) frente a la preposición para, o el sustantivo *víno, para diferenciarlo del verbo vino (de venir), etc.]
El caso engañoso de la tilde diacrítica para diferenciar aún y aun
En el epígrafe arriba mencionado de la Ortografía (4.6.4. Otros casos de tilde diacrítica) la RAE erróneamente (en mi modesta opinión) establece la distinción con tilde diacrítica para dos supuestos homónimos: aun (equivalente de 'hasta, también, incluso o siquiera') y aún (equivalente de 'todavía'). Estas palabras NO deben verse en realidad como homónimos pues, como en justicia lo expone la misma RAE en su Esbozo para una nueva Gramática de la Lengua Española (Epígrafes 1.6.9. 2º y 3º), se trata de dos voces diferentes en significante y significado:
2º. aún, adverbio temporal, dotado de acento de intensidad. (En la nota 38, que sale de esta afirmación, aclaran: "La escritura marca siempre la tilde en la segunda vocal.")
3º. aun, partícula inacentuada, procedente del adverbio aún. Es siempre monosilábica […].
De manera que está perfectamente definido que aún /a.ún/ lleva tilde en la vocal cerrada, porque está marcando el hiato formado por vocal cerrada tónica y vocal abierta átona (que tiene que ser marcado obligatoriamente con una tilde, según regla, vid. Ortografía, 4.4.2.); mientras que aun /aun/ no lo lleva porque se trata de un monosílabo. En suma, cada una tiene la acentuación ortográfica que le corresponde según la naturaleza distinta de cada cual: no es un caso de tilde diacrítica; sería exactamente como decir que rail (monosílabo) / raíl (bisílabo) [ambas aceptadas por la Academia] constituyen una pareja diferenciada por tilde diacrítica; lo que no es el caso: cada una tiene la acentuación ortográfica que le corresponde, según la aplicación estricta de las normas establecidas.
En este respecto, concedamos que aún (adverbio de tiempo) puede tener la pronunciación de /áun/ (como se anota en el Esbozo, 1.6.9. 2º), pero esta es una variante que depende de la ubicación de esta palabra al principio de la frase; es más, no hay que dudar que esta forma de articularla (como diptongo) igualmente dependa de su uso en poesía (para favorecer la métrica) o de alguna variante regional y hasta local del español que se tome como muestra. En pocas palabras, aceptemos que la combinación de las vocales a+u de esta palabra puede articularse como hiato /a.ú/ y como diptongo /áu/: los principios de la sistematicidad y simplicidad debían evitarle al que aprende, estudia y aplica las reglas de acentuación cargar de excepciones su aprendizaje.
Sugerencia para este aspecto: elimínese la existencia de la tilde diacrítica en todos los casos (lo que es preferible a aplicarlas en unos casos y no en otros semejantes, o a cargar de singularidades y ambivalencias las normas de acentuación).
PALABRAS AGUDAS Y LLANAS TERMINADAS EN DOS CONSONANTES
Para las reglas generales de estos dos tipos de palabra, la RAE establece una suerte de excepción si la palabra termina en dos consonantes, especialmente si termina en –n o en –s. Veamos cómo lo exponen el Esbozo (1973) y la Ortografía (1999):
- Para las agudas:
- Esbozo: "Si terminan en dos consonantes, aunque la última sea n o s (o x, que es la suma de dos fonemas /ks/), se escriben […] sin tilde: Almorox /-ks/, Mayans, Isern, Isbert."
- La Ortografía reduce los casos exclusivamente a los de –s: "cuando la palabra aguda termina en –s precedida de otra consonante, no lleva acento gráfico. Ejemplos: robots, tictacs."
- Para las llanas:
- El Esbozo : "Si termina en dos consonantes, aunque la segunda sea –s, se escribe la tilde: bíceps, fénix /ks/."
- La Ortografía: "[…] cuando la palabra llana termina en –s precedida de consonante, sí lleva tilde. Ejemplos: bíceps, fórceps, cómics."
En aras de favorecer el cumplimiento de los principios de simplicidad y de sistematicidad, estas excepciones debían someterse a las reglas correspondientes, pues no hay ninguna razón de peso (hasta donde alcanzan mi entendimiento y conocimiento) para que queden fuera de la regla general para el tipo de palabra a la cual pertenecen.
Así, las normas vigentes exigen que escribamos, por ejemplo, robot y robots, palabras agudas ambas: en la primera ha de aplicarse la regla general para las agudas, por eso no se tilda; en la segunda hay que aplicar una regla excepcional (que contradice la general), por eso robots, aun siendo aguda terminada en –s, NO se tilda.
Al contrario, por el reverso de las razones que para las agudas, la palabra llana cómic, ha de tildarse, según la regla general de las llanas; y cómics también se tilda en virtud de una regla excepcional que contradice la general.
Si se quiere constatar la inseguridad que provoca esto, no tiene más que buscar en la Internet publicaciones en las que se menciona la ciudad considerada como la cuna del jazz: si partimos de que la fuerza de pronunciación en Orleans cae en la última sílaba [áns], asómbrese con las variaciones de acento ortográfico con que se ha escrito Nueva Orleans en documentos redactados en español: indistintamente con tilde y sin tilde en la -a-. ¿Quiere otra sorpresa?, escríbala con el editor de textos Word: inmediatamente el corrector automático se la cambiará por ¡Orleáns! [¡¿?!] Así debería ser, ya que, sencillamente, se trata de una palabra aguda que termina en –s, pero acentuada así viola la norma excepcional que rige que las agudas terminadas en -s precedida de otra consonante NO se tilde.
¿Qué conclusión extraer de esto?: hay inseguridad en la aplicación de las reglas; ¿por qué?: resulta bastante contradictoria y algo enrevesada. Aplíquese el principio de la simplicidad: que TODAS las agudas que terminen en –n, –s o vocal se tilden, sin excepción; y lo contrario para las llanas.
Sugerencia para este aspecto: elimínese la salvedad contradictoria de la norma respectiva de acentuación para palabras agudas y llanas que terminan en dos consonantes (lo que es preferible a obligar al que escribe a tener en cuenta, sin provecho práctico alguno, de qué tipo de combinación consonántica se trata y proceder distintamente en un caso que en otro).
NEOLOGISMOS CON CARACTERÍSTICAS NO PREVISTAS POR LAS REGLAS
Por lo general, la RAE establece las normas (en concordancia con la tradición en la descripción gramatical de las lenguas) a partir de la explicación de los hechos de lengua existentes, y quizás no deba pedírsele más, pero procediendo así no toma en cuenta las posibles evoluciones o introducciones que pudieran, probablemente, producirse o incorporarse; sin embargo, dentro de los principios que hubiera de cumplir una gramática podría muy bien estar la de la previsión, al menos en el rango de lo probable; en ese caso, sería buena idea que dejara establecidas las condiciones para explicar previsibles evoluciones o realidades nuevas.
Véase arriba lo escrito por el Esbozo y la Ortografía sobre la acentuación de palabras agudas y llanas terminadas en dos consonantes; para este tipo de palabras, el que terminen en –n o –s es muy relevante, sin embargo, la Ortografía (que es más reciente y actualizada: 1999) reduce los casos que implican acentuación solo a los que terminan en –s, tal vez porque no han surgido o entrado al español (o cree que no existen en él) voces terminadas en consonante + –n. Hay que reconocer que el Esbozo (aunque anterior: 1973) es más flexible y abierto: comprende también los casos de palabras terminadas en consonante + –n (aunque se limita a estas dos posibilidades: consonante + –s/-n).
A causa de la globalización económica y cultural de nuestros días, constantemente nos llegan neologismos de varias lenguas (así como salen del nuestro hacia otras), muchos de los cuales suelen ser de vida efímera, útiles solamente para la comunicación de algún dato en alguna noticia de un día; no obstante, algunos de ellos llegan para quedarse y deberíamos estar preparados para darles carta de ciudadanía en nuestro idioma; entonces, para que no medren temporalmente en un limbo acentual, podría redactarse la regla de modo tal que dé cabida a cualquier eventual entrada neológica que sirva a las necesidades comunicativas en nuestra lengua: previsión.
En general, debería haber una política de principios y procedimientos para entendérnoslas con palabras extranjeras que diariamente se introducen en nuestro idioma, algunas de las cuales llegan para quedarse. Y no solamente en su acentuación, sino igualmente en su ortografía: si se modifica o no para adaptarla a nuestros usos fonéticos; y en su morfología: determinación de su género y su número.
Imagine usted que se haga imprescindible en nuestro ámbito lingüístico, una palabra que termine en –ln, –rn, o cualquier otra combinación no usual en español. Sabido es que tal circunstancia no es rara; a nuestro idioma han entrado palabras con naturaleza tal, pongamos los ejemplos de komintern y náhuatl.
En cuanto a komintern (también comintern), aunque no ha pasado al DRAE, es una voz tan aceptada que ha sufrido procesos de modificación morfológica propios de la lengua española: cominternista (también kominternista), post-kominternista, por lo tanto, debía de preverse una norma de acentuación para su caso, y para otros semejantes o parecidos.
El caso de náhuatl es mucho más interesante; debemos explicarnos que lleve tilde por ser palabra llana que no termina ni en –n ni en –s ni en vocal; sin embargo, termina en dos consonantes, circunstancia sobre la que la RAE establece preocupaciones especiales. Claro que la combinación –tl no está incluida en las previsiones de las normas, pero póngase en el caso de alguien que aprende las normas de acentuación (sea nativo o no): ha de tener usted un interruptor mental que separe unos tipos de combinaciones de consonantes al final de palabra (para aplicarle una determinada norma) de otros tipos de combinaciones (para los que no se aplica esa norma).
Entonces, ¿por qué no se recurre al establecimiento una norma sencilla, sin complicaciones gratuitas? Ella debiera aplicarse a palabras existentes en el corpus léxico del español como a otras de previsible entrada como motherboard o intranets; o incluso algunas no previstas: imaginemos, por ejemplo, palabras de eventual incorporación que terminen en –lt, –rm, –gl o –bn.
Sugerencia para este aspecto: establézcanse normas flexibles y previsoras que den cabida a, por lo menos, transformaciones futuras de la lengua (lo que es preferible a estar haciendo correcciones cada cierto tiempo, dentro del cual muchas palabras quedan en una incertidumbre ortográfica).
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Las observaciones precedentes han surgido de escollos e incógnitas que se suelen presentar, sobre todo, en la práctica docente; tienen una intención totalmente comprometida: la de llamar la atención sobre hechos que son dignos de consideración para que sirvan para profundizar en el conocimiento de nuestra lengua materna y para su mejor representación escrita, tarea en la que la Real Academia Española es ilustre ejemplo casi tricentenario.
Octubre de 2005.
Bibliografía
- Real Academia Española. 1973. Esbozo para una nueva Gramática de la Lengua Española. Madrid: Espasa-Calpe.
- Real Academia Española. 1999. Ortografía de la Lengua Española. Madrid: Espasa-Calpe.
RRP./
MSc. Ricardo H. Reyes Perera
Escuela de Hotelería y Turismo de Trinidad
Sancti Spíritus (provincia), Cuba (país)
Breve biografía del autor:
Nació en Santa Clara (actual provincia de Villa Clara), Cuba el 5 de febrero de 1956. Es licenciado en Filología (Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, 1980) y Educación (Instituto Superior Pedagógico, Santa Clara, 1992). En el 2000 obtuvo una Maestría en Lengua inglesa (Universidad Central de Las Villas).
Ha sido profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Las Villas, en Santa Clara (Villa Clara, Cuba) en las carreras de Filología Hispánica y de Lengua Inglesa. Actualmente es Profesor Principal del Departamento de Idiomas de la escuela de Hotelería y Turismo de Trinidad (Sancti Spíritus, Cuba), y es Profesor Asistente Adjunto de esa universidad.
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